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Capítulo 2

Comprender la Biblia como las palabras de escritores humanos

Christopher J. H. Wright

En el capítulo 1 estuvimos considerando la necesidad de “mirar hacia arriba” a fin de creer y recibir a la Biblia como Palabra de Dios. Antes de comenzar a interpretarla o explicarla a otros, necesitamos recordar qué es la Biblia. Miramos hacia arriba a Dios, en oración, agradecidos por este maravilloso regalo de su gracia y, a medida que procuramos comprenderla, responder a ella y usarla apropiadamente, pedimos la ayuda que nos prometió del Espíritu Santo.

Ahora debemos “mirar hacia abajo”. Miramos al texto en sí mismo y lo estudiamos como palabras producidas por escritores humanos, hombres y mujeres a quienes Dios eligió para entregarnos su Palabra. No hay atajos en este proceso. Debemos mantener la mirada hacia abajo y estudiar fielmente el texto de la Biblia a fin de entenderla correctamente. No debemos conformarnos con impresiones instantáneas y superficiales de “lo que parece decir” o de “esto es lo que significa para mí”. Nuestra meta debe ser la de imitar a Timoteo, a quien Pablo le dijo: Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la Palabra de verdad (2Ti 2.15).

Cuando comience a estudiar un pasaje de la Palabra de Dios necesitará un bolígrafo y un cuaderno, en donde irá registrando todo lo que descubra mientras estudia. Eventualmente, quizás quiera resumir sus hallazgos en una tabla parecida al del Cuadro 1. ¡Seguramente descubrirá mucho más de lo que puede caber en una sola página!

Mirar al texto en su contexto: dónde se encuentra ubicado el texto

En lo que sigue, consideraremos en detalle la información que uno podría tomar en cuenta al elaborar un cuadro como el que presentamos en el Cuadro 1. Cada pasaje que uno lee en la Biblia tiene una serie de contextos diferentes, y debemos ser conscientes de ellos a fin de entender adecuadamente el pasaje. El contexto es un factor muy importante para comprender cualquier forma de comunicación humana, hablada o escrita. Si usted está fuera de la casa de alguien y escucha que dentro de ella alguien grita “¡Te mataré!”, usted no entrará a la carrera ni llamará a la policía si a través de la ventana ve que hay una persona tratando de matar a un mosquito, o si los niños están jugando a los soldados. El contexto determina el verdadero significado de lo que se dijo. Considere la siguiente historia:

Un hombre mayor conducía su carro junto a su perro por el camino de la montaña, cuando un vehículo se adelantó velozmente y asustó al burro, de modo que el burro, el carro, el hombre y su perro, cayeron todos por el barranco. El anciano alcanzó a registrar la matrícula del automóvil, denunció a la policía, y más tarde arrestaron al conductor y lo llevaron ante el juez. Éste le pidió al conductor que relatara los hechos.

“Lamento —dijo— haberles provocado la caída. Pero me detuve y le pregunté al anciano si se encontraba bien. Me dijo que sí, de modo que continué mi marcha”.

“¿Es verdad eso?”, le preguntó el juez al anciano.

“Sí, su excelencia —respondió—, pero permítame relatarle la historia completa. El conductor se acercó y miró por el borde del barranco y vio a mi burro caído allí, y preguntó qué le pasaba. Respondí que tenía la pata quebrada. Entonces sacó un rifle y le disparó en la cabeza. Luego vio a mi perro enredado en un arbusto espinoso. Me preguntó qué le pasaba. Le dije que estaba muy herido. De modo que también apuntó a la cabeza de mi perro y lo mató. Entonces me miró y me preguntó: ¿Está bien usted? ¡Sí!, grité lo más rápido que pude, ¡Estoy bien!”.

Pasaje:
Paso 1. Mirar hacia arriba. ¡Orar! – Creer (2 Timoteo 3.15-17)
Paso 2a. Mirar hacia abajo: (a) Entender el pasaje en su contexto
Género literario:¿prosa, poesía?Contexto histórico y social: autor, situación, la genteContexto editorial: lo que aparece antes y después del texto; el contexto del libro completo.
Paso 2b. Mirar hacia abajo: (b) Explicar el pasaje en detalle
Palabras clave, verbos principales, énfasis, contrastes, vínculos, imágenesBosquejo de la estructura y flujo de pensamientoTema principal, idea central del autor
Pasos 3 y 4. Mirar hacia atrás y hacia adelante: Entender el pasaje en relación con toda la Biblia. ¿Qué lugar ocupa en el flujo de la revelación de Dios?
Paso 5. Mirar aquí y ahora: Aplicar a nuestra época el concepto del pasaje. ¿Qué nos dice?

