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ОглавлениеCapítulo III FECHANDO LOS HALLAZGOS
Desde el primer anuncio de los descubrimientos ha existido una gran polémica sobre la datación de los manuscritos. No se puede considerar una situación negativa que se haya producido este debate. Cuando los temas en juego son tan importantes, sería muchísimo más lamentable que las opiniones incluso de los estudiosos más eminentes y competentes fueran aceptadas sin cuestionarlas. Por fortuna, en estos campos de estudio (como en otros), los estudiosos están raramente dispuestos a aceptar el dictamen de otro, en especial cuando dichos dictámenes son tan revolucionarios por su contenido y por sus implicaciones.
Pero en el ardor del debate, en algunos momentos ha aparecido la tendencia de confundir cuestiones que deberían permanecer separadas. Cuando hablamos de la fecha de los rollos nos deberíamos dar cuenta de que al menos están implicadas tres preguntas diferentes:
1. ¿Cuándo fueron escritas originalmente las obras representadas en los diversos manuscritos?
2. ¿Cuándo fueron copiados los manuscritos mismos?
3. ¿Cuándo fueron depositados los manuscritos en las cuevas?
La primera y la segunda pregunta sólo coinciden cuando se trata de un autógrafo, el manuscrito originalmente redactado por el propio autor o por alguna otra persona bajo su dictado. Por ejemplo, si (haciendo un gran esfuerzo de imaginación) algún día saliera a la luz la versión original de los primeros oráculos del profeta Isaías, que él selló y entregó a sus discípulos para que los guardasen en lugar seguro, de acuerdo con Isaías 8:16, la fecha del manuscrito sería idéntica a la de la versión original: 734 a.C. Pero, en realidad, no tenemos ningún manuscrito de ninguna de las profecías de Isaías que se remonte a una fecha tan lejana. El manuscrito más antiguo de sus profecías que ha llegado hasta nosotros es el rollo completo del Libro de Isaías encontrado en la Cueva 1 de Qumrán, y si se le puede datar (como parece probable) en el siglo II a.C., entonces lo separan cerca de seiscientos años de la versión original que Isaías escribió o dictó. En la situación actual, las respuestas a las preguntas 1 y 2 son bastante diferentes.
1. ¿ Cuándo fueron escritas originalmente las obras representadas en los diversos manuscritos?
Ésta es una pregunta que se debe contestar, en primer lugar, con un atento estudio de los contenidos de cada obra (es decir, mediante la evidencia interna), y en segundo lugar a través de la consideración de cualquier alusión que se pueda haber realizado sobre la obra en cuestión en otros documentos que sea posible fechar independientemente (es decir, mediante la evidencia externa). Esta es la línea de aproximación que se suele conocer como «alta crítica», una rama de estudio que en ningún caso está confinada a la literatura bíblica.
En lo que respecta a los escritos bíblicos encontrados en Qumrán, ya disponemos de amplias evidencias internas y externas para llegar a conclusiones sobre su fecha y autoría. Los nuevos descubrimientos no añaden prácticamente nada a lo que ya sabemos sobre este tema. Pero nuestras evidencias son mucho más escasas para muchas de las obras no bíblicas que han salido a la luz.
Un buen ejemplo de este planteamiento lo proporciona un manuscrito que combina un texto bíblico con algo más. El comentario al Libro de Habacuc descubierto en la Cueva 1 contiene el texto hebreo de una parte de dicho libro junto con un comentario sobre el texto. Obviamente el texto hebreo de Habacuc debe ser de fecha anterior al comentario que lo acompaña. La evidencia interna y externa para la fecha de uno debe ser bastante diferente a las evidencias sobre la fecha del otro.
El Libro de Habacuc que conocemos en la actualidad está formado por dos composiciones. Una de ellas, contenida en los capítulos 1 y 2, se titula «La profecía de Dios que vio Habacuc»; la otra, contenida en el capítulo 3, se titula «Oración del profeta Habacuc sobre Sigionot», y es en realidad un salmo completo. El manuscrito de Qumrán sólo tiene el texto de los dos primeros capítulos, con un comentario completo, y por el estado del manuscrito queda claro que nunca contuvo el texto del tercer capítulo. Probablemente la Profecía de Habacuc y el Salmo de Habacuc se consideraban dos obras distintas.
