Читать книгу Herminio Almendros - Ferran Zurriaga i Agustí - Страница 9

Оглавление

¿Qué tal el grupo freinetista valenciano? ¡Cómo me gustaría estar con vosotros! ¡Ya creo que moriré sin volver a vivir en mi tierra! Yo nací y pasé mi juventud en Almansa. Estudié dos años en la Normal de Alicante y en Alicante hice mi servicio militar. Tengo un gran recuerdo de Alicante. Mi conocimiento del catalán es un paso modificador de las construcciones alicantinas. El gusto de ellas se avenía con el de la recia prosa castellana de Miró y Azorín. Aquel Benidorm, huertano, casi bíblico, que yo conocí en mi juventud, me lo han transformado en una tarta arquitectónica burguesa horrenda. ¡Qué mala impresión me causó la mutación de aquella Marina casi legendaria! Ya no respetan ni el peñón de Ifach.1

Herminio Almendros Ibáñez (1898-1974) nació en Almansa (Albacete) un 9 de octubre. Hijo de albañil, cursó las primeras letras en su ciudad natal, en la escuela que el Sindicato de Ferrocarriles tenía en la Casa del Pueblo. Esta escuela sería una de las tantas fundadas por los socialistas, que impulsaron en los centros ferroviarios las ideas de Pablo Iglesias.

La historia de las escuelas creadas por los obreros está llena de iniciativas a partir de 1868. Al comenzar el siglo, los movimientos anarquista y socialista crearían su propio sistema educativo, que fue un baluarte donde, eso sí, con medios modestos, se recibía la tradición obrerista, de Proudhon a la III Internacional. Las iniciativas de este tipo convirtieron a España, a finales del siglo XIX y principios del XX, en el país occidental con mayor variedad de instituciones escolares.

Estudió para maestro en Albacete (1912) y terminó sus estudios en Alicante (1917). De su paso por aquellas normales, sabemos pocas cosas. Da la impresión, según dice en una carta a su amigo Alejandro Tarragó –exiliado en Chile–, de que en Albacete lo hizo como alumno libre:

Admiro también de lejos al profesor Eleazar Huerta. Desde hace mucho tiempo sabía yo de su talento, allá en nuestra llana tierra tan sencilla y austera. Su padre, D. Eleazar Huerta, me examinó a mí como alumno libre, almanseño, en la Normal de Albacete. Luego supe del hijo, destacado estudioso y escritor. ¡Felices ustedes, juntos y unidos! Yo les mando desde aquí mi abrazo fraterno.2

En Alicante no sabemos si también estudió por libre. La situación en aquellas normales no resultaba muy boyante si nos atenemos a los testimonios que nos han llegado. Allí pudo haber tenido de profesor de Geografía a Eliseo Gómez Serrano, hermano del patricio valenciano Nicolau Primitiu Gómez Serrano. Eliseo Gómez había ingresado en 1912 en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid. Con el título de maestro de primera enseñanza normal, y acogiéndose a la legislación vigente, solicitó, en 1915, la plaza vacante de catedrático de Geografía en la Escuela Normal de Alicante, de la que tomó posesión en julio de 1915. Sería director de esta institución entre 1931 y 1933. Detenido por falangistas el 2 de abril, sería fusilado en mayo de 1939. De la correspondencia con su hermano Nicolau, sabemos que la situación de aquella Normal en 1912, como la de tantas otras en aquel momento, no era muy singular. Según cuenta en carta, los alumnos se quejaban:

Si tienen pocilgas por locales, sin la más elemental condición pedagógica ni higiénica, si carecen de biblioteca, y los libros son caros… y malos, si no tienen material, y en cambio, están sometidos a veces a ciertos profesores que mientras con sus palabras alaban el orden, y la disciplina y la sumisión a las leyes como camino seguro de progreso, con sus hechos predican, no el sindicalismo, sino la anarquía más desenfrenada. ¿Cómo hablar de orden los desordenados, de moral los envilecidos, de disciplina los relajados, de sumisión los que se ponen las leyes por montera?3

