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Habilidades para el ejercicio profesional en psicología

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Si hubiese alguna auditoría en la psicología, sería muy difícil evaluarla como sistema de conocimiento, porque su objeto de estudio es captado solamente en parte por la observación, siempre abierta a nuevas contribuciones que cuestionan los criterios epistemológicos, como las que recientemente recibió de la neurociencia, del transhumanismo, de la psicología positiva y de la teoría del deseo mimético. La captura de su objeto y las nuevas contribuciones hacen de la psicología una continua reflexión epistemológica. Ese predicado condiciona la actualización del psicólogo con respecto a la reflexión crítica para comprender el sistema de conocimiento en el cual trabaja. Como es frecuente en la tradición científica, nuevos criterios epistemológicos cuestionan abordajes anteriores y obligan a ofrecer respuestas frente a las innovaciones conceptuales. Ese proceso de innovación conceptual puede ser observado en trabajos que comparan el estudio de alguna cuestión con distintos abordajes epistemológicos. Una ilustración de tal comparación se desarrolla en la tesis de doctorado de Luciano Sewaybricker (2017), en la cual el autor pregunta qué es la felicidad, a la filosofía, a la psicología y a la política, poniéndolas en interlocución.

Su conclusión, que no cabe en este análisis, fue el reconocimiento de tres objetos distintos, que son llamados con un solo nombre, que a su vez comunica, de manera imprecisa, la idea de un solo objeto. Otra ilustración de distintos abordajes despunta en el análisis de Valsiner (2007), a través del cual el autor justifica el cambio en la orientación epistemológica de un periódico conocido. Esos dos estudios confirman que la psicología estuvo siempre abierta a la reflexión filosófica para comprender el comportamiento y la existencia humana, desde los primeros pasos de su construcción como ciencia. Esa apertura se evidencia en los estudios pioneros del comportamiento, en los trabajos de Ivan Pávlov, Wihelm Wundt, Edward Titchener y Sigmund Freud, aún en el siglo XIX, fundados sobre diferentes bases epistemológicas. Tal creatividad se amplió con ritmo constante a través de distintas trayectorias epistemológicas que revelan la reconocida fertilidad de las ideas y la diversidad de fuentes de observación que son desarrolladas en la consolidación de la psicología, mediante trabajos como los de John Watson, Lev Vygotsky, Kurt Lewin, Karen Horney y Erick Erickson, para limitarse a los casos más conocidos.

Esos representantes de la segunda generación de fundadores de la psicología trabajaron dentro de las fronteras ya reconocidas entonces como territorio de esa ciencia. Esa apertura y esa flexibilidad de la psicología fueron reconocidas recientemente, en la alborada del siglo XXI, gracias al enriquecimiento que recibió de pensadores de campos del conocimiento vecinos al suyo, o mezclados con otros campos del conocimiento, como René Girard en la literatura, Zygmunt Bauman en la sociología y Daniel Kahneman en la economía, cuya contribución expuso más claramente la complejidad epistemológica de su objeto de estudio. En el campo de la POT, análogamente, el objeto de estudio evolucionó: de la relación funcional trabajador-tarea pasó por la experiencia de la relación trabajador-tarea como parte de un sistema, hasta mirar hacia todos los fenómenos y problemas que ocurren en el espacio entre la persona, el trabajo y la sociedad y las complejas relaciones entre ellos. Esa evolución del objeto de estudio es también observada en la demanda, hoy multidisciplinar, del combate a la covid-19, en el cual, como se mencionó anteriormente, la psicología social ofreció una contribución crucial (van Bavel et al., 2020).

La trayectoria de la psicología y de la mayoría de las otras ciencias revela que sus objetos fueron construidos a partir de la reflexión interna sobre su propio campo, permanentemente cuestionado, y a través de la interlocución externa, con otros campos con los cuales había alguna frontera. El objeto de la psicología fue testeado y aplicado en una amplia variedad de campos, como los de la salud, la educación, el trabajo, la comunicación, la marginalidad y los problemas de conducta; de esta manera, se configuraron especializaciones que tienen la subjetividad y el comportamiento como denominadores comunes, pero aplicados a diferentes problemas. En esa trayectoria, la psicología encontró su objeto de estudio, siempre con un continuo diálogo entre la teoría y la intervención, principalmente a través de las prácticas profesionales. En este paso, la psicología siempre demostró el reconocimiento de la creciente complejidad de la sociedad, activando la interlocución como herramienta fundamental de su desarrollo. Evolucionada como ciencia plural a través de ese proceso de revisión de su objeto de estudio (Heidbreder, 1933), de la diversidad de sus métodos (Mahoney, 1991) y de la amplia aplicación y la interdisciplinariedad de sus prácticas profesionales, la formación de los psicólogos implica la exposición y la interlocución como insumos de la reflexión. La exposición sistemática de esas teorías, esos métodos y esas aplicaciones a los alumnos en capacitación profesional estimula la reflexión sobre su historia, motiva al aprendiz a reconocer su pluralismo, no como limitación o incapacidad metodológica, sino como manifestación de la complejidad de su objeto. Ese reconocimiento es la base de la competencia crítica del futuro profesional y, por tal motivo, una meta del pregrado, que es un proceso de maduración que capacita al aprendiz para ese reconocimiento.

