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Del lobo al perro actual
La relación perro-hombre
ОглавлениеLa vida del perro también ha experimentado modificaciones al cambiar la sociedad en la que se ha integrado. Antiguamente, nuestro fiel amigo vivía predominantemente en ambientes rurales, desempeñaba la función de guardián de la casa y de las propiedades, vigilaba el rebaño, ayudaba a su dueño en la caza y, en menor medida, le hacía compañía. Hoy en día su función más habitual es la compañía, con todas las consecuencias que de ello se derivan.
Un espléndido yorkshire, uno de los perros de compañía más difundidos. (Fotografía de Visintini)
Hasta hace dos siglos aproximadamente, sólo los perros de talla pequeña, los llamados perros falderos, vivían con el ser humano. Los perros de caza, de pastor y los molosos se destinaban siempre al trabajo, si bien algunas veces frecuentaban la casa.
La urbanización y el deseo de originalidad han condicionado nuestros gustos cinófilos y, por consiguiente, el comportamiento de nuestros animales que, aunque con dificultades, intentan adaptarse. Hoy en día se pueden ver perros de caza destinados exclusivamente a pasear por la ciudad, perros de tiro que se compran sólo por estética, y podríamos dar muchos más ejemplos. Para satisfacer estas nuevas exigencias, el hombre ha seleccionado, sobre todo a partir del siglo XIX, un gran número de razas muy diferentes de lobos, no sólo por su aspecto, sino también por el comportamiento. Las consecuencias han sido profundas repercusiones en las relaciones entre los perros, y entre el perro y el ser humano.
El siguiente paso ha sido humanizar al can, considerándolo cada vez más como una persona y cada vez menos como un animal (proceso de antropomorfismo). Intentamos que viva con nosotros, incluso lo vestimos (¡hasta existen vestidos de boda para perros!), nos esforzamos por modificar su comportamiento, su modo de vida, su alimentación… Resulta difícil entender el porqué. Quizá la vida ha perdido los valores de antaño: la fidelidad, la amistad, el altruismo, la justicia (que se recuperan viviendo con un perro), o quizá cada vez es más difícil instaurar relaciones sólidas y duraderas entre las personas. En cualquier caso, nuestro fiel amigo es el catalizador de estos intereses y afectos.
El beagle es un perro paciente y muy afectuoso con los niños. (Fotografía de Balistreri)
El pinscher obsequia con gran afecto y alegría y se adapta a vivir en espacios relativamente pequeños; es una raza idónea para personas ancianas. (Fotografía de Balistreri)
Quizá la humanización de un animal es una forma de intentar comprenderlo mejor. En cambio, es muy importante intentar entender realmente a nuestro perro, esforzarse en ver el mundo con sus ojos, estudiar su comportamiento y sus conductas, respetando al mismo tiempo su personalidad y sus necesidades. Para adaptarse al modo de vida del hombre, este animal ha cambiado muchísimo, si bien conserva algunos esquemas del comportamiento del lobo: necesita vivir en manada y tener un líder, que debe ser siempre el ser humano.
Quien compra un perro debe asumir estas exigencias para ofrecerle una vida tranquila, y tener en cuenta que no sólo necesita comida y una casa, sino la convivencia con su dueño, porque para el perro es importante todo (el juego, la actividad física, el trabajo…) lo que puede hacer en su compañía.