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ОглавлениеDios interviene todo el tiempo…
Leonardo Gorostiza
Muchas cuestiones plantea Gabriela en su texto. Pero antes de olvidarme, aunque la mayoría de ustedes ya lo debe saber, les recuerdo que se ha publicado hace muy poquitos días un libro de la Colección Orientación Lacaniana dedicado al tema de las Creencias. Si bien soy el asesor de la publicación, no he leído con detenimiento cada uno de los textos, pero seguramente va a ser un material de trabajo muy útil para nuestro cártel.
Voy ahora a indicar algunas cuestiones respecto a lo que acaba de decir Gabriela, que son más bien preguntas. Ella se interroga acerca de la raíz real de la creencia y realiza una operación de lectura, que es partir de lo que sería el rechazo de la creencia en la psicosis. Esto nos lleva a formular lo siguiente, más o menos así: en la psicosis el fenómeno elemental alucinatorio le concierne al sujeto porque rechazó la creencia y le retorna como certidumbre. Le concierne porque su goce está en la alucinación, en el fenómeno elemental que le concierne, porque de lo contrario no se sentiría referido. En la creencia también podríamos decir que su raíz pulsional le da un fundamento que es del orden de lo real pulsional. Esto implicaría que la creencia no queda solamente jugándose en el plano del sentido de la articulación significante, sino que, para que la creencia sea fuerte –eso que alguna vez Freud tomó de Tertuliano: “Credo quia absurdum” (“Creo porque es absurdo”)– es porque hay algo del goce del sujeto que también está implicado en la creencia, no solo en la certidumbre psicótica. Es lo que Gabriela ubicó como vivencia primaria de placer en la neurosis obsesiva, o podemos llamarla vivencia de goce o trauma en la paranoia, que finalmente es la vivencia de goce primaria.
Segunda cuestión que me llamó la atención; cuando hace referencia al Seminario 7, al referirse a das Ding, lo llama el primer exterior, el primer extraño. Kojève precisamente al referir a esa Otredad en la cual, por decir así, se funda la condición religiosa de todo hablante, lo llama en un momento dado “alteridad radical”. Y eso viene muy bien porque la frase de la que partimos, la de Lacan, dice: “Todo el mundo es religioso, incluso los ateos. Creen lo suficiente en Dios como para creer que Dios no tiene nada que ver cuando ellos enferman. El ateísmo es la enfermedad de la creencia en Dios, creencia de que Dios no interviene en el mundo”, y concluye: “Dios interviene todo el tiempo –sin cesar–, por ejemplo bajo la forma de una mujer”. (1) Creo que aquí podríamos situar esa alteridad radical que menciona Kojève, bajo la forma de “una mujer”.
Otra pregunta que formula Gabriela es: la increencia ¿sería la base de las operaciones originarias de la constitución subjetiva? Hemos discutido en el cártel si no sería lo mismo que referirla, tomando a Lacan en el Seminario 11, a la identificación en el primer tiempo de la alienación, cuando el sujeto queda reabsorbido en el S1. En la psicosis como no se produce la operación de separación, el sujeto no va a estar representado por S1 para S2. Pero ese primer momento, donde el cuerpo, la libido, queda absolutamente absorbida, en su dimensión más real en el S1, ¿no sería una suerte de Behajung que implica ese goce original?
Gabriela plantea: ¿creencia en tener un cuerpo como una suerte de Behajung primordial? Hay una referencia de Miller que no voy a leer ahora, pero que está en su Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan publicado por el ICdeBA hace tiempo y en donde dice que Joyce tenía un problema con lo imaginario, con el cuerpo en tanto imaginario que se le suelta como una cáscara, etc., etc. ¡Es nuestra religiosidad con los términos que repetimos y oramos de la misma manera todas las veces! Pero agrega que Joyce sin embargo tenía algo que Lacan diferencia y que no es la imagen del yo sino la Urbild del yo, que es la matriz donde después todas las capas imaginarias van a ir a depositarse. Y dice que esa Urbild está en Joyce muy significantizada. Pensaba que esto se acerca a la propuesta de Gabriela de lo que sería una Behajung de la Urbild, que es lo que hace que uno después crea que tiene un cuerpo, pero no el cuerpo en tanto imaginario, las imágenes del cuerpo, sino algo que tiene un fundamento real.
Por último, ella nos plantea lo que llamamos un nuevo estatuto de la creencia, que pienso se podría formular así: no la creencia en el padre, que abriría a la dimensión de lo universal, sino la creencia que surge a partir de la experiencia de un goce singular que es lo que “una mujer” introduce. Se podría plantear así una suerte de diferencia entre la creencia en el sentido, creer demasiado en los semblantes, propio de la neurosis; y otra creencia que se va a ligar al uso del síntoma. Pero esto implicaría no oponer el uso a la creencia, como hacemos habitualmente, sino diferenciar entre la creencia en el semblante y otro tipo de creencia apoyada en esto que llama Gabriela “la raíz real de la creencia”, como un real pulsional, que está presente en el síntoma y que se pondría de manifiesto cuando puedo hacer uso del síntoma. Ya que suponemos que para hacer uso del síntoma algo tengo que creer en el síntoma: no que el síntoma algo quiere decir, sino creer que puedo hacer uso de él.
1- Lacan, J., “Conferencias en las universidades norteamericanas (2da. Parte). Conversación con los estudiantes. Respuestas a sus preguntas”, Lacaniana nro. 21, EOL, Argentina, octubre 2016, p. 9.