Читать книгу Bichos muertos - Gustavo García Garabal - Страница 7

El ruido

Оглавление

Lo escucho y me pone nervioso, en alerta. Hace un tiempo que aparece por la tarde, justo cuando me siento a tomar unos mates después de darle todo el día al sol, cortando troncos para hacer leña.

Es raro, nunca lo había escuchado y no se parece a ningún otro. Viene del monte.

Esta casa la hicimos con Manuela, de adobe y palos con techo de paja porque es más fresco. Antes vivíamos en una de chapa que en verano no se podía ni estar, el calor te ahogaba. Primero elegimos el lugar, al lado de un camino de tierra que corta el monte de norte a sur. Está bueno porque cuando llueve podés salir igual. Con el tiempo la fuimos amueblando: una mesa y cuatro sillas usadas pero lindas, un elástico de madera con un colchón y un ropero. Eso gracias a que hace un tiempo conseguí trabajo con unos patrones que tienen árboles y aserradero. No pagan mucho, pero ayuda. Con los chanchos, las gallinas y lo que siembro, alcanza y algo sobra.

Ahora el ruido es más fuerte, desaparece un rato y vuelve con más ganas. Manuela dice que parece un jaguar, pero yo le digo que los gatos suenan más roncos. Este es corto y bruto, te hace sacudir. Al rato que aparece, en la nariz se siente algo fuerte, agrio. No sé por qué, pero es así nomás.

Los animales parecen no sentirlo, salvo el ovejero. El pobre mira hacia el monte y agacha las orejas, lo asusta.

Hace calor y tengo que ponerme a preparar la comida de las gallinas. Cuando era chico me gustaba darles de comer. Mi vieja me daba ese trabajo bien temprano, después caminaba una legua para ir a la escuela. Nunca fui de los libros, si podía escaparme me iba al monte a buscar fruta con los otros pibes. Comíamos y después nos tirábamos al río. Qué felicidad, en calzones, jugábamos a las luchas, a las carreras. Ahí conocí a mi primera chica, una alemanita de ojos verdes y pelo medio colorado. Me puse triste cuando se fue a vivir a otro pago. Cuando mi viejo se enteraba de las escapadas, te daba para que tengas y guardes. Con la lonja te sacudía el lomo que te ardía una semana.

Ahora el ruido es grueso, más oscuro, retumba en las tripas. Hace tres noches lo escuché detrás de casa, fui a ver, pero no, se fue para adelante. Es del monte, pero no sé dónde está. Capaz es ahí nomás.

Cuando empezó, hará unos meses, llegué al borde de lo tupido para seguirlo. Llevaba un machete grande, recuerdo que hice unos pasos y sentí algo muy raro detrás mío, como si fuera una sombra, más bien una cosa, algo. Me cagué y volví a casa. Manuela insiste en que para ella es algún bicho que está rondando. Para mí no, es diferente, no es un animal. De los que conozco seguro no es.

Mi viejo se murió joven, chupaba mucho. La vieja se quedó sola con nosotros cinco. Me acuerdo cómo lloraba cuando llegaba la noche, tendría miedo. Mis hermanos y yo nos apretábamos en la misma pieza con una vela y nos dormíamos así, temblando de susto y de hambre. La panza hacía ruido, ruido que dolía me acuerdo, porque muchas veces no había para todos, comían los más chiquitos.

Este monte se tragó mucha gente, pienso, mientras termino de preparar la comida para los pollos. Ahora solo me queda esperar la cena y ver cómo se hace de noche. Está más lejos el ruido, parece que va desapareciendo. Es como un chillido, un quejido, como si doliera algo, es feo.

Manuela no puede tener hijos, dice el doctor que es porque de chica estuvo jodida de los pulmones. También porque estuvo desnutrida. Ella me contaba que solo comía galleta y agua mala, de esa que te enferma. Igual parece que unos gringos de cerca de casa nos van a dar uno, tienen como diez, medio rubiones, lindos pibes. Me gusta pensar que voy a ser papá.

La comida está lista, unos choclos y un pedazo de pollo con tomate y papas. Rico, cocina bien Manuela. Al rato doy vueltas en la cama mientras ella termina de lavar. Mucha soledad, en este monte cada vez somos menos. Me jode pensar que por ahí también nos terminamos yendo.

La noche está espesa y oscura, sin una estrella. Solo se escucha algún grito lejano de un bicho y su presa. Después, silencio.

Ojalá mañana no venga el ruido.

Bichos muertos

Подняться наверх