Cuadro 1: Estudiar un pasaje de la Biblia

El contexto aporta la diferencia para comprender el significado de lo que se dijo. Todos sabemos que los diarios toman las palabras pronunciadas por algunos personajes públicos y las citan fuera de contexto, y suenan diferente de lo que la persona quiso decir en el contexto en el que fueron dichas.

La gente también puede hacer eso con la Biblia. Allí se encuentran las palabras “No hay Dios”. Pero si usted las cita así, sin el contexto, está distorsionando la Biblia, porque lo que en realidad dice es: Dice el necio en su corazón: “No hay Dios” (Sal 14.1). El contexto tiene peso.

Éstos son algunos de los contextos principales de cualquier pasaje que leemos en la Biblia. Podemos ocuparnos de ellos planteando algunas preguntas concretas.

Contexto literario

¿Qué tipo de escrito es éste? ¿A qué género pertenece? Responder a esas preguntas influye la manera en que leemos cualquier cosa, incluyendo nuestras lecturas cotidianas no religiosas. Por ejemplo, sabemos que tenemos enfoques y expectativas diferentes si la lectura se trata de un diario, de un texto académico, una publicidad, la carta de un amigo, una novela, un documento legal, un informe bancario, un manual de instrucciones, un diccionario, la letra de una canción o un poema. Casi siempre sabemos por instinto qué clase de escrito estamos leyendo, de modo que ni siquiera somos conscientes al clasificarlo en un género literario particular —simplemente lo hacemos todo el tiempo—.

Imagine si alguien aterrizara en nuestro planeta ignorando el sentido de la publicidad. Quizás piense que todo lo que lee en los avisos, sea en las paredes, los ómnibus o la televisión son afirmaciones simples y veraces sobre la realidad, y que se supone deben creerse tal como se las presenta. ¡Terminaría con algunas ideas extrañas sobre la raza humana! Cuando leemos publicidad, lo hacemos conscientes de que se han escrito de una manera especial para intentar atraer nuestra atención y persuadirnos a comprar cosas. Sabemos que no se espera que creamos cada afirmación exagerada en el mensaje de la publicidad.

Imagine que alguien lee El progreso del peregrino sin darse cuenta de que se trata de una alegoría intencional, llena de nombres simbólicos de personas y lugares surgidos de la imaginación de John Bunyan. Podría pensar que la vida cristiana es realmente muy extraña, si trata de recorrer literalmente todas las experiencias que vivió “Cristiano” en aquel libro.

Escritos de diferente tipo requieren diferentes maneras de lecturas. Debemos leer cada cosa conforme a la clase de escrito que es, porque de lo contrario la malinterpretaremos. Lo mismo vale para la Biblia. Dios nos ha dado una riquísima biblioteca que contiene una gran variedad de escritos. Debemos prestar atención a esa variedad.

Las principales categorías o géneros de la literatura bíblica son:

• Historia

• Ley

• Profecía

• Sabiduría

• Adoración poética

• Evangelio

• Carta

• Apocalíptica

De modo que lo primero que usted debe hacer al leer un pasaje de la Biblia es ubicarlo en el contexto del libro en el que aparece, y preguntarse qué tipo de literatura es ese libro en particular. Hay buenos libros que explican en forma detallada cómo interpretar los diferentes géneros de literatura en la Biblia (por ejemplo La lectura eficaz de la Biblia, de Fee y Stuart). Pero usted puede hacer mucho por su cuenta haciéndose algunas preguntas sencillas y pensando cómo las respondería.

Acerca de cualquier pasaje, y sobre el libro en el que se encuentra, debe preguntarse:

* ¿Por qué escribieron esta clase particular de literatura? Por ejemplo, ¿para informar?, ¿alentar?, ¿orientar?, ¿desafiar?, ¿movilizar nuestras emociones?, ¿fortalecer nuestra fe?, ¿para reprendernos?

* ¿Cómo se esperaba que fuera leído este tipo de escrito? (p. ej., ¿para aprender datos de la realidad?, ¿para acceder a una experiencia?, ¿para comprender más profundamente a Dios?, ¿para aprender a vivir?)

* ¿Cuáles son las convenciones, es decir, las formas, métodos, estructuras y el estilo usual de este tipo de literatura?

* ¿Qué debo esperar de este tipo de literatura? (p. ej., usted no lee una novela o un guion teatral esperando informarse de la historia con precisión; no lee la guía telefónica esperando disfrutar de una buena historia; no lee un poema sobre las estrellas esperando ciencia astronómica; o un libro de astronomía esperando rimas poéticas. Usted lee cada texto en forma apropiada según de qué tipo de literatura se trate).

Tendrá una interpretación errónea si trata a un salmo como si fuera una epístola, o lee los textos de Sabiduría como si fueran textos de la Ley, o si convirtiera las narraciones en leyes. Lea los textos bíblicos según su género literario y su contexto.

