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Capítulo 4. El verdadero Fitz Roy
ОглавлениеWe finally arrived to South America. Fernando de Noronha, Bahia de Todos os Santos, Abrolhos and Rio de Janeiro were the places we surveyed…
Finalmente llegamos a Sud América. Las costas de Fernando de Noronha, Bahía de Todos los Santos, Abrolhos y Río de Janeiro fueron las que relevamos. Para mi amigo Darwin significó descubrir la selva tropical, con su exuberancia tanto en animales como plantas. Creo que en un ningún otro punto del viaje pudo recolectar tantos especímenes distintos. Sin embargo puedo afirmar con total convicción que lo que más le chocó al joven Charles, del imperio de Brasil, fue ver de cerca la esclavitud y lo que más lo marcó fue descubrir otra faceta del capitán Fitz Roy.
El Beagle había arribado a la primera zona que debía relevar. El acceso al puerto de Bahía no estaba bien señalado en ninguna carta marina. El capitán efectuó gran parte de los relevamientos pero decidió interrumpirlos para viajar a Río de Janeiro y allí reportarse a la sede del Almirantazgo (de Inglaterra) que tenía jurisdicción sobre la flota inglesa en Sud América. En Río encontraron varios buques de la Real Marina. Pasadas las formalidades Fitz Roy recibió instrucciones de terminar los relevamientos en Bahía, y luego proseguir camino hacia el Río de la Plata. Darwin junto con Augustus Earle permanecerían en Río de Janeiro hasta la vuelta del Beagle. Charles aprovechó para conocer la densa selva que circundaba la ciudad. Desde su vivienda en Botafogo veía a corta distancia la montaña que dominaba la zona: el Corcovado. Con sus dos mil pies de altura tenía uno de sus costados formado por una pared perfectamente vertical de unos mil pies. A sus pies una espesa selva y una laguna de agua salada.
Darwin y Earle se hicieron amigos de un comerciante irlandés, Patrick Lennon, que los guió no sólo por los principales lugares de interés sino también por los recovecos de una sociedad imperial y a la vez esclavista. La experiencia reforzó la opinión de Darwin respecto de la barbarie que representaba la esclavitud, tan común en ese país y que aún perduraría más de cincuenta años.
Casi dos meses después volvió el Beagle y Darwin se enteró de la muerte de tres tripulantes, el bravo Morgan y los muchachos, casi niños, Boy James y Musters. Todos ellos sucumbieron a una fiebre que se les declaró luego de una expedición por el río Macacu, y murieron durante el camino a Bahía. Estas muertes afectaron profundamente la moral de la tripulación.
The death of poor little Musters was such a heavy blow to me that many years after that, during our next voyage aboard the Beagle under de command of Mr Wickham, we stopped at Bahia to visit the tomb of young Musters…
La muerte del joven Musters fue para mí un golpe tan duro que muchos años después, en la siguiente expedición del Beagle bajo el comando del Sr. Wickham, paramos en Bahía para visitar su tumba.
Para un capitán, la muerte de miembros de su tripulación es mucho más difícil de absorber que para los demás ya que siempre siente la responsabilidad de que esas muertes se produjeron como consecuencia de sus decisiones. El peso de estos eventos afectó enormemente el estado de ánimo de Fitz Roy y seguramente de alguna manera explica el terrible humor que tuvo durante los siguientes días. Quienes no lo conocían bien, pudieron ver otra faceta de Fitz Roy. A Darwin casi le cuesta el viaje.
El 5 de julio el Beagle partió de Río de Janeiro rumbo a Montevideo.
San Salvador de Bahía, por Augustus Earle.
De a poco se recuperó la normalidad. Después de varios meses Darwin volvió a compartir las comidas con el capitán Fitz Roy en su camarote. El almuerzo del 6 de julio de 1832 sería uno de los que Charles nunca olvidaría.
Todo comenzó con una charla como tantas otras. Fitz Roy hizo una breve reseña de lo que vio durante la segunda visita a Bahía y a Abrolhos. El capitán le contó que había descubierto de dónde provenía el nombre “Abrolhos”; los navegantes portugueses sabían que allí se escondían peligrosos arrecifes de coral y el mensaje que se daban cuando iban a esa zona era: “Abra los ojos cuando pase por la región” que en portugués se dice “Abra os olhos quando passares pela região”; de la contracción de la primera parte viene el nombre “Abrolhos” —“Y eso es exactamente lo que hay que hacer cuando se navega por allí, —dijo Fitz Roy— hay que abrir bien los ojos”.