Almendros cumple el servicio militar en Alicante y en 1921 ingresa en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid. Allí descubre, como tantos otros, la obra de la ILE y a algunos de sus famosos maestros. La Escuela Superior del Magisterio, fundada en 1909, se nutrió de algunos profesores que compartían el espíritu de la ILE, pero no todos eran iguales. María Cuyàs, hablando de ello, nos decía:

Ahí van una carta y parte de una circular referente a una Asociación de Antiguos Alumnos de la Escuela Superior del Magisterio creada hace poco (¡al cabo de 40 años!). Vd. ya se dará cuenta enseguida de que el compañero Málaga exagera fuera de toda medida al cantar las excelencias de la extinguida escuela. Por supuesto que ni Herminio ni yo hemos compartido nunca su entusiasmo y admiración por D. Rufino Blanco, de cuyas clases no obtuvimos nada positivo, y ni siquiera por el Dr. Zaragüeta aun cuando este era de más categoría intelectual. De algunos otros profesores, sí hemos conservado un inmejorable recuerdo: de Rioja, maestro y amigo, querido y respetado por su saber acompañado siempre de una gran sencillez, de Zulueta, un verdadero artista de la cátedra, sus clases, inolvidables, eran ratos pasados con toda felicidad, y no podría seguir alabando a muchos otros profesores… aunque tampoco censurándolos, pero lo mejor en nuestro recuerdo (de Herminio y mío, claro está) era el tono general de la Escuela. En casi todas las clases había un gran respeto por la opinión de los alumnos, la norma era el diálogo y a nuestro entender esto fue lo más provechoso. Hay que tener en cuenta que allí acudían alumnos con bastante formación, con inquietudes casi todos (compañero mío de curso fue Casona).4

De aquellos años en Madrid, recordaba Casona, en el prólogo al libro de Almendros Lecturas ejemplares, lo siguiente:

A esta raza de maestros verdaderos pertenece Herminio Almendros. Le conocí en nuestra juventud madrileña cuando ambos éramos estudiantes en los mismos bancos de pedagogía, le acompañé fraternalmente en algunos de sus viajes de difusión cultural por los más humildes rincones del mapa rural español, he seguido después su larga labor tenaz de treinta años apasionadamente consagrados a la escuela, y puedo afirmarlo con la alegría y la certeza del hallazgo: Herminio Almendros es un auténtico maestro y este libro suyo es un auténtico libro para niños (Almendros, 1955a).

El espíritu de la ILE guiaría siempre la obra de Almendros. Para él, forjado en aquella institución, la patria era la humanidad; el deber, servir a esta última donde se encontrara. No conformista por temperamento y por intelecto, revestido de ágiles y apremiantes inquietudes, Almendros es un innovador que se entrega sin descanso a la búsqueda de una enseñanza acorde con las distintas etapas del aprendizaje. Este propósito le viene de atrás, desde los años veinte, cuando se gradúa en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid y gana unas duras oposiciones.

Allí conoce a María Cuyàs, triunfadora como él en similares oposiciones y, también como él, educadora e inspectora. Ella será su compañera de por vida y se compenetrarán, en vínculo ejemplar, en sus sueños y afanes. Las promociones que salieron de esta Escuela nutrieron la Inspección de Enseñanza Primaria y el profesorado de las escuelas normales, ese profesorado que contribuyó a formar excelentes maestros, sobre todo a partir de 1932.

Hablando de la obra forjadora de aquella Escuela Superior del Magisterio, no podemos olvidar que ese era el ideal de Cossío, que había formulado ya en 1904 en una conferencia en Bilbao. Decía que era preciso llegar a una formación universitaria del maestro en todos sus grados. Y nos recordaba cómo la medicina nos aportaba argumentos al suprimir los médicos de segunda clase:

Hagamos lo mismo. Demos a todos los maestros la misma educación, dentro o fuera de la universidad, pero universitaria. Mientras esto no suceda, mientras no dignifiquemos la educación y desaparezcan las categorías del profesorado, que imponen al maestro primario una capitis diminutio, y lo condenan a servidumbre de cuerpo y espíritu, no tendremos verdaderas escuelas ni conoceremos el país, la humanidad que todos anhelamos.5