Contexto histórico

Para la interpretación cristiana de la Biblia es fundamental reconocer que Dios nos ha dado su Palabra en el curso de la historia humana. Cada palabra de Dios fue dada en un contexto histórico. Ninguna de ellas fue comunicada por encima, por afuera de o sin un contexto histórico. Una vez más, necesitamos hacernos preguntas y hacer todo lo posible para entender el contexto histórico de cualquier pasaje que estemos leyendo:

* ¿Cuál era el trasfondo histórico y la situación en la cual, hasta donde podemos saber, ese texto fue pronunciado o escrito? A veces no lo podemos conocer con certeza, pero aun el simple hecho de que algo sea a. C. o d. C. hace la diferencia.

* ¿Sabemos quién fue el escritor, y qué estaba ocurriendo en su vida y en su circunstancia? ¿De qué manera influiría eso en su escrito?

* ¿Se menciona en el texto alguna fecha o algún suceso histórico concreto? Si es así, ¿qué nos dice eso respecto a cómo deberíamos entender lo que el texto señala? (por ejemplo, la caída de Jerusalén en Ezequiel 33 influye sobre nuestra manera de leer los capítulos anteriores y posteriores).

* ¿Qué ocurrió antes de este pasaje y qué sucedió después? ¿Cómo afecta este contexto histórico nuestra manera de entender el pasaje en sí mismo?

* ¿Cuáles fueron los principales hechos históricos que pudieron haber condicionado la manera en que ese texto se leía o escuchaba? (por ejemplo, Hechos presupone los acontecimientos de Pascua y Pentecostés. No encontraríamos sentido a los sucesos que presenta este libro si no supiéramos que tienen lugar después de aquellos importantes acontecimientos históricos).

* ¿Qué estaba diciendo Dios en aquel momento, y qué, en circunstancias semejantes, podría estar diciendo Dios ahora?

Contexto social

En realidad, éste es un aspecto del contexto histórico. Debemos recordar que Dios creó un pueblo, una comunidad, una sociedad, y que la Biblia muestra que Dios está apasionadamente interesado en los asuntos sociales, económicos y políticos que se presentan en la sociedad. Esto es tan cierto para la iglesia como lo fue para el Israel del Antiguo Testamento. En consecuencia, al leer y predicar la Biblia debemos ser conscientes del contexto social en el que fue escrito y del contexto social en el que lo estamos predicando.

* ¿Cuál era el trasfondo social y político de este texto? (por ejemplo, la situación de los profetas en el siglo viii a. C.; el Imperio romano en el Nuevo Testamento).

* ¿Respalda o socava el texto un orden social en particular? ¿Qué clase de sociedad defiende o rechaza el texto?

* ¿Hay alguna institución política importante, algún concepto o personas en los tiempos bíblicos que tengan peso sobre el significado del pasaje? (por ejemplo, la monarquía, los sacerdotes, los jueces y las cortes de justicia, el Imperio romano, etc.)

* ¿Apunta este pasaje a una visión alternativa de la manera que debería ser la sociedad (como hacen a veces los Salmos y los Profetas)? ¿Hay valores sociales, económicos y políticos contenidos en el texto?).

Contexto editorial

Durante el proceso de formación de la Biblia, en distintas etapas hubo quienes reunieron escritos y dichos de los escritores originales en los libros y secciones de la Biblia que ahora tenemos en el canon. Este proceso editorial (a veces llamado redacción) no fue accidental sino inteligente. La gente reunió los elementos porque consideró que eran más apropiados agrupados de esa manera. Acomodaron el material que disponían con un “mensaje integrado”. Una vez más, al estudiar los libros completos o algunos conjuntos de libros, podemos hacernos preguntas sobre la edición que tuvo lugar en el proceso que les dio la forma en que ahora se encuentran. Por ejemplo, podemos preguntar:

* ¿Quién fue el escritor/editor del texto (en caso de ser conocido)? (por ejemplo, sabemos que Lucas editó su Evangelio y Hechos). De no conocer sus nombres, ¿qué podemos descubrir acerca de sus intereses o intenciones particulares por la manera en que acomodaron el material? (¿Por qué, por ejemplo, muchos libros proféticos comienzan con un juicio pero concluyen con palabras de esperanza hacia el futuro?)

* ¿Qué enfatiza el editor por la manera en que acomodó el material? ¿De qué manera logra este énfasis? Por ejemplo, ¿por la repetición de ideas o palabras clave? ¿Haciendo resúmenes o explicaciones? ¿Ubicando algo al comienzo de una serie (como un encabezado) o al final de una serie (como un clímax)?

* ¿Qué formato global podemos reconocer? ¿Hay algún significado en el modo en el que se ordenó o estructuró el material? (p. ej., Lucas–Hechos, de Jerusalén a Roma).