La evidencia interna de los dos primeros capítulos de Habacuc sugiere que fueron redactados en algún lugar de la tierra de Judá alrededor del año 600 a.C. El autor lamenta la opresión que ve a manos de todos, y se pregunta por qué Dios no interviene para defender a los justos contra los gobernantes de su nación que pervierten la justicia. Se le dice que un juicio está a punto de caer sobre estos gobernantes injustos; los caldeos invadirán el país y los barrerán de su nefasta preeminencia. Más tarde, el profeta se queja de que los caldeos son aún más opresivos que los gobernantes judíos que cayeron ante ellos, y recibe la seguridad de que Dios cumplirá Su propósito y vindicará a Sus justos a Su propio tiempo. Como sabemos que los caldeos se convirtieron en un poder reconocido en Judá y en las tierras vecinas en 605 a.C. y que ocuparon Jerusalén en 597 a.C. y la destruyeron en 587 a.C., es fácil llegar a la conclusión que las diversas partes de estos dos primeros capítulos de Habacuc se pueden fechar en el transcurso de esos años. El título de estos dos capítulos —«La profecía de Dios que vio Habacuc»— da el nombre del profeta.
En cuanto a las evidencias externas, la más antigua que tenemos es una afirmación en la Septuaginta, en el prefacio a la leyenda de Bel y el dragón (uno de los añadidos apócrifos a Daniel), que menciona la profecía de Habacuc y lo describe como «Habacuc el hijo de Josué de la tribu de Leví». La tradición de que era un levita puede ser cierta, pero el papel que juega en la historia de Bel y el dragón es tan ahistórica como el resto del relato. En consecuencia, todo lo que indica esta evidencia externa es que alrededor del año 100 a.C. (la fecha aproximada de la versión griega de Bel y el dragón) el profeta Habacuc y su profecía eran bien conocidos y se creía que pertenecían a la época del exilio babilónico.
Por supuesto que la evidencia interna y externa sobre la fecha de la profecía de Habacuc no tiene ninguna relación directa con los rollos del mar Muerto; la hemos planteado aquí simplemente para ilustrar cómo se pueden reconocer y utilizar dichas evidencias. Lo que nos preocupa directamente es la evidencia sobre el comentario que acompaña al texto de la profecía de Habacuc en el manuscrito que estamos considerando.
Este comentario, en sí mismo, es una evidencia «externa» de la existencia de la profecía de Habacuc en el momento en que fue escrito el comentario; también muestra con claridad que en esa época la profecía de Habacuc era venerada como un texto sagrado. ¿Pero cómo vamos a descubrir el momento en que fue escrito el comentario? Si podemos determinar la fecha en que fueron depositados los rollos en la Cueva 1 de Qumrán y si, además, podemos determinar la fecha en que fue copiado este rollo en particular, sabremos que la composición del comentario no pudo ser posterior a esas fechas. Más allá de esto no parece que haya ninguna evidencia externa directa que nos permita datar la composición del comentario. Pero, en cualquier caso, habrá que considerar primero las evidencias internas. ¿Qué nos dicen las evidencias internas del comentario?
Una cosa queda clara: el comentarista cree que la profecía que está intentando interpretar se está cumpliendo en su propia época, y describe personas y acontecimientos de su propia época para demostrar que Habacuc en realidad los está profetizando. Desgraciadamente para nosotros, describe a esas personas y acontecimientos contemporáneos en un estilo tan alusivo que los estudiosos no se consiguen poner de acuerdo sobre sus identidades. ¿Podemos identificarlos con personas y acontecimientos que ya conocemos de la historia?
Habacuc había hablado del surgimiento de los caldeos y de su expansión conquistadora; acontecimientos que tuvieron lugar durante su vida. Pero el comentarista no cree que Habacuc estuviera hablando realmente de los caldeos y de su imperio; en realidad sostiene que Habacuc estaba describiendo por adelantado a los conquistadores imperiales de su propia época. Habacuc decía los «caldeos», pero en realidad se refería a los «kitti’im», un pueblo que, en el momento en que escribía el comentarista, había llegado desde el otro lado del mar y estaba imponiendo su yugo sobre todas las tierras. Entonces, la cuestión es: ¿quiénes eran esto «kitti’im»? ¿El pueblo de «Kittim»? En su origen, el término Kittim designa a la isla de Chipre (o más concretamente a los asentamientos fenicios alrededor de Kition, la moderna Lárnaca); pero de una forma más general se refiere a las islas y las costas griegas del Mediterráneo oriental. En el Libro de Daniel se utiliza para designar a los romanos (Daniel 11:30), posiblemente porque el incidente en el que se los menciona se consideraba como el cumplimiento de un antiguo oráculo de Balaam en el que se mencionan los barcos de Kittim (Números 24:24).
