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Capítulo 5 Lluvia y morbo
ОглавлениеLuego de una noche en la que su sueño no había sido interrumpido absolutamente por nada, Alejandro se despertaba escuchando las gotas de lluvia que el viento estampaba sobre los vidrios de la ventana de su cuarto.
Abrazó a la almohada y se quedó por unos instantes tirado boja abajo, intentando acomodar a su miembro que se encontraba completamente erecto. Malena dormía a su lado, dándole la espalda y sin hacer ningún tipo de movimiento.
Alejandro giró su cuerpo y se acercó a ella, haciendo que su miembro chocara contra sus glúteos.
Tuvo el vago recuerdo de que, la noche anterior, Malena había intentado tener sexo, pero él ya se encontraba en un estado de adormecimiento que no le había permitido responder.
Sintió que su instinto salvaje lo invadía y que su pene necesitaba acción. Giró hacia su derecha para agarrar de la mesita de luz un frasco de lubricante para untar abundantemente su miembro y se posicionó nuevamente contra la espalda de Malena. Muy lentamente, le deslizó el bikini, hasta dejar descubierta su vagina.
Posicionó su glande contra los carnosos labios y sintiendo el calor que irradiaba ese pétalo rosado, comenzó a ejercer presión hasta penetrarla completamente.
–¡Ay, amor! –exclamó Malena, que permaneció en esa posición y con los ojos cerrados.
Alejandro solo dijo “Buenos días” y comenzó con un parejo ritmo de bombeo, disfrutando al sentir el roce de esos labios que acariciaban a su miembro, que entraba y salía, intercalando ritmos y profundidades.
Cruzó su brazo izquierdo bajo el cuerpo de Malena y con el derecho, terminó de abrazar su torso, apoyando la palma de cada mano sobre cada uno de sus pechos, intercalando masajes con pellizcos en la punta de sus pezones, logrando que Malena empezara a prenderse fuego y que comenzara a mover su pelvis como para ser penetrada más profundamente.
Con la intención de montarse sobre él, intentó girar, pero Alejandro, que la abrazaba por detrás, no permitó que se moviera. Era su momento de disfrute y estaba decidido a tener el dominio de la sesión.
Permaneció por unos cuantos minutos penetrándola en esa posición y percibiendo que Malena ya estaba en llamas, se la sacó, se arrodillo frente a ella, le levantó una de las piernas para dejarla apoyada sobre su hombro y en esa posición volvió a penetrarla, buscando el ángulo perfecto como para entrarle hasta con el último centímetro de su miembro y bombeándola de manera constante y cada vez más aceleradamente.
–Amaneciste enloquecido, me estás matando –exclamó Malena.
Era lo que le faltaba a Alejandro como para incrementar su estado de calentura.
Agarró una almohada y la puso detrás de la cola de Malena como para mantenerla más elevada y abriéndole ambas piernas, volvió a penetrarla, haciendo que sus bolas chocaron contra lo carnosos labios, no quedando centímetro de su miembro por fuera de su vagina.
Pasó ambos brazos por detrás de sus hombros, apoyando las palmas de sus manos sobre ellos, agarrándola de una manera en la que la mantenía inmovilizada y pudiéndole entrar a su antojo.
–Dame duro, dame pija –comenzó a gritar Malena, sin acobardarse y siempre dispuesta a ir por más, aunque sentía que Alejandro, literalmente la estaba desarmando.
Ciertamente, la diferencia entre sus físicos era notoria. Más allá de que ella tuviese un físico trabajado y armonioso, con buenos pechos y linda cola, con su metro cincuenta y nueve, nada podía hacer al lado del metro ochenta y cinco de Alejandro, que además de tener el físico trabajado, portaba un miembro de una dimensión que superaba al promedio.
Alejandro se incorporó nuevamente, la dio vuelta, dejándola boca abajo y se tiró sobre ella para penetrarla en esa posición.
Malena hundió su cara sobre el colchón al sentir como el miembro de su hombre la taladraba intensa y profundamente. El hecho de sentirse atrapada, le generaba una sensación ambigua de desesperación y de calentura extrema.
Luego de treinta segundos de permanentes embestidas, Alejandro perdió el control sobre su eyaculación y acompañado por un grito que pareció eterno, comenzó a largar leche, dejando su carga dentro de la vagina de Malena
No era lo habitual, y a pesar de que había disfrutado del coito, Malena no había llegado a experimentar un orgasmo, tema que no le preocupaba demasiado, porque sabía que tendría lo suyo durante el resto del día.
Aquiles giró y quedó acostado a su lado boca arriba. Malena se le tiró encima y lo besó.