* ¿Expresa el editor su opinión a través de secciones o nexos editoriales? ¿O por medio de discursos de personajes importantes? (por ejemplo, muchos de los discursos en Crónicas).

* ¿O comunica el texto su concepto central de manera implícita, según lo que incluye o excluye, especialmente si podemos compararlo con otros textos? (por ejemplo, comparar lo que Crónicas incluye o excluye con los textos anteriores de Samuel y Reyes).

Las preguntas presentadas arriba son algunas en las que puede pensar y buscar respuestas mientras estudia el texto de un libro de la Biblia. Por supuesto, hay divisiones más complejas en lo que se conoce como crítica de la redacción, en la cual los estudiosos buscan detectar las fuentes que se encuentran detrás de los diversos libros de la Biblia, para así reconstruir el proceso histórico por el cual fueron reunidos, además de las motivaciones y la agenda teológica de quienes lo hicieron. Existen comentarios especializados que se ocupan detalladamente de estas cuestiones. Aprovéchelos para ver lo que sugieren diferentes eruditos. Sin embargo, recuerde que con frecuencia los investigadores postulan hipótesis y sugerencias en asuntos en los que quizás sencillamente sea imposible alcanzar certeza. Ejercite su propio discernimiento y pregúntese si alguna teoría en particular sobre cierto libro bíblico y su redacción lo ayudan concretamente a entender mejor su mensaje intrínseco, o si solamente sirve para confundirlo y quitarle al libro toda posibilidad de un mensaje coherente.

Mirar el texto en detalle: descubrir lo que dice

Además de descubrir todo lo que podamos sobre los diferentes contextos de cada pasaje de la Biblia, como describimos arriba, debemos leer cuidadosamente el texto y tratar de entender con claridad lo que dice y significa. Ésa es la tarea de la exégesis. Esa sección corresponde al paso 2b en el Cuadro 1 Estudiar un pasaje de la Biblia.

Exégesis significa literalmente ‘extraer’ y, cuando lo aplicamos a un texto, quiere decir extraer el significado propuesto para él. Exégesis es la tarea de explicar, dejar en claro y sacar a la luz lo que el escritor original quiso decir en su propio contexto a las personas a quienes les estaba hablando en ese momento.

La exégesis cuidadosa es el punto de partida de todas las preguntas hermenéuticas y las aplicaciones que deberían derivarse. Un texto particular en la Biblia puede haber adquirido en la vida del pueblo de Dios un significado mayor del que el autor original pudo haber anticipado; pero, aun así, siempre debemos comenzar preguntándonos qué quiso decir el autor en primer lugar cuando escribió o dijo aquello. La exégesis intenta acercarse lo más posible a aquel propósito original, reconociendo que quizás no estemos siempre absolutamente acertados, y que tal vez nunca podamos tener la certeza completa de que realmente estamos entendiendo lo que el escritor quiso decir. Pero la exégesis es una tarea que se orienta en esa dirección.

Supongamos que usted está leyendo uno de mis libros. Quizás encuentra un párrafo difícil de entender y se pregunta qué quise decir cuando lo escribí. Usted podría escribirme o mandarme un correo electrónico, incluso telefonearme y preguntar: “Estoy leyendo su libro y en la página 57 dice esto. Quiero estar seguro de entender claramente lo que quiso decir. Por favor explíqueme lo que se propuso comunicar. ¿Qué estaba tratando de decir?”. Lamentablemente, los escritores de la Biblia ya no se encuentran vivos y disponibles. Pero hacer la exégesis es como tener una conversación telefónica imaginaria con el autor, preguntándole qué quiso decir cuando escribió lo que estamos leyendo. No queremos construir nuestro propio significado; pretendemos saber, hasta donde sea posible, lo que el escritor quiso decir.


Figura 2: Los dos horizontes

Aquí se combinan la autoría divina y la humana de la Biblia. Nuestro enfoque principal para averiguar con precisión lo que Dios quiere decir a través de un pasaje es prestar atención exegética cuidadosa a lo que el escritor humano quiso decir cuando escribió. Observe la figura 2. La Biblia se originó en el horizonte de su propio mundo a medida que Dios le habló a las personas allá y entonces. Pero la Biblia también existe en el marco de nuestro mundo como depósito de aquella obra de revelación y comunicación de parte de Dios. Nosotros vivimos dentro del horizonte del mundo actual. El trabajo del estudio bíblico (así como el de enseñar y predicar la Biblia) consiste en vincular esos dos horizontes, tratando de escuchar en el mundo actual lo que Dios quiere decirnos por medio de la palabra que originalmente pronunció en el mundo de la Biblia, tal como está registrada para nosotros en las Escrituras. Por ello, debemos prestar atención a las palabras del escritor original y al contexto en el que fueron dichas y escritas.

