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Primera carta

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1888

A William Q. Judge,

Secretario General de la Sección Americana de la Sociedad Teosófica.

Mi queridísimo hermano y cofundador de la Sociedad Teosofica:

Al dirigirte esta carta (que pido la puedas leer en la reunión que se llevará a cabo el 22 de Abril), primero debo presentar mis más calurosas felicitaciones y los más buenos augurios a los delegados allí reunidos, a los buenos compañeros de nuestra Sociedad y a ti, el corazón y el alma de ese cuerpo en América; al cual, varios estuvimos para darle vida en 1875. Desde entonces, has quedado solo para preservar esa vida a través del bien y del mal. En 1888, la Sociedad Teosófica debe su existencia en gran parte, si no es que enteramente, a ti. Quiero agradecértelo por primera, y quizá por última vez, públicamente y del fondo de mi corazón, que sólo late por esta causa que representas y firves tan fielmente. En esta importante ocasión, recuerda que mi voz es sólo el débil eco de otras más sagradas, y la que transmite la aprobación de aquellos cuya presencia está viva en más de un verdadero corazón teosófico; y, como yo sé, en el tuyo. Que la Sociedad reunida pueda sentir el saludo de manera tan sincera e intensa como se ofrece; y que cada miembro presente se beneficie de las bendiciones enviadas, si siente que las merece.

Últimamente, en Estados Unidos, la Teosofía se ha hecho presente entre varias personas, marcando el momento inicial de un ciclo de la Sociedad Teosófica en Occidente. El curso que ahora han asumido se adapta, de manera admirable, a la expansión más amplia del movimiento, estableciendo, sobre una base firme, una organización que, mientras promueve sentimientos de simpatía fraternal, unidad social y solidaridad, deja amplio espacio a la libertad individual y a la práctica de la causa común: ayudar a la humanidad.

El crecimiento de los centros de reunión, deberían ser el eje de sus mentes y cada uno debería esforzarse por ser un centro de trabajo en sí mismo. Cuando el desarrollo de uno mismo haya alcanzado un cierto punto, atraerá, naturalmente, a aquellos con quienes están bajo la misma influencia. Se formará un núcleo donde se reunirán otras personas, y formarán un centro del cual irradiará la información y la influencia espiritual, hacia el cual confluyen influencias más elevadas.

Sin embargo, es importante que ningún individuo establezca un tipo de liderazgo o régimen papal dentro de la Teosofía, ya que esto sería letal y sus frutos siempre han sido fatales. Somos todos estudiantes compañeros, más o menos adelantados. Sin embargo, ningún miembro de la Sociedad Teosófica debería considerarse, en la mejor de las hipótesis, más que un maestro, y un estudiante a la vez, sin ningún derecho a dogmatizar.

Desde que se fundó la Sociedad, ha sobrevenido un marcado cambio en el espíritu de la edad. Los que nos encomendaron fundar esta asociación, previeron esta oleada de influencia trascendental que ahora está creciendo rápidamente y que siguió a la del mero fenomenalismo. Incluso las publicaciones espiritistas están eliminando, gradualmente, los fenómenos y las maravillas, reemplazándolas con la filosofía. La Sociedad Teosófica estuvo a la cabeza de este movimiento; pero, no obstante que las ideas Teosóficas hayan entrado en cada desarrollo o forma que la espiritualidad despertada haya asumido; aún, a la Teosofía pura y simple le espera una ardua batalla para ser reconocida. Los días pasados se han ido y nunca volverán; muchos son los Teósofos que han aprendido gracias a la amarga experiencia, prometiendo, entonces, no hacer de la Sociedad un “club de milagros.” En todas las edades, los pusilánimes han pedido señales y maravillas. Cuando no se cumplió con este ruego, dejaron de creer. Estos son los que jamás comprenderán la Teosofía pura y simple. Sin embargo, entre nosotros, hay otros cuya realización intuitiva les induce a constatar que el reconocimiento de la Teosofía pura, la filosofía de la explicación racional de las cosas y no las doctrinas, es de importancia vital en la Sociedad, siendo la única capaz de suministrar el faro necesario para guiar a la humanidad a lo largo de su verdadero sendero.

Esto no se debería olvidar nunca, ni se debería soslayar el siguiente hecho. En el día en que la Teosofía haya cumplido su misión más santa e importante: la de unir firmemente un grupo de seres humanos de todas las naciones en amor fraterno y dedicados a un trabajo altruista puro sin motivos egoístas, sólo entonces, la Teosofía se elevará más allá de cualquier hermandad humana nominal. Esto será, verdaderamente, una maravilla y un milagro, para cuya realización la Humanidad está esperando vanamente por los últimos 18 siglos y que, hasta la fecha, ninguna asociación ha logrado cumplir.

En Teosofía, la ortodoxia no sólo no es posible, es algo que no debería desearse. La diversidad de opiniones, dentro de ciertos límites, mantiene a la Sociedad Teosófica como un organismo vivo y sano, a pesar de sus muchos aspectos desagradables. Si no fuese también por un caudal de incertidumbres en las mentes de los estudiantes de Teosofía, estas divergencias necesarias serían imposibles y la Sociedad degeneraría en una secta en la cual un credo distorsionado y estereotipado supliría al espíritu vivo de la verdad y de un conocimiento en constante ascenso.