–¡Como amanecimos! –exclamó.
–Tremendo… me desperté con el amigo duro como roca y con ganas de acción –dijo Alejandro.
–Bien que anoche no me diste bola –dijo Malena.
–Realmente fue una semana de dormir poco, más el estrés que me genera el viajar en avión y a eso súmale el ejercicio que me hiciste hacer bajo la ducha en cuanto llegaste. Necesitaba dormir y reponer energías –dijo Alejandro.
–¿Qué hora es? –preguntó Malena.
Alejandro extendió el brazo para tocar el despertador que proyectó la imagen sobre el cielorraso. Eran las once de la mañana y la lluvia continuaba cayendo; no daban ganas de moverse de la cama.
Alejandro se incorporó, se puso el bóxer, fue al baño a orinar y a higienizarse, se cepilló los dientes y regresó al dormitorio; se puso la remera de mangas largas y levantó el blackout.
–Si querés, quédate en la cama que preparo el desayuno y te lo traigo –dijo, caminando hacia la cocina.
–No, no… ya me levanto y voy para allá –dijo Malena, que se incorporó, se puso la bata y se metió en el baño, cerrando la puerta.
Alejandro fue a la cocina, puso a tostar cuatro rebanadas de pan con semillas, preparó café, agarró de la heladera un pack de jugo de naranja, leche que puso a calentar en un jarito, queso untable y mermelada. Preparó todo lo necesario sobre una bandeja que dejó sobre la mesa del comedor, que estaba pegada al ventanal que daba a la terraza.
Malena apareció con el cabello húmedo, señal de que acababa de darse una ducha y se sentó mirando de frente hacia el exterior.
Alejandro se aproximó cargando el café y la leche que sirvió en ambas tazas y se sentó en la cabecera de la mesa.
–Ni intenciones de parar –dijo, haciendo referencia a la lluvia.
–Eso parece –dijo Malena.
–Tarde de películas y de series –dijo Alejandro.
–También de sexo –dijo Malena.
–También… – si tenés ganas, quizá podríamos ir a almorzar por acá cerca –dijo Alejandro.
–Podríamos –dijo Malena.
Terminaron de disfrutar del desayuno y mientras que Malena lavaba las cosas que habían utilizado a la noche y durante el desayuno, Alejandro comenzó a sacar de su valija y de su mochila la ropa que debía meter en el lavarropas, llevando el resto hacia el vestidor, donde puso cada cosa en su lugar.
La madre naturaleza llamaba, por lo que se metió en el baño y aprovechó para darse una rápida ducha pos sexo.
Regresó al estar y vió que Malena estaba escuchando música tirada sobre un sillón y con los ojos cerrados.
Le resultaba una mujer atractiva y más allá de la diferencia de edad que había entre ellos, la quería y disfrutaba de su compañía. Pensó en que era una lástima que no fuese la persona indicada como para proyectarse a futuro. Aun con su apertura mental, evidentemente no podía esquivar el estigma impuesto por la cultura machista, y no imaginaba como podía armar una familia con una mujer que le había metido casi de prepo a otro tipo en la cama como para que hicieran un trio.
En verdad, el tema no pasaba por el hecho de haber hecho un trio, sino que por la forma en la que se había dado. Como lo había hablado alguna vez con Aquiles, una cosa era hacerlo de mutuo acuerdo, como para explorar otra veta de la sexualidad y cuando la pareja ya estaba constituida, y otra era el hacerlo sin acuerdo previo, sin haberlo hablado y con alguien con quien siquiera se estaba conviviendo.
Probablemente, fuese parte de su mentalidad pacata que aún mantenía escondida en algún rincón, pero el hecho es que era lo que le sucedía.
No supo bien por qué, pero tuvo la repentina sensación de que debía comenzar a poner los pies sobre la tierra y comenzar a buscar a la persona indicada como para formar la familia que algún día proyectaba tener, más allá de que esa idea se estrellara contra su filosofía de que las cosas deberían suceder y fluir sin que fuesen buscadas. No se trataba simplemente de ponerse en modo “busco novia” como para encontrar a la persona adecuada.
Se acercó a Malena, le dio un beso y se sentó a su lado. Permanecieron por un largo rato escuchando música, con la lluvia como sonido de fondo.
Alejandro agarró el celular que había dejado a la noche sobre la mesa del estar y vio que tenía varios mensajes de su grupo de amigos.
