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Un océano de historia
ОглавлениеLa violencia está en la naturaleza; la guerra, en la historia. La tierra, cuna y sepultura, fértil o inclemente, generosa y avara al mismo tiempo, proporciona los recursos precisos para que el ser humano satisfaga sus necesidades, unos recursos caracterizados por ser limitados pero susceptibles de usos alternativos. Si su escasez es fuente de discordias, la posibilidad de aplicarlos a una multitud de fines otorga al hombre un poder colectivo expresado en forma de reto: la capacidad de elección. Aunque en el pasado todo está escrito, nada lo está en el futuro, por lo que siempre nos competerá en el presente a cada generación tratar de desmentir a los engañadores denunciados en las palabras de Jeremías y buscar la paz. Ningún estudio sobre las conflagraciones tendrá sentido sin este noble propósito en mente.
La historia es océano que nunca se detiene. Sus aguas están conformadas por unas profundidades de naturaleza económica, por la superficie ideológica que marca el nivel de los tiempos y por las mareas cíclicas de los conflictos, siempre removedores. Se lucha por el control de las materias primas y por los mejores territorios o las rutas más ventajosas; se lucha, también, por las riquezas, por la fe, por el poder y la gloria, por acumulación de rencor, miedo u odio. La voluntad de supervivencia o dominio de las colectividades viene revestida de altos ideales: religión, libertad, civilización, justicia, democracia, todo tipo de banderas que eleven y justifiquen el azote destructivo de las batallas. Y las sociedades entregan a los ejércitos el monopolio de la violencia organizada que supone toda guerra, ese fenómeno que hasta la fecha se ha mostrado constante y recurrente en el devenir humano.
El hecho bélico es complejo en sus causas y su desarrollo, en sus consecuencias y efectos encadenados, mas radicalmente simple en su resultado final, lo que siempre le ha conferido un poder decisivo: vencer o ser vencido, ultima ratio regis. La tentación de obtener mediante el estallido de las hostilidades lo que no se ha conseguido por otros medios —políticos, financieros, diplomáticos— es siniestramente poderosa, hasta el punto de hacer olvidar a los pueblos la ingente cantidad de sacrificios, muerte y devastación que necesariamente conlleva. Pero cualquier fuerza armada medianamente estructurada, concebida para acumular poder demoledor, ha sido paradójicamente también motor de progreso y con su más destacada virtud, la disciplina, un elemento vertebrador en la construcción de naciones e imperios, correa de transmisión de las diferentes formas socioculturales que nos definen como especie.
La presente historia no es un mero catálogo de campañas militares ni un compendio de armamento; no es, ni siquiera, una sucesión de fechas clave o de grandes héroes, tampoco un repaso a la evolución de conceptos como estrategia, táctica o logística. Aunque en efecto todo ello recorrerá necesariamente como hilo conductor sus páginas, el principal propósito de esta obra es comprender la guerra para aspirar a la paz como bien supremo y tratar de entender por qué Homo sapiens, espiritual, infatigable buscador de utopías, sublime por momentos, capaz de compasión, ha optado con mucha más frecuencia de lo que hubiera sido deseable por esconderse tras una máscara terrorífica, aquella que lo convierte en Homo bellicus.