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Discusión sobre la matriz

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Las experiencias relatadas alrededor de la distribución y consumo de productos orgánicos (Hierbabuena y Ecohuerta) aunque funcionalmente se orientan a los mismos objetivos como es el de ser intermediarios, argumentan sus discursos de maneras diferentes. En una, la orientación interdisciplinar es muy evidente. La idea de negocio que tienen la sustentan desde su formación y conocimiento experto. La responsabilidad por los otros seres vivos, incluidos los humanos, es manifiesta, como también lo es una posición política que refuerza la autonomía y propende por la libre elección de los consumidores. La estructura de pensamiento complejo se hace visible en este relato para resaltar la interconexión entre todos los componentes de un ecosistema y al mismo tiempo su fragilidad. El cuidado de sí en relación con el entorno es el eje de su actividad, así como la responsabilidad colectiva. Se vislumbra una subjetividad que inicia el salto hacia el otro en un primer esbozo de sentidos compartidos.

En la otra, la iniciativa del negocio se fundamenta en una experiencia particular y dolorosa. Se pretende dar alivio a los individuos que potencialmente podrían exponerse a las mismas circunstancias difíciles, desde ciertas posiciones solidarias referidas principalmente a la salud de las personas sin articular este deseo a la salud del planeta. Las manifestaciones políticas de libertad y autonomía no son explícitas, por lo tanto, predomina la idea de vida sana, pero a nivel individual fragmentada del entorno social y ambiental. La enfermedad es el problema que se pretende resolver y en esta medida la responsabilidad del individuo recae sobre sí mismo y su decisión de alimentarse “sanamente”.

Los estilos de comunicación con los consumidores son compartidos por ambos intermediarios. El modelo es difusionista, jerárquico. Se informa alrededor de los productos en venta. Sin embargo, la manera de hacerlo es distinta. En Ecohuerta la interacción con el usuario es personalizada y va más allá de recordarle los productos disponibles. Al cliente le llegan al correo electrónico perfiles de los productores que le permiten saber el origen de su comida, fotografías de los cultivos, de los encuentros, recetas, además de formatos amigables para los pedidos, todo lo cual incentiva el sentido de pertenencia del consumidor. También ocurren intercambios de información a través de redes sociales como el WhatsApp. Tal información da respuesta a necesidades concretas del usuario desde cambio de horarios en las entregas hasta propiedades de productos nuevos.

Por su parte en Hierbabuena la interacción personalizada con el cliente se circunscribe al objeto del negocio. Es decir, a los pedidos solicitados. En ambas organizaciones las páginas electrónicas difunden contenidos generalistas para públicos amplios. En la de Ecohuerta se enfatiza la visión ecosistémica alrededor de la alimentación y en la de Hierbabuena los temas de salud son los principales.

Es de anotar que Ecohuerta tiene establecidos canales de comunicación con los productores no sólo para destacar su función de proveedores sino para fortalecer los equipos de trabajo que emergen en la cadena productiva. Visitas guiadas para los clientes, encuentros de certificación solidaria, son algunas de las maneras como se comunican. Estas modalidades le imprimen a la comunicación con los proveedores un carácter más circular en el cual la retroalimentación ocurre esporádicamente. Se observa pues con ellos un proceso de comunicación fluido y flexible, dentro del contexto del difusionismo, como lo habíamos anotado.

Por su parte, las organizaciones y personas involucradas en los tres eslabones de la cadena: producción, distribución y consumo también difieren en las orientaciones de sus discursos, aunque las experiencias que presentamos, le conceden una importancia muy alta a la reivindicación de derechos como la autonomía y la libertad afincados en la idea de soberanía alimentaria.

De estas experiencias, la de Asoprogánicos (Asociación de Productores Orgánicos) es la más formalizada puesto que los productores y distribuidores están agremiados bajo la figura de asociación. Únicamente quienes hacen parte de ella, acceden a sus beneficios. La pertenencia es restringida, sobre todo porque no tienen un espacio propio para ofrecer sus productos y dependen del préstamo que la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca - CVC les hace de su parqueadero. Por tal razón, sólo pueden exponer sus productos los sábados en la mañana.

