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Capítulo 1
Haciendo historia

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PARTE I.

HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS DE FAMILIA Y PAREJA EN LATINOAMÉRICA

Roberto Losso

Latinoamérica tuvo un rol central en el nacimiento y desarrollo del psicoanálisis de familia y pareja, pues dicho nacimiento se produjo simultáneamente e independientemente en los Estados Unidos y en la Argentina, hacia fines de los años 40 y comienzos de los 50. Fue entonces que en los Estados Unidos varios psicoanalistas y psiquiatras dinámicos (Lidz, Jackson, Framo, Ackerman y otros) y en la Argentina (Pichon Rivière), conscientes de la insuficiencia de los tratamientos psicoanalíticos “clásicos” en los pacientes que padecían de las llamadas patologías graves (esquizofrenia, estados fronterizos) por una parte, y en los niños por otra, comenzaron a sentir la necesidad de incorporar a la familia al proceso terapéutico. Pudieron comprobar así cómo mucho de lo psíquico que parecía “incomprensible” o las conductas “extrañas o aberrantes” cobraban sentido a la luz de la investigación de las interacciones familiares. Asimismo, notaron cómo los pacientes expresaban el sufrimiento familiar a través de sus síntomas, como portavoces de los conflictos familiares –expresión acuñada por Pichon Rivière (1971)– y como ya lo señalara Freud se servían de ellos para sus propios fines. Las primeras teorizaciones nacieron del tratamiento de familias con miembros con patologías graves. En la misma época, Bowlby (1949) efectuaba entrevistas familiares como auxiliares de las sesiones individuales en la Tavistock Clinic.

En los Estados Unidos una primera aproximación fue la de Harry Sullivan (1953) con su teoría de las relaciones interpersonales y sobre todo la de Frida Fromm-Reichmann, con su ahora clásico concepto de madre esquizofrenógena. Posteriormente, Lidz (1958) introdujo también la importancia del padre y desarrolló sus conceptos de cisma y sesgo matrimonial, y el de transmisión de la irracionalidad. Fueron asimismo pioneros los estudios de Bowen (1965) con su concepto de masa indiferenciada del yo familiar, los de Wynne y colaboradores (1958) sobre pseudomutualidad y cerco de goma, y los de Jackson (1958) sobre homeostasis familiar.

Desde el campo del psicoanálisis de niños, autores como Ackerman (1958) plantearon la necesidad de encarar el tratamiento no sólo del niño sintomático, sino también el de su familia. Anna Freud había ya indicado la necesidad de completar el análisis del niño con una tarea educativa de los padres.

Enrique Pichon Rivière, pionero del enfoque familiar en Argentina, en 1961 formula su teoría del portavoz (del sufrimiento familiar), quien también es el “alcahuete”, el que denuncia la situación conflictiva y el caos subyacente. Señaló tempranamente la tendencia a la segregación del “enfermo” como depositario de la ansiedad familiar y describió los misterios familiares (denominación sustituida ulteriormente por la de secretos familiares). Destaco su concepto de malentendido como enfermedad básica del grupo familiar que resulta de la confrontación del grupo interno –otro fecundo concepto pichoniano– con el (o los) grupos externos, el de grupo interno que se origina en la internalización del grupo externo –básicamente el grupo familiar– modificado y distorsionado por las necesidades biopsicológicas del individuo (de amor, contacto, protección, de nutrición, etc.). Conceptos análogos serán formulados años más tarde por Laing (1978) (con su concepto de “familia”) y sobre todo por Kaës (1976). Pichon nos dio un marco teórico desde el cual pensar psicoanalíticamente la familia: su Teoría del Vínculo, y la ya citada, de la dialéctica grupo interno-grupo externo.

Su Teoría del Vínculo ha sido frecuentemente malinterpretada. El vínculo pichoniano no se refiere sólo al hecho de que, dados dos sujetos A y B se establece un vínculo entre ellos, sino que estos sujetos ya provienen de vínculos. Primero está el vínculo, podríamos decir. El sujeto es entonces el sujeto del vínculo (como acertadamente lo designara después René Kaës). Pichon repetía: no existe psiquismo fuera del vínculo.

Recuerdo que en sus clases Pichon comparaba la familia con un equipo de fútbol en el que cada jugador tiene su función en el grupo y recalcaba que análogamente, de acuerdo a la ocasión, en la vida familiar cada miembro debe tener la plasticidad suficiente para hacerse cargo de las funciones de otro u otros de los miembros.

Estoy convencido de que Pichon, como todo pensador genial, se adelantó en muchos aspectos a su época, lo que le valió no pocas críticas y descalificaciones por parte de muchos colegas de línea más conservadora que lo acusaron de “no ser psicoanalista”. También existía –y existe aun– el temor de derivar el campo del psicoanálisis desde lo intrapsíquico hacia lo relacional o hacia lo interaccional (Kaës, 2001), confundiendo su teoría vincular con esas otras posturas, que no consideran la dimensión intrapsíquica.

