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II ¿POR QUÉ GALENO AHORA?
ОглавлениеCreo que para el hombre culto en general y para el médico preocupado de hacer de su actividad algo más que la aplicación de unas técnicas diagnósticas y terapéuticas de inmediata aplicación, la obra de Galeno puede ofrecer un cuádruple interés: en primer lugar, por lo que en sí misma significa de máxima expresión de un momento culminante y de innegable interés en la medicina de la Antigüedad griega. En segundo lugar, porque la aclaración de su obra científica es una base necesaria para acercarse al estudio del galenismo en sus distintas fases, medieval, renacentista y moderna, tanto de la cultura europea como de las culturas mediterráneas (la europea latina, la bizantina, la árabe, la judía) y orientales (por ejemplo, la armenia, tan temprana en traducir a su lengua el corpus galénico en un movimiento intelectual paralelo al del occidente europeo medieval); un galenismo que a través de los misioneros jesuitas se aculturó, por ejemplo, con la cultura científica china del siglo XVI , precisamente en el momento de máxima vigencia del galenismo en los círculos intelectuales europeos. En tercer lugar, porque con ello se contribuye al esfuerzo de aclaración de los distintos problemas de la medicina moderna occidental, muchos de ellos surgidos en polémica con la medicina tradicional, representada en Europa por el galenismo. En cuarto lugar, para el lector inteligente de hoy, el placer y el elemento de reflexión que vehicula todo gran clásico y que la lectura de sus obras hace posible. En el caso de Galeno, y en el campo médico —Laín Entralgo lo ha señalado varias veces—, su rico concepto de «indicación terapéutica», el rigor racional de su esquema de la etiología en el campo de lo que hoy llamamos «patología general», la habilidad e ingenio de sus disecciones, su constante llamada a la atención del paciente desde la disciplina de una formación rigurosa y la actitud de quien ve en él a un ser menesteroso necesitado de la ayuda técnica del médico, no por ello menos humana. No creo que ningún lector actual permanezca indiferente ante la insaciable curiosidad intelectual de Galeno y la pasión por la investigación de la que no abdicó a lo largo de su larga vida. ¿Cómo quedar indiferente ante un hombre que se preocupó de recoger, y practicar a lo largo de su intensa vida, las siguientes palabras de uno de los grandes maestros médicos de la Antigüedad clásica, el alejandrino Erasístrato (s. III a. C.): «quien se dedica a la investigación busca afanosamente, no se da tregua en la tarea; se dedica a ella, no sólo día y noche, sino durante toda su vida hasta que encuentra la solución a su problema» (Scr. min . II 17)?
En la síntesis galénica podemos distinguir cuatro elementos íntimamente unidos. En primer lugar, la tradición hipocrática, que en los siete siglos que separan los primeros escritos hipocráticos de los de Galeno sufrió distinta suerte. Científicamente se vio enriquecida y elaborada, pero la unilateralidad, la excesiva especulación y prolijidad de sus seguidores, y sin duda otros factores sociológicos más complicados y no aclarados todavía, hizo que perdiera vigencia en favor de otros movimientos doctrinales médicos, como el solidismo, el empirismo o el pneumatismo. Poco tiempo antes de Galeno tuvo lugar el llamado renacimiento hipocrático. Nuestro médico, ya desde sus tiempos de formación y siguiendo en esto a sus primeros maestros, tomó parte en las polémicas a favor de Hipócrates. Hizo del hipocratismo uno de los pilares más firmes de su doctrina médica (Smith, 1979; Manetti, Roselli, 1994). El segundo elemento que distinguimos en el corpus médico de Galeno es el pensamiento de los más famosos filósofos y científicos griegos, principalmente Platón, Aristóteles, Posidonio. No es posible entender cabalmente muchos de los planteamientos cosmogónicos y antropológicos de Galeno sin tener presente el Timeo o el respeto con que es abordado en muchos de los diálogos la obra y la persona de Hipócrates. Las aportaciones teóricas, conceptuales, metodológicas del segundo serán decisivas para comprender adecuadamente el saber médico de Galeno; la instalación en la ciencia de su tiempo del tercero es básica para entender la actitud que como científico adoptó o quiso adoptar Galeno (Moraux, 1976; Barnes, 1991; Pearcy, 1993; Grmek, Gourevitch, 1994). En tercer lugar, el complejo mundo de conceptos tomados de los movimientos médicos contemporáneos, como el solidista, el pneumático, el ecléctico, e incluso el empírico. Galeno perfiló sus ideas y encontró soluciones a los problemas planteados por la enfermedad en polémica amistosa o violenta con los miembros de estas escuelas. Su deuda con ellas es grande (Temkin, 1973; Smith, 1979). El cuarto elemento es su obra como investigador y como clínico original.
