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Capítulo 1 El regreso
ОглавлениеA pesar de la fría noche de invierno que abrazaba a la ciudad, y que daba fin a otra semana laboral, las calles se encontraban con abundante tráfico, lo que no era de extrañarse, ya que, transcurriendo los primeros minutos del sábado, era de imaginar que la gente saliese a disfrutar del comienzo del fin de semana.
Al no haber despachado equipaje, Aquiles no tuvo que esperar frente a las cintas para recogerlo, no obstante, entre el tiempo que le había llevado desembarcar del avión, más la espera del auto que lo transportaría hacia su departamento, habían transcurrido los pocos minutos que quedaba del viernes.
Estando en Ushuaia y previo a embarcar, sabiendo que llegaría bien tarde, había contactado a Marina para decirle que no lo esperase para cenar. Ya en Buenos Aires, yendo hacia el auto, la había llamado nuevamente para avisarle que había desembarcado y que estaba en camino.
Sobre el río, los relámpagos continuaban iluminando el oscuro horizonte y a medida que las densas nubes avanzaban hacia el continente, comenzaban a teñirse de rosa oscuro, producto de las luces de la gran ciudad que se reflejaban sobre ellas.
El movimiento de las copas de los árboles que flanqueaban a la Avenida Costanera, dejaban entrever que el viento había comenzado a rotar y que empezaba a soplar con mayor intensidad desde el sureste, por lo que, sin duda alguna, junto con la tormenta que se avecinaba, sería el inicio de una sudestada y de un notorio descenso de la temperatura.
–Parece que se viene y que va a hacer mucho frío este fin de semana –dijo el conductor, haciendo referencia a la tormenta que se avecinaba y al descenso de la temperatura, que ya comenzaba a hacerse sentir.
–Eso parece… estate atento a las noticias por si llega a granizar –respondió Aquiles, consultando una aplicación sobre pronóstico del clima que tenía instalada en su celular y recordando una tormenta con abundante caída de granizo que había golpeado fundamentalmente a la zona norte de Buenos Aires hacía ya unos cuantos años y que había provocado innumerables daños materiales en viviendas y en automóviles; el suyo había sido justamente uno de los afectador.
Un mensaje de WhatsApp entraba en su celular. Era de Alejandro diciéndole “Que tengas una linda noche…”
Aquiles sabía que Alejandro aún debería estar en el auto que lo estaba trasladando a su departamento y aunque el mensaje le resultó extraño, pensó que, probablemente, se tratase de un simple gesto de cortesía y nada más que eso.
A pesar de la experiencia vivida hacía apenas unas horas, sobre la que aún no había pensado demasiado y mucho menos había podido digerir, prefirió no enroscarse con el tema y decidió dejarlo ahí, por lo que simplemente respondió “Gracias, lo mismo para vos…”
Aprovechó para enviar un mensaje al grupo de fútbol, avisando que este sábado no iría, aunque pensó que, por como pintaba el clima, probablemente el partido se cancelaría. Casi simultáneamente, aparecía un mensaje de Alejandro avisando que él tampoco iría.
Marcos respondió con el emoji del hombre levantando ambos brazos como diciendo “que se le va a hacer,” Félix y Alfredo enviaron un pulgar para arriba, Facundo enviaba el del hombre tapándose la cara con una mano, como gesto de “qué problema,” Adrián envió un pulgar de aprobación y preguntaba si aún estaban en Ushuaia, el resto enviaron pulgares de aprobación, como dándose por enterados.
Aquiles le envió un mensaje privado a Adrián, contándole que ya había regresado y que estaba en camino hacia su departamento.
–Que hacés querido –escribió Aquiles.
–Por acá todo bien ¿cómo les fue? –preguntó Adrián.
–Bien, por suerte todo salió mejor de lo esperado –respondió Aquiles.
–Genial… ¿algo más para contar? –preguntó Adrián.
