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Capítulo 1

Comprender la Biblia como la Palabra de Dios

Christopher J. H. Wright

En primer lugar consideremos algunas de las implicancias de nuestra convicción cristiana de que la Biblia es la Palabra de Dios. Luego, en el capítulo 2 nos ocuparemos del modo de acercarnos a interpretar la Biblia como producto de escritores humanos. Por supuesto, hay muchos aspectos de las Escrituras como libro humano que requieren nuestra atención: el trasfondo histórico en diferentes lugares, las preguntas sobre autoría y fechado, los procesos de edición, los variados énfasis teológicos y las diversas tradiciones. Por el momento no tomaremos en cuenta estas cuestiones. Nuestro punto de partida es la creencia medular que la tradición cristiana ha mantenido consecuentemente acerca de la Biblia, a saber, que nos llega como Palabra de Dios.

La costumbre de algunas iglesias es reconocer esto en la lectura pública de pasajes bíblicos que se hace durante el servicio. A veces, al concluir la lectura, el lector dice “Palabra de Dios”, y la congregación responde “Te alabamos, Señor”.

Esta doctrina cristiana sobre las Escrituras implica una premisa fundamental acerca de Dios, y de ella derivan varias implicancias importantes acerca de la Biblia.

Primero, veamos la premisa: declarar que la Biblia es la Palabra de Dios implica que Dios habló en el pasado y continúa hablando hoy a través de lo que habló entonces. Es decir que cuando hacemos la afirmación cristiana básica de que la Biblia es la Palabra de Dios, estamos sentando una premisa anterior de que Dios es un comunicador. En el principio ya existía la Palabra (rvc), dijo Juan, expresando esta fundamental convicción acerca de Él. Dios puede hablar a los seres humanos (no es meramente un poder impersonal ni un principio abstracto y trascendente); Dios habló a los seres humanos, y ellos han sido capaces de ponerlo por escrito, de manera que por medio de estos escritos Dios continúa hablando a los humanos. El Dios sobre el cual leemos en la Biblia es un Dios que se comunica, tanto en el pasado como en el presente.

Veamos ahora las implicancias: si creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, entonces tendremos que tomar en cuenta su inspiración, veracidad, unidad, claridad y autoridad. O, para explicar un poco más estas cinco palabras abstractas:

• Inspiración: Dios habló de manera que pudiera registrarse en lenguaje humano.

• Veracidad: Dios habló de una manera confiable.

• Unidad: Dios habló de manera coherente.

• Claridad: Dios habló a fin de ser comprendido.

• Autoridad: Dios habló a fin de ser obedecido.

Entender estas dimensiones de la Biblia debería motivarnos más aún a tomarla en serio y a usarla con eficacia.

La inspiración de la Biblia

Dios habló de manera que pudiera registrarse en lenguaje humano.

La doctrina cristiana se refiere a la Biblia como “la Palabra inspirada de Dios”. Hay dos versículos clave que expresan esta convicción sobre las Escrituras: 2 Timoteo 3.15–17 y 2 Pedro 1.20–21.

Pablo le recordó a Timoteo la manera en la que había sido criado en las Escrituras hebreas (lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento):

Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (2Ti 3.15–17).

La expresión “inspirada por Dios” es la palabra theopneustos en el original griego. Se traduce como ‘inspirada’, pero esa palabra sugiere ‘respirar en’, en tanto que la palabra usada por Pablo significa ‘emitida’ o ‘enviada’. El aliento es el medio por el cual hablamos. La gente solo puede oír nuestras palabras cuando usamos el aliento para pronunciarla, de modo que esta metáfora de Pablo significa que las palabras de la Escritura son el habla enviada por Dios. Son lo que Dios quiso decir. Lo que dicen los textos de la Biblia es lo que Dios decidió decir; algo así como el aliento de su boca formando palabras que se proponía fueran escuchadas.

Estos versículos no solo declaran la fuente y la autoridad de la Biblia (vienen de Dios, Él las emitió). También afirman su relevancia permanente (es “útil” hoy para nosotros para todos los propósitos que Pablo enumera).

Este texto se usa a menudo como una parte importante de la doctrina sobre la Biblia. Pero no debería constituirse en una mera declaración doctrinal, algo a lo que nuestra fe da un consentimiento solamente intelectual. Debe convertirse en un principio orientador de nuestra hermenéutica. Es decir, cuando leemos cualquier pasaje de la Biblia debemos recordar que nos llega como el “aliento” de Dios, y que Él se propone que nos sea “útil” en todos los sentidos que Pablo menciona, como una guía ética y formativa. No tiene sentido declarar abiertamente Toda la Escritura es un mensaje enviado por Dios, y es útil […] (pdt), a menos que lo “inscribamos” conscientemente sobre cualquier texto de la Biblia que estemos estudiando y tengamos intención de aplicar o de predicar: Esta Escritura es inspirada por Dios y útil […].

Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo (2P 1.20–21).

Observe aquí la fuente última de las Escrituras: no se originan en la voluntad ni en la mente humana, sino en el propósito de Dios. Observe también la misma afirmación de doble autoría a la que ya nos hemos referido. “Los profetas hablaron”. Fueron seres humanos quienes hablaron y escribieron, pero lo hicieron “de parte de Dios”, por medio del poder de su Espíritu Santo. Hablar y escribir son acciones enteramente humanas que implican intención, inteligencia, ideas, elección de palabras, destrezas, y herramientas. Todo esto forma parte de la autoría humana de nuestros textos; podemos declararlo sin vacilar. Los textos de la Biblia son en todo sentido producto de mentes y manos humanas. Pero detrás de ello están el propósito y la mente de Dios. Como dijimos, para entender y usar la Biblia es importante sostener juntas estas dos afirmaciones complementarias.

Podemos formular, entonces, una definición sencilla y básica de lo que queremos decir por “inspiración de la Biblia”. Significa que:

• Lo que la Escritura dice es lo que Dios quiso o permitió que fuera registrado.

• Lo que la Escritura procura afirmar es lo que Dios quiere afirmar.

“Inspiración” es sencillamente una declaración acerca de la relación entre la voluntad de Dios y el producto final (las palabras que leemos en la Biblia). Este texto de la Biblia es lo que Dios quiso que tuviéramos. Por supuesto, hablando con precisión, esta “emisión” divina se aplica al texto original en los idiomas originales (hebreo, arameo y griego). Aun así, queda claro desde los tiempos bíblicos (por ejemplo, Neh 8.7–8) que Dios quería que su palabra fuera traducida a todos los idiomas en los que pudiera ser entendida por la persona común. En ese sentido, la perspectiva cristiana sobre la Biblia difiere radicalmente de la insistencia musulmana en que solo la forma árabe original del Corán es verdaderamente Palabra de Dios.

Sin embargo, debemos ser cuidadosos de no entender en esta declaración más de lo que dice, ni usar nuestra doctrina sobre la inspiración como un falso apoyo de nuestras teorías particulares sobre lo que dice la Biblia. Éstas son algunas advertencias que vale la pena recordar:

1. Sostener que Dios inspiró el texto de la Biblia no nos dice nada acerca de los procesos sicológicos o espirituales implicados en la autoría humana. Algunos de los escritores en la Biblia estaban decididamente conscientes de que hablaban o escribían en forma directa las palabras que Dios les daba (p. ej., Jer 1.7, Ez 2.7, Jn 7.16, 1Co 2.9–13). Pero con frecuencia es posible que no hayan tenido conciencia de que sus palabras terminarían formando parte de las Escrituras. No tenían que “sentirse inspirados” a fin de que lo que escribieran estuviera realmente inspirado, es decir, emitido por Dios. En el sentido bíblico el concepto de inspiración se aplica a los escritos (al producto), no a los escritores por sí mismos.

2. Afirmar que Dios inspiró el texto de la Biblia no nos dice nada sobre la historia literaria (composición, edición, colección, etc.) de los documentos que finalmente integraron el canon de las Escrituras. Es evidente que los documentos que ahora tenemos en nuestra Biblia han sido reunidos y editados, y algunos de los escritores se refieren a las fuentes documentales que usaron. Detrás del canon con el que ahora contamos, hay un extenso proceso histórico. Decir que las Escrituras están inspiradas por Dios no niega que haya tenido lugar ese proceso. Tampoco da explicaciones acerca de cómo ocurrió, ni durante cuánto tiempo ni quién participó. Ésas son cuestiones críticas cuya respuesta debemos procurar usando la mejor investigación y las mejores herramientas disponibles. No importa qué descubramos sobre la historia subyacente al texto que disponemos; es ese texto final al que llamamos “Escrituras” y a lo que Pablo se refería cuando dijo que era “inspirada”.