Consolidarse como asociación les ha permitido establecer redes de soporte para capacitaciones que van desde el manejo de los predios para los productores hasta temas de administración y derechos civiles que fortalecen los vínculos solidarios. Tienen alianzas con instituciones como el Instituto Mayor Campesino - IMCA8 y hacen parte, a su vez, de una macroorganización (Red de Mercados Agroecológicos del Valle) que integra a los productores del Valle del Cauca a través de un sistema de mercados orgánicos ubicados en diferentes municipios.

Desde el punto de vista de la distribución, comparten con Hierbabuena y Ecohuerta la idea de negocio que involucra discursos sobre la salud frente a un público consumidor ávido de vitalidad, pero como productores son visibles los diálogos entre los conocimientos científicos y vernáculos. El manejo disciplinar de campos como la biología, la agricultura, la agroecología, se entremezclan con los saberes provenientes de la experiencia y trayectorias de vida. Los productores y distribuidores reunidos en torno al mercado son tanto profesionales como campesinos, que exponen en sus relatos tales procedencias en el marco de posiciones políticas alineadas con la idea de soberanía alimentaria.

Quienes transitan por el mercado agroecológico son sujetos que se encuentran en diferentes etapas de una ruptura con el sistema convencional. No faltan las alusiones a los cuerpos sanos que retornan al individuo, principalmente entre los consumidores, pero se observan entre productores e intermediarios prácticas como el trueque o la repartición gratuita de ciertos excedentes. También son recurrentes posiciones críticas frente a la manipulación de los alimentos por parte de las corporaciones, así como frente a su sistema productivo agroindustrial y genéticamente modificado.

Los estilos de comunicación que tienen los productores e intermediarios con los consumidores son dialogales, interpersonales, abunda la comunicación directa, cara a cara, en un ambiente de confianza y amistad. Las interacciones que tienen lugar en el mercado los sábados exceden el interés por los productos que se venden, alusiones a la vida personal, dan cuenta de la cercanía entre ellos. Son 16 años de crear vínculos y construir comunidad. El consumidor “nuevo” es identificado de inmediato.

De otra parte, la comunicación entre productores y distribuidores está mediada tanto por los procesos de certificación de confianza como por los procesos de organización del negocio o emprendimiento. Un primer acercamiento nos revela relaciones de compañerismo frente a la búsqueda de estrategias para lograr el objetivo compartido de mantener activo el mercado agroecológico en la ciudad de Cali, sin embargo, estas conversaciones no están exentas de relaciones de poder que los enfrentan al conflicto.

El Festival Ecológico, difiere radicalmente de la experiencia anterior por cuanto es un evento ocasional que tiene lugar en diferentes parques de Cali y convoca a un encuentro entre unos agentes heterogéneos y alternativos9. En él se reúnen productores, intermediarios y consumidores de estilos de vida saludables, pero también de personas preocupadas por el cuidado del entorno que nos alberga. Éste, que es el eje de la convocatoria, atrae también artesanos y artistas callejeros que aportan otra dimensión ética y estética al estar juntos. El carnaval, la fiesta, la conversación, impone el ritmo de las interacciones que allí ocurren.

Es notorio el deseo por volver a lo “humano”, por encontrarse en un espacio que permite el reconocimiento de los asistentes como personas y en el que son aceptados en toda su diversidad. La hospitalidad es manifiesta. La idea del Festival no es crear vínculos permanentes o formalizar el evento sino estar juntos por un rato en un ambiente de “amigos”. La autogestión en torno a emprendimientos muy experimentales es el común denominador de este intercambio, así como consumidores motivados por ideas innovadoras.

Este evento es un esquema de negocio inclasificable dentro del canon moderno. Rompe con él y lo desvirtúa. En este escenario junto a los productos de consumo alternativo circulan nuevos saberes y nuevas formas de relacionamiento que se caracterizan por ser fugaces y momentáneas. La comunicación se vuelve itinerante como corresponde a una experiencia nómada y desterritorializada.

El Festival, la forma que toma el encuentro, diluye a sus gestores quienes se mimetizan con los asistentes. Su interés no es económico, es político, aprovechan la ocasión para hacer visible el poder de la sociedad civil, todavía fragmentado. Aunque no aceptan la figura de liderazgo, los implicados en la organización del evento no pueden escapar de ella. Sin su intervención este escenario no sería posible.