Luego de hablar del trágico manglar de la desembocadura del río Macacu, que se había cobrado las vidas de tres tripulantes, Darwin le empezó a relatar sus observaciones por los alrededores de Río de Janeiro cuando el Beagle se hallaba a muchas millas más al norte.
—Una de las cosas que más me chocó, capitán, es haber encontrado tres hombres armados hasta los dientes y de aspecto muy fiero cuando subíamos el Corcovado. El señor Patrick Lennon, que nos acompañó y fue nuestro guía, nos comentó que se trataba de cazadores de esclavos escapados. Estos hombres cobran por esclavo capturado, ya sea vivo o muerto. Con llevar un par de orejas ya cobran su parte. Estaban allí porque la selva en los alrededores del Corcovado es uno de los lugares elegidos por muchos de los esclavos que escapan de las plantaciones de los alrededores de Río de Janeiro.
Lennon le había contado a Darwin que no hacía mucho un esclavo suyo, que había escapado, volvió espantado a su plantación porque lo perseguían dos de estos cazadores y sabía que si lo capturaban lo matarían.
En la misma caminata Lennon llevó a Darwin y a Earle hasta una piedra que se proyectaba como un balcón sobre un precipicio de trescientos pies de altura. Un tiempo atrás, muy cerca de allí, se había establecido un pequeño grupo de esclavos escapados. Eventualmente fueron detectados y cercados por varios cazadores de esclavos. Todos se entregaron menos una de las mujeres que corrió hasta esa piedra y saltó al vacío. Había preferido la muerte antes que volver a la esclavitud.
—Hay historias desgarradoras. —dijo Fitz Roy —Recuerdo que el capitán Paget del H.M.S. Samarang, contó que en una plantación le preguntó a uno de los esclavos qué desearía más en la vida y éste le respondió que lo que más quería era volver a ver a sus hijos, que habían sido vendidos a otra plantación. La esclavitud requiere de patrones muy conscientes y responsables para que pueda ser llevada adelante de una manera humanitaria.
—¡Ni siquiera con patrones conscientes y responsables capitán! —dijo Darwin— Yo diría que Patrick Lennon es de los patrones más amables con sus esclavos, sin embargo ese poder absoluto sobre la vida de otras personas hace que el patrón pierda la perspectiva de lo que significa “consciente y responsable”. Una tarde estábamos Earle y yo en su plantación y presenciamos un hecho lamentable. Lennon comenzó a discutir con su capataz por un tema sin la menor importancia, pero la discusión fue creciendo hasta que ambos hombres se gritaban uno al otro. Entonces Lennon dijo que vendería las dos hijas del capataz, ambas esclavas de su plantación, para que él no las volviera a ver. Entre Earle y yo logramos calmar a los hombres pero a la mañana siguiente Lennon insistía que vendería a las dos niñas para hacer escarmentar al capataz. Finalmente lo convencimos de que no lo hiciera pero estoy seguro que sólo esperó nuestra partida para venderlas.
—Estimado Darwin, obviamente no estoy a favor de la esclavitud, sin embargo hay que tener en cuenta que ésta existe desde hace milenios. Ya se la mencionaba en la Biblia, existía en la antigua Roma y en Inglaterra el régimen de servidumbre de la Edad Media no era muy distinto de la esclavitud. A pesar de que me siento orgulloso de que la esclavitud no exista en el Reino Unido, no se puede negar que ésta funciona adecuadamente en varios países como por ejemplo en los Estados Unidos de América o en el imperio de Brasil que acabamos de ver. En ambos casos se trata de sociedades cada vez más justas con una economía pujante.
Escenas de esclavitud, por F. Denis y C. Famin.
—¡Cómo puede decirme una cosa así, capitán! ¡No puede hablar de una sociedad justa mientras haya personas a las que se las puede matar, vender, violar o separar de sus hijos!
A esta altura Darwin hablaba con un tono decididamente exaltado, en cambio Fitz Roy seguía hablando con una frialdad que denotaba que hacía un esfuerzo para contenerse.