–Juicio terminado, una cena en una estancia increíble, una excursión por el Canal de Beagle… todo bien –escribió Aquiles, que sabía perfectamente hacia donde apuntaba la pregunta de Adrián.
–Ok, ¿nada más? –insistió Adrián.
–Ya te voy a contar… si hay ganas, quizá podríamos vernos a la noche o el domingo –respondió Aquiles.
–Dale, vamos viendo… yo también te tengo que contar algo medio loco que me sucedió, abrazo –escribió Adrián, dando por terminada la conversación y dejando a Aquiles intrigado.
La pantalla del celular se apagó; Aquiles giró su cabeza y permaneció en silencio, mientras que observaba a través de la ventana como los rayos serpenteaban sobre el horizonte, quebrando la profunda oscuridad que envolvía al río.
Estaba contento por regresar a su hogar y a pesar de haber dormido pocas horas, se sentía de buen humor, probablemente, en eso habían ayudado el par de horas durante las que había dormitado arriba del avión.
Tras haber cruzado el límite que dividía a la Ciudad de Buenos Aires con las zonas suburbanas, siguiendo las indicaciones de Aquiles, el conductor ubicó el auto en una dársena de la avenida para poder girar hacia su izquierda y en pocos minutos, estacionaban justo frente a la puerta del edificio. Ambos descendieron y fueron hacia la parte trasera para abrir el portaequipaje; Aquiles abonó el viaje, tomó sus pertenencias y luego de saludar al conductor, se dirigió hacia el accedo del edificio, donde lo aguardaba el personal de seguridad, que cortésmente le abría la puerta de vidrio. Saludó amablemente y se dirigió hacia el ascensor que estaba detenido en planta baja.
Ingresó al departamento y luego de dejar llaves y billetera sobre el mueble del acceso, dejó el equipaje, apoyó la funda con el traje sobre una banqueta y se acercó al sillón en el que estaba tirada Marina, a quien abrazó y besó.
–Hola amor –dijo Aquiles.
–Hola, te extrañamos… que cara fría –dijo Marina, con una sonrisa dibujada en su rostro.
–Sí, está haciendo mucho frío y viene tormenta –respondió Aquiles.
–Sí, escuché que va a haber mal tiempo durante todo el fin de semana… –dijo Marina, que preguntó– ¿viajaron bien?
–Sí, muy bien, lindo vuelo, tranquilo… la verdad es que, al despegar ya era de noche y luego de que sirvieron el snack, me quedé profundamente dormido. Me desperté una media hora antes de aterrizar; anoche nos acostamos tarde y fue por eso que perdimos el vuelo de la mañana –dijo Aquiles.
–Ah, entonces algo descansaste –dijo Marina.
–Sí, algo… por acá ¿todo bien?, ¿el bebé?, ¿cenaste? –preguntó Aquiles.
–Todo en orden, el bebé tanqui… Sí, ya cené; te dejé en el grill unas porciones de pizza por si querés comer, o no sé si primero preferís darte una ducha –dijo Marina.
–Me voy a duchar antes de ir a la cama. Estoy muerto de hambre; llevó la valija y la mochila al lavadero y mañana saco la ropa. Traigo la comida acá así no te levantas y conversamos un rato –dijo Aquiles.
–Ok, como quieras –dijo Marina.
Aquiles se incorporó, agarró la funda conteniendo el traje para llevarlo al vestidor y regresó a buscar la valija para llevarla al lavadero. Sirvió vino en una copa, agarró de dentro del grill tres porciones de pizza que aún estaban calientes, las puso sobre un plato y regresó al estar.
–Ahora sí –dijo Aquiles, que se sentó al lado de Marina, se quitó el calzado, apoyó los pies sobre la mesa ratona y comenzó a saborear las porciones de pizza.
–¿Que sucedió finalmente con el juicio? –preguntó Marina.
–Algo te comenté, pero el resumen es que los tipos recibieron una oferta de compra de una multinacional, por lo que deben estar limpios, sin arrastrar litigios legales ni problemas fiscales, por lo que, después de tanto tiempo de litigar, decidieron llegar a un acuerdo extrajudicial como para cerrar todo lo más rápidamente posible –dijo Aquiles, haciendo una síntesis de la situación.
