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Origen


¿Qué sabemos del big bang?

Sabemos que surge de un espacio-tiempo muy, muy, muy reducido.

¿Infinitamente reducido? ¿Una singularidad?

Sabemos que los distintos componentes esenciales de la energía

-que se manifestarán luego en diferentes estructuras fundamentales

de la materia -y las fuerzas de la naturaleza

se relacionan en una intimidad infinitamente densa,

y que, de repente, a través de un tiempo infinitesimal…

gracias a un aumento crítico del calor implicado en la relación-

en un espacio tan, tan reducido, se expande a una velocidad enorme,

promoviendo otro tipo de vinculación que generará nuevas estructuras.

Estructuras que nacen al tener muchísimo más espacio

y gozar de una temperatura muy inferior.

Una mínima asimetría en la distribución entre materia y antimateria,

-quizás provocada por una inflación súbita-

permite la existencia explícita de nuestro universo expansivo.

Así pues, los elementos esenciales son: singularidad, espacio-tiempo, energía, relación calorífica, velocidad y asimetría…

¿Cómo empezamos?

Siempre hubo algo… aunque sólo fuera una posibilidad... una de las infinitas que podrían haberse manifestado… Y de esa potencial existencia, que más tarde recibiría el nombre de Nada, nació un universo, que mucho después sería nombrado como Todo… Y entonces sí… empieza el cuento, porque el tiempo también quería darle vida a toda esta eclosión de energía…

Hubo una vez, pues, un universo de luz concentrado en un punto tan ínfimo, que parecía infinitamente pequeño. Todo lo que hoy conocemos surgió de él. Nosotros también. Era una configuración espacio-temporal ridículamente diminuta; billones de veces más pequeña que un átomo; este infinitesimal espacio-tiempo contenía todas las posibilidades del universo que hoy conocemos, de lo físico y de lo mental.

Cuentan que hubo una explosión cósmica que liberó el espacio y el tiempo, y el punto diminuto se expandió, y se expandió…y sigue expandiéndose. Luz y partículas configuraron un sinfín de elementos de distintas características, propiedades y apariencias: estrellas, galaxias, sistemas solares, planetas…

A este universo pertenecemos nosotros. Surgimos de él como una suerte de combinación de materia física y energía, capaz de observarse a sí misma, a su entorno y pensar. Pensar para comunicar, compartir y ampliar evolutivamente nuestro conocimiento. Cómo esto ha sido posible es todavía para nosotros un misterio.

El vacío

«En la actualidad creemos que una fluctuación cuántica en un vacío absoluto, provocó un desequilibrio que llevó al nacimiento simultáneo del espacio, del tiempo, la materia y la radiación, como un todo (…). La Física que conocemos sólo empieza a ser una herramienta práctica para describir el Universo a partir del instante t = 10 -43 segundos»

Alberto Fernández Soto. Orígenes.6

En el modelo científico que impera, todo aquello que no presente una actividad física explícita y no pueda ser medido –es decir expresado en un lenguaje matemático- es descartado como elemento explicativo de la realidad. El nacimiento del universo no pudo surgir de la nada absoluta, como sostienen algunas de las religiones más extendidas y la propia ciencia materialista.

Vacío absoluto significa que nunca hubo nada, ni hay nada, … ni nunca habrá nada.

Esto no son meras palabras. Es un modo de pensar que incluye el tiempo. La teoría de la evolución es una teoría científica aceptada, pero que sólo cobra sentido cuando se toma el factor temporal como elemento organizador de toda la información. Sin dicho factor nadie entendería cómo alguien puede decir que el ser humano proviene del mono. Sólo nos explicamos la insistencia incoherente en el vacío y la nada absolutos en base a una guerra pasional -que ya parece eterna- entre Ciencia y Religión; y la obsesión de la ciencia materialista por descartar para siempre la idea de un Dios creador. Pero si podemos abrir cierta perspectiva respecto a este fenómeno de la matriz de relaciones que forma la Humanidad, y nos dedicamos a pensar científicamente, aprovechando el conocimiento alcanzado, incluso llegaremos a sonreír al saber que del vacío, -de allí donde aparentemente no había nada- surge TODO.

En realidad, lo que la Ciencia puede afirmar acerca del nacimiento del universo es que se produce en el espacio-tiempo más pequeño que se conoce, la Era de Planck. La física que nos permite conocer el Cosmos reconoce que todo su poder explicativo alcanza hasta este límite infranqueable…el Muro de Planck. La ciencia materialista, pues, ha llegado hasta la puerta de un misterio. Nada físico puede traspasar el muro para mirar y entender que ocurre más allá del espacio-tiempo más pequeño que conocemos.

