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Introducción

Entre todas las Órdenes religiosas, ninguna como la de los Cartujos puede gloriarse de haber conservado, a través de los siglos, las mismas costumbres observadas en la cuna de la Orden. Es tan conocido como verdadero el adagio: Cartusia nunquam reformata quia nunquam deformata. Fieles los Cartujos al lema de su Orden: Stat Crux dum volvitur orbis, han permanecido inmutables en medio de las continuas evoluciones de los tiempos. Esta inmutabilidad y fijeza alcanza a todos los órdenes de la vida cartujana, sin exceptuar la sagrada liturgia. Gracias a esta inmutabilidad, se han conservado vivientes en la Iglesia unos ritos antiquísimos que, de otra suerte, hubieran acabado por desaparecer.

Esta firme estabilidad en materia litúrgica, la debe la Orden de San Bruno a su propia constitución y, sobre todo, a la gran autoridad que sobre la materia obtiene el Capítulo general. La Cartuja, como toda otra institución humana, ha tenido su evolución y progresivo desarrollo, pero toda tendencia que pudiera desfigurar su característica manera de ser, fue oportunamente sofocada por los capítulos generales. San Antelmo1 fue quien instituyó en la Orden el Capítulo general, en el año 1142, y, con el fin de velar por la uniformidad en materia litúrgica, estableció: Primum capitulorum (capitulum) hanc habet continentiam, ut divinum ecclesiae officium prorsus per omnes domos uno ritu celebretur, et omnes consuetudines Cartusienses (Cartusiensis) domus quae ad ipsam religionem pertinent unimode habeantur.2

El año 1259 fue de capital importancia para la liturgia cartujana, pues en él aparecieron los llamados Statuta antiqua, y quedaron fijados, hasta en sus menores detalles, los textos y los ritos, de tal manera, que, en más de tres siglos, excepción hecha del aumento en el calendario, no se observa modificación alguna de importancia. A fin de salvaguardar la unidad litúrgica apetecida por san Antelmo, en el primer Capítulo general, ordenan los predichos Estatutos lo siguiente: Libros quoque Veteris ac Novi Testamenti eosve cum quibus divina celebrantur officia sine ejusdem capituli consilio nullus emendare praesumat, nisi cum exemplariis in ordine nostro emendatis, nisi judicio prioris et monachorum discretorum error aliquis manifestus appareret. Gracias a esta disposición, se observa absoluta concordancia en los libros litúrgicos cartujanos.

No hay quien ignore que la Orden de San Bruno pertenece al grupo de las Órdenes contemplativas; es más, el cartujo lleva vida solitaria, aislado, no solo del mundo exterior, del cual está total y perpetuamente separado, sí que también de sus hermanos de hábito, con los cuales rara vez se comunica. Lleva, no obstante, vida de comunidad, pues todos los días acude al coro a determinadas horas para cantar el Divino Oficio y la Santa Misa. Este aislamiento y soledad que circunda la Cartuja hace que sea tan desconocida la vida y, sobre todo, la liturgia que practican sus monjes. Intentaremos en estas páginas dar a conocer, a grandes rasgos, la forma con que se rinde culto a Dios en la Cartuja.

1 San Antelmo llevó a cabo su labor en el siglo xii. Entró en la Cartuja de Saboya; fue Procurador de la Orden y luego General. Trabajó por restaurar las austeridades de la vida solitaria y, una vez logrado su objeto, renunció al generalato. Más tarde fue nombrado obispo de Belley, en cuya ciudad murió el día 26 de junio de 1178.

2 Acta primi Capituli Ordinis Cartusiensis. P. L. t. CLIII, col. 1126.

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