Читать книгу Potencia tu mente en 21 días - Giacomo Navone - Страница 10

2 APRENDER A APRENDER

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• Cómo evitar trampas y errores

• Los mejores ejemplos: los niños

• Características fundamentales para aprender bien y de buena gana

ERRORES MÁS COMUNES

A lo largo de nuestra vida, todos desarrollamos nuestro método de aprendizaje personal. Generalmente aprendemos de manera autónoma, basándonos en la experiencia directa. Casi nunca nos enseñan la mejor técnica, de modo que solemos adquirir una serie de hábitos totalmente improductivos.

Si bien no existe un método infalible, en el transcurso de nuestro trabajo hemos comprobado que quienes desean aprender eficazmente necesitan adquirir como primera habilidad —necesaria aunque no suficiente— la flexibilidad, mediante la cual podrán adaptar su propio enfoque y plasmarlo según los objetivos que se propongan alcanzar, la tipología de prueba que vayan a realizar y los distintos temas de estudio. Por decirlo de un modo sintético: cada uno debe actuar según los resultados que pretenda obtener.

Hoy en día, el método más difundido para aprender es uno de los menos productivos: leer y repetir. Hay pocas actividades más aburridas y frustrantes. Si bien en las escuelas de primaria la carga de trabajo lo permite, lo cierto es que el aumento de la cantidad y la complejidad de las informaciones pone de manifiesto la necesidad urgente de encontrar un sistema más eficiente.

La falta de una metodología idónea nos lleva a cometer errores muy difundidos, como, por ejemplo, subrayar durante la primera lectura, señalar demasiadas informaciones, resumir por escrito un texto «copiando y pegando» las frases más importantes, leer y repetir mecánicamente de manera pasiva, estudiar demasiado rato sin hacer pausas, etc. A estos errores, que podemos calificar como «técnicos», se añaden otros vinculados a la actitud mental.

En la escuela no nos enseñan lo siguiente:

1. Gestión del tiempo.

2. Definición y persecución de objetivos.

3. Continuidad en la concentración.

4. Disciplina.

5. Automotivación.

6. Autoestima.

7. Gestión de la emotividad.

Este libro te enseña a eliminar de tu método de estudio todos los hábitos improductivos y a sustituirlos de inmediato por estrategias y técnicas que son fruto de años de investigación en el campo del aprendizaje eficaz.

EL ENFOQUE ADECUADO

¡No tengas miedo! Aprender es mucho más fácil de lo que parece. Todas las investigaciones realizadas con el fin de comprender el funcionamiento del cerebro humano en el aprendizaje han ido creando un «manual de instrucciones» detallado y preciso. Es más fácil obtener resultados de cualquier dispositivo cuando sabemos cómo funciona que cuando debemos ir probando. Con todo, para conseguir un resultado no basta con saber lo que tenemos que hacer, es necesario tener ganas de hacerlo. Eso significa que existen al menos dos parámetros imprescindibles: técnica y motivación.

Piensa en el deporte y considera la importancia que tiene en este ámbito gestionar lo mejor posible la emotividad trabajando en las aspiraciones, los sueños, los estímulos que impulsan al ser humano a buscar la excelencia. Lo que distingue a un buen jugador de un campeón no es la mera capacidad técnica, sino el modo en que la utiliza. Y, entre los grandes campeones, algunos han tenido una vida llena de éxitos y otros han sido estrellas fugaces, han desaparecido en poco tiempo.

En el aprendizaje,

como en la mayoría de las actividades humanas,

el 80%, del resultado se debe

al factor motivacional y a la actitud

y el 20%, a las técnicas.

Y surge espontáneamente esta pregunta:

¿Cuál es la actitud más funcional para obtener los mejores resultados en este ámbito?

La respuesta más correcta nos la indica quien logra los mejores resultados en el aprendizaje: el niño. Está demostrado que todo ser humano, durante su desarrollo en el cuerpo materno, utiliza del 90 al 95% de sus potencialidades para crecer. En esta fase de la vida, la mente humana está muy bien aprovechada.