Era de Planck.

La luz, que es energía electromagnética, tiene ante nuestros ojos la apariencia de algo continuo e ininterrumpido. Así lo creyó la Ciencia hasta prácticamente la llegada del siglo XX, cuando se consideraba resuelta casi la totalidad de los enigmas físicos de la Naturaleza. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, nadie en la comunidad científica se cuestionaba que la energía fuera continua. Por tanto, era virtualmente imposible aceptar que la raíz de los inconvenientes que presentaba la interpretación de algunos fenómenos físicos, se debía a esta convicción. Fue el físico Max Planck quien, en un acto de desesperación, formuló que el aparente flujo continuo de la luz, podría en realidad ser un flujo de pequeñísimas partes: pequeños paquetes de energía que llamó cuantos, de ahí el nombre de Física Cuántica. Esta manera de abordar el problema de la emisión y la absorción de la energía electromagnética, es decir de la Luz, creó una nueva concepción del mundo físico. En realidad, es una idea muy parecida a la concepción atómica. Aunque nos parezca que la materia es densa y compacta, en realidad está formada por minúsculos núcleos y electrones que nunca llegan a tocarse. De un modo similar un rayo de luz, aparentemente continuo, es en realidad una sucesión de paquetes de energía. Es discontinuo.

Hagamos una pausa para poder entender bien qué implica este hecho. Aunque en la extensa bibliografía divulgativa consultada no hemos hallado una explicación clara de sus implicaciones, todas las explicaciones reconocen la discontinuidad del flujo energético. Incluso algunos autores se atreven a reconocer que todo lo que percibimos es en realidad discontinuo, aunque no nos lo parezca7. Pero tenemos la clara impresión de que hay consecuencias derivadas de la discontinuidad energética que aún no se reconocen. Parecería como si lo único que puede afirmarse científicamente es que la transmisión y recepción de energía a nivel atómico es a saltos; sólo determinados niveles de vibración electrónica, regulados por un valor pequeñísimo, llamado constante de Planck, pueden desembocar en la transmisión y/o recepción de energía. De acuerdo, para nosotros estos saltos, esta discontinuidad en la transmisión de la energía y la información implica algo más. Vamos a simplificarlo de una manera muy gráfica para entendernos: si representáramos, por ejemplo, un haz que para nosotros es continuo, como un rayo láser, podría ser como el dibujo 1. Si en cambio se trata de una sucesión discontinua -discreta como dicen los físicos- de paquetes de energía, más bien la representaríamos según el dibujo 2.

Cada cuanto de energía del haz discontinuo se halla separado del siguiente. Separado por algo, ¿no? ¿Qué es entonces lo que separa y une cada paquete de energía si resulta que TODO lo que conocemos es en última instancia energía discontinua, aunque no nos lo parezca?


Un momento…

Advertid que decimos que separa y une. La unión es lo que le da la apariencia de continuidad a la energía. La separación es lo que desconocíamos. Y claro, entonces la tentación de llamarla Nada es muy grande…

Finalmente, ¿qué separa y une cada bloque de energía? ¡¡Desde luego es un misterio!! Pero si tuviéramos que decir algo…diríamos que entre paquete y paquete energético pasa un ratito ínfimo en un lugar muy, muy pequeñito que no es energía explicita. De manera que lo que separa cada cuanto es un espacio y un tiempo…. ínfimos; de hecho, es el espacio-tiempo más pequeño que se conoce. La era de Planck.

¡¡¡Y, atención madames et monsieurs!!!… Es el espacio-tiempo que da lugar al nacimiento del Cosmos. Esta separación mide 10ˉ³⁵ cm. Un fotón de luz tarda 10ˉ⁴³ segundos en cruzarla a 300.000 km/seg. Es la Era de Planck.

El origen del Universo

La Ciencia hoy puede calcular, entre otras muchas cosas, la edad del Universo (unos 14 mil millones de años). Y también intentar imaginar y obtener datos del origen del Cosmos, gracias a nuestros antecesores y a increíbles herramientas como los gigantescos aceleradores de partículas. El modelo científico más extendido de nuestros tiempos acerca del origen del Universo se conoce cómo la Teoría del Big Bang. Según este modelo, si retrocedemos hacia los orígenes del Cosmos, cuanto más nos acercamos a su nacimiento más elevadas son su temperatura y densidad; más reducido es el espacio y más joven es el tiempo. Las condiciones físicas se vuelven cada vez más extremas. El alcance de nuestra Cosmología científica puede retroceder hasta el instante 10−43 segundos del inicio o tiempo cero.

