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Introducción

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Amigo lector, este libro está hecho ante todo de recuerdos:

Porque recordar es lo mismo que acordarse y el recuerdo tiene que ser algo como el acuerdo entre los espíritus y el acorde entre los sonidos y la concordia entre los hombres, ya que todas estas palabras tienen un mismo fondo e idéntico origen, pues todas vienen de corazón en su forma latina: cor, cordis.1

Nada más adecuado que estas palabras de Cossío para enmarcar la orientación de este libro. Hecho de evocaciones y recuerdos, es un recuerdo a un Maestro. Nada más. Nada menos. Un maestro que vivió años de inquietud y esperanza en uno de los periodos más trágicos de la historia de Europa. La Segunda República española tuvo para muchos maestros una consecuencia trascendental, por la convicción de que el éxito de su instauración dependía de la cooperación con amplias capas de población, y eso podía realizarlo la escuela y era obligación suya llevarlo a cabo. Creemos y afirmamos que la convicción en la tarea y en la acción que aquellos maestros debían realizar transformó a muchos de ellos y los elevó por encima del nivel en que habían desarrollado su profesión hasta entonces.

La vida y la obra de Herminio Almendros serán marcadas definitivamente por el ambiente creado por una serie de instituciones que fueron claves para la renovación escolar de la República. Estas instituciones dieron lugar a una etapa creativa y francamente progresista como nunca habían vivido las instituciones pedagógicas de España: la Institución Libre de Enseñanza, las Misiones Pedagógicas, l’Escola d’Estiu en Cataluña y el grupo Batec2 de maestros de Lleida, junto con la Cooperativa Española de la Imprenta en la Escuela. Sea este libro dedicado al maestro Almendros un homenaje a todos aquellos que iniciaron y vivieron aquel «tiempo de oro para la educación», un tiempo en el cual tuvieron que bregar mucho y que nos dejó aquel amargo desenlace de la derrota republicana.

La mayor parte del texto que presento ya fue abordada en la primera redacción, con la que iniciaba, en 1975, el proyecto de este libro. Ahora también me hago eco de los documentos que desconocíamos en aquellos días y que hemos visto publicados en La Habana y en Madrid durante los años transcurridos desde entonces: últimamente, una edición con nuevos añadidos al texto de Almendros La Escuela Moderna, ¿reacción o progreso?, así como aportaciones que se han presentado durante todo este tiempo respecto a la obra pedagógica y literaria del maestro Herminio Almendros Ibáñez (Almansa, 1898 - La Habana, 1974).

Destacamos la última edición de Roger González Martell de La Escuela Moderna, ¿reacción y progreso? (Almendros, 2016), un libro que repite el esquema del editado en Cuba en 1985 con algunas aportaciones nuevas: una introducción actualizada, una bibliografía de Almendros, esta vez muy completa, y el artículo escrito por este en 1955 sobre «Una escuela de ensayo en la Universidad de Oriente». Creo que es la primera vez que en una publicación española sobre Almendros se nos presenta esta última experiencia, que yo tenía registrada como La Escuela Pública de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, una de las creaciones de Almendros que mejor representan su voluntad transformadora de la enseñanza y su preocupación por la formación de los maestros, experiencia sin embargo que siempre queda excluida de las biografías sobre el Maestro, con escuetas notas y sin gran trascendencia.