En 1956 apareció en Argentina uno de los primeros artículos sobre conflictos de pareja: Identificación proyectiva y conflicto matrimonial, de David Liberman (1956).

Otro pionero en Argentina fue Jorge García Badaracco (1978, a, b; 1985) con su concepto del objeto enloquecedor. Planteaba un modo de enfrentar la situación traumática a través de la identificación con el objeto vivido como agresor para poder retenerlo, dado que aunque odiado, es vitalmente necesitado, y distinguía entre identificaciones normogénicas, patológicas y patógenas (García Badaracco, 1985). Las primeras, permiten la creación de un espacio mental propio en el que las presencias de los otros se convierten en elementos con los que se construirá la propia identidad. El interjuego de vínculos dentro de la familia, sugiere este autor, permite el desarrollo de una interdependencia recíproca sana, generadora de recursos yoicos (García Badaracco, 1985). Por el contrario, en cada familia en la que aparece patología, habrá un predominio de identificaciones patogénicas que son alienantes. En ocasiones, estas identificaciones constituyen una suerte de caricatura de personajes idealizados o denigrados de la mitología familiar que nosotros hemos denominado triviales.

También considero sumamente importante la contribución de Badaracco a los grupos multifamiliares (1990). Estos grupos que convocan a muchos pacientes junto a sus familias, son de gran valor clínico y teórico, ya que permiten confrontar las fantasías que cada familia tiene de su malestar con la visión que les otorgan las otras familias, permitiendo que un número grande de pacientes y sus familias puedan acceder a un tratamiento familiar eficaz.

Dejo la mención de los aportes de Berenstein y Puget a Rodolfo Moguillansky en este mismo capítulo.

En la actualidad numerosos grupos en el interior de diferentes instituciones psicoanalíticas trabajan con diversos enfoques del psicoanálisis de familia y pareja, y también otros en el ámbito de las escuelas sistémicas y cognitivo-conductuales. Nosotros hemos desarrollado nuestras propias ideas en base a dos teorías fundamentales: la teoría del vínculo y la teoría de las identificaciones (Losso, 2001). También en colaboración con Ana Packciarz Losso y otros colegas, abordamos temas como mitos familiares, el concepto de transferencia mítica, los estudios sobre el proceso de divorcio, con el concepto de divorcio terminable e interminable, la fantasía inconsciente compartida de elaboración transgeneracional, la violencia transgeneracional como parte de la violencia familiar latente, los conceptos de campo vincular, campo vincular terapéutico y campo vincular ampliado. Nos interesamos por diversos estudios sobre las parejas: lo intrapsíquico, lo interpsíquico y lo transpsíquico en psicoanálisis de parejas, la sexualidad en la pareja, técnicas del tratamiento de parejas, estudios sobre las consecuencias de las migraciones en las familias. Nos hemos ocupado últimamente de los cambios en las configuraciones familiares a partir de las transformaciones macrosociales ocurridas el último medio siglo: en primer término la devaluación de los mitos familiares que hemos llamado tróficos, y de la cada vez mayor introducción de mitos sociales en las familias. Hemos estudiado cómo la contribución de la biopolítica nos ayuda a comprender cómo esos mitos actúan inconscientemente en la mente de los individuos y en la dinámica familiar. Además, la caída de la sociedad patriarcal, con la “defenestración del padre”, los movimientos feministas, los de gays y lesbianas, la mayor separación entre sexualidad y reproducción, con las consecuencias del nuevo rol de la mujer en la sociedad y los cambios en las ideas sobre el género, todo lo cual lleva a cambios en las estructuras familiares, desde el aumento notable de las familias “monoparentales”, a la creación de familias en torno a una pareja homosexual; o las que surgen a partir de la introducción de las técnicas de fecundación asistida, donación de esperma y/o de óvulos, úteros “alquilados”, etcétera. Por razones de espacio, incluyo sólo algunas de las múltiples referencias bibliográficas sobre estos tópicos.

Instituciones y congresos de terapia familiar en la Argentina y Latinoamérica

En Argentina, Alfredo Canevaro y Jorge García Badaracco fundaron la Sociedad Argentina de Terapia Familiar en 1978, la cual, desde sus orígenes, reunió en su seno profesionales tanto de orientación psicoanalítica como sistémica, organizando varios congresos sobre el tema. La Revista Terapia Familiar reunía textos de ambas orientaciones. Durante la época de la dictadura militar en Argentina (1976-1983), las reuniones de la Sociedad funcionaron como un refugio donde se podía discutir sobre los contextos multipersonales, en un ambiente en que el poder los consideraba “peligrosos”.