—Señor Darwin, mientras usted estaba en Río de Janeiro yo también tuve oportunidad de visitar en Bahía una plantación con esclavos. Vi donde vivían y dormían y le puedo asegurar que sus viviendas eran mejores que las de muchos trabajadores rurales de Inglaterra. A mi pedido el dueño de la plantación juntó a varios de los esclavos y les preguntó si preferían ser libres y todos respondieron que no.
Darwin perdió toda la prudencia que le quedaba y casi a los gritos le dijo al capitán si él realmente pensaba que los esclavos podían decir otra cosa sin que a las pocas horas fuera azotados o incluso muertos. El capitán se levantó y miró a Darwin con ojos inyectados en furia.
Río de Janeiro, al fondo el Corcovado, por Augustus Earle.
—Esto es demasiado, señor Darwin. ¿Piensa usted que yo no sé darme cuenta cuando alguien es sincero? ¡Pero si usted piensa que yo soy un tonto o un necio entonces no hay lugar para los dos en este camarote y quizás tampoco en este barco!
Fitz Roy estaba totalmente fuera de sí. Abrió la puerta del camarote y gritó: —“¡Wickham! ¡Venga a llevarse al señor Darwin fuera de mi camarote!”— Darwin no esperó que llegara Wickham.
—No necesito que nadie me guíe fuera de su camarote, capitán. —Lo dijo en un tono desafiante, y salió. Apenas cruzó el umbral de la puerta Fitz Roy la cerró con un sonoro portazo, que era un mensaje en sí mismo.
Wickham llevó a Darwin a la sala de oficiales, donde estaban terminando el almuerzo. El naturalista temblaba de furia por la perspectiva de quedar fuera del viaje. Estaba seguro que Fitz Roy lo bajaría en el primer puerto y lo mandaría de vuelta a Inglaterra. El resto de los oficiales no parecía compartir sus miedos, conocían al capitán en las buenas y en las malas y se imaginaban cómo se desarrollarían las cosas.
Sullivan le trajo un plato de comida a Darwin y Wickham se sentó frente a él para contarle cómo era Fitz Roy realmente.
—Verá Señor Darwin, usted sabe qué es lo que significa Fitz Roy, ¿verdad?
—Sí, es del antiguo normando-francés “fils du roi” o sea, hijo del rey.
—Exactamente. El nombre se origina en el hecho que la familia del capitán es descendiente del rey Charles II a través de su hijo ilegítimo con Bárbara Villiers. Pero verá usted que dentro del capitán conviven dos personas a las que él mismo llama Fitz, el hijo, y Roy, el rey. Fitz, es el hijo, es amigo leal, educado, confiable, comprensivo de la naturaleza humana y líder responsable. Pero también existe Roy, el rey altanero que tiene mal temperamento, que no acepta opiniones distintas a las de él, humilla y es amigo de medidas drásticas. Hoy usted conoció a Roy.
John Clements Wickham.
—Bueno, señor Wickham, entonces será Roy el que me eche del Beagle y el que me impedirá continuar con mi trabajo. No cambia mucho la cosa.
—No lo crea. El otro aspecto de la personalidad de nuestro capitán es que Fitz es, generalmente, quién está al mando de su persona y mantiene a Roy bajo control, casi como preso. Pero a veces Roy logra escaparse de Fitz y toma el control con las consecuencias que usted acaba de sufrir. Lo bueno es que en general Roy no logra estar mucho tiempo controlando la personalidad. Al poco tiempo Fitz vuelve a dominar y las cosas vuelven a su lugar. Eso es exactamente lo que pasará en una o dos horas, usted lo verá.
—Pero entonces, Wickham, el capitán es totalmente impredecible.
—No es así, la verdad es que es bastante predecible. Lo único que hace falta, antes de pedirle algo o plantearle un problema, es determinar si el que se tiene delante es Fitz o es Roy. Si es Fitz, no hay problema, el capitán será totalmente racional. En cambio si es Roy es mejor evitarlo, no plantearle nada y esperar a que vuelva Fitz.
—¿Cómo sabe usted cuando está frente a Fitz y cuando frente a Roy?
Los oficiales presentes se rieron. Darwin estaba preguntando por uno de los secretos mejor guardados. Sullivan le dijo —Mandamos a Wickham a la jaula del león para ver cuál es su humor— todos rieron otra vez.