3. Hablar de la inspiración de la Biblia no implica “dictado mecánico” (o cualquier otra teoría sobre el mecanismo de inspiración). No reduce a los escritores humanos a un aparato para grabar. La inspiración verbal no restringe ni anula la personalidad, el estilo individual, los pensamientos y la creatividad de los escritores humanos. Cuando comparamos los libros de la Biblia entre sí, es evidente que sus escritores eran individuos diferentes, que tenían su propia manera de pensar, sentir y escribir. No eran clones ni autómatas. Oseas se expresó a partir del profundo sufrimiento personal de un matrimonio roto. Sus palabras eran a la vez de él y de Dios. Lucas llevó a cabo su meticulosa investigación histórica y eligió una estructura para su obra en dos volúmenes, y elaboró relatos y discursos en su personal estilo griego culto. Pablo respondió a problemas apremiantes y muy concretos en las jóvenes iglesias; a veces escribe con ira, otras con frustración o con tierna preocupación. Las emociones y las palabras le pertenecen a él, aunque a la vez tiene la firme convicción de que habla y escribe palabras de parte de Dios, y también Pedro puede referirse a los escritos de Pablo como auténticas Escrituras (2P 3.15–16).

4. La inspiración verbal no significa que “todo lo que el texto dice, Dios lo dice”. Con frecuencia, la Biblia registra palabras que no son en sí mismas verdaderas; por ejemplo, los amigos de Job estaban equivocados en lo que dijeron acerca de Job. Jeremías acusó a Dios de engañarlo. Algunos salmistas pensaban que Dios los había abandonado. Algunos textos registran a personas diciendo mentiras. Sólo porque algo esté en la Biblia, no significa que Dios “dice” lo que esos mentirosos dijeron. En estos casos, la inspiración del texto es “indirecta”. Significa que Dios tiene cosas para decirnos por medio de esas palabras o emociones, o por medio de las narraciones de las cuales forman parte las palabras falsas dentro de un contexto global.

5. La inspiración de la Biblia no predetermina ninguna interpretación en particular. El texto es inspirado. La interpretación del lector o la mía (o la opinión de nuestro predicador favorito) no lo es. Por lo tanto, no debiéramos confundir nuestra confianza en el texto inspirado de la Biblia con la arrogancia de nuestra pretensión de interpretarla a la perfección. Los cristianos que creen sinceramente en la Biblia pueden tener diferencias en cuanto a la manera de leerla e interpretarla. En la gracia de Dios se nos da ese espacio, pero no es ningún beneficio acusar a quien difiere de nuestro punto de vista de no creer en la inspiración, sólo porque no nos gusta su interpretación. Necesitamos aprender a ser humildes y distinguir entre “lo que concretamente dice el texto inspirado” y “lo que, después del estudio cuidadoso, la reflexión y la oración, yo creo que el texto significa”.

La veracidad de la Biblia

Dios habló de una manera confiable

La confianza en la veracidad de la Palabra de Dios forma parte de nuestra confianza en el carácter de Dios como alguien veraz y confiable.

¿Qué significa decir que “la Biblia es verdad”? “Verdad” es una palabra con un amplio rango de significados y usos que incluyen las dimensiones personal, relacional, emocional y de comportamiento. Podemos hablar de un amor verdadero o de un amigo verdadero. Es posible ser “veraces con nosotros mismos” o, también, referirnos a las acciones de alguna persona como “verdaderas”. Todos estos son usos de la palabra “verdad” en el marco de las relaciones y acciones. Pero, para ser precisos, en la comunicación escrita o hablada, “la verdad” es una cualidad de las afirmaciones o proposiciones, no (en sentido natural) de las preguntas, órdenes, deseos, saludos, etc. En una afirmación, algo es verdadero o no lo es según si es coherente o no con la realidad. La afirmación de que “Ebenezer es un granjero negro de un metro ochenta de altura que vive en Zambia” puede ser falsa o verdadera. Podemos demostrar la veracidad o la falsedad de esa proposición (es decir, demostrar que es verdadera o falsa), siempre y cuando sepamos a quién se refiere. Si conocemos a un hombre llamado Ebenezer de un metro ochenta de altura, de raza negra, propietario de una granja en Zambia, entonces la afirmación es verdadera. Pero si Ebenezer mide solamente un metro cincuenta o es mecánico de automóviles o vive en Zimbawe, entonces la afirmación es falsa. Pero con expresiones tales como “¡Buen día!”, “¿Qué hora es?”, “Sé honesto en tu trabajo” o “Si hubiera hecho lo que sabía que debía hacer…”, no tiene sentido preguntar si estas palabras son falsas o verdaderas. Un saludo, una pregunta, una orden o un deseo son solamente eso. No son en sí mismas verdaderas o falsas. Incluso algunas afirmaciones orientadas al futuro, como una promesa o una amenaza, solo pueden “llegar a ser verdaderas” si se cumplen o se llevan a cabo.