Ahora aportamos algunos detalles sobre el presente libro y su subtítulo. Este último estuvo, en parte, entre dos opciones: Un maestro o Una escuela de la Segunda República. Sobre ello traemos la opinión de un amigo de Almendros de los tiempos del exilio en Cuba, José Blat Gimeno:

Conocí a Almendros en Cuba, en 1957, y allí tuve la ocasión de tratarle íntimamente hasta 1961, fecha en que dejé dicho país. Es más bien, pues, sobre su obra en el exilio que acerca de la que realizó en España de la que puedo decir algo. Sobre esa base se fundan las consideraciones siguientes: El título de la obra, La Escuela de la Segunda República, es muy atrayente. En efecto, durante el periodo 1931-1936 existía un afán de renovación pedagógica y un estado de espíritu favorable a ello entre el magisterio como probablemente no lo hubo en ningún periodo anterior de la vida española. Dar a conocer las características esenciales de esa etapa constituye un buen servicio para la historia de la educación a la par que una orientación y un estímulo para el presente y el futuro de la escuela.3

Finalmente nos dimos cuenta de que «la escuela de la República» era demasiado amplia y recurrimos a esbozar parte de la vida de Almendros con el auxilio de la correspondencia que conservo. Así que nos decidimos por el subtítulo Un maestro de la Segunda República. La correspondencia mantenida con Almendros desde 1966 hasta su muerte ha sido una valiosa ayuda para su elaboración. Otras cartas, las de la familia y algunos de los amigos, tienen su origen en el proyecto en el cual me embarqué pensando que sería fácil conseguir de ellos unas breves notas sobre sus ilusiones y trabajos compartidos en el transcurso de la vida del Maestro. Pero no era el momento propicio, pienso: ellos no sabían quién era yo para emprender aquella búsqueda, aquel modo de indagar en sus vidas y actos. Tal vez no fui lo bastante persistente para hacer posible aquel proyecto. Lo lamentamos todos, en primer lugar María Cuyàs y, después, también Néstor Almendros.

La idea de escribir este libro surgió a raíz de la muerte del Maestro en 1974 y la publicación en la revista Triunfo de un artículo mío que daba la noticia: «Herminio Almendros: un maestro» (Zurriaga, 1974). Recibimos algunas cartas de personas que habían conocido a Herminio Almendros, y comenzamos a pensar en una publicación con las aportaciones de los que habían compartido junto a él proyectos y luchas por un modelo escolar más justo. Mi objetivo era recoger su testimonio.

Uno de los primeros en aportar noticias fue Antonio Robles, autor de cuentos de justa fama, como Rompetacones y 100 cuentos más, o aquel otro premiado por la ONU, el de la Bruja Doña Paz, quien nos decía:

Muy estimado amigo Ferran Zurriaga: ¡Qué agradable, que se recuerden de uno con esa intensidad! Pero viene con ella el dolor de conocer la desaparición de aquel amigo magnífico; Almendros. Me da usted alguna importancia, y la manifiesta pidiéndome un trabajo; pero no puedo hacer nada nuevo. Lo que hago es enviar a usted un ejemplar (de los tres que tengo) de Rompetacones y 100 cuentos más. Ahí van (fíjese) tres notas mías, que se refieren a la Literatura Infantil.4

En abril de 1975, Ramón Costa Jou nos escribe sobre la marcha de su trabajo en torno al libro de Almendros. Escribe desde México:

Quise ir a Cuba en diciembre pasado, para recoger con María Cuyàs diferentes materiales de la obra de Almendros, pero no me fue posible, y son tantas las cosas que en este último tiempo se me han acumulado que no he podido ordenar lo que yo mismo me siento obligado a hacer, en relación con él, por la gran amistad que mantuvimos y el hondo afecto que nos ligaba. Esta es una deuda que me queda pendiente. Pero la saldaré.5

En noviembre de 1975 contactó Néstor Almendros con Élise Freinet para buscar fotos y materiales relacionados con la estancia de Almendros en la escuela de St. Paul de Vence, y esta fue su respuesta:

Je n’ai hélas aucune photographie à vous adresser. Lors de son passage à l’école, au cours de la guerre d’Espagne, c’était l’époque dramatique du «Sauve-qui-peut» et prendre des photos n’était pas l’usage. Mais à l’occasion de la collaboration réussie avec les officiels de Cuba, des photos ont été prises qui ont dû rester à Cannes, mais elles ont peut-être brûlé dans l’incendie qui a ravagé la CEL en 1965, ou ont disparu car, dans un grand ménage, les mandarins qui ont pris la suite ont jeté à la corbeille à papiers une large partie de ces documents d’une valeur inestimable. C’est bien dommage car Heme et Almendros étaient de solides compagnons qui, objectivement, auraient mérité de rester associés à jamais (ou «dans l’avenir»). Je suis comblée par le fait que vous ayez apprécie Naissance d’une Pédagogie Populaire, mais cet ouvrage est bien trop dense dans les actions et dans les idées qu’il développe, pour la génération actuelle.6

En septiembre de 1976 ya veíamos que resultaría difícil terminar el libro al fallar documentación y aparecer dificultades para obtener de Cuba más materiales. A pesar de esto, María nos hizo llegar recortes de prensa, apuntes de conferencias y artículos publicados de los cuales ella tenía alguna copia. Finalmente, el amigo Julián Caparrós, uno de los más entusiasmados con el proyecto, nos decía:

Leeré con muchísimo interés lo que dices de enviarme para el libro sobre Almendros. Es angustiante ver cómo los días pasan sin conseguir que sean cumplidas las promesas. Me dijeron hace tiempo que iban a gestionarme fotocopias de muchos trabajos y notas que obran en el Ministerio de Educación de Cuba: son, por lo general, informes sobre inspección técnica debidos a la pluma de Almendros. Promesa que sigue incumplida.7

Éramos conscientes de la reducción de la obra al faltar el grueso de las notas que deberían haber aportado algunos de los amigos, y que nunca llegaron. También teníamos serias dudas de cómo poder tratar el tema del cambio en la orientación pedagógica de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Unas veces por precaución de unos, y otras, por las dificultades del exilio, dejamos la obra con lo redactado hasta aquel momento, gran parte de lo cual forma parte del texto que presentamos ahora. La esposa de Almendros, María Cuyàs, muy consciente de ello, nos escribía desde La Habana:

Comprendo su preocupación y lamento que todo su trabajo que le ha ocasionado la preparación del libro referente a mi esposo pudiera resultar en vano. Pero ¿quién sabe?, si en la actualidad no hay facilidades para su publicación, tal vez llegue más adelante el momento oportuno. Su trabajo está hecho. Creo que no hay que darlo por perdido, simplemente esperar por si se presenta alguna colaboración importante y circunstancias más favorables. Mientras, le aseguro que, tanto mis hijos como yo, valoramos su esfuerzo movido por el sentimiento de simpatía hacia mi fallecido esposo y su obra y nuestra gratitud habrá de durar tanto como nuestras vidas. Con el mayor afecto lo saluda.8

En 1981 retomamos de nuevo el proyecto de editar, pero de nuevo no encontramos la vía perfecta. Editar un libro, todos sabemos que está expuesto a las contingencias reales de la vida y a las circunstancias en razón de las cuales el horizonte de expectativas que tenemos se ve frustrado. El objetivo lo teníamos claro: restitución de una memoria histórica. Mi gratitud a María Cuyàs, viuda de Almendros, a sus hijos Néstor y Sergio y a sus amigos Antoniorrobles, Julián Caparrós Morata, José Alvero, Ramón Costa Jou, J. Blat Gimeno, Josep Alcobé…, por su ayuda en mi tarea de recopilación, evocación y reconstrucción de la vida del Maestro. Algunas propuestas, como las del amigo Julián Caparrós, tenían una visión mucho más amplia, pero escapaban a la mayor parte de los implicados. Nos decía este:

Lo que dije para explicar la dialéctica de Almendros como proceso que va de Giner a Althusser no se presta mucho para una publicación inmediata. Aquí se ha querido editar un pequeño libro con las cinco conferencias, pero hay vacilaciones respecto a las tesis que yo defendí, en el sentido de tener que silenciar alguna que otra parte, lo que yo no puedo aceptar. Por otra parte, me parece prudente dejarlo para mejor momento.9