En los Congresos Argentinos de Psiquiatría se incluían desde los años 60 presentaciones sobre terapia familiar; el Segundo Congreso Argentino de Terapia Familiar, organizado por la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, con la presidencia de Alfredo Canevaro y vicepresidencia de Oscar Czertok, reunió a psicoanalistas y sistémicos y el tercero, realizado en Córdoba, estuvo presidido por Enrique Pichon Rivière.

En junio de 1970 se realizó en Buenos Aires el Primer Congreso Argentino de Psicopatología del Grupo Familiar, mencionado por Moguillansky en su texto y en 2008 la Asociación Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia (AIPPF), realizó en Buenos Aires su Tercer Congreso, que convocó una cifra récord de inscriptos de Argentina y del Cono Sur. La AIPPF fue fundada en 2004; en su constitución y actividades varios colegas argentinos (entre los que me cuento) tuvieron un activo papel; su primer presidente fue Alberto Eiguer, un discípulo de Pichon Rivière que emigró a Francia a fines de los años 50.

En el artículo de Rodolfo Moguillansky de este mismo libro se menciona la historia y actividades de la Comisión de Familia y Pareja de Fepal, que coordinamos conjuntamente. Para evitar redundancias, remito a su texto. Aquí sólo quiero agregar el papel que cumplen las valiosas colegas de Panamá Lea Setton, Yolanda de Varela, Betty Benahim y otras, las que integran un importante foco de difusión del Psicoanálisis de Familia y Pareja en todo Centroamérica.

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En 1984, bajo la presidencia de Jorge García Badaracco, la Asociación Psicoanalítica Argentina creó el Departamento para la Investigación Psicoanalítica de la Familia y la Pareja (el que desde 2012, estando el Departamento bajo mi coordinación, pasó a denominarse, como homenaje a su creador, Departamento de Familia y Pareja Prof. Dr. Jorge García Badaracco). Se trató del primer caso mundial de una institución psicoanalítica perteneciente a la IPA que otorgaba estatus oficial al enfoque familiar y de pareja. Posteriormente, la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires creó su Departamento de Familia y Pareja, y también la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo y la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados poseen Departamentos o secciones dedicadas a Psicoanálisis de Familia y Pareja, así como muchos otros grupos fuera de dichas instituciones. La Asociación Psicoanalítica Argentina organizó periódicamente, hasta la actualidad, Jornadas de Familia y Pareja, varias conjuntamente con la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, algunas de ellas bajo mi coordinación.

Finalmente, y last but not least, diré que el enfoque de la familia y la pareja, a la que tanto ha contribuido Latinoamérica, ha ayudado a atraer la atención de los psicoanalistas sobre la importancia de la función de la intersubjetividad en la génesis y en el mantenimiento de la estructuración del aparato psíquico, incluyendo la constitución del inconsciente, y ha permitido arrojar nuevas luces sobre conceptos psicoanalíticos básicos. Además, ha permitido estudiar los niveles más “primitivos” (indiscriminados) del psiquismo, los que se activan en el marco de la sesión familiar (Czertok, Guzzo y Losso, 1993).

PARTE II.

EL DESARROLLO DEL PSICOANÁLISIS VINCULAR

Rodolfo Moguillansky

En la segunda mitad del siglo XX la cuestión familiar adquirió mayor relevancia en el campo de la salud mental y en el psicoanálisis. A esta nueva mirada no estuvo ajena América Latina. Distintas fuentes confluyeron para que así sucediera. Entre ellas tuvo un papel preponderante el renovado interés en la psicosis. Diversos equipos de investigación, liderados entre otros por G. Bateson, T. Lidz, L. Wynne, R. Laing, trabajaron bajo el supuesto de que la esquizofrenia era el resultado de procesos interactivos de la familia.

También contribuyó que múltiples autores, como Jacques Lacan, Harold Searles, Margaret Mahler, José Bleger, René Kaës, Donald Winnicott, Wilfred Bion, Piera Aulagnier y Jean Laplanche, concibieron que la familia era la trama en la que el humano procesa los momentos constitutivos de su subjetividad

En esa línea, fue central que en la posguerra se comenzaran a atender parejas y familias, en particular la experiencia pionera de Dicks en la clínica Tavistock, que nos llegó a través de Tensiones matrimoniales (1970) difundida también por Guillermo Teruel en su texto Diagnóstico y tratamiento de parejas en conflicto: Psicopatología del Proceso Matrimonial, o la de Willi (1976) en Suiza.