TOMAR EJEMPLO DE LOS MEJORES

«Si deseamos cambiar algo en el niño, antes deberíamos examinarlo bien y comprobar si no es más bien algo que deberíamos cambiar en nosotros», decía Carl Jung. Desde que nacemos hasta los cuatro o cinco años, conocemos el máximo esplendor en cuanto a plasticidad de la mente y capacidad de aprendizaje. Se calcula que aprendemos más cosas durante los tres primeros años que en el resto de nuestra vida. Por desgracia, al llegar a los siete años no utilizamos más del 10% de nuestro potencial. Ello sucede a causa de la progresiva estratificación de esquemas y reglas, que limitan la libertad de la mente para ejercitar su plasticidad natural al producir nuevas redes neuronales, a diferencia de cuanto ocurre durante los primeros años de vida. Así pues, deberíamos tomar ejemplo de los niños, tal como comprendió Pablo Picasso: «Todo niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo artista cuando se crece».

Basta con pensar en la facilidad con que un niño aprende varias lenguas a la vez. Pensemos en los hijos con padres de distintas nacionalidades: si el padre y la madre hablan en lenguas distintas con el pequeño, este le responderá espontáneamente a cada uno en su lengua. ¿Un adulto es capaz de hacer lo mismo? Desde luego que no. Le costará mucho más alejarse de su forma mentis y adquirir una nueva.

A menudo oímos decir que los niños aprenden sin dificultad porque son una tabula rasa. ¿Qué significa? ¿Quizá que aún no están llenos de nociones y es más fácil encontrar espacio vacío en su mente?

No, los niños no son contenedores.

Significa que poseen características naturales que con la edad cambian. Los niños no tienen prejuicios consigo mismos, ni con el mundo exterior, con los demás ni con todo cuanto representa una novedad. En su cabeza no hay rastro de pensamientos depotenciadores, ni de creencias que limiten sus potencialidades personales, ni de aquello que suponemos alcanzable. No existe el concepto de fracaso o de miedo al juicio que predispone al ser humano a equivocarse. Lleva razón Paulo Coelho cuando afirma que «un niño siempre puede enseñarle tres cosas a un adulto: a estar contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a perseguir con todas sus fuerzas lo que desea».

Si dejamos aflorar la parte infantil que a veces mantenemos medio dormida o acallada, pero que jamás desaparece del todo, será más fácil redescubrir las cualidades que nos han permitido andar, hablar, pensar, interaccionar, elegir, decidir y actuar.

UN JUEGO DE NIÑOS

Intenta imaginar a un niño de un año jugando en el salón. Intuimos que lo que hace lo absorbe por completo, pues los niños poseen una capacidad innata para aislarse del mundo y centrarse de lleno en lo que están haciendo.

La primera técnica de aprendizaje será una técnica de relajación y concentración, gracias a la cual aprendemos a relajarnos física y mentalmente entrando en una fase de vigilia relajada ideal para aprender (véase el cap. 3).

Otra característica congénita en el niño es la capacidad de hacerlo divirtiéndose. Está científicamente comprobado que si nos divertimos, nuestras capacidades sensoriales se estimulan de un modo relevante y el cerebro registra con mayor facilidad cuanto vivimos. Además, una de las características peculiares de la memoria es su vínculo con las emociones; a nadie le cuesta acordarse de un episodio de su vida en el que se divirtió muchísimo, y tampoco es necesario repetir mentalmente ciertos hechos para fijarlos en la memoria. No hay nexo más duradero que las emociones para imprimir los recuerdos durante mucho tiempo.

Pese a ello, el método tradicional prescribe el uso de la repetición. Paradójicamente, el instrumento más utilizado para recordar es el que menos aprovecha una de las características principales de la memoria.

El niño nos sugiere otra característica fundamental y muy importante en el aprendizaje. Imagínalo con un juguete en la mano. Ves que tiene ganas de descubrirlo, de entender cómo funciona, de mirarlo desde todos los puntos de vista, incluido el interior. Y tiene la misma actitud frente al mundo que lo rodea. La proverbial curiosidad de los primates no podía ser ajena a la naturaleza del ser humano. La curiosidad de los niños se expresa al máximo en esa fase de la vida llamada «del porqué». Quien la ha sufrido sabe muy bien que ciertas preguntas son muy insistentes y pueden crear dificultades. Preguntarse el porqué de las cosas representa un estímulo para buscar y descubrir, para aprender a elevarse. Einstein decía que «la curiosidad es la antesala de la inteligencia».