También su hijo Néstor estuvo detrás del proyecto y dejó el testimonio de su última carta, que adjuntamos, en el intento de 1981. En ella, Néstor escribe en mayúsculas debido a sus problemas con la vista (keratitis y fotofobia), muy molestos, pero nada graves según los oftalmólogos. Su correspondencia atestigua muchos momentos difíciles de la familia Almendros y de la suya propia. A pesar de haber abrazado la revolución cubana en sus inicios, abandonó el proyecto y la isla relativamente pronto y marchó a un exilio por donde le llevaba su trabajo cinematográfico.


Carta de Néstor Almendros a Ferran Zurriaga, Nueva York, 16 de octubre de 1981.

Muchas de las ideas aquí expuestas –las más decisivas acaso–han sido reconstruidas con fragmentos de una correspondencia que nos ayudó a descubrir su pensamiento entonces y ahora, y sigue representando la búsqueda fundada en un maestro y el mundo que lo rodeó a lo largo de su vida. También, al precisar la acción educadora y el pensamiento que la informó, hemos tratado de ser parcos en el comentario, dejando que sean sus propios textos los que nos sitúen en los hechos.

Él, como muchos de aquellos maestros de su tiempo, buscó siempre un modelo escolar y una educación que elevaran al hombre a la plena conciencia de sí mismo en el oficio de enseñar. Pero dejemos que hable el propio Almendros. En julio de 1935, en el número 5 del Boletín de la Cooperativa Española de la Técnica Freinet, dice:

No podrá tratarse del movimiento pedagógico español contemporáneo, sin registrar en él «nuestra técnica» como destacado elemento renovador. No podrá hacerse la historia del desenvolvimiento escolar de España, sin consignar en lugar preeminente la actuación e influencia de nuestra técnica. Y al hacerlo habrán de escribirse con letras mayúsculas los nombres de dos pueblecitos sencillos próximos al centro urbano y sin embargo como perdidos en la faz de la tierra igual que una partícula de polvo entre las arrugas de un traje, y que fueron, más que la cuna, el claustro de la gestación: Montoliu de Lleida y Puigvert de Lleida; el de otros dos pueblos de la misma condición que los anteriores que se llaman Plasencia del Monte, en Huesca, y Caminomorisco, en Cáceres, en las Hurdes, y con ellos, en dobles mayúsculas de un negro reciente y ancho: Batec, el nombre de un grupo de maestros anónimos, auténticas piezas de humanidad, tan sencillos como los pueblos donde ejercían su oficio, que un día en Benlloch y otro en Puigvert de Lleida crearon la primera célula viva de la que hoy es nuestra Cooperativa Española de la Técnica Freinet.

Era esta una aventura de divulgación de nuevos modelos de enseñar, y sobre todo de un nuevo modelo del oficio de maestro que encontró un campo propicio en aquellos momentos en que los pueblos de España vivían con ilusión el nuevo camino que la Segunda República representaba. Había una conciencia de renovación del oficio de enseñar como nunca había existido entre nosotros, por eso podemos comprender la personalidad de Almendros al encuadrarlo dentro de la renovación que supuso la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Su encuentro con el grupo Batec –el primer movimiento de formación permanente de maestros partiendo de ellos mismos– y su clara implicación en la Cooperativa Española de la Imprenta Escolar son una clara prueba de que su elección en aquellos momentos fue la acertada. Por todo ello, el lector encontrará en estas páginas una descripción de aquellos movimientos.

