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ОглавлениеPREFACIO
GABRIELA MISTRAL RECOMIENZA AHORA
Doris Dana, heredera y albacea, mantuvo celados los manuscritos de Gabriela Mistral, desde 1956 a 2007. En 1965, estando de huésped en su casita en Pound Ridge (Westchester County, New York) la escuché recibir por teléfono la noticia que le comunicaba su representante legal en Santa Barbara, California: alguien había hallado allá un baúl en el garaje de la casa de Gabriela Mistral con el rótulo de To be sent to Chile. Contenía cuadernos, fotos, documentos, cartas y objetos varios. Habían sido descubiertos por la profesora chilena Magda Arce. Doris Dana dio inmediata orden de interdicción y envío. Ese inesperado conjunto no alcanzó a ser microfilmado para completar el corpus de 19 rollos de microfilmes de los manuscritos ya depositados por Doris Dana en la Biblioteca del Congreso en Washington.
En qué consistía el hallazgo de Magda Arce lo vine a saber cuarenta y un años más tarde, en el 2007, cuando su sobrina Doris Atkinson, heredera y albacea suya, me convidó a revisar en South Hadley, Massachusetts, junto con Elizabeth Horan, máxima mistralista norteamericana, cuanto había podido encontrar de Gabriela Mistral en cuatro casas de su tía.
Los manuscritos, álbumes, libros, objetos varios, colmaban un departamento, especialmente acondicionado por Doris Atkinson para su perfecta conservación.
Elizabeth Horan se abocó a los documentos que pudieran enriquecer la formidable biografía de Gabriela Mistral en que ha estado faenando; y por mi parte, a detectar y fotografiar poemas inéditos.
De ese conjunto transcribí el corpus de poemas para la edición no comercial de Almácigo publicada en Septiembre del 2008, y para la edición de las rondas y canciones de cuna de Baila y sueña, publicadas en el 2012, ambas por Ediciones Universidad Católica que ahora, con algunas revisiones, publica esta edición de Almácigo, masiva y abierta a todos.
La compilación de Almácigo es irremisiblemente subjetiva ante una plétora de manuscritos cuya autora dejó en diversos estados de terminación, a veces corregidos, a veces incompletos, siempre arduos de transcribir.
Diego del Pozo Ségure, ex alumno mío y ayudante después, al que guío en su tesis doctoral sobre la prosa política de Gabriela Mistral, colaboró para la selección de poemas de Almácigo.
Mi método de trabajo está cimentado en años de compenetración ante la obra y los manuscritos de Gabriela Mistral. Descifrar su caligrafía es un arduo desafío, hay que ensamblar palabras y versos extraídos de una maraña de tachaduras; rastrear estrofas vertidas en otra página; atender a los tanteos, bosquejos y soluciones escritas al margen o en una página lateral; secuenciar estrofas desparramadas –en fin, guiarse por la métrica, oír los versos y seguir el desenvolvimiento del tema.
Manuscrito de Grúas II
Gabriela Mistral en un escrito titulado “La gracia en la poesía”, opina que la inspiración creativa se despliega desde un estímulo inicial y lo visualiza con la imagen de una vértebra con la cual hay que construir todo un tigre. De esta manera concilia el milenario credo en la Musa, con el moderno credo en el poeta como fabro o artesano. Muchas veces al comenzar la transcripción de un poema, se percibe en los primeros versos “la vértebra” que irá suscitando “el tigre”. La vértebra suele ser un ritmo, una rima, una secuencia sonora que suscita ideas líricas: un verso que atrae otros versos.