Ahora bien, cuando leemos la Biblia, resulta obvio que es mucho más que una simple colección de afirmaciones y proposiciones sobre datos que puedan considerarse “verdaderos” en un sentido simple o fáctico. La Biblia tiene toda la riqueza de la amplia variedad de expresiones y dichos que pueda incluir la literatura humana: relatos, órdenes, preguntas, diálogos, deseos, anhelos, promesas, amenazas, canciones, estallidos emocionales de alabanza o de quejas, proverbios, plegarias, saludos, etc. La Biblia está colmada de todas estas formas de habla y escritura. Decir que son “verdaderas” significa mucho más que solamente decir que son “fácticas”.

Debemos reconocer que la “verdad de la Biblia” produce su impacto en nosotros de una gran variedad de maneras. En su condición de literatura humana, a veces comunica su verdad de manera directa por medio de proposiciones afirmativas inconfundibles, pero con mayor frecuencia lo hace de modo indirecto por medio de múltiples formas de comunicación.

A continuación, presentaremos algunas de las variadas maneras en que se comunica la verdad bíblica. En realidad, estos conceptos pertenecen al próximo capítulo que trata sobre la Biblia en tanto escrita por seres humanos. Incluso así, vale la pena mencionarla aquí como característica importante de lo que significa hablar acerca de la verdad de la Biblia.

Los escritores y sus perspectivas

Si queremos aproximarnos a conocer la verdad, debemos considerar la vida desde diferentes perspectivas. Piense en un tren. Si lo mira cuando viene acercándose por las vías, sólo verá el frente de la máquina. Debe moverse y mirarlo desde el costado a fin de “ganar perspectiva” y saber verdaderamente cómo es un tren. ¡Esto vale también para los rostros humanos! Es necesario verlos de frente y de perfil —en tres dimensiones— para saber realmente cuál es la apariencia real de una persona. Esto es todavía más cierto respecto de la vida completa de alguien, o de los acontecimientos, la historia, los grandes temas de la vida y la muerte, etc.

Por esta razón, Dios nos ha provisto en algunas ocasiones diferentes perspectivas sobre un mismo asunto, para que podamos advertir que la verdad no es algo simple sino complejo. Tenemos dos informes en el Antiguo Testamento sobre un periodo de la historia de Israel: primero los libros de Samuel y de Reyes, y más tarde el libro de Crónicas. Si los estudia en forma paralela encontrará interesantes diferencias de perspectivas. Encontramos diferentes perspectivas de la vida cuando comparamos Proverbios con Eclesiastés y con Job, pero todos comunican aspectos de la verdad de Dios. Tenemos cuatro evangelios con sus singulares perspectivas sobre Jesús, y la principal diferencia de perspectiva la encontramos entre los Sinópticos y Juan. No nos preguntamos cuál es “verdadera” o “falsa”, del mismo modo que no lo preguntaríamos respecto a dos imágenes diferentes de un tren tomadas desde diferentes ángulos. Necesitamos todas las perspectivas que Dios nos ha dado para comenzar a captar la verdad completa sobre Jesús.

Géneros literarios

Una narración histórica puede ofrecernos datos verdaderos acerca del pasado. Pero existe también el formato literario de la ficción narrativa. Es decir, historia completamente imaginada por el escritor. También puede transmitir una verdad, y de hecho se propone hacerlo. Pero esta verdad no se descubre preguntando: “¿Ocurrió tal como aquí se dice?”. Pensemos en la parábola de Jesús sobre el Buen Samaritano. Esta historia es una ficción. Sin embargo, no decimos de ella que “no es verdad”. Tampoco consideramos salir a buscar el camino a Jericó o las ruinas de la posada o el esqueleto del asno del samaritano, a fin de “demostrar” que el acontecimiento sucedió. Sabemos que su verdad y su poder residen en otra cuestión: en el concepto de Jesús acerca de lo que significa ser un prójimo. El Antiguo Testamento también contiene ficciones como ésta; por ejemplo, la historia que Jotam le contó a la gente de Siquem (Jue 9.7–15) o la que Natán le narró a David (2S 12. 1–6).

También tenemos una amplia variedad de géneros literarios en la Biblia por medio de los cuales se comunica la verdad, aunque en forma indirecta: leyes (incluyendo algunas que eran histórica y culturalmente específicas para Israel), poemas y canciones, simbolismo profético verbal y dramatizado, y cartas.