Nosotros –el grupo inicial de Técnicas Freinet de Valencia–también creo que acertamos, al encontrarnos con los maestros del Instituto Cooperativo de la Escuela Moderna (ICEM) de Francia y el Movimiento de Cooperación Educativa (MCE) de Italia, en la elección de su modelo pedagógico en los años sesenta. También el descubrimiento de Herminio Almendros fue una suerte: él nos aconsejó en los primeros pasos de nuestra formación permanente y en la cooperación educativa. Nos impulsó a seguir adelante, y es así como encontramos muchas veces la solución a los problemas que nos planteaba nuestro oficio. Otras veces vimos cómo el tema de las transformaciones en las aulas escapaba a nuestro proyecto, perdido entre la función formadora e inspectora de la política franquista y después en la débil democracia restauradora. Desde el primer momento, Almendros trata de conectarnos con aquellos maestros amigos que siguen en la brecha: Julián Caparrós, Soler i Godes, Costa Jou, José de Tapia, Patricio Redondo o Josep Alcobé.

De otros de aquellos antiguos compañeros se ha perdido la pista, como es el caso de Vicente Valls Anglés; su paso por las cárceles españolas en diferentes etapas de aquella posguerra resulta desconocido para algunos maestros exiliados. De Vicente Valls, inspector de primera enseñanza, los maestros valencianos siempre guardamos el recuerdo de aquella traducción que hizo del libro El bilingüismo y la educación (presentado en el encuentro internacional celebrado en Luxemburgo del 2 al 5 de abril de 1928, publicado con apoyo del Gobierno del Gran Ducado y editado por Espasa-Calpe, Madrid / Barcelona, 1932).

En los años sesenta, este libro será nuestro documento de trabajo para aquel primer «Estatge de la llengua» celebrado en Sant Pau de Albocàsser (Castellón), en abril de 1967, donde la Secció de Pedagogia de Lo Rat Penat fijaba las bases y los caminos para que se reconociese el derecho a que nuestra lengua, el valenciano –nuestro catalán–, tuviera su sitio en la escuela. Años después, volvíamos a descubrir a Vicente Valls en su trabajo, cuando sucedió a Almendros en la dirección de las escuelas de Villablino de la Fundación Sierra Pambley en 1928, en la activa vida de aquel León ilustrado, el León republicano y progresista del Ateneo. En una carta que me envió en 1975, María Cuyàs lo recuerda, pero desconoce que ya había fallecido en Madrid en 1962.

Una de las constantes de la correspondencia de Almendros es su interés por saber qué leemos, cuáles son nuestras fuentes, y esa pregunta de siempre: «¿Lo conocen ustedes?». Ese será su camino para descubrirnos libros, autores y enlaces que nos ayuden en nuestro intento de reconstrucción de aquella cooperativa de los años treinta. Los libros de las editoriales Kapelusz y Losada de Argentina serán nuestra primera fuente de pedagogía progresista. Aquel libro base que fue Hay que cambiar de educación, de Robert Dottrens (1947), ya figuraba en nuestra biblioteca de inicio en aquella Secció de Pedagogia de Lo Rat Penat de 1964, gracias al librero García Rigal, de la calle Félix Pizcueta de Valencia.

¿Conocen ustedes el libro de Freinet que yo traduje, Escuela popular moderna? Se editó en México. Creo que serviría muy bien a los compañeros españoles. Celebro que hayan conocido al compañero Godes [Enric Soler i Godes]. Gran compañero y amigo. Supongo que estarán ya en relación con la Escuela experimental de San Andrés de Tuxtla. Un compañero de aquella época, Ramón Costa, de los mejores colaboradores, comienza ahora su trabajo de este tipo en una escuela privada.10

¡Claro que conocíamos el libro! El maestro Soler i Godes había conservado diversos ejemplares de los editados en Vilafranca del Penedés en 1936 y nos regaló uno de ellos en aquellos encuentros en la sociedad Lo Rat Penat de Valencia. Ahora, con los medios que tenemos, será posible que este libro de memoria recobrada se difunda sin necesidad de empresas editoriales. Disponemos actualmente de otros mecanismos de divulgación de trabajos históricos sobre la educación. En parte, nuestra jubilación nos ha reunido de nuevo, junto a los compañeros freinetistas, en la tertulia Dimarts d’Amical Conversa a l’Octubre de Valencia. Así mismo, el contacto con los investigadores de Història de l’Educació en los países de lengua catalana en los proyectos de saber y reflexionar sobre todo aquello relacionado con el legado de Freinet. Y ello gracias a haber encontrado nuestro lugar y su apoyo en las Jornadas de la Cátedra Soler i Godes de la Universitat Jaume I de Castellón.