Si se busca a un conquistador imperial de las tierras del Mediterráneo para satisfacer la descripción de los kitti’im por parte del comentarista, podríamos pensar en Alejandro Magno y sus sucesores o en los romanos. La sugerencia de un estudioso de que se les debería identificar con los cruzados de los siglos XI y XII d.C., está totalmente fuera de lugar por el contenido del comentario, así como por todo lo que podemos descubrir sobre la edad del manuscrito y de la época en la que fue depositado en la cueva junto con todos los demás.
Si consideramos a Alejandro y a sus sucesores como los kitti’im del texto, entonces la referencia probablemente debe señalar en particular a Antioco IV (175-163 a.C.), que intentó suprimir la religión y las costumbres ancestrales de la nación judía, y provocó el levantamiento patriótico de Judas Macabeo y su familia, que podemos encontrar en los Libros de los Macabeos.15 Pero algunas razones que plantearemos más tarde16 nos hacen pensar que el comentario refleja las condiciones del siglo siguiente, y que los kitti’im son los romanos; en ese caso, el comentario fue redactado poco antes de la ocupación de Judea y Jerusalén tiende a variar en nuestros propios países de generación en generación. Nuestros abuelos utilizaban un estilo de escritura diferente al nuestro, y, todo hay que decirlo, un estilo que era mucho más legible y agradable a la vista que el nuestro. De la misma forma, en las épocas más remotas los estilos de escritura también variaban de una generación a la siguiente y de un país al otro. Esto significa que la fecha de un manuscrito se puede determinar, dentro de unos límites razonables, por las características de la escritura que muestra. La paleografía griega y latina se ha estado estudiando durante tanto tiempo y tiene tal abundancia de materiales con los que trabajar, que se ha convertido casi en una ciencia exacta. Los paleógrafos clásicos están habitualmente de acuerdo con la datación de los manuscritos griegos y por el general romano Pompeyo en 63 a.C.17
2. ¿Cuándo fueron copiados los manuscritos mismos?
Existe un campo de estudio que es de gran ayuda para determinar cuándo fue escrito un manuscrito en particular. Se trata de la ciencia conocida como paleografía: el estudio de la antigua escritura a mano. Sabemos cómo en épocas más recientes el estilo de la escritura a mano latinos desde los últimos siglos antes de Cristo hasta la invención de la imprenta en el siglo XV d.C. y en épocas posteriores.
La paleografía hebrea y aramea se encuentra en desventaja en comparación con la paleografía griega y latina porque no tiene tantos materiales con los que trabajar en lo que se refiere a la era pre-cristiana y a los primeros siglos después de Cristo. A pesar de eso, en principio, es una ciencia tan exacta como las otras ramas de la paleografía. Y vale la pena señalar que los estudiosos que han examinado los manuscritos del mar Muerto sobre la base de la paleografía están de acuerdo en otorgarles una datación temprana, es decir, una fecha en los últimos siglos antes de Cristo y los primeros años después de Cristo. Los académicos que han defendido una fecha considerablemente más tardía no son paleógrafos; algunos de ellos incluso han llegado al extremo de rechazar las pruebas paleográficas como si no tuvieran ningún valor; un extraño ejemplo de oscurantismo procedente de un flanco inesperado.
Fueron las pruebas paleográficas las que convencieron desde el principio a Sukenik y a Albright de la antigüedad de los rollos, y las evidencias paleográficas siguen suministrando la prueba principal de su antigüedad, aunque, como veremos más adelante, existen pruebas de otro tipo que las corroboran.