Contexto histórico

Compare estas dos afirmaciones, ambas hechas por Dios acerca de Jerusalén por medio de un profeta:

• Defenderé esta ciudad y la salvaré.

• Los convertiré en desolación y en objeto de burla entre las naciones que los rodean.

¿Es una verdadera y la otra falsa? No, ambas son verdaderas, pero en contextos históricos diferentes. La primera fue dicha por Isaías (37.35), durante el reinado de Ezequías, cuando Dios prometió salvar a la ciudad del ataque de los asirios (y lo hizo). Mientras que la segunda fue dicha más de cien años después, por Ezequiel (5.14), en el último año antes de que Dios, en efecto, destruyera Jerusalén y enviara al resto del pueblo al exilio, donde ya se encontraba Ezequiel.

La historia modifica las circunstancias, y Dios habla en el contexto de la historia. En consecuencia, una palabra que era verdadera en un contexto puede no serlo si se la toma y se la usa en otro sin tomar en cuenta el original.

Dios ha decidido comunicarnos su Palabra a lo largo de un lapso prolongado de la historia humana, y por medio de varias culturas cambiantes. Por supuesto, lo que Dios dijo y requirió de la gente también fue cambiando a medida que progresaba la historia de la redención y la revelación. Vemos diferencias en los protagonistas entre la época del Génesis y la que viene después de Moisés y del Sinaí. Y más aún entre la era del Antiguo Testamento y el momento de la venida de Jesús. Aun dentro del Nuevo Testamento, hay un cambio entre la orden que Jesús dio a sus discípulos respecto a la misión que realizarían durante su vida terrenal (“No vayan a los gentiles”), y el mandato que les dio después de la resurrección (“Vayan y hagan discípulos de todas las naciones”). Es decir, debemos reconocer el carácter histórico de la Biblia y, en consecuencia, el contexto histórico en su manera de comunicar la verdad.

Debemos entender la verdad de la Biblia de un modo amplio y holístico.

• La verdad se comunica de modo diferente en cada una de estas alternativas.

• La verdad se comunica comprehensivamente por medio de todas estas alternativas.

Más arriba ya definí la verdad de la Biblia en estos términos: Dios habló de una manera confiable. Esto subraya un aspecto importante sobre lo que la Biblia dice de sí misma cuando habla sobre la verdad en las relaciones humanas, especialmente la verdad de Dios. Es una cuestión de confiabilidad: hacer lo que dice que hará.

En este sentido, la Biblia es confiable porque no dejará de cumplir el propósito para el cual Dios determinó que se escribiera. “Verdad” no solo significa precisión fáctica (aunque incluye un alto grado de ello cuando se propone comunicar tales cosas), sino veracidad para el propósito de Dios. Conocer la Biblia es conocer la verdad acerca de Él, del mundo, de nosotros mismos, del significado de la vida y la muerte, de los medios de salvación y del futuro de la creación. Esas son las verdades más importantes que Dios quiere que conozcamos. Decir que la Biblia es verdadera y fidedigna significa que no nos engañará respecto a estas cuestiones en aquello que se propone afirmar (lo cual todavía nos deja la tarea hermenéutica de comprender qué se propone afirmar… ¡pero una cosa por vez!).

En este sentido, la Biblia se parece más a un mapa. Lo que se incluye en el mapa depende del propósito para el que se intenta usarlo. Por ejemplo, el mapa del sistema de subterráneos de la ciudad de Londres es un documento infalible —para orientarse en el subterráneo—. No responderá a sus preguntas sobre las distancias exactas entre una estación y otra, ni le dará información acerca de las calles y caminos a nivel de la superficie, ni le mostrará cada curva en las vías. No fue diseñado para eso. Si pretende usarlo para consultar estas cosas, le irá mal. Pero no es culpa del mapa. No significa que el mapa “no sea veraz”. Es completamente verdadero y fidedigno según el propósito para el cual se preparó.

La Biblia es verdadera y fidedigna si se la usa según el propósito para el cual nos fue dada; no lo será si la utilizamos de otra manera o le planteamos preguntas que no se propone responder.