Los cuatro estaban con la idea de organizar una reunión y si bien él tenía ganas de verlos, a menos de que Malena le dijese que tenía que irse por algún motivo, no sería el quien la fuese a despachar, por lo que les contestó que desde anoche estaba con ella y que probablemente se quedaría hasta el domingo o quizá, hasta el lunes.
Respondió a un mensaje que le había enviado su madre y luego le escribió a Facundo, diciéndole que debía contarle algo, tras lo que volvió a dejar el celular sobre la mesa.
Un sonido indicaba la llegada de un mensaje. No iba a leerlo, pero miró de reojo la notificación y vio que era de Facundo, por lo que agarró nuevamente el teléfono.
–¿Algo que sucedió durante el viaje? –preguntaba Facundo.
–Si –respondió Alejandro.
–Garchaste con tu jefe –dijo Facundo directo y sin dar vueltas.
–No exactamente, pero viene por ahí, después te cuento –escribió Alejandro.
–OK –escribió Facundo.
–¿Bajamos a respirar un poco de aire fresco y almorzamos en el barcito de acá a la vuelta? –propuso Alejandro.
–Dale, vamos –dijo Malena.
Fueron al dormitorio para vestirse, se pusieron bufandas, camperas y antes de salir, agarraron los paraguas del paragüero que estaba al lado de la puerta.
La lluvia había menguado bastante, aunque el frio viento del sur hacia dificultosa la tarea de mantener los paraguas abiertos y derechos.
Caminaron hasta el bar y dadas las condiciones climáticas, tuvieron mesas disponibles como para elegir, por lo que se sentaron al lado de un ventanal.
Pidieron canelones de ricota y de espinaca con salsa de tomates, que acompañaron con vino tinto y de postre, flan con crema, combinación explosiva como para disfrutar de una buena siesta.
Permanecieron en el bar por aproximadamente una hora y media; se levantaron y caminaron de regreso hacia el edificio. Tras cruzar algunas palabras amigables con el personal de seguridad, ingresaron y subieron al ascensor sin cruzarse con absolutamente nadie.
Ingresaron al departamento y tras dejar los paraguas, quitarse las camperas y las zapatillas, Alejandro caminó hacia el vestidor para sacarse el jean y ponerse nuevamente el jogging, tras lo que fue directo a la cocina para preparar un rico café, mientras que Malena iba al baño y regresaba para tirarse nuevamente sobre un sillón y encender la televisión.
Alejandro regresaba con una bandeja que dejó sobre la mesa ratona y se sentó junto a Malena. Para acompañar al café, había puesto sobre un plato una variedad de chocolates comprados en el sur.
Permanecieron el resto de la tarde tirados en el sillón, viendo películas, series y quedándose de a ratos dormidos.
Cerca de las cinco, Malena se despertó y vio que Alejandro dormía profundamente. Lo miró de arriba abajo y, aunque estuvo tentada por meterle la mano por debajo del pantalón para comenzar a jugar con su miembro, le dio lastima sacarlo de su placido descanso y se levantó para llevar la bandeja a la cocina, donde se preparó otro rico café.
Alejandro la sorprendió abrazándola por detrás, haciéndole sentir un espontaneo escalofrío. Malena giró y se comieron dulcemente la boca.
Pudo percibir el sabor del dulce chocolate que se mezclaba con el delicioso café que acababa de tomar.
Estimulada por el sabroso beso y con la calentura que aún tenía encima al no haber alcanzado un orgasmo durante el encuentro matutino, bajó el cierre del buzo de Alejandro y se lo quitó, dejándolo tirado en el piso. Agarró la cintura de su remera y la levantó, para comenzar a recorrerle con la lengua su pecho cubierto de vellos. Continuó descendiendo y sin que Alejandro dijese nada, se arrodillo en el piso y le bajó la cintura del jogging y del bóxer simultáneamente, dejando al descubierto y frente de su cara, el carnoso miembro que aún estaba muerto.
Sin agarrarlo con las manos, comenzó a jugar con sus labios en torno a él, sintiendo como lentamente comenzaba a erectarse. Lo introdujo en su boca y comenzó a mamárselo de una manera espectacular, logrando que se pusiera duro como estaca.
Alejandro apoyó las palmas de ambas manos sobre la mesada y se concentró en disfrutar del placer que Malena le estaba regalando. Sintió que Malena dejaba su miembro y que comenzaba a lamerle las bolas, una a una, para luego volver a concentrarse en su miembro.
Sí que lo estaba haciendo gozar.
Malena se incorporó, le subió la cintura del bóxer y del pantalón y agarrándolo de la mano, lo invitó para que fuesen al dormitorio.