Detengámonos aquí. Para darnos cuenta del alcance de la precisión científica actual, hagamos la siguiente reflexión: si dividiéramos lo que dura un segundo mil millones de veces y tomáramos una de estas porciones de segundo tan absurdamente pequeñas, ésta seguiría durando millones de veces más que el instante 10−43 del que estamos hablando. Un valor realmente muy, muy, muy pequeño.

Parecería, pues que – estando tan cerca- ya sólo es cuestión de retroceder hasta alcanzar el momento cero, que desvelará todos los misterios acerca del nacimiento del Universo. Pero antes de llegar a ese instante inicial hay un muro, el muro de Planck. No es un muro material, sencillamente es el límite infranqueable de la Física de la materia. Pretender observarlo físicamente sería como intentar mirar dentro de un agujero del tamaño de un átomo encendiendo una cerilla que está formada por billones de átomos. Es verdad que estamos hablando de un instante tan diminuto que eso y nada parecería ser lo mismo. Pero lo importante es que hay un límite a lo que la física puede explicar con sus recursos. Hace falta una nueva manera de abordar el conocimiento de nuestros orígenes, de nuestra esencia. La luz física no puede iluminar y observar dicho instante primigenio, se necesita otra clase de luz..., luz psíquica, consciencia. La ciencia, en su estudio de la materia, nos ha guiado hasta este instante; ahora debemos atar cabos a base de pensamiento puro… Esencia no material.

Lo máximo que puede afirmarse es que a partir del instante 10-43 segundos, reinaron en el universo condiciones extremas: entonces era un punto denso y pequeño, precedido por un espacio-tiempo ínfimo, llamado era de Planck. Lo que une el nacimiento del Universo y la era de Planck es que allí donde físicamente no se puede entrar e investigar qué hay y donde se creía que no había nada, es donde nace el universo. Y además este espacio-tiempo tan diminuto es el que une y separa cada paquete de energía. Es la frontera de nuestro conocimiento acerca de la realidad física. Así pues tenemos:

 • Un instante y un lugar incognoscible físicamente.

 • En ese espacio y en ese momento se produce el nacimiento de nuestro Universo.

 • Además, este mismo espacio-tiempo es el que separa y une cada cuanto de energía explícita.

 • Seguramente porque la Ciencia de la materia no puede conocerlo, este espacio-tiempo es confundido con la nada, el vacío absoluto, cuando en realidad es un océano infinito de ondas de probabilidad cuántica.

Ahora atemos cabos. El Universo no nace de una esencia sustancial. El origen no es, finalmente, ni el huevo ni la gallina. El Universo nace del vínculo que une y separa la energía. Nuestro origen pues no es sustancial, es relacional. Aquello que nos une y nos diferencia es nuestro principio.

Nuestro origen físico como individuos es también relacional: empieza con dos elementos muy pequeñitos, de escala no cuántica, pero si microscópica. Dos elementos similares -uno del padre y otro de la madre- diferenciados por una mínima asimetría, que se vinculan… y en un proceso que se da en un espacio y durante un tiempo, forman una sola cosa, una nueva entidad, un nuevo ser. Este nuevo ser se desarrolla inicialmente dentro de la madre, formando primero una sola entidad, y al cabo de cierto tiempo abandonará este espacio interno, el claustro, para salir al espacio exterior y expandirse.

Cuaderno de Bitácora

Todo aquello que conocemos como realidad física

está compuesto por paquetes separados de energía.

Esta separación mide 10ˉ³⁵ centímetros.

El tiempo que tarda en cruzarla un fotón de luz

es de 10ˉ⁴³ segundos.

Este espacio-tiempo se conoce como Era de Planck,

en homenaje a su descubridor.

Y aunque también es conocido como espacio vacío,

en realidad bulle de energía potencial.

Todo aquello que compone la materia conocida

en su nivel más elemental, puede comportarse

como onda o como partícula.

Dicha onda es, en realidad, una onda de probabilidad.

El universo conocido probablemente nació en dicho Espacio-Tiempo.

Nosotros estamos compuestos por los mismos elementos básicos

que forman toda la materia del universo conocido.

Estamos formados, pues,

por infinidad de paquetes de energía (cuantos)

que se relacionan, a través de sus ondas de probabilidad,

con todos los demás paquetes de energía que componen el resto del Universo.