La unidad de la Biblia

Dios habló de manera coherente

La unidad de la Biblia se apoya en la premisa de que, detrás de la variedad de escritores humanos, en última instancia hay un solo autor: Dios Espíritu Santo. En consecuencia, esperamos armonía y unidad en lugar de contradicción. Esto también forma parte de lo que significa decir que la Biblia es la Palabra de Dios. Creemos que Dios es veraz y coherente consigo mismo. La persona de Dios se caracteriza por la integridad, no por las contradicciones internas. Si Dios es así, también se aplica a lo que Él comunica. En consecuencia, aunque la Biblia se haya producido a lo largo de cientos de años, por medio de muchas voces y manos humanas, hay una unidad abarcadora que reúne todo el texto como la revelación de sí mismo del único Dios viviente y verdadero.

Sin embargo, una vez más debemos mencionar algunas precauciones en este asunto.

Unidad significa consistencia y coherencia, no uniformidad

La Biblia tiene un propósito y una forma global que la unifica. Sin embargo, esto no es lo mismo que una llana uniformidad. Todo no significa lo mismo que todo lo demás. Dios habló muchas veces y de diversas maneras (Heb 1.1, ntv). Hay muchas diferentes voces, destinatarios, situaciones y énfasis en esta extraordinaria biblioteca a la que llamamos Biblia. De modo que debemos buscar coherencia dentro de esa variedad, no simplemente aplanar todo en prolijas lecciones de escuela dominical a fin de que todo confluya al mismo concepto elemental. A veces Dios nos da perspectivas complementarias sobre un mismo asunto, y debemos permitir que cada enfoque nos comunique plenamente lo que tiene para decir, y con su propia integridad.

Unidad incluye avance histórico

Dios no reveló todo de una sola vez. La revelación posterior construye sobre la revelación anterior. A veces un texto posterior respalda y confirma lo que dijeron los anteriores. Pero a veces uno posterior “relativiza” al anterior avanzando a una nueva etapa, porque Dios ha hecho o dicho algo nuevo. Esto no significa que el pasaje original estuviera mal o incorrecto en su contexto, o que no tengamos nada que aprender de él; más bien significa que debemos prestar atención a la totalidad de la Biblia y reconocer su naturaleza acumulativa y progresiva. El ejemplo más obvio de esto es que, después de la muerte de Cristo en la cruz, los cristianos ya no deben practicar el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Los sacrificios fueron prescritos por Dios en su debido momento y contexto. Pero cuando Jesucristo vino y murió en la cruz, entonces su sacrifico perfecto hace que aquellos sacrificios anteriores ya no sean necesarios. En consecuencia, debemos leer aquellos textos a la luz de este cambio histórico.

Debido a esta unidad global de la Biblia, necesitamos desarrollar el hábito de pensar en la Biblia como un todo, y ayudar a otros a percibir la totalidad de su mensaje. Esto puede parecer intimidante, pero es más sencillo de lo que quizás imagina. Volveremos a este punto en el capítulo 3.

La claridad de la Biblia

Dios habló a fin de ser comprendido

Es un hecho obvio de la vida humana común que cuando abrimos la boca para hablar o tomamos un papel y escribimos algo, es porque queremos decir algo. Queremos comunicarnos con alguien o con más de una persona, y por lo general queremos que entiendan lo que decimos o escribimos (a menos que estemos involucrados en algún engaño). Cuanto más importante sea el contenido de lo que queremos decir, tanto más esfuerzo pondremos para que resulte tan claro como el agua. Los avisos de seguridad en los edificios o en los vehículos tienen que ser muy claros. Es lógico que nos sintamos frustrados y enojados si los anuncios públicos están garabateados y no se entienden. Si usted tiene algo importante para decir, ¡dígalo con claridad!

Ahora bien, lo que es cierto respecto a la comunicación humana, lo es tanto más respecto a Dios, aunque muchas personas religiosas parecen pensar que Dios sólo habla de maneras misteriosas que superan el nivel de comprensión de la gente común. Ése es precisamente el concepto erróneo que Dios destruye en varios textos clave. Dios no se propone engañar ni juega a las escondidas con la humanidad, ni habla solamente para la élite o los iniciados. Dios habla con claridad a todas las personas.

Desde ningún lugar de esta tierra tenebrosa

les he hablado en secreto.

Ni he dicho a los descendientes de Jacob:

“Búsquenme en el vacío”.

Yo, el Señor, digo lo que es justo,

y declaro lo que es recto. (Is 45.19)

En esta expresión negativa, la implicación es que Dios sí habló claramente, en la luz y con un propósito.

Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está arriba en el cielo, para que preguntes: “¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?”. Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: “¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?”. ¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas. (Dt 30.11-14)

Observe nuevamente los negativos: “no es superior […] ni está fuera de […] no está arriba […]. Tampoco está más allá”. Este texto se refiere específicamente a la ley de Dios, por supuesto, pero en muchos sentidos se aplica al resto de la Palabra de Dios. La intención de Dios es que su Palabra sea conocida, familiar, entendida, y que pueda ser obedecida.

