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Desventajas, limitaciones y críticas de la MBE

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Como es natural, hay quienes se oponen a esta tendencia en la práctica clínica. Al principio, el profesional de la salud puede pensar que se consume mucho tiempo en aplicar la MBE, pero al ejercer una disciplina de forma consciente y regular notará la adquisición de destrezas para su práctica. Por otra parte, el autoritarismo puede ser un obstáculo para cambiar criterios e implementar nuevas modalidades en el personal subalterno (medicina basada en la eminencia). Y una de las críticas contra la MBE es que siempre ha existido y que solo es un nombre nuevo.

Pero existen, además, errores de concepto sobre la MBE, como la presunción de que esta descarta cualquier práctica médica que no haya sido probada mediante estudios aleatorios controlados u otros tipos de estudio como el metanálisis y, asimismo, que se intenta convertir la práctica clínica en “recetas de cocina”, impidiendo así los esfuerzos de los clínicos por alcanzar un juicio propio en el cuidado individual de los pacientes. Ante esto, el profesional de la salud debe saber que la MBE no es dogmática: se acepta o no se aplica dependiendo del criterio del clínico, sumado a las condiciones propias de su paciente.

La tesis central de la MBE es la superioridad de la evidencia científica sobre la opinión. En realidad, ambas, evidencia y opinión, tienen sus limitaciones. En la primera puede haber carencia de validez interna o externa y en la segunda el juicio clínico o las creencias de los expertos pueden no estar bien documentados; se incluye aquí el uso selectivo de la evidencia por parte del experto (inadvertida o conscientemente), ya que dicha evidencia puede estar sujeta a sesgos que llevan a posiciones erróneas por influencias externas (conflicto de intereses, normas profesionales, expectativa de los pacientes, etc.).[1]

Una limitación, por su parte, tiene que ver con las guías de práctica clínica basadas en la evidencia; específicamente, el hecho de que a menudo no cambian la conducta en la práctica clínica. Muchos estudios indican que la promoción y difusión pasiva de estas guías, como su publicación en una revista médica, son poco efectivas para cambiar la conducta.

Straus y McAlister[6] publicaron un artículo donde hacen una valoración sistemática de las críticas más comunes a la MBE e identificaron tres limitaciones de esta para penetrar en el mundo de la clínica: a) la limitación de tiempo y recursos de los médicos, especialmente los encargados de atención primaria; b) la carencia de habilidades suficientes para comprender la complejidad de los resultados de investigación; y c) la MBE tiene dificultades para ser realmente efectiva más allá de las condiciones de los ensayos clínicos, especialmente en los procesos en los que la opinión de los pacientes es de vital importancia.[7]

Las guías de práctica clínica han demostrado ser efectivas cuando son acompañadas con estrategias implementadas en forma activa. Por ejemplo, los médicos no siempre aconsejan a sus pacientes que dejen de fumar, no ordenan una mamografía cuando la mujer la necesita o no prescriben inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina en pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva a pesar de que guías de múltiples organizaciones recomiendan estas prácticas. Más allá de qué hacer, los clínicos encuentran barreras actitudinales (resistencia al cambio) para aceptar la validez de las recomendaciones, así como barreras para implementarlas en forma operacional.

Medicina basada en la evidencia y análisis de diseños de investigación clínica

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