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El impacto del estrés en el cerebro adicto
ОглавлениеAl hablar de adicciones, el impacto del estrés aporta elementos significativos en el concepto general del cerebro adicto. En un cerebro normal se experimentan sensaciones de bienestar y placer en proporciones normales entre los opioides y las endorfinas que están presentes en él. La encefalina, uno de los neurotransmisores más comunes cuando de opioides se habla, al encontrarse el individuo bajo estrés, el nivel de opioides-endorfinas disminuye de manera significativa. Este mecanismo de disminución implica la liberación de la encefalinasa, enzima destructora de las endorfinas que, en condiciones de estrés, incrementa su segregación. Este mecanismo es normal, ya que es un mecanismo de defensa. Cuando los opioides bajan, se desarrolla una alarma en el cerebro que determina una urgencia, la cual ayuda a la persona a realizar ciertas actividades en estado de cansancio, como son las de hacer tareas específicas que requieran de una vigilia permanente, enfocados y concentrados. Cuando los opioides bajan, causan un aumento en la producción de dopamina, lo que genera claridad en el pensamiento y determina reacciones instintivas, ya que la dopamina es, por antonomasia, el mayor elemento instintivo. Debido al alto nivel de dopamina, disminuye la producción de serotonina, lo cual quita del individuo la somnolencia y la necesidad de dormir. También la baja serotonina produce el aumento de la norepinefrina y el ácido aminobutírico gamma (GABA), que eleva el acceso a la memoria y aumenta la ansiedad. El GABA incrementado reduce la disponibilidad de opioides y sigue aumentando la producción de dopamina.
Cuando el mismo estrés ocurre en un individuo con procesos endorfínicos normales, estos encuentran niveles correctos, recuperando la sensación de bienestar. Sin embargo, algunas personas no nacieron con sistemas endorfínicos normales. Estas padecen, en el transcurso de su vida, una baja producción de endorfinas y, por consiguiente, de una sensación de urgencia, de estrés, incomodidades nerviosas y enfermedades psicológicas, como son los ataques de pánico y demás síntomas.
En la sociedad del inmediatismo, los niveles de estrés son mucho mayores. Aunque un individuo se encuentre encerrado en su casa todo el tiempo, el estrés psicológico está presente, disminuyendo los niveles de endorfina aún más. Algunas investigaciones determinan que en la actualidad los niveles de estrés del hombre promedio se duplican cada dos años. Hay personas que, con baja producción de opioides y estrés ambiental, tienen tendencias a incursionar en hábitos y rituales que determinan los síntomas en la enfermedad de la adicción. Por eso se incrementa la producción de opioides de manera artificial, como el consumo de marihuana, para acrecentar temporalmente una sensación de bienestar.
Si hablamos de hábitos adictivos, diremos que son ejercicios pensados para aumentar o disminuir diferentes niveles en los neurotransmisores y donde la fantasía implícita está dada por una prolongación del bienestar. Esto produce una elevación de las endorfinas o, quizá, con las adicciones no tóxicas como la comida, el juego, el cigarrillo y el sexo, que aumentan, por carácter transitivo, las endorfinas, aunque la búsqueda es la misma. Basado en una sensación de displacer, producto del estrés, se desemboca en ejercicios llamados hábitos adictivos que producen endorfinas.
Incurriendo en las drogas opiáceas más fuertes como la heroína, la morfina y estimulantes opiáceos como la marihuana, las investigaciones —precisamente con marihuana— han encontrado sitios específicos de tetrahidro cannabinol (THC) en el cerebro. Reemplazándolas por sustancias naturales —similares al THC, como las anandamidas—, se ha descubierto que activa la dopamina, tal como lo hacen la cocaína, las anfetaminas, la heroína y la morfina.
En el caso del alcohol, este produce un efecto aliviador en los opioides, pero de un modo un tanto diferente. Cuando se ingiere alcohol, es metabolizado en isoquinolinas tetra hidro (IQT). Estos se enlazan a diferentes tipos de opioides, que tienen la capacidad de desplazar a las encefalinas y a las endorfinas de estos sitios. Los IQT actúan como opioides, produciendo una sensación de bienestar y paz en una primera instancia del alcoholismo. Estos también recrean un circuito de retroalimentación que disminuye las encefalinas. El estudio de Genazzani de 1982 determinó que el nivel betha-en-endorfínico en el fluido del cerebro espinal en un grupo de veinte alcohólicos crónicos fue de dos tercios menos que en las personas no alcohólicas. Inclusive, beber cuatro copas de alcohol en un almuerzo o cena disminuye en cantidades considerables los opioides naturales y apoya a los neurotransmisores. Las investigaciones en ratones estresados tendían a preferir el alcohol, en lugar del agua y la hidratación, inmediatamente después del momento del estrés. Podemos sospechar entonces que era para restablecer la sensación de bienestar.