Al llegar al lado de la cama, poniéndole ambas manos sobre el pecho, lo empujó, haciendo que la parte posterior de las piernas de Alejandro chocaran contra el colchón, logrando que quedase sentado sobre la cama.
Malena agarró nuevamente la cintura del jogging y del bóxer, que comenzó a deslizarlos hacia abajo. Alejandro levantó su cola para permitir que se los quitara. Luego le sacó las medias y comenzó a desvestirse.
Alejandro se recostó boca arriba, como entregándose para que ella satisficiera sus deseos y sus necesidades.
Malena se subió a la cama y comenzó a recorrerle el cuerpo con la lengua. Sintió que estaba completamente mojada y necesitaba llegar rápidamente al cielo, por lo que se sentó con las piernas abiertas a la altura de la pelvis de Alejandro y sin más rodeos, agarró su duro miembro para comenzar a introducírselo hasta el fondo.
Comenzó a cabalgarlo de una manera cada vez más intensa, gimiendo y moviendo su cabeza de un lado al otro, acercando su torso a la boca de Alejandro, con la intención de que le comiera ambos pechos.
Alejandro la mantenía agarrada de los glúteos con ambas manos, intentando manejar los ritmos como para encontrar su propio punto de placer, pero Malena parecía descontrolada y claramente estaba manejando los movimientos a su antojo.
Alejandro extendió un brazo para llegar al cajón de la mesa de luz, y al tanteo, agarró el frasco de gel lubricante y un dildo de pequeñas dimensiones, que untó generosamente con lubricante y acercó al ano de Malena, para comenzar a jugar, moviéndolo lentamente y ejerciendo cada vez un poco más de presión, sin que ella hiciera comentario alguno, aunque percibiendo que había entrado en un estado de placer que la descontrolaba.
Estimulado por la situación, percibió que su miembro parecía un garrote de mármol y que no tardaría demasiado en eyacular, por lo que intentó pensar en otra cosa como para demorar ese momento.
Estiró sus brazos y ejerciendo un poco más de presión, logró que el dildo comenzara a penetrar a Malena, que emitió un gemido y pegó un grito ahogado, haciendo que Alejandro se quedase quieto.
–Más, más, seguí… –dijo Malena con voz entrecortada, animándolo para que continuara jugando.
Sabiendo que tenía luz verde, se lo introdujo más profundamente, provocando que, en pocos segundos, Malena lograra que los fuegos artificiales empezaran a estallar, mientras que comenzaba a golpearlo en el pecho con ambas manos, como no sabiendo por donde más poder descargar la energía que la desbordaba.
Malena se quedó quieta, como intentando recuperarse, pero a Alejandro le provocaba extremo morbo el poder llevarla a ese punto de descontrol, disfrutaba enormemente el verla perder el control y no la iba a liberarla así nomás. Continuando con la doble penetración, comenzó a mover su pelvis, elevándola y bajándola para entrarle lentamente, sacando su miembro hasta que solo la punta del glande quedara dentro, para luego volver a penetrarla hasta que sus bolas hicieran tope contra los labios de su vagina.
Simultáneamente, hacía el mismo trabajo con el dildo, manejándolo con cuidado y con mucha lentitud, metiéndoselo y sacándoselo, mientras que sentía el cuerpo de Malena que comenzaba a temblar, en medio de un nuevo orgasmo descontrolado, que parecía no tener fin.
–Basta amor, basta, me voy a morir –susurró Malena, sin aire y ya sin fuerzas.
Alejandro le sacó el dildo, que dejó apoyado en el papel que había sobre la mesa de luz y se concentró en su propio placer, buscando que la profundidad de la penetración fuese la correcta como para hacerlo sentir el mayor placer posible.
No tardó mucho en percibir que su energía estaba al tope y que necesitaba ser liberada de manera inmediata. En pocos minutos, estaba llegando a un delicioso orgasmo, que obtuvo en el preciso momento en el que eyaculó.
Malena giró y quedó tirada boca arriba, inmóvil, como si estuviese desmayada.
Alejandro permaneció tirado boca arriba, pensando en ese “Basta amor” que acababa de pronunciar Malena. Jamás se habían tratado de esa manera y no recordaba que ella alguna vez hubiese utilizado la palabra “Amor” para dirigirse a él.
Súbitamente, Malena se incorporó, ingresó al baño cerrando la puerta detrás de ella. A los pocos minutos, Alejandro escuchó el ruido del agua, señal de que nuevamente se estaba duchando.
Permaneció tendido plácidamente en la cama, distendido, viendo a través de la ventana como la invernal lluvia continuaba cayendo sobre la ciudad.