Esa visión crítica, como habilidad crucial del psicólogo, alimenta la reflexión frente a las prácticas profesionales que exponen la debilidad de cada una de sus diferentes perspectivas, como bien las describen Mahoney (1991), en su ensayo sobre las técnicas psicoterapéuticas, y Chanlat (1990), en su ensayo sobre las limitaciones que la psicología presentó en cuanto a la comprensión de la relación del hombre con el trabajo. Mahoney (1991) analiza los distintos abordajes desde la psicoterapia y los confronta entre sí, para revelar las potencialidades de la articulación de la subjetividad en la existencia. Chanlat (1990) aborda la tradicional alianza entre la psicología y la gestión del trabajo, para dar cuenta del riesgo que implica el sesgo de hacerse ciencia y práctica profesional, fragmentando los problemas. La fragmentación facilita la percepción limitada de las causas y los efectos aislados, ignorando que son parte de una totalidad que revela causalidades complejas. Según Chanlat, esa limitación permitió que la investigación sobre el desempeño descuidara del reconocimiento de las causalidades inconscientes. Si el psicólogo estuviera apoyado en esa visión crítica, el riesgo de descuidos sería menor.

De acuerdo con Granger (1993), el objeto de la psicología puede ser estudiado de diferentes modos, repitiendo su pregunta ¿hay una o distintas ciencias en ella?, lo que implica ubicar al estudiante frente a la necesidad de reflexionar, siguiendo las trayectorias de las dudas, las cuestiones y las críticas de los autores que construyeron los distintos abordajes que constituyen la psicología. La formación será segura a través de la interlocución pluralista que representa la diversidad de los criterios epistemológicos. Esa forma de aprendizaje plantea la cuestión de la honestidad en la formación profesional del psicólogo. El alumno se enriquecería si fuera capaz de vivenciar esas dudas. El pluralismo actúa como una herramienta para la escogencia de técnicas de trabajo para el psicólogo. Ese mismo camino aparece en la investigación sobre las vacunas para la covid-19, que hoy ofrece decenas de diferentes formulaciones a los biólogos.

Tanto la psicología como la sociedad enfrentan la transición de la naturaleza epistemológica que hoy desafía las ciencias con la virtualización de los eventos y, por otro lado, la transición de los modos de vida y de acción mediados por la alta velocidad de los eventos, que dificulta la necesaria adaptación de los individuos y los grupos a las nuevas contingencias de la existencia (Zuboff, 2019). Esas transiciones hacen del estudiante de psicología un investigador científico desde su primer día de clase. Ese espíritu de investigación es una habilidad crucial, porque además de la diversidad epistemológica, los aprendices son tentados a reducir el conocimiento a la adquisición y la actualización de informaciones, como si estas fueran condiciones suficientes para la comprensión que la intervención profesional requiere del psicólogo. El psicólogo de la POT vive la paradoja de cuidar de la adaptación en un contexto competitivo donde la regularidad es el cambio.

Con frecuencia, el aprendiz espera solamente el aprendizaje de soluciones, cuando debería esperar insumos para transformarlos en soluciones. Esta postura contradice los planteamientos expuestos por Mahoney (1991). Esa expectativa es frecuente porque el mundo de la psicología es complejo y el buceo en el mundo de las informaciones sin la demanda de reflexión fomenta el trabajo profesional como actividad técnica, cuando esta es solamente el instrumento.

La sensibilidad frente a las dudas y la diversidad de caminos y soluciones es una habilidad que requiere maduración, que requiere un aprendizaje de largo plazo, adquirido a través del remplazo de la subordinación a la racionalidad cuantitativa por la experiencia desde la reflexión crítica. La pericia profesional del psicólogo no se reduce a la implementación de procedimientos correctos, sino que incluye la comprensión de la existencia humana en sociedad, en la que el problema y la solución no son etapas distintas, sino integradas, tal como el contexto no es una variable, sino parte relevante del problema y de la solución. La falta de esa percepción fue la limitación de la burocratización que dominó por muchos años la aplicación profesional de la psicología en áreas como la gestión y la educación. La acción profesional es una aventura (Mendel, 1998) porque implica el esfuerzo de comprensión de la realidad y la conciencia del pluralismo en los modelos y valores que están disponibles para la intervención profesional.

El psicólogo es capacitado para el ejercicio profesional a través del contacto sistemático con la psicología y de la reflexión que lo estimula para superar posturas pasivas, como el desempeño de la burocracia y los análisis bajo la perspectiva de la cultura tecnocrática, que hoy empobrecen la comprensión de la sociedad. El psicólogo es efectivo cuando asume que su relación con la práctica es fundada en la tensión entre la comprensión crítica de la realidad y la búsqueda de efectividad en la intervención profesional. La superación de esa tensión le exige reflexión e interlocución asentadas en el conocimiento sistemático de la psicología, así como en la conciencia de que su intervención profesional construye la sociedad en la que la existencia individual refleja la indeterminación y la búsqueda de la emancipación y la autorrealización.

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