Читать книгу Otro - Ferny Kosiak - Страница 11

Fouetté en Tournant

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Espectacular giro donde el pie de trabajo es estirado y recogido durante las vueltas. La cabeza se mantiene mirando un punto fijo y los brazos ayudan a la postura y al giro.

Anoche soñamos.

Mi prima tuvo hijos hermosos pero el que aparecía en nuestro sueño no era ninguno de ellos. Este primo era un adolescente demasiado hermoso, la culminación de la idea de efebo, un elfo con la mayoría de edad recién cumplida, apenas fue legal enamorarse de su cuerpo, de su rostro que tenía todos los elementos de lo que para mí, para nosotros, podría ser una cara perfecta. Los ojos eran de un azul que dolía, labios como dos almohadas, nariz respingada y cabello rubio prolijamente despeinado, como tienen los modelos en las publicidades, que pareciera que vienen de andar todo el día por la ciudad y en realidad hubo un equipo de estilistas y peluqueras que moldearon esos pelos a fuerza de gel y espray. El cuerpo soñado era frágil, flaco y alto pero de músculos marcados que se escondían bajo la ropa holgada. Nos conocimos, en el sueño, en unos toldos a las afueras de un barrio. Parecía una feria hippie o un evento con cientos de carpas distribuidas sobre calles improvisadas en el pasto. Estábamos en los límites de la civilización y la barbarie, el Otro y yo éramos Brian deseando que esta criatura fuera nuestra cautiva.

No pasaron ni siquiera segundos, y quizás sucedió una eternidad, y la seducción estuvo planteada, la cacería comenzó y continuó pero en el sueño estaba la culpa de engañar a mi ex, como un monstruo agazapado que yo, que Él, preferimos ignorar porque el deseo de conseguir este cuerpo perfecto era más fuerte. Entonces entre los pliegues del moralismo del sueño apareció el vencimiento de un doble, de un triple tabú: la anticipación del garche, del amor total e irreductible hacia mi primo joven, del adulterio con el elfo familiar. Y el sexo sucedió, en una carpa, mientras afuera circulaba el malón y nosotros nos acurrucábamos en la esquina de los toldos. Todo fue veloz. Él se alejó y yo retomé la cacería, como Diana indignada, y él, bello siempre, como eterno trofeo, como eterna presa a capturar.

Me despertó el frío de la pieza porque quizás estaba demasiado caliente.

Sé que el Otro me miraba desde un rincón de la habitación, compartimos la felicidad del sueño, de la carpa.

Alcancé a oír cómo arrastraba los pies hasta su cama, hasta el otro cuarto. En ese limbo entre despertar y seguir durmiendo intenté reflexionar por qué había pensado en nuestro ex como en alguien cercano, como alguien a quien engañar. Quizás son los sentimientos de Él que tuvieron más fuerza en nuestro sueño compartido. Me volví a dormir.

Enseguida soñé con mi ex, el hombre que adquirió este título honorario hace más de tres años. El hombre que le acaba de romper el corazón al Yo que duerme en el otro cuarto. No sé si esta vez Él habrá compartido mi sueño. No recuerdo el contenido, solo sé que estaba mi ex. Tres años y sigo soñando con él. Sigue apareciendo en sueños cargados de romanticismo o donde siempre uno convence al otro para que sigamos estando juntos y entonces lo que podría considerarse un sueño bello por su contenido, en realidad se transforma en pesadilla en el momento en que abro los ojos y accedo a una realidad cada vez más compleja. Y ya la mañana se me hace demasiado cuesta arriba hasta que entro en la vorágine del día a día.

Ya sé que no sueño con él sino con la representación del amor, porque para algo pago las carísimas sesiones con el psicólogo al que le pido un turno cuando veo que la soledad me supera demasiado. Durante el primer año de separación él fue el encargado de explicarme que, como yo no tenía una figura de amor actual o un referente que engarzara todas las propiedades de alguien con el que construir la imagen de “novio”, mi ex seguía apareciendo en ese lugar, como la última cara bonita, como símbolo de eso que estoy esperando y que en estos tres años no ha llegado. A esta altura ya no sé qué estoy esperando.

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