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Presentación

En los siete trabajos que integran el libro Parterías de Latinoamérica. Diferentes territorios, mismas batallas –coordinado por las expertas en partería Georgina Sánchez y Hanna Laako– y diez investigadoras –todas ellas reconocidas también por su saber sobre el tema– se plantean problemas relativos a parteras y matronas de algunos países en la región latinoamericana: Argentina, Chile, México y Perú, si bien uno de los trabajos hace una comparación entre México y los Estados Unidos, otro trata de políticas internacionales en general, y se incluye, además, un capítulo sobre la mirada a los marcos normativos respecto a la partería de cuatro países de Latinoamérica.

Las autoras se hacen, entre muchas otras preguntas, las siguientes: ¿qué papel desempeñaron históricamente las obstetrices en el paso del parto domiciliario al parto hospitalario y en los programas de planificación familiar?, ¿de qué manera influye –en caso de urgencias obstétricas provenientes de partos domiciliarios– la actitud abierta al conocimiento de las parteras o por el contrario el autoritaritarismo sobre ellas, en la salvaguarda de la vida de las mujeres en trabajo de parto y su hijo o hija por nacer?, ¿qué se entiende en los marcos normativos nacionales e internacionales por autodeterminación de las mujeres en el ámbito de la salud materna?, ¿existe congruencia en los partos interculturales que dan a la mujer la posibilidad del parto vertical o la presencia de un acompañante, pero en los que las parteras tradicionales se limitan a remitir a las mujeres a las instituciones o a actuar como traductoras, en lugares en los que han sido históricamente prestadoras relevantes de servicios en el proceso reproductivo?, ¿qué relación ha habido históricamente entre la violencia obstétrica y la violencia política?, ¿por qué en países donde se ha incorporado a las leyes el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia, incluyendo la violencia obstétrica, ésta continúa en las instituciones hospitalarias?, ¿cómo garantizar los derechos de todas las partes involucradas en el proceso del nacimiento, incluyendo los de las matronas que se ven orilladas a participar en rutinas hospitalarias?, ¿qué papel desempeñan las mujeres que no quieren tener dolor en la persistencia de la tecnificación del parto hospitalario?, ¿qué dificultades enfrentan los representantes de la biomedicina para eliminar prácticas en las que fueron educados y que hoy son calificadas de violencia?, ¿qué hacer para evitar que las prácticas de humanización se conviertan también en rutina protocolaria?, ¿de qué forma puede asociarse la presencia de un discurso espiritual a un discurso de derechos sexuales y reproductivos, y de este modo hacer alianza con premisas de autonomía corporal y agencia de los feminismos?

Buscando responder a esas preguntas, las autoras analizan a los diferentes actores y actoras involucradas en el embarazo, parto y puerperio –sean integrantes del personal biomédico, como médicos y médicas generales o ginecobstetras y pediatras; enfermeras, también generales, obstetras, y paramédicos–; o madres, niños y padres; parteras tradicionales o parteras profesionales certificadas, también denominadas matronas, obstetrices o parteras posmodernas (que en algunos países tienen estudios universitarios); doulas y activistas del parto.

Estudian a tales protagonismos en sus contextos económicos, políticos y sociales, y en los espacios donde laboran, que pueden ser comunitarios o institucionales, como las escuelas para matronas y las clínicas y hospitales de maternidad; las asociaciones de matronas o doulas –locales, nacionales o internacionales–, y los congresos organizados por ellas, así como sus redes internacionales de apoyo.

Los trabajos se basan en fuentes primarias: etnografías en campo, unos cuantos documentos escritos por matronas, memorias de congresos de parteras, documentos de archivo, convenios y resoluciones internacionales, leyes y reglamentos, boletines de organismos sanitarios y otras publicaciones oficiales, estadísticas, memorias de asociaciones de beneficiencia, artículos de prensa; pero también en trabajos académicos y otras fuentes secundarias.

En este libro hay una riqueza de abordajes, no sólo porque las autoras han investigado desde diferentes disciplinas: la antropología médica y la antropología feminista, la historia social de la medicina y la sociología de la salud; sino también porque llegan a tener diferentes miradas sobre un mismo tema. Su metodología varía desde la perspectiva interseccional, que articula la maternidad con la clase, la raza y el género-sexo, hasta los análisis cualitativos etnográficos, sobre nuevas espiritualidades femeninas y/o de género. Varias de las autoras recurren a entrevistas a profundidad, entrevistas semi-estructuradas o investigación participante, y al permitir a quien lee escuchar la voz de madres y parteras, de manera textual o no, les dan voz y las visibilizan.