Lo vincular en la Argentina

Las instituciones de la IPA tuvieron inicialmente una actitud ambivalente frente a las concepciones vinculares. En los comienzos circularon extramuros y de a poco se fueron incorporando. Así en los años 50, de la mano de Enrique Pichon Rivière y José Bleger, se comenzó a tener en cuenta una comprensión vincular en el psicoanálisis en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Fue fundamental para el desarrollo de un punto de vista vincular, dentro de una perspectiva psicoanalítica, que en el territorio de la salud mental Mauricio Goldenberg, un psiquiatra dinámico, acompañado por numerosos psicoanalistas, muy conmovido por las ideas de la psiquiatría comunitaria que Maxwell Jones (1953) estaba desarrollando en Inglaterra, creara en 1956 en Lanús, localidad situada en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, un Servicio de Psicopatología en un hospital general. En esta institución se desarrolló una psiquiatría dinámica fuertemente apoyada en el psicoanálisis, que tenía como ideario no separar al paciente psiquiátrico de su comunidad ni de su familia. Las ideas que acompañaron la experiencia de Goldenberg (1958) están presentes en “Estado actual de la asistencia psiquiátrica en el país”. Muchos de nosotros llegamos al psicoanálisis –y en particular a enfoques vinculares– después de habernos formado como psiquiatras dinámicos con Goldenberg. La incorporación promovida por Goldenberg de servicios de psiquiatría dinámica en hospitales generales como un plan de desmanicomialización, fue la primera experiencia de ese tipo en América Latina y luego fue tomada como modelo por la OMS en la Conferencia de Alma Ata en 1978.

En este cambio de mirada también fue importante que García Badaracco, miembro conspicuo de la APA en 1967, creara el primer Hospital de Día, en el Hospital Borda (el mayor hospital psiquiátrico de Buenos Aires).

Una persona central en la incorporación del punto de vista familiar dentro del psicoanálisis, en particular en el psicoanálisis de niños, fue Aurora Pérez, quien además de dirigir el Departamento de Niños de El Lanús, creó en esa época junto a un grupo de pediatras el “consultorio del niño sano” en el Hospital de Niños, R. Gutiérrez (el más importante Hospital Pediátrico de Buenos Aires), en donde se asesoraba a los padres en el cuidado de sus hijos.

Al son de lo promovido por lo anterior, desde fines de los años 60, se creó en la Argentina un interesante movimiento que se ocupó de los vínculos familiares que culminó en el Primer Congreso de Patología y Terapéutica del Grupo Familiar con sede en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1970. En este Congreso confluyeron contribuciones sistémicas y psicoanalíticas que siguen aún vigentes. Sluzki propuso una generalización de la hipótesis del doble vínculo, que meses más tarde tomó forma de libro en Comunicación y neurosis (1970). Isidoro Berenstein presentó un trabajo que fue el protomodelo de la Estructura Familiar Inconsciente (EFI), que formalizaría en Familia y enfermedad mental (1976) y Psicoanálisis de la estructura familiar (1984).

Este movimiento se ralentizó y casi se paralizó con el comienzo del terrorismo de estado en la Argentina con la acción de la Triple A, que pocos meses después culminó con el golpe de Estado de 1976 que dio comienzo a la cruenta dictadura militar, “el Proceso”, que duraría hasta 1983.

Con la vuelta de la democracia este movimiento penetró en las sociedades psicoanalíticas locales y en 1984 se crearon Áreas y Departamentos de Familia en APA y APdeBA (en APdeBA se creó en 1984 el Área de Pareja y Familia sobre la base de un grupo de psicoanalistas que nos habíamos formado en el Lanús y convocamos a participar en la misma a Janine Puget e Isidoro Berenstein que desarrollaban hasta ese momento su enseñanza del punto de vista vincular en la Asociación de Grupos AAPPG, una sociedad no perteneciente a la IPA. Yo fui el primer coordinador de esta Área).

Como muestra de ese interés, hacia 1987 tuvo lugar el Primer Congreso de Psicoanálisis de Pareja y Familia, convocado de modo conjunto por la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA), la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG) y la Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupos (AAPPG). Resalto esta múltiple convocatoria en tanto muestra cómo circulaba el punto de vista vincular dentro de las instituciones de la IPA y extramuros de las mismas.

Ese congreso, en el que sólo participaban psicoterapeutas que trabajaban con una visión psicoanalítica, estuvo signado por discusiones entre dos modelos: uno de raigambre estructuralista, que tomaba referencia en la Estructura Familiar Inconsciente (EFI) propuesta por Berenstein y otro el TIRI (tramado inconsciente relacional e identificatorio) presentado por César Merea, Augusto Picollo y Edmundo Zimmerman, colegas de la APA.

Isidoro Berenstein, con la Estructura familiar inconsciente (EFI), (Berenstein, I., 1976; 1984) fundamentaba un orden inconsciente interpersonal que hiciera inteligible los vínculos familiares desde una estructura inconsciente que definía lugares y conflictos. Esta teoría reconocía una deuda con lo escrito por Levi-Strauss (1969) sobre la estructura del parentesco.

En el TIRI, en cambio, se privilegiaban las motivaciones provenientes de la historia edípica de cada miembro de la pareja o familia, motivaciones que según estos autores se articulaban en el vínculo apoyándose en la noción de mito teorizada por Antonio Ferreira (1966). Esta polarización, luego del Congreso, se abrió en otras direcciones.

