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Un diagnóstico de vacío: los problemas de un análisis diferenciado de los sujetos en lucha

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Aun cuando la tradición marxista nunca ha dejado de estar presente en el pensamiento latinoamericano, la atracción que operaron los enfoques de la «acción colectiva» y de «los nuevos movimientos sociales» para los análisis de procesos empíricos de resistencia7, por un lado, y la inercia a naturalizar la alternancia u oposición entre estas formas conceptuales y un enfoque de clase, por el otro, abrió una tendencia a prescindir de la noción de clase para el análisis de los procesos de movilización de sujetos en lucha que no entraban en las consagradas formas de organización de los «trabajadores»: partidos o sindicatos8. En breve, lo que se produjo fue una tendencia a normalizar ciertos enfoques analíticos y metodológicos para cierto «tipo» de experiencias de lucha, que quedarían invalidadas para otras.

Los motivos de esta suspensión selectiva pueden ser variados y la extensión de este artículo no nos permite explayarnos al respecto. No obstante, para una variante de motivos, que podríamos llamar teórico-político, es necesario considerar que, en el marco de las crisis políticas del mundo socialista post ’89 y del consenso sobre el fin de cualquier proyecto anticapitalista, se produjo el entierro de la noción de clase y, con ella, la centralidad ontológica de conflicto de clase como pivote de la comprensión del orden social. En este sentido, por ejemplo, y a pesar de esfuerzos teórico-analíticos importantes, las luchas que se alzan alrededor de la denominada «cuestión ambiental o ecológica» o de las «cuestiones de género» constituyen experiencias sobre las cuales más comúnmente se ha aceptado una supuesta «diversidad» o, al menos, cierto «desplazamiento» respecto de un formato aparentemente canónico de lucha «de clases»9.

El problema que se nos presenta aquí no se debate ante la necesidad de atender y comprender las especiales condiciones históricas de emergencia y desarrollo de este tipo de luchas frente a otras; sino que se constituye por el desplazamiento o, en otros casos, la suspensión de la noción de conflicto de clases como categoría explicativa de la dinámica de la producción/reproducción/transformación del orden social y de los sujetos en él. Ello repercute, a nuestro criterio, en la opción y la disputa por un pensamiento dispuesto a abordar la relación entre, por un lado, la emergencia y desarrollo de un determinado proceso de lucha; y, por otro lado, las condiciones de existencia y vida que ese proceso de lucha viene a denunciar, interrumpir o reorganizar. Entonces, no se trata de negar ni homogeneizar la heterogeneidad histórica de los sectores subalternos en América Latina, sino señalar los callejones sin salida a los que nos lleva una gestión teórica-metodológica diferenciada de esa heterogeneidad, que suspende selectivamente el conflicto y el antagonismo de clases para ciertas «zonas» o «campos» de movilización y contestación política.

En esta tarea creemos oportuno señalar que un uso selectivo del enfoque de clase según «los tipos de sujetos» en lucha se traduce en una posición que admite que sólo las «clases populares», o «los pobres», o «los trabajadores» son acreedores de un enfoque de estudio que los relacione con instrumentos que registren y analicen sus contradicciones a la hora de producir y reproducir sus condiciones de vida. Este planteo, lógicamente, concluye que un enfoque de clase no debería usarse para analizar sujetos contestatarios que son «inconsistentes» desde el punto de vista posicional o discursivo, es decir, que no pueden ser asignados transparentemente a ciertos estratos ocupacionales o sociales, o no producen discursos políticos que expresen un autoreconocimiento como «clase». La confusión es obvia entre, por una parte, la acción política que se define por los propios sujetos como «clase» –en tanto modo de nombrar la propia subjetividad política, que podría reconocerse en una expresión del tipo «somos una clase en lucha» o «no somos una clase en lucha»–, y, por otra, la posibilidad de un análisis de la acción política, los movimientos, las organizaciones y los sujetos, desde un enfoque sobre la clase y su (no) constitución10.