La Milpa es otra de las iniciativas observadas. Es una huerta a cargo de una persona, hortelana, como ella se define, que se toma amigablemente un lote urbano para iniciar en él un proceso de producción orgánica cuyo propósito es acercar a la comunidad en general, a estas prácticas. El acceso al sitio es libre y la repartición de productos, gratuita. El propietario del solar simpatiza con estas acciones y por lo tanto ha permitido su transformación.

La adecuación del lote se basa en la creación de suelos para la siembra. Actividades como el compostaje son centrales a esta puesta en práctica de la huerta que se ha extendido a los vecinos. Ellos aportan la materia orgánica para el compostaje y en tal intercambio se asoman a conocimientos y sensibilidades nuevas que los involucran. Es un proceso de intercambio de conocimientos que empieza en el suelo y pasa por experiencias como la gastronómica y la artística, asentadas en la posición política de la gestora de esta experiencia que está articulada al discurso ambiental de la diversidad desde una visión ecosistémica, a la soberanía alimentaria y a la autonomía de las personas.

Emerge pues otra sensibilidad que impulsa un cambio en las maneras de apreciarnos a nosotros mismos y en las maneras de relacionarnos con los otros. Lo ético y estético hacen presencia en las actividades de la Milpa mediante talleres sobre alimentación, música, pintura, entre otros. La alimentación sana, el cuerpo saludable y no manipulado, según esta hortelana, son el resultado de vivir conscientemente las sujeciones que impone el sistema de vida actual y de tomar distancia crítica frente a ellas.

El Encuentro de Ruralidades Urbanas es una iniciativa de colectivos estudiantiles de la Universidad del Valle, quienes se se unen para crear un espacio de intercambio de experiencias entre agentes involucrados en prácticas de transformación social en relación con la agricultura urbana. La idea del encuentro es la de crear una red de apoyo e intervención de manera transdisciplinaria10, con el fin de consolidar alianzas con otros sectores y realizar colectivamente un diagnóstico de experiencias de agricultura urbana en la ciudad de Cali. En el encuentro se realizan, además, intervenciones orientadas a la reflexión y el reconocimiento del otro, de sus manifestaciones culturales y conocimientos heredados, que se articulan con reflexiones sobre la autonomía y las alternativas de construcción de la idea del “buen vivir”11. En este sentido la categoría de soberanía alimentaria es relevante.

Los colectivos de Semillas de Libertad y Sembrando Ando, organizadores del encuentro, son grupos interdisciplinarios, interesados en la recuperación de semillas nativas; así mismo en promover prácticas y saberes ancestrales campesinos enfocados en el tema de la agroecología en la ciudad de Cali. Su discurso gira en torno a la soberanía alimentaria, los contextos y políticas que inciden en su concepción, la memoria y prácticas campesinas, concepto en el que reconocen una herramienta colectiva, de praxis social y pedagógica para mejorar el estilo de vida de la comunidad. Estos colectivos han impulsado dos huertas urbanas dentro la Universidad del Valle, sede Meléndez, en las cuales se engloba la actividad de producción, circulación y consumo de productos orgánicos. Llevan a cabo jornadas formativas y de exploración con el entorno. Es un laboratorio abierto fundamentado en la participación activa. Sus miembros conciben las huertas como un espacio de solidaridad, de aprendizaje y sentidos compartidos en relación con la agricultura urbana.

Su discurso reivindica la comunión con el entorno y una noción de ciudad que le apuesta a la relación estrecha entre lo rural y lo urbano. Valores como la solidaridad y el respeto, hacen parte de su repertorio. Las actividades diseñadas son participativas y experimentales. Se caracterizan por propiciar una amplia circulación de diferentes conocimientos y enfatizar el reconocimiento de lo propio, en pocas palabras, fomentan relaciones interculturales mediante una mezcla de conocimientos y vivencias. Se trata pues de un escenario abierto donde cada agente habla de su experiencia y su trayectoria sin desligarse de su contexto biográfico.

