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Reclasificación de los principios

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En la revista Theosophist del mes de mayo de 1887, encuentro la primera parte de un largo artículo explicativo de Subba Row, en el cual se ha tomado la molestia de analizar, minuciosamente, casi todo lo que he escrito en los últimos diez años sobre el asunto en cuestión.

Mi primer pensamiento fue el de no contestar a su “respuesta”. Sin embargo, después de volverla a leer detenidamente, he llegado a la conclusión que no sería prudente hacer esto. El artículo al cual me refiero es un manifiesto y ya no puedo sostener la impresión de que era sólo un aparente desacuerdo. Estos miembros y exmiembros de nuestra Sociedad que se han regocijado en las observaciones de Subba Row, han deducido que ellos tenían razón y yo no. Puesto que no admito, por lo menos en nuestro caso, que “una casa dividida en lucha consigo misma” debe caer, pues la Sociedad Teosófica nunca podrá caer mientras que sus cimientos sean fuertes, considero que este desacuerdo, aunque real, no tiene gran importancia ni es vital. Sin embargo, si no contestara a las censuras en cuestión, se deduciría, inmediatamente, que los argumentos me habían callado o, peor aún, que había expuesto una doctrina infundada.

Antes de decir algo más sobre el tema principal, debo expresar mi sorpresa al constatar que el letrado autor hacía constante referencia a mí como su “crítica.” Nunca lo he criticado, ni sus enseñanzas, ya sean orales o escritas. Simplemente lamenté notar en la revista Theosophist, palabras calculadas, como pensé entonces, para crear falsas impresiones. La posición asumida por el orador de las conferencias sobre el “Bhagavad Gita” fue inesperada y también inédita para mí, y mis observaciones se proponían ser las más amistosas posible. Tampoco ahora soy inducida a escribir por otros sentimientos. Puedo sólo lamentar y nada más, que estos nuevos desarrollos de ideas surjan ahora, después de siete años de acuerdo tácito, si no efectivo.

Tampoco encuentro, en la página 450 de la revista Theosophist del mes de abril, algo que implique, incluso remotamente y, aún menos, “probablemente”, que apruebo los puntos de vista según los cuales “la enseñanza original había sido criticada”. Simplemente dije que: “algunos (teósofos) argumentaron que parecía una crítica.” En cuanto a mí, siento demasiada reverencia por los maestros “originales” a fin de admitir que algo que se diga o se haga, pueda ser, jamás, “una crítica” de sus enseñanzas. Sin embargo, si se me considera, personalmente, como “la que expuso esto originalmente”, no puede haber crítica alguna. En el peor de los casos es un desacuerdo de opiniones personales. En la Sociedad Teosófica cada uno es libre de expresar plenamente sus ideas; yo también, entre el resto, especialmente cuando sé que estas opiniones son las del esoterismo trans–himaláyico, si no del brahmanismo cis–himaláyico, como se me dice claramente ahora, por primera vez. Por lo tanto, las siguientes palabras que escribí en la nota no se dirigían a Subba Row: “por supuesto, los que no se adhieren a la antigua escuela de adeptos arios arhat, no están para nada obligados a adoptar la clasificación septenaria”. Estas palabras se aplican, muy inocentemente y según lo que yo pensé, libremente, a cada miembro de nuestra Asociación. El por qué mi amigo T. Subba Row las haya aplicado a sí mismo es una de esas combinaciones misteriosas, indudablemente desenvueltas por mi karma y traspasa mi comprensión. Esperar que un brahmino, un vedantino (ya sea ocultista o no), acepte, en su significado literal, las doctrinas de los adeptos buddhistas (aunque arios), es como esperar que un cabalista occidental, un israelita por nacimiento y por manera de pensar, se adhiera a Buddha y no a Moisés. Acusarme, basándose en esto, de dogmatismo y de un deseo de desarrollar: “un credo ortodoxo” de las doctrinas que he tratado de explicar a quienes están interesados en el ocultismo buddhista, es bastante duro. Todo lo anterior me obliga a dilucidar mi posición pasada y presente. Puesto que la segunda porción de la respuesta de Subba Row difícilmente contendrá acusaciones más intensas de las que se hallan en la primera, pido el permiso de afirmar que:

a. Ni los “fragmentos de verdades ocultas” originales, ni siquiera “el buddhismo esotérico”, se proponían exponer la filosofía brahmánica, sino la de los arhats trans–himaláyicos, como afirma correctamente Subba Row en su artículo: “El brahmanismo sobre el principio septenario en el hombre”, “es extremadamente difícil mostrar (¡a la profana H.P.B!), si es que los tibetanos derivaron su doctrina de los antiguos rishis de la India o si los brahminos antiguos aprendieron su ciencia oculta de los adeptos del Tíbet o si los adeptos de ambos países profesaron, originalmente, la misma doctrina, derivándola de una fuente común [...] Cualquiera que sea el caso, los antiguos adeptos de la India aprendieron el conocimiento de los poderes ocultos de la naturaleza poseído por los habitantes de la Atlántida perdida y estos adeptos lo agregaron a su doctrina esotérica enseñada por los residentes de la isla sagrada (Sham–bha–la). Sin embargo, los adeptos tibetanos no han aceptado esta añadidura a su doctrina esotérica”. [...] Así, a los lectores del Theosophist se les dijo, desde el principio (en 1882), que “deberían esperar encontrar una diferencia entre las dos doctrinas”. Una de dichas “diferencias” se halla en la exposición exotérica o la forma de presentación del principio septenario en el hombre.

b. Aunque las doctrinas fundamentales del ocultismo y de la filosofía esotérica son una, y las mismas en todo el mundo, y ese es el significado secreto bajo la cáscara externa de cada religión antigua, por más conflictiva que sea en apariencia, [siendo cada una] el resultado de la religión–sabiduría universal de la cual procede, las maneras de pensar y sus expresiones deben ser, necesariamente, diferentes. Por ejemplo: los adeptos trans–himaláyicos han empleado palabras sánscritas como jiva, cuyo significado, en las aplicaciones verbales, difiere ampliamente del que tiene entre los brahmines de la India.

c. Nunca me he ufanado de tener algún conocimiento del sánscrito y cuando vine a la India por última vez, en 1879, conocía muy superficialmente las filosofías de las seis escuelas del brahmanismo. Nunca pretendí enseñar sánscrito ni explicar el ocultismo en aquel idioma. Afirmé conocer la filosofía esotérica de los ocultistas trans–himaláyicos y nada más. Nuevamente, lo que sabía era que: la filosofía de los antiguos Dwijas e Iniciados no difería, ni podía diferir, esencialmente, del esoterismo de la “religión–sabiduría”, así como no diferían de ella el antiguo zoroastrianismo, la filosofía hermética o la cábala caldea. He tratado de probarlo traduciendo, en las palabras de la filosofía brahmánica, los términos técnicos empleados por los arhats tibetanos acerca de las cosas y los principios, según se han adoptado en la enseñanza trans–himaláyica (y que, cuando se dieron a Sinnett y a otros, sin sus equivalentes sánscritos o europeos, quedaron ininteligibles como lo serían para todos en la India). Pude haber fracasado en hacer esto correctamente, es muy probable que así sea; y he cometido errores, nunca pretendí ser infalible, pero ésta no es una razón por la cual la división septenaria debería considerarse “anticientífica.” Que era enigmática, ya lo he admitido, sin embargo, una vez que se haya explicado adecuadamente, es la correcta, aunque, en la metafísica trascendental, la división cuádruple puede funcionar otro tanto bien. En mis escritos en el Theosophist, siempre consulté brahmines que hablaban sánscrito, que eran eruditos, e incluso no muy eruditos, dando crédito, a cada uno de ellos, por conocer el valor de los términos sánscritos mejor que yo. Por lo tanto, la cuestión no es si es que pude o no pude haber usado los términos sánscritos equivocados, sino si las doctrinas ocultas que he expuesto son las correctas, por lo menos las de “la doctrina Ario–Caldea–Tibetana”, según llamamos la “religión–sabiduría universal”. (Véase, en este libro, la primera nota que agregué al artículo: “El Brahmanismo sobre el principio septenario en el hombre” de Subba Row.)