La lectura del libro deja claro por qué se habla de parterías, en plural. Por un lado, los trabajos se ocupan tanto de matronas certificadas como de parteras tradicionales; por el otro, evidencian que las políticas dirigidas a ellas varían, no sólo entre países sino entre regiones de un mismo país, y analizan la manera en que estas profesiones y las políticas hacia ellas han evolucionado a lo largo de la historia (si la mayor parte de los trabajos se ocupan de la situación actual, otros se remontan a los años noventa, setenta y cincuenta del siglo XX, y uno más lo hace hasta finales del siglo XVIII).

Este libro muestra que las parteras tradicionales eran independientes y autónomas. Pasaron luego a ser controladas, pero vistas todavía como un recurso estratégico en la atención del embarazo, el parto y el puerperio, y en algunos casos incorporadas a los sistemas de salud. Hoy han sido prácticamente eliminadas y están muriendo sin tener quién las sustituya; sus funciones se han reducido de una gama muy amplia a unas cuantas actividades, y se les responsabiliza de la mortalidad materna, ignorando la determinación social que está detrás de aquélla.

Por su parte, las matronas habían sido instruidas por los médicos, pero realizaban su trabajo también de manera autónoma. Al ser incorporadas a los hospitales en el siglo pasado, en un contexto de medicalización de la sociedad, tuvieron que compartir con los médicos el espacio que antes habían tenido con las mujeres que daban a luz, y una parte importante de su relación con ellas. Con frecuencia creciente, la medicina hegemónica les autorizó a atender sólo partos normales, sin embargo, al ir cambiando los límites entre lo patológico y lo fisiológico, se redujo el número de funciones que realizaban. Si bien en la actualidad, en algunos lugares, éstas se han ampliado de nuevo por la redefinición del campo de los derechos sexuales y reproductivos.

Si bien ha habido confrontaciones entre parteras profesionales y parteras tradicionales de las que muchas de aquéllas quieren diferenciarse, son más las disimilitudes que la partería tradicional y la profesional –centradas en la mujer– tienen con la obstetricia biomédica –centrada en el riesgo–. Se trata de un conflicto entre sistemas de conocimiento distintos y estructuras de poder.

La medicina académica dice basar su actuación en la evidencia, pero los modelos alternativos muestran, también desde la evidencia clínica, los efectos benéficos de sus prácticas: masajes, baños, empleo de hierbas, posición para parir, promoción de la lactancia materna; frente a los efectos negativos causados por la medicalización del embarazo y el parto aun en los casos en que éstos son fisiológicos, la tecnificación del nacimiento y las intervenciones innecesarias, con sus alarmantes tasas de cesáreas.

En general, la obstetricia académica –enfermeras obstétricas– se opone a lo que parezca amenazar la hegemonía de su saber y su práctica, independientemente de si se trata de parteras profesionalizadas, matronas o de parteras indígenas. En oposición a la autonomía de éstas y de las mujeres, actúa con autoritarismo, y suele haber escasas posibilidades de diálogo. Sin embargo, hay resistencias y estrategias de negociación entre estos sistemas de saber y de poder.

Quienes luchan por la humanización del nacimiento han logrado llevar el parto no medicalizado y el parto respetado a la agenda de derechos y a la implementación de políticas públicas, buscado el reconocimiento de la validez de su saber. El parto respetado pasa así por reconocer la experiencia de dar a luz como un evento instintivo y natural, y como un proceso familiar, social y altamente emocional; mientras que humanizar el sistema de atención biomédico significa evitar la medicalización y tecnificación del parto y del nacimiento, devolviéndole el protagonismo a la mujer que da a luz y a su hijo o hija, y tratarlos como sujetos de derecho. Es por eso que el título del libro habla de mismas batallas. No tengo duda de que esta obra resultará de interés para quienes se especializan en el tema, desde diferentes enfoques y trincheras. Será capaz de contribuir al diálogo tan necesario respecto al bien nacer en Latinoamérica y bien hacer de la partería en el presente, para preservar el futuro de este arte de partear.

Ciudad de México, verano de 2018

Ana María Carrillo Farga

Parterías de Latinoamérica

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