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El río mudo

Dejar que el río fluyera era parte de sus mejores contemplaciones. También le gustaba escucharlo y hablar con él. Pero aquel día no le respondió.

El mamo Zeukukuy insistió con la paciencia de siempre, pero el río seguía sin hablarle. Sólo escuchaba el sonido casi uniforme del discurrir de sus aguas.

Zeukukuy, acostumbrado a sus largos diálogos con el río, se resistía a lo que estaba sucediendo aquel día. De pronto vio pasar un pájaro que conversaba con el río mientras volaba sobre él.

—No puede ser —se dijo Zeukukuy—. El río se ha vuelto mudo solo para mí. Grande fue la tristeza de Zeukukuy y no quiso esperar más. Cuando se levantó, sintió algo extraño. No sabía qué camino tomar ni hacia dónde ir. Parecía que ni siquiera sabía quién era él mismo. Caminó un buen rato sin rumbo, hasta una colina sobre la cual pasaba un pequeño riachuelo. Le llamó la atención un montículo de tierra que para él era muy familiar. Era una sepultura.

Se acercó y vio claramente que la cuerda que la familia había atado a la nariz del difunto y que salía fuera de la tumba ya estaba completamente deshecha.

—¡Vaya, este ya liberó su alma! —se dijo.

—Así es, hermano Zeukukuy —le replicó con claridad el riachuelo—. No tiene sentido que aún no quieras volar para reunirte con tus ancestros. Ve, hermano, que las estrellas te esperan.

Inspirado en la cultura kogui arhuaca, Colombia

El carnaval de los dioses

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