Nos conviene a todos los que nos dedicamos a educar, maestros de oficio, volver a leer, rastrear lo escrito por personas como Freinet, Cossío, Almendros… Consultar algunos de sus textos, seguir sus consejos y descubrir cómo en muchos de ellos encontramos soluciones y propuestas que siguen siendo actuales, cómo nuestras campañas «de un cuerpo único de enseñantes» no eran una fantasía, sino una realidad que esperamos conseguir un día. Conocíamos vías múltiples pero confluentes; algunas, fruto de lecturas o aportaciones de otros pensadores. Siempre he creído que las intuiciones pedagógicas del maestro Freinet eran producto de sus lecturas, de su búsqueda entre aquellos que investigaban sobre el ser humano, psicólogos y pedagogos, algo que él confirmará siempre. ¡Cómo no! Ahora, recuerdo aquel dibujo que alguien, en aquel stage de Andorra en septiembre de 1965 sobre las técnicas Freinet, organizado por los maestros de las escuelas públicas de los Pirineos Orientales, me hizo observar. Era «el árbol de Freinet», donde nos muestra las raíces, las ideas que dan nacimiento a sus teorías pedagógicas.

Él intuyó sus técnicas como una especie de esperanto…, de la pedagogía que iba descubriendo. El mismo Freinet, pocos meses antes de morir, estaba preparando un estudio sobre las aportaciones educativas de Carl Rogers. Él mismo también fijará su atención en Decroly, Montessori, Fèrriere, Claparède, Makarenko, Dewey… Por ello, cuando ahora leemos a Novak, Ausubel o Howard Gardner, descubrimos en ellos teorías que para nosotros tienen su aplicación práctica en algunas de aquellas técnicas nacidas de las intuiciones de Freinet. Fruto de investigaciones y experiencias de escuelas y maestros de la Escuela Moderna, reconocemos el valor de algunas de aquellas intuiciones que nos ayudan a comprender mejor los avances humanos en el campo de la psicología y la pedagogía actuales.


Árbol de Freinet. Recogido en el encuentro sobre Freinet en San Juan de Loria (Andorra), en septiembre de 1965.

Muchas veces hemos repetido, en el MCEP y en las reuniones de Reencuentros Internacionales de Educadores Freinet (RIDEF), que existe una férrea voluntad de hacer de las teorías y sus prácticas pedagógicas una especie de esperanto de la pedagogía. Las aportaciones de investigaciones en los campos pedagógico y psicológico han ido consolidándose en el mundo escolar con la red de técnicas y trabajos cooperativos. Es en el seno de los congresos, encuentros, stages…, donde se practica una verdadera formación permanente para los maestros y se descubren los trabajos y las investigaciones que estos realizan. Son los espacios que hemos de aprovechar los maestros, el lugar donde encontrar los mecanismos básicos para impulsar una verdadera investigación educativa. Se trata de hacer de nuestra práctica educativa aquello que propone Élise Freinet:

La escuela, dice F.V. en el número de noviembre de Léducation publique, tiene mejores cosas que hacer aparte de transmitir el saber. Lo realmente grande no es el saber; no es tampoco el descubrimiento, es la investigación. El espíritu no es un granero que se puede ir llenando, es una llama que hay que alimentar; no es el conocimiento poseído, ni la ciencia aprendida y asimilada, sino una actividad siempre despierta que se plantea sin descanso nuevos problemas, inventa, combina y organiza los acontecimientos según relaciones aún no apercibidas (Freinet, 1975: 84).

1. Carta de H. Almendros a F. Z., La Habana, 19 de mayo de 1974.

2. Carta de H. Almendros a Alejandro Tarragó, La Habana, 13 de septiembre de 1963.

3. Carta de Eliseo Gómez Serrano a Nicolau Primitiu Gómez Serrano, Alicante, 5 de mayo de 1939.

4. Carta de María Cuyàs a F. Z., La Habana, 20 de agosto de 1975.

5. Manuel B. Cossío: «El maestro, la escuela y el material de enseñanza», conferencia pronunciada en Bilbao en 1904 (cit. en Xirau, 1945).

Herminio Almendros

Подняться наверх