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Los sistemas de aprendizaje y las técnicas correctivas

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El perro aprende cómo debe comportarse mediante los procesos de aprendizaje, que empiezan en los primeros días de vida y se consolidan con el paso del tiempo.

El aprendizaje es gradual. El perro aprende por errores: al principio intenta entender la acción que su propietario desea, y se equivoca muchas veces, pero con el tiempo logra realizar siempre y con exactitud la orden impartida.

El aprendizaje

A continuación, veremos esquemáticamente cuáles son los mecanismos, conscientes e inconscientes, de aprendizaje del perro:


– imprinting;

– hábito;

– juego;

– condicionamiento clásico;

– condicionamiento operante.

El imprinting

El término imprinting puede traducirse por «impresión», nombre que da la idea de algo que queda fijado definitivamente en la conciencia del animal. Konrad Lorenz fue el primero que lo utilizó para explicar el comportamiento de una oca que, al salir del huevo, lo identificó como su madre y le siguió a todas partes imitando sus gestos.

En referencia al perro, se habla de periodo sensible – que va de la tercera a la duodécima semana de vida— cuando el cachorro empieza a ver y a oír, que es cuando establece una relación con la madre. Este periodo es fundamental para la vida de nuestro amigo. Si no se producen situaciones favorables para un desarrollo psíquico correcto, el cachorro puede tener problemas de comportamiento, como por ejemplo, la imposibilidad de socializar.

El hábito

El perro aprende por habituación cuando se le somete a un estímulo repetido y continuo, sin que le cause consecuencias dañinas o dolorosas.

Los perros de caza, por ejemplo, no se asustan con los disparos porque desde pequeños se les ha acostumbrado a oírlos; en cambio, les pueden dar miedo los truenos, porque el ruido es diferente (estar acostumbrado a un determinado estímulo no significa que el perro no tema estímulos parecidos, pero no idénticos).

Funcionamiento del mecanismo de la habituación a un ruido:


– el perro oye un disparo (estímulo) = se asusta y huye (respuesta);

– el perro oye nuevamente un disparo = no huye y se refugia detrás de las piernas de su amo;

– el perro oye un disparo = no huye y se queda tranquilo (hábito).


Para que se dé un hábito a un estímulo determinado es preciso que:


• el estímulo desconocido sea, en el primer contacto, de poca intensidad;

• el perro pueda evitar este estímulo que no conoce;

• el contacto con el estímulo se repita con cierta regularidad (P. Pageat).


Para el perro, habituarse a un estímulo tiene un significado preciso: no es necesario vivir en un estado de ansiedad permanente.

Es más fácil acostumbrar a situaciones nuevas a un cachorro que a un adulto. Por esto se aconseja que el animal tenga variedad de experiencias desde los primeros meses de vida: viajar en automóvil, caminar por calles transitadas, oír truenos (si vive en lugares en donde se producen tormentas con frecuencia), disparos, golpes, ruidos de los electrodomésticos, etc.

Es un proceso de aprendizaje que debe ser ejercitado constantemente, porque con el paso del tiempo el animal puede deshabituarse a estímulos que dejan de repetirse.

Un cachorro se adiestra con más facilidad que un perro adulto, hecho que explica que sean más frecuentes los casos de animales mayores que temen los truenos, los disparos o viajar en coche.

Sin embargo, los comportamientos no deseados generados por la falta de habituación a cierta situación se pueden corregir recurriendo a la desensibilización sistemática, que requiere tiempo y paciencia, por lo que es mucho más práctico procurar evitar el problema.

El juego

El juego es una actividad que aparentemente carece de sentido, pero que en realidad sirve para socializar, aprender determinados comportamientos y descargar la tensión.


Una actitud típica de juego. (Fotografía de Visintini)


Este perro se entretiene con la pelota. (Fotografía de Sra. Svetlana)


Los cachorros suelen jugar más, pero los adultos también tienen conductas lúdicas que en este caso sirven, además, para inhibir la agresividad, ya que reproducen actitudes infantiles.

Antes de comenzar a jugar, el perro invita a su congénere o al hombre mediante unas señales particulares, ritualizadas: las conocidas «posturas de invitación al juego», que se observan en los cachorros pero que se vuelven a ver también en los ejemplares adultos.

El juego le sirve además al perro como ejercicio físico, y le permite establecer lazos con sus semejantes y con su dueño. Representa una óptima cura para muchos trastornos psicológicos: se utiliza en la terapia del comportamiento para curar fobias y depresiones – porque jugando el animal se relaja y se distrae—, y también se emplea para corregir problemas de socialización, porque ayuda a mejorar las relaciones.

Como ya se ha comentado, hay que tener cuidado con los juegos de dominio – como el de tirar de la correa o de un palo, o las peleas entre el animal y su propietario— si el perro se excita demasiado: es mejor interrumpirlos, porque pierden su carácter lúdico para convertirse en una auténtica competición, con el consiguiente enfado.

El condicionamiento clásico

El fisiólogo ruso Ivan Pavlov codificó los mecanismos del condicionamiento clásico experimentándolos en el perro. Observó que este producía saliva en respuesta a un estímulo neutro, como es el sonido de una campanilla.

El condicionamiento clásico funciona del siguiente modo:


– el operador muestra la comida al perro = el perro responde con la salivación (respuesta innata);

– luego, le hace oír el sonido de una campanilla, y al cabo de pocos segundos le ofrece comida = el perro emite saliva (asociación);

– finalmente, le hace oír el sonido de la campanilla, sin ofrecerle comida = el perro responde con salivación (respuesta condicionada).


Una vez establecido el condicionamiento, sólo hay que producir el sonido para que el perro salive (respuesta condicionada: es un comportamiento aprendido).

El condicionamiento es más eficaz si el estímulo neutro, en este caso el sonido de la campanilla, precede en pocos segundos al estímulo condicionado (la presencia de comida).

Un ejemplo de condicionamiento clásico es el del perro que todos los días, puntualmente, al tocar las doce se presenta a su dueño pidiéndole la comida: el sonido de las campanas que dan la hora representan el estímulo neutro que provoca el reflejo condicionado, es decir, la petición de comida.


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