La conjunción de todos estos elementos dará lugar al mayor corpus doctrinal médico que se nos ha conservado de la Antigüedad griega. Las expresiones empleadas para presentar la obra médica de Galeno como «canon de la medicina antigua», «corpus doctrinal», «síntesis», y otras de semejante estilo, pueden inducir a que Galeno, al fin de su vida, o conforme ésta fue avanzando, presentó un cuerpo doctrinal perfectamente coherente y concluso, apto para ser digerido poco a poco por la posteridad. Nada más lejos de la realidad. Como dice Temkin (1977), el gran estudioso de Galeno y del galenismo, «su obra es más una enciclopedia que un sistema», queriendo decir con ello que Galeno estuvo muy lejos de encontrar solución, adecuada o inadecuada, para multitud de problemas estrictamente médicos. El propio Galeno fue consciente de ello. Las contradicciones, repeticiones e imprecisiones que encontramos en sus escritos no hablan precisamente a favor del sistema cerrado. No obstante, pese a lo contradictorio de algunos de sus pasajes y lo inconcluso de algunas doctrinas centrales para explicar aspectos claves de determinadas funciones del ser vivo, por ejemplo todo lo referido al papel de los distintos pneumas en el mantenimiento de las funciones vitales, es posible detectar a lo largo de sus escritos, desde los más tempranos hasta los redactados en su vejez, puntos de vista que no ha abandonado (Temkin, 1977). Ello permite al historiador y al lector de sus obras reconstruir con un mínimo de coherencia sus opiniones sobre problemas médicos concretos o dimensiones de su práctica médica y terapéutica.
Esa característica dota a muchos de los escritos de Galeno —Sobre el pronóstico , el Método terapéutico, Sobre la localización de las enfermedades , entre otros— de mayor vitalidad, especialmente evidente en aquellos que tienen que ver con la relación médico-enfermo, con la práctica médica diaria, caracterizados por estar todos ellos empedrados de historias o relatos clínicos donde Galeno ejemplifica, aclara o subraya puntos doctrinales que, de este modo, son presentados en contextos muy cercanos a la realidad que el médico vive cotidianamente.
Este modo de proceder está muy acorde con la actitud —que mantuvo a lo largo de su vida— de denuncia del formalismo y el dogmatismo de escuela, de enfrentamiento abierto contra los sistemas que, en su opinión, esclavizaban al intelectual y al científico privándole de libertad (Walzer, 1949). Galeno, como en general muchos de los intelectuales de su tiempo, estuvo por principio en contra del sistema como explicación total del mundo. No le satisfacía la postura del hombre que encuentra respuesta y explicación a todo en y desde un sistema, entendido éste como conjunto de doctrina explicativa de toda la realidad. Consecuencia de esta insatisfacción fue el eclecticismo de los médicos más sobresalientes del período, Sorano, Rufo, el propio Galeno, entre otros (Temkin, 1956; Thomssen, Probst, 1994; Hanson et al ., 1994). Su eclecticismo no fue una salida fácil ni expresión de una actitud negativa. Por el contrario, manifestaba un desacuerdo con el dogmatismo del sistema único (por ejemplo, el estoicismo o un hipocratismo servil), la insatisfacción frente al mosaico muchas veces contradictorio de escuelas médicas y de filosofía natural y una inquietud liberalizadora en la busca de soluciones para los problemas planteados por la medicina o la ciencia en general. Esta búsqueda continua es lo que hace difícil el fijar el pensamiento de Galeno en torno a un problema determinado. Más aún si se tiene en cuenta que Galeno era hombre que sometía a continua revisión sus opiniones, lo cual dota a su pensamiento de un matiz fluctuante y no definido. No olvidemos que su obra fue el resultado de más de cincuenta años de estudio, lecturas, investigación, polémicas y práctica médica en una sociedad muy concreta: la de los círculos de una clase ciudadana alta y aristocrática, muy intelectualizada y apasionada por el saber y por los problemas de la naturaleza humana.
