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El cine en la formación jurídica

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Pablo Fernández Carballo-Calero

Profesor Titular de Derecho Mercantil

Universidad de Vigo

Resulta curioso que el simple hecho de redactar una nota de apenas dos páginas encierre en realidad un viaje a la adolescencia. Por ello permítanme que antes de exponer cualquier consideración sobre la relevancia del cine en la formación del jurista, les lleve por un instante a la ciudad de Ourense, un lugar a menudo olvidado que, allá por la década de los noventa, contaba con un destacado número de salas que a día de hoy sólo sobreviven en el recuerdo.

Ir a la sesión de las once con Jesús y la obligada tertulia posterior en el café “Isaac” era una de esas cosas que hacían de nuestra pequeña ciudad un lugar mágico. Era una época de butacas gélidas, palomitas recalentadas, fallos técnicos durante las proyecciones y acomodadores que utilizaban sus linternas. Una época en la que cada estreno era un acontecimiento y en la que, por fortuna, aprendimos a soñar despiertos.

La foto actual es completamente distinta. Las únicas salas de la ciudad se ubican en un centro comercial y plataformas como Netflix o HBO amenazan con arrasarlo todo. En realidad, no sólo el cine ha cambiado. “La Ibense”, “El Cortijo” o la “Confitería Ramos” se han ido, los videoclubs han desaparecido, y ya no nos comemos las uñas esperando un nuevo episodio de “Twin Peaks” que arroje algo de luz sobre el asesinato de Laura Palmer.

El 21 de septiembre de 2012 se inauguró en la Facultad de Ciencias Jurídicas y del Trabajo de la Universidad de Vigo el I Ciclo de Cine y Derecho Mercantil. La actividad se prolongó hasta abril de 2013, pero la acogida que tuvo, no solo entre el alumnado de la Facultad, sino también entre abogados, fiscales, jueces, notarios y otros juristas, nos llevó casi sin darnos cuenta, en octubre de ese mismo año, a iniciar un II Ciclo que finalizaría en abril de 2014. El libro “Derecho Mercantil y Cine”, que tuve la oportunidad de dirigir, y en el que confió la prestigiosa editorial Thomson Reuters-Aranzadi, plasmaría por escrito todo el trabajo realizado1.

Recuerdo que a una de las sesiones del I Ciclo asistió el profesor Velasco Fabra, para mí simplemente Guillermo, con el que, pese a la distancia, he forjado una amistad inquebrantable que dura ya casi dos décadas. También recuerdo su entusiasmo con el formato de la actividad y su contenido. Quizá aquella sesión hizo brotar una idea, inspiró un proyecto que hoy se materializa y culmina de la mejor manera posible con la publicación de la obra que el lector tiene entre sus manos.

Podría utilizar este espacio para citar una serie de obras maestras del cine jurídico como “Testigo de Cargo” (Witness for the Prosecution, 1957), “Doce hombres sin piedad” (12 Angry Men, 1957) o “Matar a un ruiseñor” (To Kill a Mockingbird, 1962). Al mismo tiempo, podría hacer referencia a todas las ventajas que el cine nos ofrece a la hora de explicar el Derecho. Decía en su momento, y repito ahora, que el cine es una herramienta muy útil para enseñar el Derecho, pero también que, para disfrutar de ciertas películas en toda su dimensión e, incluso para seguir en ocasiones su trama, los conocimientos jurídicos resultan imprescindibles. Finalmente, podría ofrecer una relación de excelentes y rigurosos trabajos doctrinales en los que la aptitud del cine como vehículo para acercar el Derecho a los estudiantes queda claramente demostrada. Tal y como se ha puesto de relieve, el análisis de las películas cinematográficas desde una nueva perspectiva es una experiencia emocionante, intrigante y desafiante para los alumnos, que se las llevan a casa, las comparten con sus familiares y amigos, y continúan así pensando más allá de las aulas.

Sin embargo, todo es mucho más sencillo. Debo escribir sobre la importancia del cine en la formación del jurista y no tengo más que dirigir la mirada a Guillermo. El profesor Velasco Fabra es un excepcional jurista y cinéfilo que ha sabido fundir ambos mundos para alumbrar una obra colectiva que, gracias a la selección de las películas sobre el nazismo y los autores, ya nace como un clásico. Quiero decir con esto que, si el cine ha contribuido en algún modo a la formación jurídica de personas como Guillermo, el viaje habrá merecido la pena.

Mi ciudad, es cierto, ya no es la misma y, aunque mi vida también ha cambiado, tengo la suerte de poder seguir yendo al cine con Jesús y Tito, y de ver las películas en casa con Anita. A su vez, la tradición de ir al cine con Guillermo cuando viene a la Universidad de Vigo o yo me desplazo a Madrid por razones académicas, solo ha podido truncarse este año por la pandemia.

Es el momento de finalizar esta breve reflexión que, al igual que las películas, despierta en mí una mezcla de alegría y de nostalgia. Las películas tienen una forma única de tocar el corazón de las personas. Estoy seguro de que la presente obra tocará el de aquellas que se adentren en sus páginas.

1. FERNÁNDEZ CARBALLO-CALERO, P. (Dir.), Derecho Mercantil y Cine, Thomson Reuters-Aranzadi, Cizur Menor, 2016.

El nazismo a través del cine jurídico

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