Читать книгу Los manuscritos de Mar Muerto - Frederick Fyvie Bruce - Страница 9
ОглавлениеCapítulo II DESCUBRIMIENTOS POSTERIORES
La primera cueva
Evidentemente era de gran importancia que una comisión imparcial de investigadores, competentes para establecer las diversas líneas de prueba, pudiera visitar de inmediato la cueva donde se decía que se había encontrado los manuscritos. El Dr. Burrows explica10 como él y sus colegas de la American School intentaron concertar una visita en marzo de 1948, pero las gestiones no llegaron a buen puerto. Poco después estalló la guerra entre los estados árabes e Israel y una visita quedó totalmente fuera de lugar mientras duraran las hostilidades. Cuando finalmente se llegó a una tregua en los combates y la frontera entre las diferentes partes estuvo bajo el control de los observadores de las Naciones Unidas, la parte septentrional de la orilla occidental del mar Muerto quedó dentro del territorio del recién extendido reino hachemita de Jordania. Gracias a la ayuda de un oficial belga que se encontraba entre los observadores de las Naciones Unidas, el capitán Philippe Lippens, que estaba personalmente interesado en el descubrimiento de los rollos, fue posible que un grupo visitara e inspeccionara la cueva en febrero de 1949. El señor G. Lankester Harding, director de Antigüedades de Jordania, se hizo cargo de la excavación de la cueva, con la cooperación del padre Roland de Vaux, de la dominica École Biblique.
Inmediatamente quedó en evidencia que habían sido precedidos por otros investigadores, que pudieron acceder a la cueva en noviembre o diciembre de 1948, habilitando un acceso a la mismo, a un nivel más bajo que por el cual había entrado inicialmente el pastor de cabras beduino, cavaron a través del suelo de la cueva y extrajeron los escombros a través de la nueva entrada. Esta excavación inexperta destruyó la mayor parte de las pruebas que la investigación oficial podría haber encontrado e interpretado. Uno de los investigadores extraoficiales dejó atrás una pista sobre su identidad en forma de una máquina para liar cigarrillos que llevaba su nombre; el señor Harding pudo devolvérsela más tarde y explicarle dónde la había perdido. Fue probablemente como resultado de esta excavación ilegal que el monasterio sirio pudo adquirir tres fragmentos del Libro de Daniel procedentes de dos rollos diferentes; uno de esos fragmentos contiene el pasaje de Daniel 2:4 donde el texto hebreo del libro da paso al arameo.
La excavación de la cueva por parte de los expertos fue llevada a cabo con el mayor de los cuidados; en consecuencia, fueron descubiertos varios cientos de fragmentos de cuero escrito y unos pocos fragmentos de papiro. La mayor parte de estos fragmentos eran tan pequeños y quebradizos que la excavación se tuvo que realizar con navajas, pinzas, brochitas pequeñas y los dedos, porque en caso contrario se habría provocado un daño irreparable. No se encontró ninguna tinaja intacta, pero había gran cantidad de fragmentos rotos y también numerosos trozos del lino en el que fueron envueltos los rollos antes de introducirlos en las tinajas.
El uso de tinajas para guardar los rollos era algo muy natural y extendido durante la Antigüedad. Existen ejemplos egipcios más antiguos de esta práctica y el Antiguo Testamento recoge como el profeta Jeremías, en vísperas del exilo babilónico, depositó las cartas de venta de una campo cercano a Jerusalén en una vasija de barro para que se pudiera conservar con seguridad hasta que el pueblo regresara del cautiverio (Jeremías 32:14). Una obra judía del siglo I titulada La ascensión de Moisés explica como Moisés entregó sus escritos a Josué con instrucciones de impregnarlos con aceite de cedro y depositarlos en tinajas de barro. (El aceite de cedro estaba destinado a preservar la piel o el cuero en el que se habían escrito las palabras; es posible que algunos de los rollos de Qumrán fueran tratados de esta forma antes de envolverlos en lino.)