La mayoría de las personas que se aproximan a las técnicas de aprendizaje poseen dicha característica, esencial para mantener viva la atención, para cruzar siempre nuevos límites y llegar a incesantes y extraordinarios descubrimientos, que nos dejan maravillados de nuestras propias capacidades. Si nos preparamos para enfrentarnos a un texto, un informe o un curso con un espíritu de descubrimiento, será más fácil librarnos de la sensación de anquilosamiento que nos embarga cuando aceptamos pasivamente la idea de tener que estudiar.

Otra característica fundamental del niño es la creatividad. Sin duda, adoptar puntos de vista innovadores y originales sin quedar aprisionado en los esquemas preexistentes, así como acceder al tipo de curiosidad que más aproxima al hombre a su parte divina con gran desenvoltura y sin esfuerzo, son habilidades que se les reconocen a los creativos (también en el aspecto económico). La elasticidad mental, la capacidad de crear nuevos vínculos aparentemente inexistentes, de utilizar de manera innovadora sus conocimientos son aptitudes innatas que pueden ejercitarse a través de estímulos y ejercicios específicos (véase el cap. 9).

Por otra parte, un niño posee mucha confianza en sí mismo y en las personas que lo rodean, en particular en sus padres. También es necesario tener confianza en el aprendizaje, saber ponerse en manos de quien sabe cómo transmitir la capacidad de aprender y adoptar las técnicas y estrategias que contienen estas páginas. Además de confiar en las técnicas, lo más importante es fiarse de uno mismo. Gandhi enseñaba que «el hombre suele convertirse en lo que cree ser. Si insisto en que no puedo hacer algo, es posible que al final sea realmente incapaz de hacerlo. Por el contrario, si confío en poder hacerlo, sin duda adquiriré dicha capacidad, aunque al principio quizá no me fuera posible».

Desde luego, nadie está dispuesto a invertir una pizca de su energía o potencial en algo que considera imposible de alcanzar. Quien piense así no lo va a conseguir, y ello se deberá principalmente al hecho de que no lo ha intentado de verdad. Cuando creemos firmemente que podemos lograrlo y nos sentimos fuertemente motivados, las dificultades que encontramos a lo largo del camino no son obstáculos insalvables. De hecho, suelen convertirse en un motivo más para estar orgullosos de cuanto estamos dispuestos a hacer para alcanzar nuestro objetivo, y se transforman en retos, oportunidades para crecer y superar los límites. Cualquier persona con sentido común sabe que para obtener resultados extraordinarios deberá realizar un esfuerzo extraordinario.

Otra característica típica del niño es la tenacidad, las ganas de conseguirlo. Basta con pensar en un bebé que está aprendiendo a andar: no hay espacio en su mente para pensar algo como Creo que esto de andar no es lo mío, le pediré a mamá que me compre una silla de ruedas... El niño está decidido y solo hace dos cosas: cae y se levanta, y lo hace hasta que se tiene en pie. Después llega el momento de celebrarlo, porque un niño nunca olvida manifestar sin reservas su alegría cuando logra algo, sea pequeño o grande.

El niño posee la capacidad de expresar un enorme entusiasmo, que, como decía Bertrand Russell, «es a la vida lo mismo que el hambre a la comida», un recurso fundamental para conseguir resultados cada vez mejores y satisfacer plenamente nuestros sueños y aspiraciones.

DONES INNATOS Y NO INNATOS

Poseemos todas esas características maravillosas desde niños. Darnos cuenta de ello nos ayuda a expresarlas mejor junto con aquellas características que aprendemos al crecer: la programación, la racionalización de los recursos, la capacidad de superar nuestros límites y el ser exigentes con nosotros mismos. Debemos encontrar la confianza necesaria para ser mucho más que la suma de nuestras partes. Solo quienes lo consigan aprovecharán al máximo las enseñanzas que pueden extraerse de la lectura de este texto. Solo poniendo en tela de juicio lo que dábamos por cierto le dejaremos espacio a algo nuevo. Solo con una actitud mental positiva y con la mente abierta podremos dar el salto cualitativo que todos deseamos.

¿Cómo es posible aplicar todo esto al estudio?

Cambiando de método y esforzándonos. La respuesta está en la acción. Sin duda, al llegar al final del libro todo el mundo pensará que existe una manera de estudiar más eficaz y divertida. Pero solo quienes decidan pasar a la acción transformarán realmente sus objetivos en resultados.

La práctica es la madre de todas las habilidades, y quienes deseen obtener resultados deben tener en cuenta que la excelencia solo se alcanza mediante la ejercitación.

Potencia tu mente en 21 días

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