d. Al decir que la clasificación septenaria de los principios es absolutamente necesaria para explicar los fenómenos después de la muerte, sólo repito eso que siempre dije y que todo místico entenderá. “La clasificación septenaria es la correcta una vez que pasamos, desde el plano del puro razonamiento subjetivo (o metafísico y por ende, puramente teórico), sobre asuntos esotéricos, al de la demostración práctica en ocultismo, donde cada principio y atributo (inferior) debe analizarse y definirse en su aplicación [...] a la vida después de la muerte (la de los fantasmas y de los pisachas)”. Estas son mis palabras que cada espiritista entenderá. Los metafísicos vedantinos, al negar la realidad objetiva o la importancia, también, de nuestro cuerpo físico, no perderán su tiempo en subdividir los principios humanos inferiores, los aspectos y la naturaleza compuestos del fantasma de ese cuerpo. El ocultismo práctico los divide y uno de los deberes de esos teósofos que estudian el ocultismo, es el de avisar a sus hermanos de los peligros que corren quienes nada saben de la naturaleza real de esas apariciones: avisarles que un cascarón no es un “espíritu”. Constato que esto que he declarado se tilda de: “simplemente absurdo”. Como nunca consideré absurdo lo que Subba Row haya dicho o escrito, no podía desquitarme, aun cuando quisiera, por lo tanto puedo sólo pronunciar que él es poco amable y oponerme a la calificación de absurdo. Si Subba Row encarase “la demostración práctica” en los fenómenos espirituales y las llamadas “materializaciones de los espíritus”, pronto se daría cuenta que sus cuatro principios nunca podrán cubrir el terreno de esta clase de fenómenos. Incluso el aspecto inferior del principio de manas (cerebro físico o su sobrevivencia aúrica después de la muerte) y de kama rupa, apenas explican los principios aparentemente inteligentes y espirituales (bhut o elementos) que se manifiestan a través de los médiums.

e. Acusar a la “emisora original (?)” de haber cambiado sus concepciones acerca de la naturaleza de los principios, no es coherente con el hecho ni con la verdad. “Nunca las he cambiado, ni siquiera podría hacerlo”. En esto afirmo mi derecho, así como lo hace Subba Row, de que mi evidencia es: “la mejor y la más directa disponible en lo referente a mis estados de conciencia”. Pude haber usado las expresiones sánscritas equivocadas (e incluso pude haber escrito frases en un inglés torpe), al paso que trataba de combinar las doctrinas ocultas arhat con las brahmánicas. En lo referente a esas concepciones, mis “cuatro principios” deben desintegrarse y desvanecerse en el aire, antes de que alguna crítica pueda hacerme considerar mis diez dedos como cuatro; aunque, de manera metafísica, estoy plenamente preparada en admitir que existen sólo en mis percepciones y estados de conciencia mayávicos.

f. Subba Row recurre al Buddhismo esotérico, al Elíxir de la vida, y al Hombre, quedando satisfecho con atribuir todos sus pecados de omisión y de acción a la “emisora original”. Esto no es justo. La primera obra se ha escrito totalmente sin mi conocimiento y según lo que el autor entendió de esas enseñanzas de cartas que él había recibido, por lo tanto: ¿qué tengo que ver con ellas? El autor de El elíxir de la vida escribió bajo dictado directo o inspección, en su casa, en un país muy lejos, donde estuve, por primera vez, dos años atrás. Finalmente, Hombre fue totalmente reescrito por uno de los dos “chelas” y de los mismos materiales que aquellos usados por Sinnett en El buddhismo esotérico; pues, cada uno de los dos había entendido las enseñanzas a su manera. ¿Qué tenía, yo, que ver con los “estados de conciencia” de los tres autores, dos de los cuales escribían en Inglaterra mientras yo estaba en la India? El hecho de que hubo una mezcla confusa, Subba Row puede atribuirlo a una falta de precisión científica en las “enseñanzas originales”. Nadie atribuiría estos defectos a las conferencias sobre el “Bhagavad Gita” de Subba Row. Sin embargo, entre nuestros miembros, ya he oído tres o cuatro personas inteligentes exponer estas tres conferencias (las que ya han aparecido), en tres modos diametralmente diferentes y opuestos.

Creo que esto es suficiente. No cabe duda que La doctrina secreta contendrá declaraciones aun más heterodoxas, desde el punto de vista brahmínico. Nadie es obligado a aceptar mis opiniones o enseñanza en la Sociedad Teosófica, una de cuyas reglas sólo impone la tolerancia mutua de las opiniones religiosas. Nuestro grupo es totalmente no sectario y “sólo exige de cada miembro, esa tolerancia de las creencias ajenas que él desea recibir para su fe”.

La mayoría de nosotros ha ignorado esta regla de oro como también todas las demás, que lástima.

H. P. Blavatsky

El holograma esotérico

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