De hecho, las evidencias paleográficas sólo se pueden rechazar si se demuestra que los rollos fueron fabricados en una época posterior, y se escribió deliberadamente en un estilo arcaico para engañar a los lectores y se hubieran colocado para ser «descubiertos» como el cráneo de Piltdown,*en el momento oportuno. En el pasado se habían producido falsificaciones de este tipo. Pero habían sido detectadas y denunciadas con bastante rapidez, en cuanto eran sometidas a un experto en el tema, como Clermont-Ganneau, que descubrió el fraude de Shapira, o Tischendorf, que destapó las falsificaciones de Simonides.18 Pero nunca antes unos manuscritos antiguos habían sido analizados con tanto escepticismo, o sometidos a un examen más riguroso, que estos documentos de Qumrán. Todas las circunstancias de su hallazgo descartaban la posibilidad de un fraude deliberado; el beduino que había estado pidiendo un precio tan inflado por sus descubrimientos no era el tipo de persona que pudiese fabricar los fragmentos que le estaban proporcionando tantos ingresos; y las bibliotecas universitarias y otras instituciones académicas no son muy dadas a pagar grandes cantidades de dinero por sus adquisiciones si no están completamente convencidas de su valor. El Dr. H.J. Plenderleith, conservador del laboratorio de investigación en el Museo Británico, hablando de algunos de los fragmentos de la Cueva 1 que le habían enviado para un tratamiento especial, decía que «veinticinco años de experiencia en el tratamiento de antigüedades lo habían convencido desde el principio que los materiales eran genuinos, una convicción que, con posterioridad, se vio totalmente justificada cuando los fragmentos fueron sometidos a un examen científico.»19
Entre los paleógrafos semíticos en Gran Bretaña, el Dr. S.A. Birnbaum, de la London School of Oriental and African Studies, ocupa el puesto más destacado. Ha publicado los materiales en los que se basa la ciencia de la paleografía hebrea en una gran obra titulada The Hebrew Scripts [Las escrituras hebreas]. Su veredicto sobre la fecha de los primeros rollos publicados apareció en un valioso estudio en The Qumrân (Dead Sea) Scrolls and Paleography [Los rollos de Qumrán (del mar Muerto) y la paleografía] (1952); en él sostiene que el rollo de Habacuc fue copiado entre el 100 y el 50 a.C.; la Regla de la comunidad entre el 125 y el 100 a.C., y el rollo completo de Isaías (Isaías A) entre 175 y 150 a.C. La mayor antigüedad del rollo de Isaías frente a sus compañeros también queda demostrada por señales de desgaste; se ve con claridad que fue utilizado durante bastante tiempo antes de ser depositado con los otros en la cueva. El Dr. J.C. Trever, que acepta la datación relativa de los rollos por parte del Dr. Birnbaum, fecha cada uno de ellos algunas décadas más recientes: Isaías A entre 125 y 100 a.C., el rollo de la Regla alrededor de 75 a.C., el rollo de Habacuc (y el cuarto rollo adquirido por el monasterio sirio) entre 25 a.C. y 25 d.C.
La tendencia más reciente parece favorecer estas fechas más cercanas frente a las más antiguas sugeridas por el Dr. Birnbaum. Pero la abundancia de material manuscrito que han proporcionado las cuevas exploradas a partir de 1952 han permitido que el estudio de la paleografía hebrea avanzase más allá de cualquier expectativa. Ahora se puede realizar una distinción clara entre el desarrollo de una escritura formal para libros y una escritura cursiva más informal para el uso cotidiano. La escritura formal se utilizaba preferentemente para los manuscritos bíblicos; la cursiva se utilizaba de forma habitual para los documentos comunitarios y las obras en arameo. Todas las fases de la evolución de estas dos escrituras están presentes en las cuevas de Qumrán desde el siglo III a.C. hasta el siglo I d.C. La más antigua escritura fenicia (paleohebrea) también parece que sobrevivió en uso para ciertos propósitos durante más tiempo del que se había creído con anterioridad, y se debió utilizar en paralelo a las variantes formal y cursiva de la escritura cuadrada.
Otras evidencias de otra larga etapa en la evolución de la escritura cuadrada han surgido de otro manuscrito importante encontrado en Wadi Murabba’at, a unos veinte kilómetros al sur de Wadi Qumran, del que hablaremos mucho más en un capítulo posterior; algunas de estos últimos documentos, a diferencia de los de Qumrán, llevan fechas explícitas (del siglo II d.C.) y con ello proporcionan un criterio fiable para fijar una cronología de su fase evolutiva.
Se han planteado cuestiones sobre la composición de la tinta y el marcaje de los rollos con líneas de guía (horizontalmente para mantener las líneas de escritura rectas, y en vertical para mantener los bordes de las columnas rectos). ¿El estudio de estos aspectos arroja alguna luz sobre la fecha de los manuscritos?