Si es verdad que ofreció un cuerpo de doctrina a la posteridad, fue un sistema abierto, con lagunas, contradictorio a veces y necesitado de elaboración y ampliación y también de que se le proporcionara un enfoque unitario. Fue un sistema cuyo empeño racionalista y su insistencia por encontrar soluciones a la medida del hombre de los problemas planteados por la salud y la enfermedad, hizo que, al difundirse por la Europa occidental medieval y moderna de la mano inicialmente de los médicos y filósofos naturales árabes, no sólo los intelectuales europeos sino también el pueblo llano, aprendiesen que la medicina, sobre el núcleo doctrinal elaborado por Galeno, podía ofrecer soluciones válidas a los problemas de la salud y de la enfermedad. Prueba de que así fue percibido fue la larga vigencia de las doctrinas médicas inspiradas por Galeno y elaboradas sobre sus obras. En la realización de ese programa, llevado a cabo en un lento y complejo proceso de transmisión, fue tomando cuerpo lo que técnicamente se ha llamado galenismo, un sistema médico que se integró perfectamente con el cristianismo, tal como fue concebido por la sociedad europea desde el siglo XII en adelante (Temkin, 1973, 1991). Por eso, si es verdad que ese gran movimiento intelectual no puede entenderse sin el pensamiento original de Galeno, también lo es que, en muchas ocasiones, la clave exegética del propio Galeno se encuentre en un autor del largo periodo de vigencia del galenismo de cualquiera de las culturas donde se gestó y practicó.
El galenismo fue algo más que una doctrina médica, fue un modo de entender la vida del hombre, una filosofía. «A la vez que médico, (Galeno) quiso ser y fue filósofo de la naturaleza, en el sentido helénico de esa expresión» (Laín, 1987) y, en este sentido, construyó un sistema. Ahora bien, fue un sistema de pensamiento íntimamente unido a una práctica médica, a un sistema médico. Cuando éste dejó de tener vigencia en Europa a lo largo del siglo XVII , el galenismo y el propio pensamiento filosófico de Galeno se desvanecieron. Ésta fue quizas la gran diferencia que ha tenido con respecto al pensamiento de Platón o de Aristóteles. Las ideas de estos últimos en el campo de la metafísica, de la ética, del pensamiento político, del pensamiento en general, han persistido separadas del conjunto doctrinal de sus filosofías de la naturaleza, que tampoco tienen ya vigencia (Temkin, 1973; García Ballester, 1992).
Ambas facetas de la obra de Galeno, la de sistematización creadora de la tradición médica griega y la de su perdurable y decisiva influencia en el pensamiento médico occidental, son las que convierten su estudio en clave fundamental para la mejor comprensión de cualquier problema médico ulterior a ella.
Ahora bien, no todo fue conocimiento científico en la vida de Galeno, ni su saber médico tuvo como únicas motivaciones las estrictamente intelectuales. Hubo otros motivos de carácter social, económico, moral o religioso que, evidentemente, explican y condicionan su actuación. No están todavía aclarados del todo. Estudiar la vida y obra de Galeno, médico e intelectual que vivió intensamente su época, leer sus escritos, es una oportunidad de instalarnos en uno de los meridianos clave de la medicina y la ciencia de la sociedad helenística del siglo II d. C.; también de conectar con una de las raíces de la medicina occidental.