–Ah, que loco… ¿y cómo sigue el tema? –preguntó Marina.
–Luego de haber hablado con nuestro cliente y de tener su aprobación, Alejandro tuvo que presentar unos documentos en el juzgado como para cancelar el tema judicial, pero la verdad es que no tengo muy claro como continúa. Imagino que él y Marcos deberán manejar esa parte y en todo caso, yo deberé participar si es que fuese necesario cerrar con algún tema contable, cosas que seguramente sucederá. –respondió Aquiles.
–Que desperdicio de dinero –dijo Marina.
–Sí, mucho… de todas maneras, esta gente ve las cosas desde otra perspectiva, viven en un universo paralelo y manejan números que a uno le resultan increíbles. –dijo Aquiles.
–¿Linda la casa? –preguntó Marina.
–Huf… ¡Hermosa!, similar a esas propiedades que se ven en las películas, enorme… de estilo Victoriano, con todas las comodidades de la vida moderna y en medio de no sé qué cantidad de hectáreas –dijo Aquiles.
–¡Qué lindo!, ¿alguna foto? –preguntó Marina.
–No, tuve ganas, pero me pareció que no quedaría muy profesional estar sacando fotos como un pajuerano y que alguien pudiese verme, por lo que no saqué. De hecho, me tentó enormemente la idea de hacerlo para mandárselas a Marcos con la intención de que viera donde estábamos y como estaba servida la mesa. –dijo Aquiles riendo.
–Huy, con lo celoso que es, creo que Marcos se tomaba el primer avión –dijo Marina riendo.
–La verdad es que jamás había estado en una cena presentada de esa manera dentro de una casa familiar. –dijo Aquiles.
–¿Cómo se llama la familia? –preguntó Marina.
–Evans, se llaman Evans. El que actualmente maneja el holding se llama George, George Evans –dijo Aquiles.
–Suena muy inglés –dijo Marina.
–Sí, familia inglesa. De hecho, mientras nos llevaba de regreso al hotel, el chofer nos contó que la casa había sido construida por el abuelo de George, un tal John Evans, que había traído los materiales desde Inglaterra. Otras épocas, otras costumbres y obviamente, poseedores de una gran fortuna –dijo Aquiles.
–¿A que se dedican concretamente? –preguntó Marina.
–A que no se dedican… –respondió Aquiles, agregando– en Tierra del fuego, fundamentalmente a la cría de ganado ovino y bovino, pero también están en el tema minería, petróleo, energía en general y ensamblado de componentes electrónicos… están metidos en docenas de negocios; pero viste como es el mundo, siempre hay uno que la tiene más larga y el pez grande termina comiéndose al pez chico –respondió Aquiles.
–Y yo que pensaba que eras vos el que la tenía más larga –dijo Marina, sonriendo y apoyándole una mano sobre el paquete.
Aquiles solo sonrió.
–Bueno, linda experiencia y fenomenal contacto –dijo Marina.
–Sí, buen contacto y toda una experiencia –respondió Aquiles, pensando inevitablemente en lo que había sucedido luego en el hotel, más allá de que no hubiese sido una situación provocada por él.
–¿Y vos que hiciste? –preguntó Aquiles.
–Semana muy tranquila, por lo que me quedé trabajando acá y sin demasiado por hacer; aprovechando que no había nadie en el edificio, bajé un par de veces a nadar –dijo Marina.
–Bien… va, con respecto a lo del trabajo no sé si es bueno o si es malo lo que me contás –dijo Aquiles.
–Trabajo tenemos, así que todo bien, solo que hay algunas cosas que ya están encaminadas y existen otras en las que aún no hace falta invertir mucho tiempo –respondió Marina.
–Bueno, me alegro… quizá luego del nacimiento podamos ir por la casa –dijo Aquiles, haciendo referencia a mudarse finalmente a un Barrio privado.
