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PRÓLOGO

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A partir de un trabajo de investigación riguroso, basado en los más recientes estudios sobre la cuestión, Fernando Darío González Grueso ofrece a la comunidad científica internacional un completo catálogo temático de leyendas contemporáneas de Taiwán. El inventario lo confecciona siguiendo el sistema Aarne-Thompson-Uther de clasificación de cuentos de hadas que, si bien fue objeto de críticas en su primera versión (antes de la modernización de Hans-Jörg Uther en 2004), como las que hizo Vladimir Propp en el primer capítulo de su famosa Morfología del cuento, todavía hoy se muestra como el mejor sistema de clasificación de las narraciones populares.

El gran mérito de Jan Brunvand fue tratar las leyendas urbanas o contemporáneas con el mismo aparato crítico y metodológico con el que se estudiaban las leyendas, los cuentos y la literatura popular tradicional. En sus trabajos se muestra convencido de que estas narraciones contemporáneas, lo que comúnmente llamamos leyendas urbanas (en contraposición con las tradicionales, que son fundamentalmente rurales), son la evolución natural de los cuentos y leyendaspopulares. Lógicamente, aplicó los conceptos desarrollados por folcloristas como el finlandés Antti Aarne o el estadounidense Stith Thompson, y extendió un estudio que comenzó siendo exclusivamente escandinavo, y luego europeo (con Propp se cubre el espacio ruso) y occidental a Asia, especialmente China; pero nadie se había ocupado todavía de Taiwán.

En el Catálogo y estudio de leyendas urbanas en Taiwán, Fernando Darío González Grueso resuelve esa carencia y lo hace con doble valor: señala los aspectos que las leyendas contemporáneastaiwanesas comparten con las del resto del mundo y también se detiene en sus aspectos privativos, peculiares, en su propia idiosincrasia.

Las leyendas urbanas, ficciones que se cuentan como si fueran verdaderas, son las leyendas modernas populares. Estas nuevas narraciones arrancan de un hecho real o pretendidamente real para, a partir de una serie de invenciones, exageraciones y distorsiones relacionadas con las supersticiones y lo sobrenatural, cumplir la misma función admonitoria, de aviso o consejo que tenían los cuentos y leyendastradicionales. También se transmiten oralmente o en la nueva plaza pública: las redes sociales y los medios de comunicación. Es una forma más de hacer cultura. Porque la cultura no se almacena, no es un producto acabado que se tramsmite sin más. Se hace a diario, y es en el proceso de creación donde tenemos que poner el énfasis. La cultura popular no es lo que se hizo, sino lo que se hace. Está viva y muy presente en nuestra sociedad, con formas nuevas, con preocupaciones eternas. Se gesta en la unión de lo heredado y lo nuevo, y representa y construye la identidad de un pueblo. Es memoria y es creación. Su estudio nos acerca además al imaginario popular que lo produce, a la mentalidad de los pueblos, a sus peculiaridades y a la presencia de lo ajeno. Así, aunque las historias se parezcan en mayor o menor medida a otras que cuentan en otros lugares, los detalles, las minucias, las descripciones, los nombres, las comidas, las costumbres… reflejan la sociedad y la cultura que las crea y las difunde.

La literatura popular lo es porque es del pueblo, es de todos, no pertenece a nadie en exclusiva. La cultura popular es creada por el grupo y para el grupo, del que muestra y construye su identidad. Por eso es tan importante el componente admonitorio al que aludimos anteriormente, el valor moral del relato, y que no es el único (también, como los cuentos populares tradicionales, nos entretiene, nos divierte). Es el grupo el que nos protege, es el grupo el que nos atemoriza, es el grupo el que da explicaciones de hechos increíbles. Esta nueva cultura popular es urbana, o está relacionada con la vida en la ciudad y, lejos de despacharla afirmando que son bulos, que son historias claramente falsas, debemos detenernos en su significado psicológico y en su valor social. ¿Acaso no son inventados (también por la colectividad) los cuentos populares de toda la vida? Y Bruno Bettelheim nos explicó su significado profundo. Lo mismo ocurre con las leyendas contemporáneas, con la salvedad, la riqueza, a mi juicio, de que se proponen expresamente como “realmente sucedidas”. Es frecuente que el narrador de la leyenda urbana argumente que se lo ha contado alguien que lo vio, o, mejor, alguien a quien le sucedió. No se trata de un síntoma de falacia; es algo más complejo, más interesante: es un rasgo inconsciente de artificiosidad pragmática, de una búsqueda intencionada de suspender la incredulidad que tal vez tenga su origen en la propia credulidad del narrador. En realidad, este procedimiento no está muy alejado del tradicional “había una vez” o “esto era un niño”. La diferencia estriba tan solo en que las leyendas urbanas son narraciones de nuestro tiempo, son formas de la nueva cultura popular, del folklore, que nunca muere, que no es un producto acabado, sino en continuo proceso de creación.

Los estudios de la cultura popular taiwanesa están de enhorabuena con esta obra que completa en buena medida un área de la cultura popular asiática que permanecía desatendida. Fernando Darío González Grueso pone en nuestras manos un trabajo serio, riguroso, necesario, asistido magníficamente en la traducción, en la más moderna línea de los estudios de la cultura. Leamos.

Javier Rodríguez Pequeño

Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada

Universidad Autónoma de Madrid

CATÁLOGO Y ESTUDIO DE LEYENDAS URBANAS EN TAIWÁN

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