Una vez más, este es el enfoque de sentido común con el que leemos cualquier escrito. Damos por sentado que la mejor manera de comprender cualquier comunicación escrita es preguntándonos qué quiso decir el escritor original. Comience con la misma premisa al leer los textos bíblicos.

Antes de que haya entendido lo mejor posible lo que quiso decir para ellos, allá y entonces, no se pregunte qué significa este texto para usted ahora.

¡La observación es su recurso más valioso! ¡Lo único que necesita son sus ojos, su cerebro y algunas buenas preguntas!

Busque el sentido natural

En primer lugar busque el sentido obvio y sencillo. Dé por sentado que el escritor quiso decir lo que dijo, y que su intención fue decirlo claramente. No piense que el texto está lleno de mensajes codificados y sentidos ocultos. Por supuesto, es verdad que los textos pueden tener diferentes niveles de significados, y a veces es posible que resulten enriquecidos por acontecimientos posteriores (por ejemplo, el Nuevo Testamento en ocasiones descubre, a la luz de Cristo, un significado más rico en los textos del Antiguo Testamento); pero el punto de partida fundamental para descubrir el significado de cualquier texto es averiguar lo mejor que podamos qué quiso decir el escritor original.

Mirar el contexto

Nos hemos ocupado de este asunto en la primera parte del capítulo. Tenga presente sus respuestas a preguntas como las siguientes: ¿Quién escribió este texto? ¿A quién o a quiénes? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Con qué forma? ¿En qué circunstancias?

Mire los párrafos

Busque los bloques pequeños naturales en el texto, en los cuales se presenta o desarrolla un solo concepto. Quizás la división en párrafos que presentan algunas traducciones de la Biblia resulte de ayuda, pero no se sienta atado a seguirlas. Es una buena idea trabajar usted mismo con el texto y decidir cómo organizaría usted los párrafos, conforme al flujo de pensamientos en el pasaje completo.

Es útil imprimir o escribir en una hoja el pasaje completo que está estudiando, con abundante espacio entre líneas y en los márgenes. De esa manera podrá mirarlo de una manera fresca, en lugar de observarlo en la página que le es familiar en su Biblia. Además, podrá trabajar sobre el texto agregando notas, subrayados, flechas, resaltados en color, etcétera.

Una vez que haya escrito o impreso el texto, busque lo que le parezca son las unidades más naturales de sentido: los párrafos naturales. ¿Dónde comienza y termina un concepto, y dónde comienza otro? ¿Cuál es el flujo de sentido y significado a lo largo de estos párrafos?

Continúe preguntándose: ¿Cuál es la idea aquí? ¿Qué se dice y por qué? ¿De qué está hablando el escritor (el tema)?¿Qué está diciendo el escritor sobre aquello de lo cual está hablando (el concepto específico)?

A medida que se identifican los diferentes párrafos o separaciones naturales en el texto, es de mucha ayuda escribir resúmenes y comentarios breves con nuestras propias palabras sobre el contenido y el propósito de cada párrafo. Puede ser útil iniciarlos de la siguiente manera: “El punto que Pablo (o Isaías, o el salmista) concretamente comunicaba aquí es…”.

Al enumerar el contenido resumido de cada párrafo, está elaborando una especie de radiografía del texto. Está observando la estructura y el formato interior, algo así como ver los huesos del esqueleto en el interior del cuerpo humano. No está simplemente mirando la superficie externa de un pasaje amplio, sino metiéndose dentro de él y dividiéndolo en sus principales componentes estructurales.

A veces este proceso se denomina “hacer un bosquejo”. Es un ejercicio muy provechoso para profundizar su propia comprensión de un pasaje. Es todavía más útil cuando llega el momento de decidir cómo explicar, enseñar o predicar a partir de ese pasaje.

Mirar las oraciones

Observe la estructura, la forma, la gramática y la sintaxis de cada oración (es decir, la manera en que se encuentran vinculadas, cuáles palabras van con cuáles). ¿Cuál es el tema de cada oración? ¿Cuál es la idea principal en cada oración y cuáles son los conceptos subordinados (si los hubiera)?

La mejor manera de hacerlo es buscar los verbos y observar cómo se vinculan entre sí. Los verbos son palabras de acción, y el significado dinámico de las oraciones y de los grupos de oraciones depende de ellos. Averigüe cuáles son los verbos principales en su pasaje, y quién o qué es el sujeto principal de esos verbos. Esto le mostrará claramente sobre quién o sobre qué está hablando el pasaje.