Los fragmentos recuperados en la cueva incluían trozos de otros libros bíblicos en hebreo: Génesis, Éxodo, Levítico, Deuteronomio, Jueces, Samuel, Isaías, Ezequiel y los Salmos. Los fragmentos de Isaías resultaron pertenecer al rollo deteriorado de dicho libro que conservaba la Universidad Hebrea desde noviembre de 1947. Los fragmentos de Deuteronomio estaban escritos en un alfabeto arcaico: el alfabeto «fenicio» o paleo-hebreo en que se escribía el hebreo en los primeros tiempos, antes de que las letras «cuadradas» que ahora asociamos con el hebreo, fueran utilizadas para escribir esta lengua. Con anterioridad, las letras cuadradas se habían utilizado para escribir arameo, pero hacia finales del siglo III
a.C. también se solían usar para escribir en hebreo, desplazando los antiguos caracteres fenicios. ¿Significa esto que los fragmentos del Levítico pertenecen a un manuscrito escrito en la época en que la escritura fenicia era de uso común para escribir en hebreo? Algunos lo creen así; un estudio retrasa la fecha hasta 450 a.C. Pero en el caso de este manuscrito, posiblemente estamos tratando con una escritura literaria profesional y estandartizada que se siguió utilizando durante dos o tres siglos sin sufrir demasiados cambios. Aún así, estos fragmentos del Levítico presentan evidencias para que se los pueda considerar más antiguos que cualquiera de los demás documentos encontrados en la cueva.
También había fragmentos de obras no bíblicas: comentarios de Miqueas, Sofonías y los Salmos; obras apócrifas como el Libro de los Jubileos, el Libro de Noé y el Testamento de Leví; obras relacionadas con la vida y el culto de una comunidad religiosa; colecciones de himnos, y otros documentos por el estilo.
Al difundirse las noticias sobre estos descubrimientos, aumentó la excitación de los estudiosos y en ese momento se plantearon una amplia variedad de propuestas sobre la fecha, el origen, el significado y el propósito de los rollos. La situación actual de los descubrimientos y de la publicación de los documentos demuestra un alto grado de cooperación entre musulmanes, judíos y cristianos de diversas tradiciones en una época en la que las enemistades raciales y religiosas se encuentran en plena ebullición en Palestina y en los territorios limítrofes. El profesor Sukenik, por ejemplo, mostró públicamente su agradecimiento a cristianos y musulmanes de Belén por la ayuda que le prestaron a él, un estudioso judío, para conservar con seguridad los rollos que había comprado para la Universidad Hebrea hacia finales de 1947. Desgraciadamente, un grado similar de cooperación amistosa (o al menos de tolerancia mutua) no resultó siempre evidente de parte de algunos de los estudiosos que se enzarzaron en lo que se llamó «La batalla de los rollos». Sin embargo, el polvo de esa batalla hace mucho tiempo que se ha disipado. A medida que se han ido realizando más y más descubrimientos y se han publicado sus resultados, se han vuelto cada vez más claras las líneas principales de las respuestas a cuestiones sobre la datación y la procedencia de los manuscritos.
Otras cuevas
Durante algún tiempo se supuso que la cueva en la que se habían realizado estos descubrimientos era la única caverna de este tipo en la zona. Pero los beduinos locales eran más optimistas. Los descubridores iniciales de los manuscritos no se habían dado cuenta de la importancia que le iba a dar a su hallazgo el mundo académico. Pero ahora sus compañeros de tribu, en su simpleza, consideraban que si se habían encontrado manuscritos en una cueva, debían existir más manuscritos que esperaban a ser descubiertos en otras cavernas que menudeaban a orillas del Wadi Qumran y de los cursos de agua cercanos. Así que empezaron a explorar a fondo la zona y en numerosas cuevas su diligencia se vio recompensada. Se difundió la noticia de que había más rollos a la venta y los precios que fijaban ahora los descubridores eran considerablemente más altos de lo que Muhammad adh-Dhib y sus compañeros habían recibido por el lote original. Con toda seguridad, esta empresa privada era ilegal, puesto que las antigüedades se debían entregar a las autoridades gubernamentales. Pero en el caso de antigüedades tan frágiles como éstas, se debía tratar con diplomacia a los descubridores, para evitar que los preciosos documentos fueran vendidos a intermediarios o a turistas y quedaran dispersos, o en caso contrario perdidos o destruidos por un manejo descuidado o por quedar expuestos a la humedad. Instituciones académicas de todo el mundo fueron invitadas a cooperar en la adquisición de los manuscritos. Cuando las autoridades arqueológicas de Jordania caían sobre la pista de hallazgos recientes, recurrían a la buena voluntad y la ayuda cooperativa del beduino que se les había adelantado; y de esta forma fueron exploradas más cuevas y se realizaron más hallazgos. Unas diez cuevas en el Wadi Qumran contenían tesoros de este tipo. Estas cuevas fueron convenientemente designadas con números. La cueva en la que se realizó el descubrimiento original, naturalmente, se conoce como Cueva 1 —más abreviado 1Q, siendo Q la inicial de Qumrán— y las otras están numeradas como Cueva 2, Cueva 3 y así todas las demás.