–Hoy tenés fútbol –dijo Marina.
–Sí, pero ya avisé que no iba; de todas maneras, si llueve se suspende –dijo Aquiles, que, mirando hacia afuera, pudo observar como comenzaban a caer algunas gotas.
Terminó con su cena y con su copa de vino y permanecieron por un rato tirados en el sillón, viendo el final de la película que estaba mirando Marina.
–Vamos a la cama –dijo Marina.
–Dale, andá yendo que me doy una ducha rápida y enseguida voy –respondió Aquiles.
Ambos se incorporaron, Marina fue al baño y luego se dirigió directo a la cama, mientras que Aquiles se dirigió hacia la cocina, dejó el plato y la copa dentro del lavabo; abrió el freezer y encontró un pote de helado, agarró una cuchara de postre y permaneciendo parado, con la cola apoyada contra la mesada, comenzó a degustarlo.
Guardó el helado y fue hacia el baño, se quitó la ropa que dejó dentro del lavabo y se metió bajo la lluvia de agua templada.
Si bien el hotel en el que se habían hospedado era confortable y todo funcionaba a la perfección, pensó “nada como regresar a casa y utilizar el baño propio.”
Cerró las llaves de agua, se secó y se higienizó los dientes. Desnudo como estaba, agarró la pila de ropa que había dejado en el lavabo y fue hacia el lavadero para meter todo dentro del lavarropas, con excepción del sweater, que dejó colgado en un tender. Sintió que la temperatura en el departamento estaba algo elevada, por lo que abrió el mueble que escondía a la caldera y la bajó al mínimo, luego se dirigió hacia la habitación, seguro de que Marina lo estaría aguardando para tener una noche de sexo. Hizo memoria y recordó que la última vez que habían cojido, había sido en la mañana del martes previo al viaje.
Ingresó a la habitación y para su sorpresa, vio que Marina ya estaba dormida y que no se movía, por lo que se metió en la cama lentamente, intentando no despertarla.
Apagó la luz de su velador y se recostó boca abajo, abrazando la almohada y seguro de que, luego de una semana de haber acumulado tensión, en pocos minutos caería dormido, pero no pudo conciliar el sueño.
Dio media vuelta, quedando recostado de espaldas y con ambos brazos por fuera de las sabanas. Sintió como las gotas, que, empujadas por el fuerte viento, golpeaban contra la persiana que había quedado a medio bajar y como el sonido de los truenos era cada vez más frecuente e intenso.
Súbitamente, vino a su mente la imagen de Alejandro junto a Malena, e imaginó que, seguramente, deberían estar en su departamento garchando como dos animales salvajes, más allá de que Alejandro le había dicho que no sabía si Malena iría a pasar la noche con él.
Inevitablemente, comenzaron a volar por su mente las imágenes de lo acontecido en la habitación del hotel durante la madrugada del viernes al regresar de la cena en la estancia de los Evans.
Más allá de lo movilizador que podía resultarle todo lo sucedido, se le ocurrió pensar en cual podía haber sido el motivo por el que Alejandro se había detenido ahí y no había intentado ir por más… Si se había animado a meterse dentro de su cama para terminar haciendo lo que finalmente habían hecho, ¿por qué no había intentado que existiese penetración? Pensó en cuál podría haber sido su reacción ante ese intento.
Si bien se trataba de un episodio reciente, la realidad era que, reposando en su cama, con la mente fría y ya lejos de haber sido sorprendido por la inesperada arremetida de Alejandro y del posterior estado de calentura, era previsible pensar que, seguramente, ese hubiese sido el límite y que no lo hubiese dejado avanzar, aunque la realidad era que, previo a lo sucedido, tampoco hubiese imaginado que algún día fuese a permitir que Alejandro hiciera lo que finalmente había hecho.
Envuelto en esos pensamientos, escuchando el sonido del viento y de la lluvia que arreciaban, quedó finalmente dormido.