Una manera conveniente de analizar una oración o varias oraciones es colocar el sujeto y el verbo principal a la izquierda y luego ubicar las cláusulas subordinadas con más margen hacia la derecha. De esa manera usted podrá ver la estructura principal del pasaje, con lo que se desprende desde la izquierda. Puede reconocer el flujo de pensamiento de manera visual y más clara. Por ejemplo, a continuación mostramos cómo se podría bosquejar el texto de Efesios 2.11–13. Las frases en negrita a la izquierda muestran el punto principal, que puede leerse como una sola oración. Las demás frases con mayor sangría hacia la derecha son cláusulas secundarias o explicativas que desarrollan el concepto principal:

Por lo tanto,

recuerden ustedes

los gentiles de nacimiento

—los que son llamados «incircuncisos»

por aquellos que se llaman «de la circuncisión»,

la cual se hace en el cuerpo por mano humana—,

recuerden que

en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo,

excluidos de la ciudadanía de Israel

y ajenos a los pactos de la promesa,

sin esperanza

y sin Dios en el mundo.

Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes

que antes estaban lejos,

Dios los ha acercado

mediante la sangre de Cristo.

(Ef 2.11–13)

Sea que haga esto o no, debería continuar haciéndose las siguientes preguntas sobre cualquier texto que esté leyendo.

1. ¿Sobre qué está hablando el autor?

Ese es el tema o asunto. La respuesta podría ser muy general; por ejemplo, “El amor de Dios” o “La vida de David” o (como en el texto más arriba) “Los gentiles”.

2. ¿Qué dice el autor sobre aquello de lo cual se encuentra hablando?

¿Qué concepto está desarrollando? Aquí la respuesta debe ser más específica: por ejemplo, “El amor de Dios en la Creación se derrama sobre todas las personas, de modo que nosotros deberíamos amar de esa manera”. O “Cómo confió David en Dios aun cuando se enfrentó con un enemigo atemorizante”. O (al igual que en el texto más arriba) “De qué manera transformó Dios la situación de los gentiles que estaban lejos de él, a fin de acercarlos por medio de la muerte de Cristo”.

Al estudiar el pasaje, observe qué clase de oración es cada una. Hay muchas y diferentes maneras de hablar y escribir. Por ejemplo:

* Afirmación: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra”.

* Mandato: “No robes”.

* Pregunta: “¿Dónde estás?”, “¿Dónde está tu hermano?”.

* Exclamación: “¡Cuánto amo yo tu ley!”.

* Deseo o esperanza: “El Señor te bendiga y te guarde…”.

* Emoción: “¡Jerusalén, Jerusalén…! ¡Cuántas veces…!”.

¿Qué comunica el autor con esta forma de lenguaje? ¿Qué se propone decir?

A veces, por ejemplo, un escritor o un hablante puede usar una pregunta, pero en realidad está haciendo una afirmación enfática (a esto se le llama pregunta retórica). Por ejemplo, el padre podría decirle a un niño desobediente: “¿Piensas que soy estúpido? ¿Te parece que estoy ciego?”. El padre no está pidiendo afirmación ni esperando una respuesta. Está haciendo una afirmación muy fuerte: “No soy estúpido. Sé muy bien lo que hiciste”.

De modo que, si encuentra preguntas en la Biblia, pregúntese qué quiso decir el escritor o el hablante. ¿Es una pregunta real que busca información? ¿O es una pregunta retórica que enfatiza un concepto? Los profetas usaban preguntas retóricas con frecuencia para expresar sus ideas. Lea, por ejemplo, Jeremías 2.5, 11 y Deuteronomio 4.33–34. En cada caso, el escritor usa preguntas. Pero ¿qué mensaje comunica? Reescriba estos pasajes como afirmación (es decir, sin las preguntas que aparecen en el texto).

También tome en cuenta:

• humor;

• sarcasmo;

• exageración;

• ironía;

• contraste;

• emociones fuertes: ira, amor, temor, etc.

Procure sentir el flujo de una oración a la siguiente. Busque las conexiones lógicas: de qué manera una cosa conduce a la otra, o continúa de la anterior. Los ejemplos que siguen a continuación han sido tomados de las cartas de Pablo, pero es posible encontrar las mismas características, por ejemplo, en los Profetas o en los Salmos.

* ¿Avanza la secuencia de oraciones hacia un clímax (de manera que el concepto clave aparece al final)? Por ejemplo, Romanos 10.12–15.

* ¿O hay un concepto clave inicial al comienzo y luego se construye un argumento lógico a partir de allí? Por ejemplo, Colosenses 3.

* Si la oración comienza con Por lo tanto, debe preguntarse: “¿Por qué razón?”. Es decir, mirar antes y observar lo que el escritor dijo justo antes, lo cual conduce a esta conclusión. Por ejemplo, Romanos 12.