En la Cueva 3 se realizó un descubrimiento único: rollos inscritos pero no de piel o papiro sino de cobre. Había dos rollos, pero uno de ellos consistía en dos tiras de cobre enrolladas juntas. Parecía como si originalmente estuvieran unidas extremo con extremo para formar una lámina de metal de unos dos metros y medio de largo por treinta centímetros de alto. Desde fuera estaba claro que contenían un texto, pero no fue fácil determinar qué decía. Los rollos no pudieron desenrollarse porque el cobre estaba completamente oxidado. Al final, a principio de 1956, fueron sometidos a un tratamiento experto en el Manchester College of Technology, bajo la dirección del profesor H. Wright Baker de la cátedra de ingeniería mecánica. Se introdujo un eje a través de los rollos; los rollos se cubrieron de pegamento, fueron calentados en un horno y cortados en tiras con una delgada sierra circular. Cada tira fue fotografiada mientras se cortaba y se retiró el polvo y los restos de la parte que quedaba en cada fase, mediante succión por vacío y un cepillo de dientes.
El texto que reveló consistía en alrededor de 3.000 letras, y la operación se había realizado con tanto cuidado y precisión que no se perdió más del cinco por ciento del texto, y del resto sólo alrededor de un dos por ciento resultó ilegible.
El contenido de estos rollos fue anunciado simultáneamente en Manchester y Ammán el 31 de mayo de 1956. Contenían una colección de tradiciones sobre los escondites de sesenta tesoros: oro, plata, incienso y cosas por el estilo. Este tesoro, según la inscripción, estaba depositado en escondites tan distantes entre sí como el monte Gerizim y Hebrón (a unos ochenta kilómetros de distancia), pero la mayor parte de los escondites se encontraban en los alrededores de Jerusalén. Las ubicaciones exactas indicadas serían difíciles de identificar en la actualidad; tres ejemplos de las direcciones aparecen citadas en la primera parte como sigue:
… En la cisterna, que se encuentra bajo la muralla, en la parte oriental, en un lugar excavado en la roca: seiscientos lingotes de plata… … Cerca de allí, bajo la esquina meridional del pórtico de la tumba de Zadok,11 y bajo la pilastra en la exedra, una vasija de incienso en madera de pino y una vasija de incienso en madera de casia… … En la fosa cercana hacia el norte, cerca de las tumbas, en un agujero abierto hacia el norte, allí se encuentra una copia de este libro, con explicaciones, medidas y todos los detalles…
Todo el material para una caza del tesoro perfecta, en especial si se localiza la segunda copia del documento. Se nos dice que el oro y la plata relacionados pesan cerca de las 200 toneladas; y algunos de los tesoros estaban enterrados de 4,5 a 5,5 metros de profundidad. Mala suerte si los romanos o algún aventurero posterior tropezó antes con este tesoro; peor aún, si algún esenio devoto simplemente apuntó las direcciones como una especie de broma práctica para la posteridad.12 Las letras estaban punzadas con rapidez (con unos diez puntos por letra), y los rollos fueron enrollados con descuido por manos inexpertas. El lenguaje es lo que se conoce como hebreo misnaico (post-bíblico) coloquial; este es el texto más antiguo que se conoce en este tipo de hebreo.
Esto conduce a una teoría ampliamente defendida de que los rollos de cobre contenía una serie de reglas y regulaciones colgadas en la pared del cuartel general de la comunidad. Pero también hay que señalar que el anuncio en alguna medida confirma la opinión expresada con anterioridad por el profesor K.G. Kuhn de la universidad de Göttingen, que en 1953 examinó toda la escritura que era posible descifrar en el exterior escrita al revés en los rollos de cobre, y concluyó que contenían una relación de los tesoros de la comunidad y los lugares donde fueron escondidos cuando abandonaron el cuartel general.13
Entre todas estas cuevas la que contenía la mayor abundancia de tesoros literarios era la Cueva 4. Decenas de miles de fragmentos de manuscritos fueron recuperados en esta cueva. Estos fragmentos habían formado parte en su momento de alrededor de 330 libros diferentes. Noventa de estos libros formaban parte de la Biblia. Cada libro del Antiguo Testamento estaba representado entre ellos, excepto Ester; algunos libros del Antiguo Testamento estaban representados numerosas veces. En todas las cuevas de Qumrán se han identificado más de 400 libros momento, como una descripción de la Nueva Jerusalén; comentarios y paráfrasis, colecciones de himnos, y documentos con un compendio de las creencias y las prácticas de una comunidad religiosa. Una hipótesis de trabajo razonable era que podía diferentes, algunos de los cuales prácticamente intactos, pero la gran mayoría sobreviven sólo en fragmentos.