Podemos resumir esto diciendo que la revelación escrita de Dios, su Palabra, es:

* Racional, es decir, dirigida a nuestro intelecto; en un lenguaje humano que se propone ser entendido; no en acertijos ni en código, ni en oráculos religiosos oscuros que no significan nada.

* Intencional, es decir, se propone guiar a todos sus lectores a la verdad y la salvación; no tiene la intención de burlarse, ilusionar, frustrar o ser accesible sólo para expertos.

Teólogos de una generación anterior se referían a la perspicuidad de las Escrituras, es decir, que tienen la cualidad de ser transparentes. El texto es claro y directo y abierto a nuestra comprensión. Esta expresión no implica que todo en la Biblia sea fácil, ni que cualquier persona pueda simplemente tomar la Biblia y entender de inmediato cada palabra en ella. ¡El escritor de 2 Pedro 3.15–16 evidentemente tenía dificultad para entender alguna de las cosas escritas por Pablo! La “perspicuidad de la Escritura” significa que el camino de la salvación está claramente presentado en la Biblia y lo puede entender cualquier lector, y que, con humildad y con la ayuda del Espíritu Santo, todo lo que la Biblia contiene puede tener sentido para nosotros.

Busque el sentido natural del texto: no dé por sentado que hay todo tipo de significados ocultos y códigos ingeniosos. Por lo general, a menos que sea evidente que el escritor está usando figuras literarias convencionales o imágenes simbólicas, la Biblia simplemente significa lo que dice en el nivel de lenguaje corriente. Sospeche de los libros y los oradores que intenten persuadirlo acerca de “significados” asombrosos de la Biblia que no se parezcan en absoluto a lo que usted piensa que el texto pudo haber querido decir. Desarrollaremos esta idea en el capítulo 2.

La autoridad de la Biblia

Dios habló a fin de ser obedecido

La autoridad de la Biblia se debe a su inspiración. Es decir, si lo que la Biblia dice, es lo que Dios autorizó que se escribiera, entonces conlleva la autoridad del propio Dios. Queda claro que esto es lo que Jesús creía acerca de las Escrituras.

Debemos recordar, sin embargo, que es Dios quien tiene la autoridad final. La Biblia es el vehículo o el medio de la autoridad de Dios en su relación con nosotros, pero no debemos hablar de la autoridad de la Biblia en algún sentido independiente. La Biblia es un libro. Dios es una persona. La autoridad de Dios es personal y relacional, no es una “cosa”. Dios ejerce su autoridad por medio de lo que ha comunicado en las Escrituras, pero siempre lo hace en el marco de una relación, no como un modelo rígido o un estatuto.

También debemos recordar que la propia Biblia debe definir lo que entendemos por autoridad, y no nosotros. Es decir, no deberíamos predefinir la clase de autoridad que consideramos necesaria, o asumir que sabemos qué clase de cosa debería ser una Biblia autoritativa (si nosotros la hubiéramos escrito), y entonces forzarla a caber en ese preconcepto. En lugar de ello, debemos recibirla tal como es y decir: “Esto es lo que Dios autorizó; esto es lo que comunica la autoridad de Dios”.

De hecho, hay una gran variedad de tipos y modelos de autoridad en la vida humana. No debemos forzar a la Biblia en un único molde. Por ejemplo, es posible que pensemos en:

La autoridad como control

Este es un modelo militar. Los jefes tienen autoridad para dar órdenes a sus soldados. Según este modelo, se supone que la Biblia debe decirnos sin ambigüedades lo que se debe creer y hacer. La Biblia ordena y controla a la iglesia. Este enfoque tiene fortalezas y debilidades.

* Fortaleza: destaca la importancia de la sumisión y la obediencia a Dios por medio de su Palabra. También nos recuerda que la iglesia es Semper reformanda (siempre en necesidad de reforma) bajo la orientación de las Escrituras. En un sentido amplio, la Biblia debería controlar nuestra vida, nuestras creencias y nuestro comportamiento. Al someter nuestra vida a la Biblia estamos sometiéndonos a la autoridad de Dios como Señor y Rey.