* Si una oración empieza con “Porque”, debe preguntarse “¿Por qué?”. Es decir, mirar antes y observar lo que el escritor dijo justo antes, lo cual conduce a esta conclusión y explica la causa o razón que ahora presenta. Por ejemplo, Efesios 2.14.

* ¿Se contrastan cosas entre sí? ¿Qué propósito tiene el contraste? Por ejemplo, Efesios 2.11–13.

* ¿Se comparan cosas entre sí? ¿Qué propósito tiene el contraste? Por ejemplo, Efesios 2.19–21.

* ¿Expresa la oración

• un propósito o una intención (“de modo que”, “a fin de que”);

• un resultado (“por esta razón”, “por consiguiente”);

• una condición (“si”, “a menos que”);

• una concesión (“aunque”, “a pesar de”)?

* ¿Hay un elemento sorpresa, en el que una oración produce un impacto al seguir a la anterior (con frecuencia esto se indica con pero o aun o sin embargo)? ¿Qué efecto se espera que tenga la sorpresa en el lector? Por ejemplo, Salmo 22.3, 9; Deuteronomio 10.15–18; Efesios 2.4.

* Observe las pequeñas palabras conectoras que marcan por completo el sentido de un pasaje (si, cuando, pero, entonces, sin embargo, por lo tanto, aun, etcétera). Esté atento a la presencia de estas palabras y preste cuidadosa atención a la manera en que las usa el escritor para dejar en claro lo que se propone comunicar.

* En el párrafo, ¿cuál oración es la verdaderamente importante? ¿Por qué? ¿Qué idea enfatiza?

* ¿Es esa oración o pasaje una cita de otra sección de la Biblia? Si es así, busque ese otro pasaje de donde proviene la cita y observe de qué manera lo ayuda a comprender de qué está hablando el escritor.

Continúe haciéndose las preguntas: ¿Cuál es la idea aquí? ¿Qué quiso decir el autor cuando escribió esto?

Observe las palabras y las frases

Obviamente, si en el pasaje hay palabras cuyo significado no conoce, tendrá que averiguarlo. Puede utilizar un diccionario común o un glosario bíblico, si lo tuviera. ¡Pero sea cuidadoso!

Las palabras significan lo que significan en el contexto en el que se usan. No es su etimología (es decir, sus raíces, orígenes e historia) la que gobierna el significado de las palabras, sino el contexto y el uso.

Los manuales de estudio de palabras de la Biblia son útiles y enriquecedores, pero sea muy cuidadoso para no asumir que cada mención de una palabra particular carga todo un diccionario de significados. Es un error frecuente leer una oración (de Pablo, por ejemplo), luego buscar alguna de las grandes palabras que utiliza, descubrir que esa palabra puede tener numerosos sentidos diferentes en muchos lugares atractivos en el resto de la Biblia, y entonces predicar sobre ese texto de Pablo como si hubiera estado pensando en todos esos sentidos a la vez. No, la palabra solo significa lo que Pablo quiso decir en el contexto en que la usó.

Debemos averiguar lo que las palabras significan en el contexto en que son usadas, en lugar de suponer que todos los significados posibles de una palabra pueden aplicarse al mismo tiempo.

Sea también cuidadoso respecto al intento de explicar una palabra a partir de sus partes componentes. Esto puede ayudar, pero a veces no tiene ninguna relevancia. Pruebe, por ejemplo, explicar el significado de “pancarta” separando la palabra en dos partes.

Busque palabras clave o frases y palabras repetidas, ya que con frecuencia estas serán la clave sobre lo que trata el pasaje, y sobre lo que el escritor quiere que prestemos atención. Por ejemplo, Efesios 2.14–18 no es un pasaje fácil de captar, pero cuando uno observa que Pablo utiliza tres veces la palabra paz (vv. 14, 15, 17), por lo menos queda claro que el concepto principal de Pablo se refiere a la manera en que la muerte de Jesús hizo posible la paz entre judíos y gentiles, y entre ambos y Dios.

Observe las imágenes, las metáforas y las descripciones verbales

Uno de los dones más grande que Dios ha dado a los seres humanos es nuestra imaginación. Somos capaces de trascendernos con el pensamiento. Es decir, podemos imaginar todo tipo de situaciones alternativas a aquella en la cual nos encontramos. Podemos imaginar mundos nuevos. Podemos crear vínculos en nuestra mente entre una cosa (por ejemplo, nuestro amor hacia otra persona) y algo completamente diferente (la manera en que dos plantas trepadoras pueden entrelazarse). Entonces usamos la segunda expresión como figura o metáfora de la primera. “Nuestros corazones se encuentran entrelazados”, decimos. Ésta es una imagen o una metáfora. Es evidente que no es literal. También podemos observar características de otra persona (que es honrada y confiable) y vincularlas en nuestra mente con algo completamente diferente en el mundo natural (una gran montaña); entonces decimos “Juan es una roca sólida”. ¡Una vez más, esto es una metáfora! ¡No es literal!