Los colectivos utilizan sus propias huertas para algunas de las actividades realizadas, como, por ejemplo, la observación participativa de la naturaleza, la práctica de la siembra y las historias contadas por los gestores, que generan debate y evocación de memorias ancestrales. Así mismo la experimentación culinaria permite crear sabores, texturas y colores exóticos en relación con la producción y consumo de productos orgánicos a través de técnicas tradicionales campesinas.

Los estilos de comunicación son dialogales, con sentido colectivo, abunda la comunicación directa. Es un espacio fugaz donde se aprovecha la ocasión para hacer visible el poder de la sociedad civil, sin crear vínculos permanentes y sin figuras de liderazgo. Estos colectivos hacen uso de las redes sociales para comunicarse de manera informal entre ellos. El correo electrónico, los grupos en WhatsApp o grupos cerrados en Facebook, son algunas de sus formas, pero se destaca la comunicación directa, cara a cara.

Rincón Verde, es otra de las experiencias observadas. Es una organización que surge de la necesidad de buscar alternativas para mejorar las condiciones ambientales de la ciudad. Promueve proyectos educativos amigables con el entorno, entre ellos, un proyecto de servicio, en unión con la Institución Educativa Manuel María Buenaventura de Siloé, cuyo propósito es acercar a la comunidad a prácticas de agricultura urbana.

El proyecto con Siloé busca generar un acercamiento entre lo rural y lo urbano a través de talleres de huertas caseras con la comunidad educativa y padres de familia. Promueve la educación en cuanto medio de liberación y desarrollo humano e incentiva valores, como: responsabilidad, solidaridad y unión. Este espacio facilita el encuentro e interacción entre los agentes a los que se dirige conformados por el triángulo escuela, hogar y comunidad.

Las discusiones que se promueven en estos espacios, giran en torno a lo que han vivido los actores en relación con la naturaleza, producto de su propia historia, su experiencia corporal y legado cultural. La memoria sensorial y la relación intercultural con la ciudad, son dos componentes muy centrales en las conversaciones los cuales permiten reconocer el origen de sus tradiciones campesinas. Así, el tema de la huerta se vuelve una experiencia personal que, a su vez, genera tejido social, es decir, crea lazos sociales en la familia y comunidad, pues todos trabajan alrededor de las mismas.

El estilo de comunicación entre Rincón Verde y la comunidad de Siloé es participativo, una relación de enseñanza/aprendizaje. Hacen uso del correo electrónico y redes sociales, como Instagram y Facebook para difundir y compartir la información sobre talleres, tips para cuidado de plantas, recopilan los datos personales de sus participantes para mandar anuncios y hacer seguimiento a los procesos.

En el ámbito rural se ubica la historia de “café con sombra”, que es la historia de vida de Fabiola Vega, una campesina que invita a reflexionar y dialogar acerca de los conocimientos campesinos enfocados en el cultivo de café12. Una historia de vida marcada por el hacer campesino que además de contribuir a mejorar ambientalmente la finca, evidencia una práctica de soberanía alimentaria. Hace parte del legado generacional que deja huella en Fabiola y la impulsa actualmente a resistir al modelo de desarrollo capitalista.

Fabiola logra crear un proyecto familiar de cultivo y de producción de café artesanal agroecológico “El Café La Cabaña” con el apoyo de la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria - CIPAV13, Una relación de intercambio de conocimiento, confianza mutua y trabajo constante. Así, transformó su espacio, un territorio que nutre y cobija a todos los seres que la habitan, la familia, los animales y los cultivos que conviven en los diferentes ritmos del hacer cotidiano.

Esta práctica es un ejemplo de intercambio entre conocimientos científicos y campesinos que hace parte del modo de vida de una familia campesina. Una agente transformadora, Fabiola, abre nuevos caminos para visibilizar y rescatar prácticas olvidadas en relación con la tierra, el diálogo y la construcción participativa. Se involucran los tres eslabones de la cadena: producción, distribución y consumo de café de sombra que exige la reconversión de su finca en un proyecto agroecológico. La producción de alimentos es concebida no como una mercancía, sino como una forma de garantizar el bienestar colectivo y el autoconsumo, a partir de experiencias comunitarias y cooperativas. El estilo de comunicación es participativo.

La comunicación en la construcción del mundo social

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