Cuando las personas estén preparadas para recibir la Teosofía, se impartirán nuevas enseñanzas teosóficas. Sin embargo, no se divulgará más de lo que pueda beneficiar al mundo en su presente nivel espiritual. Ulteriores enseñanzas dependerán de la diseminación de la teosofía, es decir: la asimilación de lo que ya se ha enseñado.

Debemos tener presente que la Sociedad Teosófica no fue formada para convertirse en una producción acelerada de ocultistas, como una industria para la producción de adeptos. Su institución se proponía detener la corriente materialista, los fenómenos espiritistas y el culto a los muertos. Debía guiar el despertar espiritual ahora incipiente, sin gratificar los anhelos psíquicos, que son simplemente otra forma de materialismo. Desde luego, la palabra “materialismo” no indica sólo una negación antifilosófica del espíritu puro, un materialismo en la manera de comportarse y de actuar: brutalidad, hipocresía y, sobre todo, egoísmo; sino que incluye, también, los frutos de un escepticismo en todo, excepto en las cosas materiales y tal escepticismo ha crecido enormemente en el siglo pasado, conduciendo a algunos a la creencia ciega de la materialización del Espíritu.

La tendencia de la civilización moderna es una reacción hacia el animalismo, un desarrollo de esas cualidades que conducen al ser humano al éxito en la vida, como un animal en la lucha por la existencia animal. La Teosofía trata de desarrollar la naturaleza humana en el ser humano, además de la animal, sacrificando el animalismo excesivo que la vida moderna y las enseñanzas materialistas han desarrollado a un grado que es anormal para el ser humano en este estadio de su progreso.

No todos los seres humanos pueden ser ocultistas, sin embargo, todos pueden ser teósofos. Muchos, que jamás han oído hablar de la Sociedad Teosófica, son teósofos sin saberlo; ya que la esencia de la teosofía es la armonía perfecta entre lo divino y lo humano en cada individuo, el equilibrio de sus cualidades y aspiraciones divinas y su supremacía sobre las pasiones terrestres o animales. Sus aspectos axiales son la bondad, la ausencia de todo resentimiento o egoísmo, la caridad, la buena voluntad para todos los seres y la justicia perfecta para todas las personas y para uno mismo. Aquel que enseña la teosofía predica el evangelio de la buena voluntad y aquel que predica el evangelio de la buena voluntad, enseña la Teosofía.

Este aspecto de la Teosofía siempre recibió reconocimiento, debido y pleno, en las páginas del Path, una revista acerca de la cual la Sección Americana tiene el derecho de estar orgullosa. Es un instructor y un poder; y el hecho que este tipo de periódico se produzca y se apoye en los Estados Unidos, expresa un elogio elocuente de su editor y de sus lectores.

A América se le debe felicitar también por el aumento actual de sus sucursales o logias. Es una señal que, en lo referente a lo espiritual, y también a lo temporal, la gran República Americana es muy apta para la independencia y la autoorganización.

Los fundadores de la Sociedad desean que cada sección, tan pronto como se fortalezca lo suficiente para governarse a sí misma, se independice tanto como sea compatible con su lealtad a la Sociedad en su totalidad y a la Gran Hermandad Ideal, cuyo grado formal más bajo está representado por la Sociedad Teosófica.

Aquí en Inglaterra, la Teosofía está despertando a una nueva vida. Las calumnias y las invenciones absurdas de la Sociedad para la Investigación Psíquica, casi la han paralizado, aunque por un breve lapso; y el ejemplo de América ha animado a los teósofos ingleses a una actividad renovada. La revista Lucifer ha sonado el toque de alborada y el primer fruto ha sido la fundación de la Sociedad de Imprenta Teosófica. Esta Sociedad es importante ya que ha emprendido el trabajo muy necesario de derrumbar la barrera del prejuicio y de la ignorancia que ha constituido un obstáculo muy grande para la Teosofía. Actuará como agencia de reclutamiento para la Sociedad, distribuyendo, ampliamente, la literatura elemental sobre el tema, entre los que están, de alguna forma, preparados a prestarle atención. La correspondencia que ya hemos recibido, muestra que está suscitando interés en el tema, probando que en cada ciudad inglesa existe un número suficiente de teósofos para formar grupos o logias, bajo la carta de la Sociedad. Pero, actualmente, estos estudiantes no saben de la existencia recíproca, y muchos de ellos nunca han oído hablar de la Sociedad Teosófica hasta ahora. Estoy profundamente satisfecha de la gran utilidad de esta nueva Sociedad compuesta, en amplio grado, por miembros de la Sociedad Teosófica y guiada directamente por teósofos prominentes como tú, mi querido hermano, William Q. Judge, Mabel Collins y la Condesa Wachtmeister.