Berenstein a fines de los 80 abandonó parcialmente su postura estructuralista, que por otro lado era cuestionada en todo el mundo por la dificultad de los modelos estructuralistas para explicar el cambio. Berenstein, entonces junto con Janine Puget, tomaron como eje el desamparo como motivador del vínculo y desde esa perspectiva propusieron la noción de “objeto único” (1988): una modalidad vincular primitiva narcisista que daba cuenta de un vínculo entre un yo inerme y desamparado y un otro dotado de la capacidad de contrarrestar dicho estado.

La aproximación vincular tardó en encontrar aceptación dentro de los congresos de IPA. En Roma en 1989, por primera vez hubo en un Congreso de IPA un panel sobre Psicoanálisis y Familia. En 1991 tuvo lugar en Buenos Aires el congreso de IPA y en él nuevamente tuvo lugar un Panel sobre el tema, incorporando de allí en más lo vincular en los Congresos de IPA.

Mi participación en dicha oportunidad junto a Guillermo Seiguer, tomó forma en el libro “La vida emocional de la familia (1996). Se dio además en esa época una acalorada discusión entre “relación de objeto” y “vínculo” que me motivó a escribir “Vínculo y Relación de objeto” publicado en 1999.

Destacaría en esta ampliación de perspectivas lo escrito por Alberto Eiguer (1983; 1990), que incorpora la noción de interfantasmatización desde la que comprende la comunidad de representaciones entre los miembros de una familia; Jorge García Badaracco con su trabajo pionero en el Psicoanálisis multifamiliar; Roberto Losso (2001), construyendo una “metapsicología vincular” que integra el aporte de E. Pichon Rivère; Juan Carlos Nocetti realizando un detallada discusión de los diferentes modelos conceptuales que circularon en Argentina; Julio Moreno (2002), con un desarrollo en el que postula que lo que diferencia al animal del hombre es la inconsistencia; Cesar Merea, (2003) proponiendo que un punto de vista intersubjetivo enriquece tanto la clínica de parejas como la de las personas singulares; Miguel Spivacow, (2005; 2011), sosteniendo una perspectiva intersubjetiva, en la cual el psiquismo es un sistema abierto en continuidad-discontinuidad con el otro/otros, y desde ella la comprensión de determinaciones y funcionamientos psíquicos, etcétera. Esta corta enumeración por supuesto que no rinde homenaje a la impresionante producción teórica sobre el tema que ha tenido lugar en América Latina en estos últimos años.

En el desarrollo y expansión de un punto de vista vincular ha tenido un papel central que Fepal creara un Comité de Pareja y Familia en 2003. Las primeras coordinadoras del mismo fueron Sonia Kleiman y Lia Rachel Cypel. Entre 2013-16 este Comité fue coordinado por Roberto Losso y Rodolfo Moguillansky. El Comité de Fepal ha contribuido tanto a fortalecer el trabajo en las sociedades latinoamericanas en las que ya existían psicoanalistas que trabajaban con parejas o familias como también a crear áreas en aquellas que aún no estaba desarrollado. Es de destacar la tarea que realizamos con Péndola en Lima, Perú; Ana Rosa Chait en Porto Alegre; Lia Rachel Cypel, Maria Aparecida Nicoletti, Isabel Gomes, Lea Nuss y Guillermo Bigliani en São Paulo; Leila Tanus Guimaraes en Matto Grosso do Sul; Lucía Morabito en Caracas; Antonia Staforelli en Santiago; Zuli O´Neill en Montevideo; Maria Bernadete Amêndola Contart de Assis en Riberao Preto; Bruno Salessio en Pelotas; Sara Patricia Moreno en Bogotá; Tanny Levy en México, entre otras. Con todos ellos hemos realizado paneles, talleres, cursos en sus sociedades y en los Congresos de Fepal en estos últimos años.

Ha sido un hito muy importante llevar adelante el Primer Congreso Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia en Buenos Aires en el 2015 convocado de modo conjunto por el Comité de Pareja y Familia de Fepal y de IPA presidido por Roberto Losso, Rodolfo Moguillansky y David Scharff y que tuvo como secretaria general a Mónica Vorchheimer. Este Congreso permitió darnos cuenta tanto de acuerdos como de diferentes modos de aproximación a la clínica vincular. Este libro, del que este texto forma parte, refleja lo que allí se produjo.

Por último, en este paneo quiero destacar que Isidoro Berenstein y Janine Puget que tienen un liderazgo en la teorización vincular, en estos últimos años han desarrollado textos (Isidoro Berenstein 2001; 2005; 2007; Janine Puget 2015) en los que insisten en el papel de lo nuevo, del acontecimiento, de lo no previsible, de la prevalencia del hacer sobre el repetir, con un cuestionamiento radical de todo determinismo o causalidad, enfatizando la producción de diferencias de los individuos entre sí en el seno del vínculo. En esa misma línea ha contribuido Julio Moreno (2002; 2010) con su diferenciación entre procesos asociativos y conectivos.