Como consecuencia de este uso selectivo del enfoque marxista, advertimos el riesgo que transporta el reconocer e interpretar las «diferencias» de experiencias de lucha a partir de dicotomías que, más que instrumentos analíticos, se vuelven dispositivos que edifican divisiones ontológicas al interior de las prácticas de los sectores subalternos. Por ejemplo, cuando se leen desde una mirada clasificatoria y estática aquellas modulaciones entre demandas o luchas «culturales o identitarias» y demandas «materiales o económicas»11; o cuando se utiliza del mismo modo la distinción entre luchas que se despliegan en el ámbito de «la producción de mercancías» y luchas en el ámbito de la «reproducción de la fuerza de trabajo»12.

Estas distinciones y categorías nos pueden ayudar a comprender ciertas especificidades y lenguajes de un momento histórico de las luchas subalternas13. No obstante, pueden resultar verdaderas obstrucciones si colaboran a la instalación –a priori– de nuevas fronteras o miradas esencialistas y estigmatizadoras entre las distintas modulaciones de lucha y sus expresiones identitarias y organizativas. En este caso es alto el sesgo relativista que tiende a desdibujar las posibles articulaciones entre las luchas, en parte por causa de la exaltación permanente de los particularismos que las definen, antes que por los problemas y sentidos comunes que las atraviesan y organizan.

Por ejemplo, en algunos de nuestros resultados de investigación previos para Argentina, constatamos la ausencia o fragilidad de las descripciones de los vínculos entre las organizaciones ambientales en defensa de bienes comunes y los partidos políticos o sindicatos. Aquí ha sido más bien concentrado el esfuerzo por mostrar el contenido «verde» de las luchas «obreras o campesinas», por ejemplo, mientras que poco sistemáticos son los ejercicios que realizan el camino inverso, esto es, analizar los contenidos «clasistas» en las resistencias ambientales. Incluso en el caso de ofrecerlas desde lecturas conceptuales más expresamente reivindicadoras de la perspectiva marxista, los vínculos o alianzas entre luchas ambientales y «otras experiencias de lucha» (campesinos e indígenas organizados por el acceso o recuperación de sus tierras, organizaciones representantes de la lucha sindical, o sectores organizados de trabajadores informales o de desocupados, por caso) son presentados por diversos análisis desde la centralidad del concepto de «red»14, dejando de lado, por ejemplo, una noción sobre «solidaridad» vinculada a la constitución de clase15.

En resumen, ante el enorme volumen de reflexiones respecto de las distancias y particularidades de las experiencias de resistencia activa en la región, será necesario ponderar cuánto de la manera en la que hemos construido las herramientas teóricas y analíticas para hablar sobre la inherente heterogeneidad de las luchas ha sido edificada desde un prisma de la «diversidad» o la «diferencia» que no refleja, por sí misma, la escala de los problemas alrededor de los cuales surgen los conflictos. En otras palabras, si bien la condición de fragmentación de la conflictividad y su localización en específicos contextos es parte de la manera en la que las luchas contemporáneas se estructuran y desarrollan, los problemas que organizan las disputas son globales o regionales. El orden capitalista –más aun en su forma neoliberal actual– se produce y reproduce en un complejo y articulado movimiento donde toda la vida social deviene fuerza productiva y todas las relaciones (familiares, sexuales, culturales, de raza, etc.) se convierten en un engranaje de relaciones de producción, ya que la sociedad entera se vuelve, como dice Federici, «fábrica de relaciones capitalistas»16. Si no es posible afirmar que existan zonas o campos de la conflictividad de nuestras sociedades que nada tengan que ver con esta lógica de estructuración de las relaciones capitalistas a escala global y transversal, un enfoque clasista sobre la conformación de sujetos políticos tiene mucho que aportar.

Actuel Marx N° 26: Sexo-Género/Raza/Clase. Latinoamérica desde una óptica interseccional

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