La sorprendente profusión de poemas inéditos puede deberse a olvido, a trashumancia, a rechazo. En sus últimos años, Gabriela Mistral, tenía ya la memoria empañada por la arterioesclerosis. Esto se puede constatar en las grabaciones hechas por Doris Dana ¿en 1948? mientras Gabriela Mistral revisaba sus manuscritos secundada por Margaret Bates y Marta Salotti. No recuerda poemas de Lagar; ha olvidado dónde tiene la versión de “La Bailarina”, (también titulada “La Danzadora”, escrita el 21 de junio de 1948 en Santa Bárbara y reproducida aquí en Locas Mujeres); ignora cuántos poemas constituyen el Poema de Chile y no sabe si debe ser publicado dentro de Lagar o en libro aparte. Su propio desorden y amnesia la saboteaban. Por ello, para poder recuperar y pasar a limpio sus enrevesados manuscritos le era necesaria la asistencia de cultas colaboradoras que hablaran castellano.
Pareciera que su memoria ya estaba algo empañada a los treinta años, pues Doris Atkinson revisando la biblioteca heredada, al abrir una edición de La vida nueva, de Dante, halló en su contratapa los sonetos manuscritos que hemos colocado en la sección Amor: “Fuimos entre los árboles” y “Junto a una fuente”, que están fechados “21 de agosto de 1919”. Por su esplendor verbal merecían en 1922 haber sido incluidos en Desolación, pero acaso por estar escritos dentro de un libro y no en un cuaderno, Gabriela Mistral no los haya tenido a mano o ya no los recordara.
El otro sabotaje fue la trashumancia. Equipajes llevados y traídos, mudanzas de hotel y casa, todo ello ocasionaba desorden y extravío. Los papeles sobrevivientes demuestran que Gabriela Mistral viajaba con ellos, incluso que los coleccionaba. No existen pruebas de que la totalidad de los cuadernos y libros de la época anterior a Desolación hayan llegado con ella a México en 1922, e ignoramos cuántos la acompañaron en sus ulteriores desplazamientos.
También hay que considerar que Gabriela Mistral se auto-exigía excelencia literaria y cuanto ella escogiera en 1948 para ser copiado a máquina constituye Lagar I y Poema de Chile. Lo excluido fue guardado, quizás para futuras elaboraciones.
He declinado construir Almácigo evolutivamente, para mantener su índole de conjunto en elaboración, es decir, de almácigo, y para que en los cambio de estilo se sienta mejor la vastedad de su visión poética.
En los inéditos se constata cuán inmersa en lo americano estaba su poesía, no solo en la Naturaleza: con su botánica, zoología y geografía, sino también en su Política, con los forjadores de patrias: Lincoln, Bolívar, San Martín, O´Higgins, Sandino y Martí y con cuánta solidaridad sintió el descalabro de la Segunda Guerra Mundial en España, Grecia e Italia; además se aprecia su respuesta al Cristo del Corcovado, a los mitos amazónicos, a los ceno-
tles de Guatemala y a las ruinas de Chichén Itzá.
La sección griega, con mujeres antes y después de Cristo, enriquece junto con los poemas a Polonia, la temática bélica. Y ahora 11 poemas completan el friso de las 15 “Locas Mujeres” de Lagar, enriquecido además por el conjunto que he titulado “Locos Hombres”.
Los poemas con variaciones (como “Mano”o “Catedral”) realmente constituyen poemas autónomos pero vinculables, pues se irradian a partir de una misma “vértebra”. Apreciaremos así una obra que da origen a más obras, tal como el Aria de las Variaciones Goldberg de Bach, o los girasoles de Vincent van Gogh. Recalco, así, el sucesivo dinamismo de tales poemas, su plasticidad creativa, su fuerza orgánica. En ellos se aprecia la exuberante imaginación de Gabriela Mistral, incluso su locura, que es aun más apreciable en los manuscritos, donde se pueden hallar las fantasías que ha descartado. Viendo qué ha escrito rápidamente y qué ha transformado, uno vislumbra el proceso creativo, el brain-storm con el que genera un poema.
La accesibilidad de esta edición, insta a un recalibramiento de su obra: asimilar lo que se desconocía, reevaluar lo que se creía saber. Tras cincuenta años de invernación, el almácigo rebrota poderosamente y completa la obra de Gabriela Mistral.
LUIS VARGAS SAAVEDRA