En una carta a The Times del 22 de septiembre de 1949, el profesor G.R. Driver, sugería que un análisis de la tinta podría proporcionar información sobre su fecha. ¿Se trata de una tinta metálica o no? «Si es metálica, lo más probable es que sea posterior a la Misná (ca. 200 d.C.);20 pero si no es metálica, podría ser anterior, aún en el caso de que la prueba no sea concluyente, puesto que la tinta no metálica pudo seguir en uso junto a la tinta metálica durante bastantes siglos.» El análisis, cuando se llevó a cabo, fue bastante concluyente desde el punto de vista químico. En la tinta no estaba presente ningún metal; sólo se utilizó carbón. Pero esto sólo significa, como señaló el Dr. Plenderleith, «que la naturaleza de la tinta no se puede considerar una evidencia vital para la tarea de datación.»21 De manera que no excluye las fechas asignados a las rollos por los paleógrafos.
Tampoco el marcaje del material escrito nos proporciona más indicaciones positivas. El uso de líneas de guía para mantener recta la escritura es de gran antigüedad. Se han encontrado papiros marcados del siglo I d.C. e incluso anteriores. Y si resultaba necesario marcar los papiros, cuyas fibras son habitualmente lo suficientemente rectas y paralelas para servir como líneas de guía naturales, cuanto más no sería necesario marcar la tersa superficie de una piel que había sido preparado para recibir la escritura.
La composición de la tinta y la naturaleza del marcaje, parecer ser que ni confirman ni contradicen las conclusiones paleográficas. Dichas conclusiones apuntan de forma clara y definitiva hacia los dos o tres últimos siglos del Segundo Templo (un período que finaliza en 70 d.C.) como la época en que fueron copiados los manuscritos.
3. ¿Cuándo fueron depositados los manuscritos en las cuevas?
Parece que los manuscritos encontrados en las cuevas de Qumrán son representantes de una gran biblioteca que fue trasladad desde su ubicación habitual a causa de la aproximación de algún peligro. Pero esta suposición no nos ayuda mucho en nuestro propósito de descubrir cuándo fue trasladada la biblioteca, porque la historia recoge muchísimas situaciones de peligro en esa parte del mundo. «Palestina ha tenido una historia larga y convulsa» dice el profesor Driver, «y los fugitivos que escondieron estos rollos en las cuevas cerca de Jericó podrían estar huyendo no de la persecución que puso en marcha Antioco Epífanes (165 a.C.) ni de las invasiones de los romanos (63 a.C., 70 d.C. y 135 d.C.) ni siquiera de las de los persas (614 d.C.) o de los árabes (637 d.C.) sino quizá de algún tumulto local provocado por odios raciales o religiosos del que no ha quedado ningún registro en la historia.»22
Pero existen algunas series de pruebas que nos permiten elegir hasta cierto entre todas estas posibilidades. Cuando los rollos fueron depositados estaban envueltos en lino e introducidos en tinajas de barro. ¿Se puede llegar a alguna conclusión a partir del examen del lino y de la cerámica?
En primer lugar, el lino. Desde hace muy poco se ha descubierto un nuevo método para fechar materiales orgánicos a partir de su contenido en radiocarbono: el procedimiento se conoce como el método del «carbono 14». Este método, que aún se encuentra en su fase experimental, se utiliza para determinar hace cuánto tiempo cesó de «vivir» la sustancia orgánica. Un resumen sencillo del principio implicado lo ofrece Sir Mortimer Wheeler en su libro Archaeology from the Earth [Arqueología desde la tierra] (1956), pp. 50 y ss. El lino es, por supuesto, un material orgánico, y la aplicación del método del carbono 14 a un trozo de lino mostrará la fecha aproximada en que fue cortada la planta. En 1950 unos cien gramos del lino en el que estaban envueltos los rollos fue sometido a esta nueva técnica en el Instituto de Estudios Nucleares de la universidad de Chicago. El 9 de enero de 1951, el profesor W.F. Lobby, que había dirigido la prueba, informó que la fecha en que murió el organismo, es decir, el momento en que dejó de crecer el tallo del que estaba compuesto el lino, se remontaba a 33 d.C., con un margen de 200 años antes o después. Naturalmente, el lino fue tejido poco después de cortar la planta. No era necesario que el lino fuera demasiado nuevo cuando los rollos fueron envueltos en él, pero tampoco sería extremadamente viejo. Además, es posible que los rollos se conservasen en estos envoltorios de lino antes de que fueran depositados en las cuevas. Pero los resultados de la prueba del carbono 14, para lo que nos interesa, encajan bastante bien en la imagen general que se está construyendo poco a poco a partir de otros tipos de pruebas.
