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NOTA DEL COAUTOR

NUNCA OLVIDARÉ ESE DÍA. DUDO DE QUE HAL LO RECUERDE, pero, en lo que a mí respecta, se trata de un momento inolvidable. Estábamos compitiendo en una carrera de 50 kilómetros, al comienzo de la temporada, en el Parque Estatal Chatfield, al suroeste de Denver, Colorado, cuando Hal me alcanzó aproximadamente en el kilómetro 30. Con su habitual estilo amable, fresco como una rosa, pasó por mi lado y me animó a seguir adelante. Fui capaz de permanecer a su lado durante un rato, y charlamos sobre sus planes para la temporada. Después comenzó a dar zancadas a un ritmo que ya no pude mantener.

Después de aquella ocasión me han adelantado numerosos corredores, pero esto ocurrió hace una década, cuando no era algo muy habitual. Y nunca lo había hecho este amable, respetuoso y entusiasta joven que mostraba evidentes síntomas de talento y de longevidad en el emergente deporte del ultramaratón. Sin embargo, no me importó en absoluto. De hecho, cuando este fenómeno de la naturaleza encarnado en un corredor me adelantó, recuerdo haber sonreído para mis adentros, al sentir como si de algún modo estuviera pasando la antorcha a la siguiente generación de apasionados ultracorredores. Posteriormente, recuerdo haber compartido esta idea con Hal, haberle dicho que le consideraba portador de la antorcha del futuro del ultramaratón. Contemplando en retrospectiva un período de tiempo de más de diez años, resulta evidente que yo tenía razón. En efecto, Hal ha sido uno de los principales autores que han escrito el futuro de esta disciplina, la cual sigue creciendo.

Seis años después de aquella competición en Chatfield, después de que Hal hubiese ganado algunas de las carreras más importantes de este deporte, escribí para la revista Running Times una historia sobre Ashland, Oregón, la «nueva Meca de las competiciones de ultradistancia». Para conocer todos los detalles, me desplacé hasta allí con la esperanza de hacerme una idea de lo que significaba aquel lugar. Disfruté de la calurosa acogida de su establecimiento, Rogue Valley Runners, que muy pronto supe que se le conocía más como «la comunidad construida por Hal». Aunque muchos de los mejores ultracorredores se habían ido a vivir allí para entrenar por los caminos con ligera pendiente montañosa de aquella zona, era el mismo Hal –la profundidad de sus conocimientos, sus amables palabras de ánimo, su facilidad de trato y su sonrisa y su risa contagiosas– el responsable de haber reunido en Ashland a toda esa destacada multitud de jóvenes ultracorredores. Suponía un verdadero regalo correr y acompañar a ese grupo, gozando de una amistosa charla y del humor que Hal desprendía, avivaba y compartía.

Con la guía que el lector tiene en sus manos, la historia ha dado un círculo completo, porque en ella Hal comparte su experiencia y anécdotas, relatos y lecciones con una generación más joven de ultramaratonianos. Espero que el texto de este libro sea tan fluido como una conversación que tú mismo tuvieses con Hal durante una larga carrera de entrenamiento, o igual que si entraras a su tienda de artículos de atletismo, de Ashland, y le hicieras alguna pregunta. Hal tiene muchas historias y lecciones interesantes que dar a los que ya pertenecen a este deporte, a los que son nuevos, o a los que aspiran a introducirse en él; y yo he disfrutado de la oportunidad de conocerle mejor, y a un nivel más profundo, mediante el esfuerzo que supone haber redactado esta obra. Él (casi literalmente) es una de esas personas que se convierte enseguida en tu amigo.

–Adam W. Chase

Entrenar el ultramaratón

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