La Biblia está llena de ese tipo de imágenes pictóricas y metafóricas. Permítanle hacer su trabajo. No la reduzca toda a “declaraciones doctrinales”. La Palabra de Dios también apela a nuestra imaginación. Los textos poéticos en la Biblia (especialmente los Salmos, los Libros Proféticos y los Escritos de Sabiduría) usan de manera abundante imágenes y metáforas —a veces parece que lo hicieran en cada versículo—. Pero también Jesús hizo buen uso de esta manera de hablar, y del mismo modo, Pablo elaboró algunas metáforas muy poderosas, de las cuales quizás la más conocida y difundida sea la manera en que habla de la iglesia como cuerpo de Cristo.

En una ocasión, David quería expresar que Dios lo había protegido y provisto de lo necesario para satisfacer todas sus necesidades. Pues bien, podría haberlo dicho simplemente de esa manera: “Dios me protegió y proveyó lo necesario para satisfacer todas mis necesidades”. Pero en lugar de ello acuñó lo que posiblemente sea la metáfora más famosa en la Biblia: El Señor es mi pastor (Sal 23.1). Apenas lo dice, nuestra mente se traslada a los campos a pensar en el mundo de las ovejas y sus pastores. La metáfora se dispara hacia varios vínculos sugerentes, y trabaja mucho más en nuestra mente de lo que lo haría una simple afirmación de una verdad literal.

De hecho, la mayor parte de lo que pensamos y hablamos acerca de cuestiones importantes lo hacemos con metáforas. Una sola figura puede comunicar con mucho más poder que una enseñanza abundante.

Jeremías acusó a los israelitas de dos pecados (Jer 2.13). En realidad, los pecados que tenía en mente eran la apostasía (abandonar a Dios) y la idolatría (ir tras otros dioses). Podría haber dicho simplemente eso. En cambio, describió una figura gráfica e inolvidable. Dijo que eran como un agricultor que tiene en su campo el valioso recurso de un manantial continuo de agua (todo el riego que necesitará jamás), pero lo bloquea y cava en la roca una enorme cisterna subterránea (un esfuerzo demoledor) con el fin de recoger agua de lluvia. Pero cuando llega la lluvia, resulta que la cisterna tiene una grieta y no retiene el agua, de modo que todo el esfuerzo se desperdicia. ¡Qué estupidez! ¡Qué desperdicio! La metáfora permite que la acusación de Jeremías resulte mucho más vívida y poderosa de lo que hubieran podido lograr dos términos teológicos.

También en esto, igual que con las palabras, el sentido de las metáforas está gobernado por su contexto. No todos los matices de la metáfora fuente son relevantes al mismo tiempo. Por ejemplo, roca/piedra puede ser en algunos casos figura de estabilidad y confiabilidad (p. ej., Dt 32.4, Sal 31.2-3), y en otros de terquedad (p. ej., Ez 36.26).

Se aplica el mismo principio ya mencionado: cuando el escritor usó esta metáfora o esta descripción verbal, ¿qué significado se proponía expresar con ella? ¿De qué manera la metáfora enriquece o colorea el concepto que elabora?

Conclusión

En este capítulo, hemos estado mirando hacia abajo, manteniendo los ojos sobre el texto en sí mismo, en tanto obra de un escritor o escritores humanos. Hemos visto que debemos entender lo que escribió el autor en el contexto en que fue escrito. Es necesario considerar el tipo de literatura que estamos leyendo, y leerla de manera apropiada. Debemos pensar acerca de la situación histórica y social en la cual se dijeron o escribieron esas palabras. Y se necesita tener en cuenta si la manera en que el texto fue ordenado por los editores finales contribuye de alguna manera a nuestra comprensión de él.

Entonces debemos dedicar tiempo a trabajar en nuestra exégesis del pasaje, esforzándonos por entender lo que el escritor procuraba comunicar mediante estas palabras. Cuanto más tiempo dediquemos a esta tarea, tanto más podremos ver y entender del texto. ¡Nunca será un tiempo desperdiciado!

Sugerencias para el estudio

Reproduzca en una página la Figura 2 y haga varias fotocopias. Úselas como herramientas de estudio de por lo menos tres de los siguientes pasajes, aplicando las indicaciones sugeridas en cada sección de este capítulo. Puede hacerlo a solas, pero también es un ejercicio útil para realizarlo en grupo.

1. Éxodo 19.1–6

2. Deuteronomio 4.32–40

3. Nehemías 5

4. Salmo 96

5. Oseas 11.1–11

6. Marcos 7

7. Efesios 2.11–22

La versatilidad de la Biblia

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