Mi contribución en el psicoanálisis vincular la he llevado adelante desde tres vectores. Como Rector del Instituto Universitario de Salud Mental –Universidad creada por APdeBA– que tiene como uno de sus posgrados una Maestría de Pareja y Familia de la que soy docente. En esta Maestría se han formado además de colegas argentinos muchos colegas latinoamericanos que luego al regresar a sus países de origen difunden y practican el psicoanálisis con parejas y familias.

Como autor –la mayoría en coautoría con Silvia Nussbaum– he publicado múltiples artículos y libros en los que propongo comprender la pareja y la familia como una institución en la que los miembros que la componen son instituidos por el imaginario de la misma sin por ello perder singularidad. Postulo que en este imaginario rige una lógica identitaria producto de la ilusión de reciprocidad amorosa que funda la pareja en Occidente desde el siglo XX. Comprendo en ese sentido la consulta como fruto de la imposibilidad de sostener esa lógica identitaria.

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Es muy difícil en una narrativa histórica no hacer omisiones y énfasis excesivos. Espero sepan comprender que esto es inevitable en cualquier relato y también en éste.

PARTE III.

FAMILIA: SUEÑOS Y PESADILLAS3

Carlos Guillermo Bigliani

El escritor brasilero Ariano Suasuna, analiza el conflicto del escritor con la realidad y nos cuenta cómo Monteiro Lobato crea un mundo encantado en su quinta del interior de São Paulo (Sitio do Picapau Amarelo). Suasuna dice que el escritor se incluye representándose en esa realidad que crea. De alguna forma somos todos escritores tratando de escribir todo el tiempo un sueño sobre esa realidad que no se adapta a nuestros deseos. El trabajo del terapeuta es tratar de ayudar a leer esos sueños o desmontar esas pesadillas, que a veces son soñadas por dos o por muchos.

Freud inició un camino que permitió la lectura científica de nuestros sueños individuales. En el camino que él abrió, ahora, otros están pensando cómo leer los sueños que las parejas y las familias sueñan y que a veces se transforman en pesadillas.

Así, Juan quiere ser o mostrar a María que él es alguien muy poderoso. Trata de escribir un cuento con su vida (para él, para María y para todos los lectores posibles); un cuento sobre un deseo no realizado por su propio padre: ser el vecino más exitoso del barrio. Sin embargo, también querría ser su compañero y a veces ser protegido por María; esto raramente ocurre y le causa sufrimiento.

María escribe sobre su vida un cuento basado en el sueño de su madre, que es también el de ella: tener un marido omnipotente, como lo fuera su abuelo materno, importante representante de la comunidad portuguesa en Brasil; “Virrey de Portugal en Brasil”, como bromeaban en casa. Este abuelo había organizado para el casamiento de los padres de María una de las fiestas más importantes de la historia de la ciudad y les regaló una luna de miel en Europa durante la que fueron recibidos en los mayores palacios de Lisboa. Ella escribe sobre la exigencia de que Juan sea el personaje de un sueño infantil transgeneracionalmente alimentado, alguien que abra para ella un mundo de príncipes y princesas que recorren palacios por Europa. Para eso, tiene que permanecer sorda y muda a los deseos de Juan que contradicen ese deseo suyo, así como lo hace el propio Juan poseído por el deseo no realizado de su propio padre. En este juego permanecen alejados de las satisfacciones posibles entre ellos.

Para leer este material, el psicoanálisis clásico cuenta con una concepción de la mente que permite pensar sus producciones en términos individuales; mas para tratar de comprender cómo los sueños de Juan y María provocan efectos recíprocamente entre ellos, y cómo cada uno puede participar de un acuerdo no explicitado (inconsciente) para soñar juntos o compartir una pesadilla, debemos acercarnos a los años 50.

Bion es sin duda uno de los precursores más importante dentro del psicoanálisis, gracias a su descripción de los supuestos básicos que operaban en los grupos. Su pensamiento colaboró para ampliar la investigación en grupos y familias en todo el mundo, y fundamentalmente en Londres.

Fuera del campo psicoanalítico encontramos a Bateson, con su esfuerzo por sustituir las definiciones en términos de esencias y buscar una definición relacional de esos mismos términos. Así por ejemplo “competencia”, “dominación”, “resistencia pasiva” no eran para él más que tipologías que configuraban una estación intermedia del conocimiento. Definir esas características como términos del proceso de una relación en la que éstas se generaban y se mantenían mutuamente, ayudó a abrir los horizontes de muchos autores, como Jackson, que en algún momento llegó a declarar la muerte del individuo. El trabajo y el pensamiento en términos de sistemas cambiaron para siempre la forma de pensar el psiquismo.