Estos paquetes están separados por la Era de Planck. La separación ínfima

es un espacio-tiempo fundamental de nuestro ser y de todo lo existente.

De tal espacio-tiempo surge todo.

Somos espacio-tiempos y sus separaciones

que se relacionan con otros espacio-tiempos y sus separaciones.


Nuestra esperanza

¿Por qué es importante para nosotros esto que llamamos era de Planck, también conocida como Singularidad y que también representa la nada, el Vacío? La nada está conectada psíquica y emocionalmente con la desaparición de la vida, luego con la Muerte como final absoluto: «surgimos de la Nada y a la Nada volvemos» o bien «polvo eres…y en polvo te convertirás» … Estos dos pronósticos, científicos y religiosos no son muy alentadores; pero es muy importante que entendamos que, hoy en día, podemos descartarlos como pensamientos coherentes. Una posibilidad más esperanzadora y coherente es considerar que la Era de Planck sea el vínculo con el universo implícito, o como David Bohm8 lo llamó: el orden implicado, un océano infinito de ondas de probabilidad cuántica; que es todo lo contrario de la Nada y el vacío absolutos, ya que de él surge el Cosmos y la vida que conocemos.

La Era de Planck representa la discontinuidad de la energía. A nuestro entender, esto no conecta con un origen sustancial de la existencia, sino con un origen vincular, relacional. El Universo no surge de un paquete de energía original. El Cosmos surge del espacio-tiempo más pequeño que puede conocerse y que es el que, precisamente, separa y une cada cuanto de energía. Si el origen no es sustancial, todos los miedos asociados a la decadencia material, se irán diluyendo a medida que profundicemos y entendamos mejor todo aquello que nos une y que nos separa. Dicen que la física de lo diminuto, la Mecánica Cuántica, y la física de lo grande, la Relatividad General, no casan bien. Y a la vez parecen modelos inmejorables para explicar el microcosmos y el macrocosmos respectivamente. Parece ser, que el misterio está en la gravedad cuántica, la gravedad de lo muy pequeño. Hay muchos físicos que siguen apostando por unas cuerdas diminutas (cuerdas que vibrarían en dimensiones ocultas muy pequeñas, como realidad última de la que formamos parte)9. Sin embrago esta Teoría de Cuerdas sólo puede explicarse con Matemáticas cada vez más complicadas y sus esperanzas de confirmar su validez hallando ciertas partículas súper simétricas en los aceleradores, de momento parecen irse desvaneciendo.

Otro grupo importante de físicos apuestan por los lazos. Puesto que la materia parecía compacta cuando en realidad es granular, y la energía parecía continua y sin embargo no lo es, estos científicos creen que el espacio- tiempo podría funcionar del mismo modo: también sería discontinuo10. Algo parecido a lo que ocurre en el cine: tenemos una sensación innegable de continuidad al ver una película, y sin embargo se trata de fotogramas sin movimiento intrínseco, que al ser proyectados sucesivamente a cierta velocidad adoptan ante nuestros ojos una apariencia de movimiento y continuidad. Si esta discontinuidad se confirma en todo lo que forma nuestra realidad según el modelo científico- materia, energía y espacio-tiempo-, parece claro que, aunque las cosas estén separadas, se relacionan; aunque entre cada bloque de materia, entre cada cuanto de energía, entre cada bit de información y entre cada unidad básica espacio-temporal no haya nada de lo que conocemos, lo que es seguro que hay, además de la separación, es un vínculo.

Desde esta perspectiva, en nuestro cosmos las posibles combinaciones de vinculación son incalculables, infinitas, inimaginables… pero, aún así, no son de cualquier manera ni tampoco permanentemente caóticas. Nuestro Universo tiene unas leyes, un cierto orden dinámico coherente, que la Ciencia ha ido desvelando a lo largo de la historia del pensamiento Humano. La posibilidad de que en el Universo se creen cosas con sentido, hasta llegar a nuestra capacidad de entender y pensar qué es esta Realidad que nos rodea, son una prueba innegable de la existencia potencial de vínculos creativos. Si todo son cosas pequeñas separadas, podría muy bien haberse dado un cosmos sin encuentros, sin vinculación, sin órdenes coherentes complejos. Pero resulta que no ha sido así. No funciona así. Al menos no en nuestro Universo. Y aunque hubiera incontables universos en los que no se dieran estos vínculos y relaciones complejas, ni hubiera observadores conscientes, capaces de entender el Cosmos… hagamos como hacen los científicos, y no descartemos una realidad por pequeña que sea. Lo que la Física nos enseña es que entre el todo y la nada existe un universo…aún por conocer.