Junto con los libros de la Biblia, los hallazgos incluyen obras apócrifas, como los fragmentos hebreos y arameos del Libro de Tobit descubiertos en la Cueva 5; obras no canónicas, como el Libro de los Jubileos, el Libro de Enoc, el Testamento de Leví, y otros más; numerosas obras desconocidas hasta ese ser la comunidad a la que habían pertenecido originalmente los libros, y que al menos una parte de los restos de la literatura descubierta podría proporcionar la clave para comprender los intereses especiales de dicha comunidad. La Regla de la comunidad encontrada en la Cueva 1, y representada también por fragmentos hallados en la Cueva 4, parece ofrecer una información especialmente completa sobre los ideales y la organización de la comunidad. No se tardó mucho en detectar afinidades entre dicha regla y otra antigua obra judía que se había descubierto unos cincuenta años antes. Esta obra, que se encuentra en dos manuscritos fragmentarios redactados entre los siglos X y XII d.C., fue localizada en la geniza de la sinagoga en el Viejo Cairo, junto con otros muchos documentos de fecha similar. Sin embargo, parece que comprende dos tratados —una Admonición y una selección de Leyes— creados a principios de la era cristiana en el seno de una comunidad judía que mantenía la tradición sacerdotal de los hijos de Zadok. Por esta razón se la describe con frecuencia como obra zadokita,14 y la comunidad en la que apareció ha recibido el nombre de comunidad de los zadokitas, o (por otras referencias en los fragmentos) los del Nuevo Pacto. Por eso era especialmente significativo que más fragmentos de la obra zadokita aparecieran en las cuevas de Qumrán. Estudios posteriores han llevado a la conclusión de que la comunidad a la que se referían los fragmentos zadokitas era idéntica a la descrita en la Regla de la comunidad.
Todos estos fragmentos de las cuevas debían ser sometidos a un largo y delicado proceso de limpieza, despliegue, alisado y colocación entre láminas de vidrio. La fotografía de infrarrojos saca a luz escritos que el ojo desnudo ya no puede discernir. La tarea de unir los fragmentos que originalmente pertenecían a un mismo libro no es nada fácil. Es menos difícil cuando el libro es bien conocido (un libro de la Biblia, por ejemplo); pero cuando el libro en cuestión es completamente desconocido hasta el momento, la tarea no es nada envidiable. Es peor que intentar reconstruir un puzzle cuando la mayor parte de las piezas han desaparecido y piezas de otros puzzles se han mezclado con las restantes piezas.
Un equipo internacional de ocho especialistas está comprometido con esta tediosa pero fascinante tarea en el Museo Arqueológico Palestino, en una gran sala aislada para este propósito, que se conoce familiarmente como la «Rollería». Un informe completo de todos los fragmentos recuperados en la Cueva 1 (aparte de los siete documentos principales encontrados en 1947) ha sido publicado en el primer volumen de una serie titulada Discoveries in the Judean Desert [Descubrimientos en el desierto de Judea], editada por los padres D. Berthélemy y J.T. Milik (1955). Otros volúmenes (diez o más) seguirán en cuanto estén dispuestos para su publicación los diferentes grupos de materiales.
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10 En su libro, The Dead Sea Scrolls [Los rollos del mar Muerto] (1955), p. 6. En su momento este libro fue el resumen más completo, de mayor autoridad y más popular sobre el descubrimiento de los rollos.
11 Una referencia interesante si tenemos en cuenta que los propietarios de los rollos se llamaban a sí mismo los hijos de Zadok.
12 Una hipótesis es que el documento sea una recopilación de tradiciones(posiblemente legendarias) sobre tesoros enterrados.
13 Cf. su artículo «Les Rouleaux de Cuivre de Qumran» [«Los rollos de cobre de Qumrán»] en Revue Biblique 61 (1954), pp. 193 y ss.
14 También recibe con frecuencia el nombre de documento de Damasco, por sus referencias al período de exilio en tierras de Damasco. Véase p. 121.