Jackson, como Minuchin, Ackerman, Wynne, Lidz, Swerling, Borszomeni-Nagy, Whitaker y muchos otros de los primeros terapeutas familiares norteamericanos provenían de formaciones psicoanalíticas y fueron diferenciando sus caminos. Ackerman, sin duda el psicoanalista de familias más famoso durante los primeros años de la historia de la terapia familiar psicoanalítica, sin alejarse de la teoría psicoanalítica la completó con la teoría de los roles (describió el rol del chivo emisario, del curador dentro de la familia, etc.) y con la teoría de la comunicación.

Pichon Rivière venía trabajando con familias de psicóticos desde los años 40 en el Hospital Borda en Buenos Aires y para fines de los años 50 había diseñado un sistema de pensamiento rico y operativo de la teoría y técnica de los tratamientos de familia que merece algunos párrafos. Frente al trabajo con familias consideraba que deberían ser analizadas las siguientes situaciones universales:

1 La ansiedad frente al cambio de la estructuración anterior de la familia y la ansiedad de ataque frente a una nueva estructuración.

2 Como resultado de lo anterior podría crearse una situación terapéutica negativa por miedo y resistencia a los cambios.

3 Esto originaría sentimientos básicos de inseguridad (que ejemplificaba diciendo que el pensamiento de la familia sería “mejor pájaro en mano que cien volando”).

4 La ampliación de las redes de comunicación dentro de la familia sería el camino para el cambio (el pasaje de la novela familiar a la historia familiar).

5 Enfatizaba finalmente la importancia de analizar las fantasías básicas de enfermedad (v.g. “somos todos pecadores”), de cura (alertando sobre la tendencia a la vuelta a lo anterior evitando una nueva configuración) y de tratamiento (tratamiento equiparado a la confesión de una culpa, a un juicio donde se exige la confesión).

Pichon (1980) recomendaba al terapeuta abordar la familia con un esquema conceptual, referencial y operativo que incluyese las nociones de:

1 Portavoz, el miembro que aparece expresando la enfermedad grupal.

2 Análisis de los roles: madre con rol paterno, padre con rol materno, etcétera.

3 Análisis de los malentendidos básicos.

4 Análisis de los secretos de familia (de lo que todos saben y no se habla).

5 Análisis de los mecanismos de segregación (de los cuales la internación sería el último paso).

6 Análisis de las fantasías de omnipotencia e impotencia.

7 Análisis de la situación triangular básica: el vínculo que une el niño a la madre, el padre y los hermanos.

Pichon pensaba en un aparato mental cuyos conflictos inconscientes se expresaban como síntomas en la conciencia, en el cuerpo y en el mundo externo (familia y sociedad); al referirse a la situación triangular básica ésta era pensada en términos del vínculo que un niño o un paciente establecía con su familia.

Algunos años más tarde Laing señalaba que lo que se internalizaba no eran objetos como tales, sino patrones de relaciones entre presencias humanas (Laing, R., 1964), señalando una diferencia con las ideas de Freud respecto al superyo. Según Laing, la familia estaría unida por la internalización recíproca de las internalizaciones realizadas por cada uno de los miembros de la familia, lo que constituiría la marca de la membresía familiar.

Nuevas concepciones (Berenstein, Puget, Kaës) proponen un aparato mental pensado en términos de una estructura vincular que se desplegaría en los espacios intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo, postulando un inconsciente propio de cada espacio.

“Los tres espacios –mundo interno, vincular y sociocultural– son distintos, diferenciados y se reúnen en el sujeto, que a su vez es producto de ellos. Cada uno de estos espacios produce un inconsciente”. (Berenstein, I., 2005). El mundo interno estaría formado por la articulación de representaciones reprimidas y afectos de acuerdo a la circulación topológica clásica. El mundo vincular, en cambio, se produciría con lo que ambos sujetos deberán suprimir, suspender o dejar afuera, aquello incompatible con la relación o que se les presenta como ajeno y traumático. “En el trabajo de subjetivación, siempre pertinente a la relación con otro o con otros, puede producirse nuevo sentido ya que lo vincular genera su propio inconsciente. Nuevo sentido equivale a nueva subjetividad. Se dirá que el sujeto es otro para los otros y otro para sí mismo” (Ibid. p. 142). Finalmente, el inconsciente del mundo sociocultural se instituirá a partir de lo que debe ser suprimido o excluido de lo que determina la pertenencia de los sujetos al conjunto social: “los sentimientos de incertidumbre frente a las amenazas de disolución del conjunto”(Ibid).

En esta misma línea, Kaës nos ofrece un nuevo modelo de inteligibilidad acerca de la formación del aparato psíquico y de su articulación entre los sujetos del inconsciente. Sus investigaciones sobre la transmisión de la vida psíquica basadas en nuevos dispositivos psicoanalíticos, cuestionan las concepciones estrictamente intrapsíquicas y solipsistas en la determinación de la formación del aparato psíquico y del individuo (Kaës, R., 1988).