Es, pues, este libro una oportunidad para saber y conocer más detalles de la vida del Maestro Almendros, un personaje que dejó aquí y allí, en Cuba, un conjunto de experiencias y trabajos relacionados con su profesión de maestro y su voluntad de búsqueda de alternativas educativas de futuro.

En nuestro grupo, los maestros que empezamos a organizarnos cooperativamente en la Secció de Pedagogia de Lo Rat Penat de Valencia en 1964, un grupo que con el tiempo hizo posible la creación de la Asociación Española para la Correspondencia y la Imprenta Escolar (ACIES) y finalmente el Movimiento Cooperativo de la Escuela Popular (MCEP) a nivel del Estado, los consejos de Almendros siempre fueron escuchados. Nuestras vicisitudes –como en todos los grupos– surgieron en el fondo de la necesidad de sentirnos libres en el movimiento, que quiere decir juntos. Siempre predominó en el grupo valenciano aquella visión generosa e idealista de los maestros de los años treinta, a la cual nos adherimos nosotros, los de los años sesenta, en busca de la conciencia de País Valencià y su modelo escolar. Un capítulo donde la lengua de los valencianos tenía que ocupar, a trancas y barrancas, el lugar que le correspondía en la escuela pública. No pudo fallar entre nosotros esta propuesta, ya que nuestra revolución didáctica a partir de los postulados del ICEM y las enseñanzas de Freinet siempre ha estado basada en los «soportes sociales legítimos de nuestra sociedad: la escuela pública y el sindicalismo docente», y en esto seguimos ocupados también ahora.

No conozco la realidad escolar española actual ni el medio en que se desenvuelven ustedes. Pero les aconsejaría que hicieran lo que nosotros hicimos hace cerca de cuarenta años. El cuento sería largo; quizás está fuera del interés de ustedes. De todos modos, considérenme como un fiel entusiasta del movimiento de la Escuela Moderna, para mí el más original e inteligente y eficaz para conseguir una auténtica renovación favorable de la labor escolar.11

Nuestras propuestas siempre fueron abiertas y, en nuestro caminar por el mundo educativo, compartimos la satisfacción por la coincidencia –sobre posiciones distintas en algunos enfoques o técnicas didácticas– con el Seminario de Pedagogía del Colegio de Licenciados de Valencia, en los años setenta, y después, con los Movimientos de Renovación Pedagógica de los ochenta. Siempre hemos creído que el legado de Freinet legitimaba nuestro trabajo, pero no era ni es un impedimento para que se utilicen prácticas renovadas de acuerdo con nuevos descubrimientos pedagógicos o psicológicos. Algunas veces, el libro aporta reflexiones sobre una dimensión fundada en el pasado, pero siempre hemos procurado tener presente la visión de futuro. Este libro, en parte, es una búsqueda de la historia y de la labor de Herminio Almendros, y, por ello, una búsqueda de las razones de la cooperación educativa entre nosotros.

