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Introducción

El colesterol es un lípido muy conocido, pero es evidente que paga cara fama. Y es que, debido a las funciones fundamentales que desempeña en el organismo, y a que los peligros con él relacionados están ligados sólo a los excesos, podríamos entender fácilmente que si pudiera, uno se preguntara: «¿Qué he hecho yo para merecer esto?»

Ciertamente existe una gran cantidad de estudios y de literatura que relacionan los niveles elevados de colesterol con los trastornos de las arterias y las nefastas consecuencias de los mismos, como el infarto de miocardio y los accidentes vasculares cerebrales. Esta relación, en gran medida, lo ha estigmatizado, lo ha convertido, por así decir, en un enemigo público. Pero en realidad el colesterol es más víctima que verdugo y, más que buscar fijaciones en él, la pregunta que se ha de formular es: ¿qué significa tener niveles elevados? Porque ni el colesterol ingerido es el único o el principal causante de que sus niveles en la sangre se sitúen por encima de lo deseable, ni la alimentación es lo único que hay que tener en cuenta para evitar que ello ocurra. Es más, puesto que los niveles de colesterol son debidos a muy diversos factores, es lógico considerarlos, precisamente, como indicadores de nuestro auténtico estado de salud.

Por si esto fuera poco, el endurecimiento y la obstrucción de las arterias no se considera un efecto exclusivo del colesterol, sino un problema debido a múltiples causas, cuya responsabilidad hay que buscarla, en muchos casos, en un modelo alimentario e incluso en hábitos de vida mal ajustados a nuestras necesidades reales.

Ciñéndonos de nuevo a la relación dieta-colesterol, que es el principal objeto de este manual, interesa recordar que la dieta es consecuencia y reflejo de la forma de vida. La dieta más extendida en la actualidad, vinculada a niveles anormalmente elevados de colesterol, surge de las tendencias sociales de nuestra época, y se caracteriza por el consumo excesivo de carnes y por contener demasiadas grasas saturadas, excesivas proteínas, pocos glúcidos complejos y cantidades insuficientes de determinadas vitaminas y minerales, así como por la falta de fibra.

No deja de ser paradójico que en la llamada época del progreso, de la abundancia y de la globalización tengamos que volver la vista atrás para darnos cuenta, no sin una buena lección de humildad, de que las recetas que nos ofrecían una buena relación con el colesterol y los productos alimenticios más indicados las teníamos, desde hace ya tiempo, en casa.

Remedios naturales para el colesterol

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