Con estas nuevas ideas iremos pensando un sujeto ya no sólo constituido por efecto de sus identificaciones ya cristalizadas sino por las acciones de imposición del otro, de inducciones mutuas; un sujeto múltiple –que sería diferente con cada otro con el que se vincula; un sujeto que participaría de alianzas inconscientes y de pactos denegativos. En este mundo vincular se manifestarían las resistencias por repeticiones complementarias (no más intrapsíquicas como las descriptas clásicamente por el psicoanálisis), las estructuras de repetición melancolizantes o segregativas, etcétera. En este espacio, diversos autores han trabajado la transmisión del psiquismo entre generaciones (cf. Eiguer, A., 1983; Abraham y Torok, 1987). Reparemos en que el territorio que el psicoanálisis pretende explorar hoy excede ampliamente la mente individual (Cf. Moguillansky, R., 1996).

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Ernesto y Alicia consultan por el incremento de la violencia de él en el matrimonio. Siempre estuvo dedicado a la familia, pero rígido. Últimamente está violento y es injusto. Se llevaban muy bien; ella a veces protegía más a las hijas que ahora están mayores y estudiando administración como el padre. Él trabaja en una “multi”, sometido a un jefe autoritario que hace poco dejó de tenerlo como su protegido y comenzó a preferir a otro director dejándolo de lado y maltratándolo. Para Ernesto el problema es que ella está loca; puede ser hormonal, piensa, o que la causa del malestar sea ese analista individual que siempre le da la razón a ella, “le infla el ego, que lo tiene de acero”.

Este caso podría ser analizado desde diversos ángulos; adelanto algunos: la adolescencia de las hijas y la intensificación de las alianzas homosexuales por una fobia de contacto edípica con el padre y la consecuente exclusión de éste; una crisis de la edad media de los padres y/o señales iniciales del síndrome de nido vacío, etcétera. Sin embargo, quiero destacar que la dinámica en la que estaban inmersos podía concebirse como el desplazamiento y la dramatización de conflictos del espacio trans-subjetivo hacia el intersubjetivo.

Ernesto alternativamente asumía el papel de su propio jefe autoritario y violento, y por momentos pintaba a Alicia con los colores de presidenta de “multi” que elegía a otros como sus preferidos –sus hijas que se unían a ella contra Ernesto en los momentos en que él estaba poseído por el papel de presidente. Tenía así en casa con Alicia, la pelea que no podía tener con un jefe que en cualquier momento, en el trabajo, podría sacarle “tarjeta roja”. ¡Pero él estaba a punto de recibir tarjeta roja en casa!

José llega a Buenos Aires un sábado a mediodía; lleva debajo del brazo el semanario Veja que compró antes de embarcar en São Paulo. El titular es: “Derrota Argentina en las Malvinas”. Al comunicar eso a su familia lo desprecian; nadie puede entender cómo cree en esas cosas; prácticamente lo acusan de traidor a la patria: “¡Cómo podés creer una cosa así cuando tu hermana donó todas sus joyas para ayudar a los muchachos!” Habla con los vecinos buscando alguien con sentido común; pero lo ven como a un loco. Apela a argumentaciones diversas: “La primera víctima de una guerra es la verdad, están equivocados, ya todo acabó”.

A veces un pueblo entero es víctima de una larga experiencia de terrorismo de estado que desarticula los fundamentos del conjunto social y destruye las formaciones y los procesos de la vida psíquica que se apoyan sobre el conjunto social (Kaës, R., 1988) y decide soñar un sueño de unión y de victoria. Este tipo de fenómenos tendrían que ver con lo inconsciente trans-subjetivo y con lo que Elliot Jacques (1976) comenzó a pensar cuando se ocupó de las metadefensas como defensas que envolverían al conjunto de los miembros de una institución. En este caso, lo que debía ser suprimido o excluido de lo que determina la pertenencia de los sujetos al conjunto social era la verdad sobre la guerra.

Berenstein advierte que la relación de la fe con las creencias como base del sentimiento de lo obvio, de lo que “es así” y no requiere ser examinado, sirve para agrupar un conjunto humano, a veces enfrentado a otro con creencias diferentes pero igualmente obvias. Y nos recuerda a Laing quien sostiene que lo obvio es peligroso en tanto rechaza como de mala fe a otros que no comparten ese obvio.

El trabajo psicoterapéutico con familias y parejas es el producto de diversos aprendizajes que configuran en el terapeuta una red (consciente-inconsciente) que a la manera de la red de los equilibristas lo protegen cuando da ese salto en el vacío que es cada intervención.

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3 Editora Escuta en Brasil publicará la versión completa de este artículo.

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