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PREFACIO

AÚN RECUERDO EL AGOTADOR VIENTO Y LAS ESPUMOSAS olas que danzaban sobre el río Snake mientras yo corría por el camino, junto a un acuífero que rugía junto a una delgada franja del camino que al final resultó que era el tramo «fácil» de la carrera de 100 kilómetros de la Universidad Estatal de Washington. Mirando veinte años atrás y con unos ciento treinta ultramaratones a mis espaldas, considero maravilloso, y a la vez desconcertante, que todo comenzase en este accidentado y desolado lugar cercano a Pullman, Washington, muy alejado de prácticamente todos y todo lo que yo conocía, que seguramente era la razón por la que más me gustaba.

Yo siempre había sentido cierta pasión por la aventura. De más joven, cuando estudiaba, practiqué todos los deportes, fui boy scout, corrí aventuras con mi bicicleta gracias a mi energía; pero llegó el momento en que por fin descubrí que la sucesión de zancadas con mis dos piernas podía llevarme a lugares que muchas personas de mi misma edad posiblemente nunca habrían imaginado. Ese día, en Washington, efectué mi viaje iniciático. Recuerdo mi sensación de alivio porque los imponentes cedros y los firmes abetos de Douglas me permitieran deslizarme pasando desapercibido bajo su generosa protección, de forma que no pudiese decepcionar a nadie, ni tampoco decepcionarme a mí mismo, si no lograba salir airoso de esa experiencia. Lo cierto es que yo estaba –completa y lamentablemente– mal preparado; pero, por el motivo que fuera, estaba listo para jugármelo todo en esta competición ridículamente larga.

No tenía ni idea sobre cómo entrenar para algo así; cuando decidí inscribirme en esa carrera no había hecho otra cosa que elegir al azar entre las docenas de anuncios breves de la contraportada de la revista UltraRunning. La descripción de la competición de 100 kilómetros de la Universidad Estatal de Washington era muy breve: «Cien kilómetros de camino rural ondulante, en su mayor parte pavimentado, que incluye un descenso de 570 metros y un ascenso de 510 metros por caminos de grava secos y polvorientos». Pensé que eso era todo lo que necesitaba saber.

Pero no era así.

Este libro –o compendio, si lo quieres llamar así– se ha construido a base de mucho sudor y mucho barro, algunas jugadas maestras, una pizca de orgullo por lograr algún podio, y los divertidos –y tal vez no tan divertidos– errores y momentos en que estuve a punto de fugarme y que han protagonizado las dos décadas que llevo corriendo. En resumen, las cosas no siempre fueron agradables. Pero, sin errores, ¿cómo aprenderíamos? Lo que deseo ofrecer al lector es la guía que me hubiese gustado tener en mis primeros ultramaratones. Aunque su contenido quizás no sirva para aliviar el dolor de unas piernas agotadas, estimuladas por una mente frenética e insaciable durante tantos kilómetros, sí que espero que te sirva de entretenimiento, aprendizaje y, sobre todo, de inspiración.

Aquel día, en Pullman, en el kilómetro 42 me adelantaron y perdí el primer puesto, y a continuación luché en una batalla por un puesto del podio, en la última pendiente que llevaba hacia la ciudad. Y aunque tuve que contemplar cómo mi victoriosa carrera se convertía al final en una trastabillante caminata, debo decir que, en la lista de mis diez mejores, esa competición sigue siendo una de las mayores victorias de mi vida. Es cierto que después no pude caminar durante varios días, y que me costaba incluso levantarme y sentarme, pero me quedé enganchado. Algunos momentos de aquel día han quedado grabados indeleblemente en mi memoria, lo que constituye otra prueba de que para mí fue un acontecimiento que me cambió la vida. Cuando crucé la línea de meta, fue una de las primeras veces de mi vida en que no puse en duda mis motivaciones internas, ni dudaba de cuál sería mi próximo paso. Esa mágica efervescencia permaneció a mi lado y apareció a mis pies una segunda vez, y después otra, y, amigos míos, esa magia aún no me ha abandonado.

Estas páginas ofrecen al lector un resumen de mis razones, de lo que me impulsa, y de las motivaciones que me permiten seguir poniendo un pie delante del otro en momentos en que todas las fibras de mi ser me aconsejan que abandone. Por supuesto, puedes leer este libro desde el principio hasta el final, pero, si lo prefieres, el material está dispuesto de forma que puedas examinarlo rápidamente y consultar las páginas que necesites en cada momento. Este libro también te ofrecerá una serie de herramientas para tu propia experimentación, mientras te preparas para dedicarte por completo a este deporte y pones a prueba los límites de tu potencial como corredor. Espero que, después de leerlo, la voz interna que te induce a desconfiar de ti mismo y la ansiedad propia de la ruta personal hacia el descubrimiento disminuyan un poco, igual que sucede –cuando corres– con la distancia que te falta por recorrer.

Entrenar el ultramaratón

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