Ahora, con la distancia de los años y la diferente perspectiva, pensamos que el trabajo cooperativo y la vida de grupo, con las consabidas frustraciones y conflictos de algunos momentos, lejos de aniquilar nuestro combate por un modelo escolar, nos han mantenido vivos. Ahora, ya jubilados, creo que todos nos damos cuenta del proceso que hemos vivido y asumido dialécticamente de seguir una vía de formación y autoformación en la que muchos de nosotros seguimos, y recordamos aquello que decíamos en la revista Triunfo:

Nuestra trinchera está donde el hombre vive, aunque sea la suya una vida limitada, alienada. Luchando contra toda alienación. Cuando el maestro pasa a la retaguardia no hace más que eso: alienarse. Se aliena, lo alienan, porque el puesto del maestro es el del vanguardista. Todo maestro tiene un imperativo; saber qué hora marca el reloj de la pedagogía universal. Y, sabiéndola, empeñarse en darle vida, concretarla, meterla en su aula (Zurriaga, 1974).

Por ello, y resumiendo, señalamos dos vías que pueden definirnos de manera sencilla: por un lado, una suma de técnicas y medios para asegurar el trabajo libre y los intercambios con los alumnos en las aulas y con otros compañeros en un proceso de cooperación educativa, y, por otro, conseguir una organización del trabajo dentro del aula que no impida el impulso vital del alumno, y entre los maestros también mantener dicho impulso como una actitud investigadora de transformación de nuestro oficio, un debate siempre abierto a nuevas aportaciones.

Quisiéramos recuperar las palabras del maestro italiano Andrea Canevaro que cerraban el prólogo de ese útil y magnífico libro, lleno de reflexiones y apuntes, que es El oficio de maestro, de otro de los maestros del MCE italiano, Fiorenzo Alfieri, donde nos habla de la memoria en los grupos cooperativos de maestros:

Volverse atrás, conquistar la memoria no es descubrir la propia continuidad; sino la discontinuidad, las rupturas. Significa también descubrir, como Orfeo, que ya hemos vivido la muerte. Significa aceptar encontrarse con los «eventuales desaparecidos» (Foucault). Y saber qué sentido y no sentido van enlazados, y ninguna contraseña, ningún acto mágico es capaz de deshacer la trama (Alfieri, 1974).

Para terminar, hay que reconocer que esta labor de reconstruir un pasado partiendo de una correspondencia personal, como la que aquí presentamos, no resulta fácil ahora, a tantos años de distancia. Intentamos identificar en el apéndice a la mayoría de los «actores» que aparecen en las cartas. Algunos nos han sorprendido por su personalidad y su trabajo en el tiempo que les tocó vivir; algunos requieren una aproximación para descubrir mejor su legado, y otros, que fueron abordados en otro contexto, son relevantes por su valiosa aportación respecto a su amistad con Almendros o la potenciación de su obra. Se lo agradecemos.

***

Este libro, dedicado a Herminio Almendros y los suyos, ha sido posible gracias a la ayuda de M.ª del Carmen Agulló, Alfred Ramos y Antonio Sesé y los amigos de la Amical Conversa dels Dimarts, del Centre Octubre de Cultura Contemporània de Valencia.

1. Manuel B. Cossío: De su jornada, Madrid, 1929 (extraído de Xirau, 1945).

2. Batec, en catalán ‘latido’.

3. Carta de José Blat Gimeno a F. Z., París, 15 de abril de 1975.

4. Carta de Antonio Robles (Antoniorrobles) a F. Z., El Escorial, 3 de setiembre de 1975.

5. Carta de Ramón Costa Jou a F. Z., México D. F., 6 de abril de 1975.

6. Carta de Élise Freinet a Néstor Almendros, Vence (Francia), 19 de noviembre de 1975.

7. Carta de Julián Caparrós a F. Z., Las Palmas de Gran Canaria, 28 de noviembre de 1976.

8. Carta de María Cuyàs a F. Z., La Habana, 12 de septiembre de 1977.

9. Carta de Julián Caparrós a F. Z., Las Palmas de Gran Canaria, 28 de noviembre de 1976.

10. Carta de H. Almendros a F. Z., La Habana, 12 de diciembre de 1969.

11. Carta de H. Almendros a F. Z., La Habana, 12 de diciembre de 1969.

Herminio Almendros

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