Estoy segura de que, cuando se entienda la verdadera naturaleza de la Teosofía, se desvanecerá el prejuicio contra ella, que ahora es, desdichadamente, muy prevaleciente. Los teósofos son, necesariamente, los amigos de todos los movimientos para el mejoramiento de la condición humana en el mundo, ya sean intelectuales o simplemente prácticos. Somos los amigos de todos los que luchan contra la ebriedad, la crueldad perpetrada a los animales, la injusticia ejercida sobre las mujeres, la corrupción social y gobernativa, aunque no nos inmiscuimos en la política. Somos los amigos de los que practican la caridad, tratando de aliviar un poco la carga onerosa de la miseria que está aplastando a los pobres. Sin embargo, en calidad de teósofos, no podemos empeñarnos, de manera particular, en ninguna de estas grandes obras. Como individuos podemos hacerlo pero, como Teósofos, nos incumbe un trabajo más amplio, más importante y mucho más arduo. La gente dice que los teósofos deberían mostrar su verdadera esencia y que “el árbol se reconoce por los frutos”. Nos instan a que, si abriéramos moradas para los desamparados y centros donde pudiesen alimentarse, las personas empezarían a creer que la Teosofía es importante. Sin embargo, estos individuos se olvidan que los teósofos, como tales, son pobres; y que los Fundadores son más pobres que todos. Además, uno de ellos, la humilde escritora de estos renglones, no posee propiedad alguna y debe trabajar duro por su pan de cada día, cuando encuentra el tiempo entre sus deberes teosóficos. La función de los teósofos consiste en abrir los corazones, las mentes y la comprensión a la caridad, la justicia y la generosidad, atributos que pertenecen, especialmente, al reino humano y serán naturales en la humanidad cuando haya desarrollado las cualidades de un ser humano. La Teosofía enseña al hombre–animal a ser un hombre–humano. Una vez que la humanidad haya aprendido a pensar y a sentir como los verdaderos seres humanos piensan y sienten, actuará de forma humana y todos cumplirán, espontáneamente, obras caritativas, justas y generosas.

Ahora bien, en lo referente a La doctrina secreta, para cuya publicación algunos de ustedes me han instado amable y cordialmente hace tiempo, estoy muy agradecida por el apoyo sincero y por la manera en que se han expresado. El manuscrito de los primeros tres volúmenes está listo para la prensa y su publicación se ha pospuesto debido a la dificultad de encontrar los fondos necesarios. A pesar de que no lo haya escrito con fines lucrativos, desde que dejé Adyar, debo vivir y pagar para mantenerme en este mundo. Además, la Sociedad Teosófica necesita dinero urgentemente para muchos propósitos y siento que no estoy justificada en tratar La Doctrina Secreta como traté Isis sin Velo. De mi trabajo anterior he recibido, personalmente, sólo unos centenares de dólares, a pesar de que se hayan publicado nueve ediciones. Bajo estas circunstancias, me estoy esforzando en econtrar los medios para asegurar la publicación de este nuevo título en términos mejores; aquí en Londres se me ofrece casi nada. Entonces, mis queridísimos hermanos y colaboradores en las tierras transatlánticas, deben perdonar mi dilación sin culparme, pues depende de las condiciones desdichadas que me rodean.

Me gustaría volver a visitar Estados Unidos algún día; si mi salud me lo permite lo haré. Se me ha invitado calurosamente para que me establezca en su gran país, que amo tanto por su noble libertad. También el coronel Olcott me insta, muy intensamente, para que regrese a la India, donde está luchando, casi a solas, la gran y ardua batalla por la causa de la Verdad. Sin embargo, siento que mi deber está en Inglaterra y con los teósofos occidentales, donde, por el momento, se debe librar la batalla más extrema contra el prejuicio y la ignorancia. No obstante, aunque me encuentre en Inglaterra o en la India, una gran parte de mi corazón, y gran parte de mi esperanza para la Teosofía, yacen con ustedes en los Estados Unidos, donde la Sociedad Teosófica fue fundada y de cuyo país estoy orgullosa de ser ciudadana. Pero ustedes deben recordar que, si bien existan sucursales locales de la Sociedad Teosófica, no pueden existir teósofos locales; y como todos ustedes pertenecen a la Sociedad, así yo pertenezco a todos ustedes.

Dejaré que mi querido amigo y colega, el coronel Olcott, les diga sobre la condición del asunto en la India, donde todo parece favorable, según se me informa; pues no tengo duda alguna que también él haya enviado sus buenos deseos y felicitaciones a su Convención.

Mientras tanto, mi querido hermano distante, acepta mis deseos más calurosos y sinceros para el bienestar de las Sociedades y de ti mismo. Y mientras que transmites a tus colegas la expresión de mis respetos fraternos, asegúrales que, cuando les leas estos renglones, si estoy viva, me encontraré en espíritu, alma y pensamiento entre todos ustedes.

Siempre tuya, en la verdad de la gran causa por la cual todos estamos trabajando:

Helena P. Blavatsky

Londres, 3 de Abril de 1888.

El holograma esotérico

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