¿Qué ocurre con las tinajas encontradas en las cuevas? Los artículos de cerámica que tenían un uso cotidiano y no ornamental no disfrutaban en la antigüedad de una vida mucho más larga que en nuestros días. Por eso, si los rollos fueron depositados en los recipientes en el momento de ser introducidos en las cuevas, no debemos esperar que la edad de los mismos sea muy anterior al momento del depósito. El valor de la cerámica para establecer una cronología ha obtenido cada vez más reconocimiento a lo largo de los últimos setenta años, siendo Sir Flinders Petrie el primer arqueólogo que supo captar todo su significado. Los estilos de la cerámica cambian con sorprendente rapidez a intervalos irregulares, pero dentro de estos intervalos tienen la tendencia a persistir con pequeñas variaciones en áreas geográficas muy amplias. Y como los recipientes de arcilla son por lo general los artículos más comunes fabricados por manos humanas, las capas de asentamiento humano en yacimientos antiguos se pueden datar con una precisión aceptable a través del estudio de las inmensas cantidades de fragmentos encontrados en las capas sucesivas. A falta de inscripciones que expresen una fecha, existen pocos criterios que se puedan utilizar con tanta fiabilidad para la datación arqueológica como el análisis de la cerámica. Las tinajas encontradas con los manuscritos de Qumrán son de un tipo poco habitual; no resulta sorprendente, porque por su forma parece que fueron manufacturados especialmente para contener los rollos. Son de forma cilíndrica, de unos sesenta centímetros de alto y un diámetro de unos veinticinco centímetros, y disponen de un cuenco invertido que sirve de tapa. En algunos casos la descomposición de los bordes del rollo más cercano a la apertura de su tinaja formó una sustancia parecida a la brea que acabó sellando el recipiente; esto explica porque los rollos de las pocas tinajas intactas estaban preservados en tan buenas condiciones, mientras que la mayoría se desintegraron lentamente a lo largo de los siglos a causa de la exposición al aire, la humedad y la intervención de diversos animales pequeños.
Pero si el tipo de recipientes en las cuevas no tienen un paralelo en el menaje doméstico ordinario, la textura de la cerámica resulta característica del período romano inicial.
Los restos de lámparas de arcilla encontrados en la Cueva 1 representan tipos que se consideran característicos, en parte, de la última etapa del período helenístico y, en parte, de la primera etapa romana.
Sin embargo, un resultado más definitivo lo proporciona una tinaja que es exactamente del mismo tipo que las utilizadas para conservar los rollos, que fue descubierta en una yacimiento cercano a las cuevas y asociada con otros objetos que se pudieron fechar con total precisión. Este yacimiento era el cuartel general de la comunidad a la que pertenecían los manuscritos, y ahora tenemos que volver nuestra atención hacia allí.
_________________________ 15 La formulación y defensa más documentada de esta identificación de los kitti’im la presenta el profesor H.H. Rowley en The Zadokite Fragments and the Dead Sea Scrolls [Los fragmentos zadokitas y los rollos del mar Muerto] (1952).
16 Véase pp. 78 y ss.
17 En el comentario de Nahum, mencionado en la página 108, se menciona un intervalo de tiempo «de Antioco hasta la aparición de los soberanos de los kitti’im»; esto apoya la identificación de los kitti’im con los romanos más que con los seguidores de Antioco.
* Uno de los fraudes más famosos de la paleoantropología, porque se creyó durante cuarenta y cinco años que los restos fósiles encontrados en 1912 en la localidad inglesa de Piltdown correspondían al «eslabón perdido» de la evolución humana. En 1953 se destapó el fraude al descubrir que los restos pertenecían a un homo sapiens, un orangután y un mono, convenientemente tratados para parecer más antiguos. (N. del T.)
18 Hace unos cien años, Constantine Simonides produjo una serie de falsificaciones, entre ellas numerosos fragmentos del Nuevo Testamente, supuestamente del siglo I d.C.
19 Journal of Transactions of the Victoria Institute, 82 (1950), p. 146.
20 Pero el Dr. Birnbaum dice que había rastros de hierro en la tinta utilizada para las Cartas de Laquis en 588 a.C.
21 Journal of Transactions of the Victoria Institute, 82 (1950), p. 146.
22 The Hebrew Scrolls [Los rollos hebreos], p. 50. La cueva mencionada es la Cueva 1.