—Algo de eso es cierto —sonrió Wickham— todas las mañanas yo soy el primero en hablar con el capitán y le hago una pregunta o comentario al que Roy reaccionaría. Por ejemplo, si le digo que la cubierta aún está sucia Fitz diría: Cuando se haga el cambio de guardia, asegúrese que los salientes la limpien antes de retirarse. En cambio Roy rugirá: Averigüe quien es el responsable y mándelo al calabozo hasta la noche.
—Cuando Wickham sale del camarote —dice Sullivan— nos dice “el té se ha derramado” si es Roy o “el té no se ha derramado” si es Fitz. Y así todos sabemos cómo debemos manejarnos con el capitán.
—Ahora, amigo, usted es de los nuestros. Guarde nuestro secreto. —le dijo Stokes.
Darwin seguía preocupado —¿Qué debo hacer ahora, señor Wickham?
—Siga su trabajo habitual. Le sugiero que recolecte animales marinos con su red. Deme tiempo. Más tarde visitaré al capitán con la excusa de revisar el plan de navegación y veré qué puedo hacer por usted.
Dos horas más tarde, mientras Darwin obtenía, con su red, muestras de pequeños animales marinos que habitaban la superficie del mar de esa región, Wickham apareció por cubierta.
—Sr. Darwin, el capitán le pide que vaya a su camarote. Quiero aclararle que no ha derramado su té. —Esto último lo dijo con una sonrisa cómplice.
Cuando llegó al camarote, Fitz Roy lo estaba esperando en la puerta.
—Amigo Darwin, le pido disculpas por el comportamiento absolutamente inapropiado que he tenido. —Hizo entrar a Darwin. —Supongo que mi estado de ánimo logró sacar a relucir lo peor de mi personalidad. —Yo también me disculpo por mi actitud poco respetuosa, capitán. No tengo derecho a levantarle la voz solo por no compartir mis ideas.
—Sin embargo, ahora más tranquilo, quería explicarle que mi visión sobre la esclavitud no es tan distinta de la suya. Comparto con usted que todos los hombres han sido creados iguales y que nada da derecho a que unos sean patrones de otros. Pero en ciertos países, como en Brasil o en el sur de Estados Unidos, si repentinamente liberaran a los esclavos, los blancos no les darían oportunidad de insertarse en la sociedad y estarían peor que ahora.
—¿Pero usted realmente cree que los esclavos de la plantación que usted visitó no querían ser libres? —preguntó Darwin.
—No tengo dudas de que, desde el punto de vista absoluto, querían ser libres. Pero sé que ellos entienden que si el dueño de la plantación los libera, ellos caerán en manos de cazadores, volverán a ser esclavizados en condiciones peores que las actuales, o podrían morir ellos y sus familias. Creo que es necesario terminar con la esclavitud, pero esto debe hacerse de una manera progresiva, que garantice la supervivencia y la inserción de los esclavos liberados en la sociedad. En un país con dos razas distintas, con niveles educativos y culturales tan dispares, si no hay una política activa del gobierno para proteger a los más débiles, estos estarán en condiciones aún peores que la esclavitud.
Fitz Roy estaba siendo sincero en lo que decía
—Capitán, ¿Cuál es su plan con los indios fueguinos que llevamos a bordo?
—Ni más ni menos que lograr que estos tres sean la semilla de civilización que les permita prepararse para el día en que tengan que enfrentar a la presión expansionista de Chile o Argentina. Si no lo logran, mucho me temo que desaparecerán.
Sin quererlo, Fitz Roy estaba prediciendo lo que pasaría en el futuro. Casi cincuenta años después otro inglés, Thomas Bridges, también intentaría proteger a los indios, pero todos ellos desaparecerían irremediablemente.
—Amigo Darwin, nuevamente le pido mis disculpas. Creo que la responsabilidad que siento por la muerte de estos tres muchachos como consecuencia de la fiebre que se contagiaron en la expedición por el río Macacu a la que yo los mandé, me pesa en el alma. Como le dije antes esto hace que surja lo peor de mi personalidad. Temo, y esto se lo digo en la más absoluta confidencialidad, que el peso de la responsabilidad de velar por casi ochenta personas, algún día me haga caer en un pozo del cual ya no pueda surgir —dijo Fitz Roy con la resignación de los que se saben derrotados de antemano.