* Debilidad: el problema es que hay mucho en la Biblia que no “nos dice” ni “nos ordena” en un sentido militar. A veces nos da leyes y mandamientos en forma directa, pero ésa es solo una pequeña proporción de toda la Biblia. Muchos de esos mandamientos directos se limitaban a un momento y contexto. La mayor parte de la Biblia es relato histórico. También hay muchos poemas, cánticos, etc. Las canciones, los poemas, los relatos, no son “mandamientos”. Su autoridad es más sutil. Si leemos una historia bíblica y luego nos preguntamos “¿Qué nos dice que hagamos?”, las respuestas pueden variar, y aun podría ser que la idea central de la historia no consistiera en decirnos que “hagamos algo”, sino en mostrarnos otras cosas acerca de Dios y de nosotros mismos. Es decir que el modelo militar de autoridad no siempre resulta útil cuando leemos el texto. En muchos casos, la autoridad del texto no puede traducirse simplemente como “haz esto” o “no hagas aquello”.

Más aun, muchos de los asuntos que enfrentamos en la actualidad no fueron abordados directamente en la Biblia. Por ejemplo, no nos dice directamente qué creer o qué hacer con respecto a la clonación de seres humanos o al calentamiento global. No hay mandamientos directos sobre la pornografía en Internet, acerca de la deuda internacional o los subsidios a la agricultura. Para desarrollar una perspectiva bíblica autoritativa sobre tales asuntos, tendremos que recurrir a otros recursos diferentes de las simples órdenes.

La autoridad como comisión

Esto se parece más a la autoridad de una licencia; por ejemplo, la licencia para conducir. Este documento le otorga una autorización al titular de la licencia. Usted tiene autoridad para conducir un vehículo en la ruta. La Biblia nos da el derecho y la autoridad para actuar en el mundo de Dios en su nombre. Nos muestra el modo y el rumbo en el que debemos actuar, pero no decide por anticipado cada uno de los asuntos, del mismo modo que la licencia para conducir tampoco le indica específicamente qué camino debe tomar cada día. Usted debe decidirlo, pero una vez que lo hace está autorizado a recorrerlo. Al igual que el enfoque anterior, éste también tiene fortaleza y debilidades.

* Fortaleza: es más dinámico y funcional, más a tono con el carácter de la propia Biblia. Debemos vivir nuestra propia historia conforme al modelo establecido por la grandiosa historia de la Biblia. La Biblia como un todo nos muestra los valores, las prioridades y los propósitos de Dios.

* Debilidades: la Biblia queda más abierta a la discusión y la diversidad de opiniones sobre cómo debemos vivir bajo su guía. Sus definiciones son menos evidentes y también puede ser sometida a abusos. La gente puede pretender que la Biblia los “autoriza” a comportarse de cierta manera. Quizás hacen referencia a un principio o a un concepto general que dicen haber tomado de la Biblia (por ejemplo, sobre “el amor” o “las relaciones entre personas”), pero no han prestado atención cuidadosa a la enseñanza explícita de la Biblia mediante el estudio cuidadoso de los textos.

Lo indudable es que, cualquiera fuere la manera en que nos expresemos sobre su autoridad, la Biblia conlleva la autoridad de ser la Palabra de Dios, quien es nuestro Creador, Redentor y Señor. Fue expresada y escrita para que viviéramos en una actitud de obediencia agradable a Dios el Padre. La obediencia a la autoridad de las Sagradas Escrituras, en reconocimiento de que es la Palabra de Dios, es una dimensión esencial del discipulado cristiano auténtico, precisamente porque es lo que Cristo Jesús enseñó y el ejemplo que nos dio con su vida.

Como dice en Deuteronomio: “La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón para que la obedezcas” (Dt 30.14).

Conclusión

En este capítulo hemos planteado que debemos comenzar el proceso para comprender y usar la Biblia “mirando hacia arriba”. Miramos hacia arriba, a Dios, creyendo y recibiendo la Biblia de parte de Él, como Palabra de Dios. Miramos hacia arriba al orar a Dios pidiendo la ayuda del Espíritu Santo en la tarea de comprender las palabras que impulsó se escribieran para nuestro aprendizaje. Miramos hacia arriba al recordar que las palabras que estamos leyendo son a la vez inspiradas por Dios y útiles para nosotros, para todos los propósitos del aprendizaje y la vida cristiana.

Sugerencias para el estudio

1. Prepare un sermón o un estudio bíblico para su iglesia, con el título: “¿Qué significa cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios?” ¿Qué textos bíblicos usará y cómo los explicará? Mucha gente cree con toda sinceridad que “la Biblia es la Palabra de Dios”, pero no entiende lo que eso significa y lo que no significa. Utilice su sermón para ayudarlos a comprender mejor.

La versatilidad de la Biblia

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