Nuestro Universo existe. Sobre esto no cabe ninguna duda.

¿Estamos perdidos en un Universo sin sentido e indiferente?

La Ciencia nos ha demostrado a lo largo de nuestra historia que no vivimos en el centro del Universo cómo creíamos; que somos fruto de la evolución de la materia viva. Nos ha mostrado hasta qué punto estábamos confundidos en nuestros primeros razonamientos. Y lo ha llevado a cabo con datos y pruebas generalmente irrefutables. Hemos pasado de creernos el centro de Todo, a sentirnos totalmente perdidos y diminutos en un Cosmos inmenso e indiferente a cualquiera de nuestros deseos, como aseguran múltiples y destacadas voces adheridas al materialismo. Se trata de investigadores de prestigio, que confunden su postura ideológica con un postulado científico. Si somos como una ínfima mota de polvo fruto del azar, si estamos perdidos y somos insignificantes en un inmenso espacio interestelar, indiferente a nuestra existencia… ¿cómo puede ser que, a su vez, seamos capaces de observar este todo, saber cómo nace, como crece e, incluso, atrevernos a vaticinar cómo acabará? Tal vez sea porque el universo no es indiferente a nuestro deseo de conocerlo.

Detengámonos un momento y pensemos para ser más concientes de nuestra manera de observar la existencia, el Cosmos y a nosotros mismos. La postura más aceptada que hemos hallado en la divulgación científica actual y que impregna casi totalmente la mentalidad de la sociedad occidental, podría expresarse del siguiente modo:

Nuestra existencia humana es fruto del azar absoluto. Aunque tenemos la capacidad de observar y entender la dinámica cósmica, esto no sirve para nada más que para satisfacer la curiosidad humana. Este interés no se considera una propiedad del cosmos sino algo casual, sin ningún propósito, y está destinado a desaparecer, igual que la humanidad.

Una consecuencia psicológica inevitable de esta creencia ciega en el azar absoluto, es la caída en la arbitrariedad de nuestras acciones y propósitos. Emocionalmente tiene unos efectos devastadores: si todo es un puro azar, si todo da igual porque nada tiene sentido, se produce una liberación de nuestra responsabilidad. Aunque aparentemente esto puede ser un alivio, también abre la veda a hacer un uso estúpido de nuestra capacidad inteligente y sus frutos, como evidencia la tecnología puesta al servicio de la destructividad.

Otra manera de entender y de valorar nuestra existencia sería aquella que acepta el azar como una condición básica del cosmos, pero no absoluta. También reconocer nuestra pequeñez y, a su vez, nuestra grandeza al poder entender algunas cuestiones de la dinámica cósmica, aunque sin perder de vista que lo que podamos llegar a conocer nunca igualará lo mucho que desconocemos. Que pensemos que el cosmos se observa a través de nuestro interés por conocerlo y nuestra capacidad de comprender algunas cosas, no quiere decir nada más que lo que afirmamos. Se trata de una descripción coherente de algo que no sabemos porqué ocurre: somos polvo de estrellas con un impulso emocional por conocernos y entender el universo.

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene un diámetro aproximado de 100.000 años luz y es una entre los varios billones de galaxias que, se supone, existen en el universo. Ciertamente, ante estas escalas, los humanos somos algo muy, muy, muy pequeño. Tan diminutos que podemos llegar a perder de vista el sentido de nuestra existencia. Si en comparación con la inmensidad del universo nos sentimos ínfimos, debemos recordar que lo muy pequeño- como muy bien saben los físicos- no carece de sentido. De hecho de lo más pequeño surgió todo lo que conocemos.11

Diminuto ≠ Insignificante


Planck Era. Twilight Vision, London, United Kingdom

6 El universo, la vida, los humanos. 2015, Drakontos.

7 Por ejemplo en Brooks, M. Grandes cuestiones. Física. Ed Ariel, 2011.

8 Bohm, David. La totalidad y el orden implicado. Ed. kairós, 1987

9 Lisa Randal. Llamando a las puertas del cielo. Ed. Acantilado, 2013.

10 Rovelli, Carlos. La realidad no es lo que parece. Ed Tusquets Editores, 2015.

11 Vieta-Ferriz, 2015, Cuento sobre el conocimiento del universo.

El universo mental

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