Читать книгу El último detalle - Харлан Кобен - Страница 12
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Оглавление—Tengo que volver a la oficina —dijo Win.
Myron se sorprendió.
—¿No quieres oír lo que Esperanza tenga que decir?
—No tengo tiempo.
Su tono dio un portazo a cualquier discusión. Win acercó la mano al pomo de la puerta.
—Si necesitas de mis talentos especiales —añadió—, tengo el móvil.
Salió a la carrera en el momento en que entraba Hester Crimstein. Ella lo miró desaparecer por el pasillo.
—¿Adónde va?
—A su oficina.
—¿Cómo es que de pronto le ha entrado tanta prisa?
—No pregunte.
Hester Crimstein enarcó una ceja.
—Umm.
—¿Umm, qué?
—Win era quien estaba a cargo de la cuenta donde desapareció el dinero.
—¿Y?
—Quizá tenía un motivo para silenciar a Clu Haid.
—Eso es bastante ridículo.
—¿Me está diciendo que es incapaz de asesinar?
Myron no contestó.
—Si sólo la mitad de las historias que he oído de Windsor Lockwood son verdad…
—Usted sabe que no se debe hacer caso de los rumores.
Ella lo miró.
—Por lo tanto si le cito como testigo y le pregunto si alguna vez ha visto a Windsor Horne Lockwood III matar a alguien, ¿qué respondería?
—No.
—Vaya. Creo que también faltó a la clase sobre el perjurio.
Myron no se molestó con una réplica.
—¿Cuándo puedo ver a Esperanza?
—Venga. Le está esperando.
Esperanza estaba sentada a una mesa larga. Aún vestía el mono naranja de la cárcel, las manos ahora libres de las esposas apoyadas delante de ella, su expresión serena como la imagen de una iglesia. Hester le hizo una seña al guardia, y ambos salieron de la habitación.
Cuando se cerró la puerta, Esperanza le sonrió.
—Bienvenido a casa.
—Gracias —contestó Myron.
La mirada de Esperanza se posó en él.
—Si tu bronceado fuese más oscuro, podrías pasar por mi hermano.
—Gracias.
—Veo que sigues siendo un pico de oro con las damas.
—Gracias.
Ella casi sonrió. Incluso en estas condiciones, Esperanza se veía radiante. La piel tersa y el pelo negro brillaban contra el fondo naranja fluorescente. Sus ojos todavía despertaban recuerdos de lunas mediterráneas y blusas de campesina blancas.
—¿Te sientes mejor ahora? —le preguntó ella.
—Sí.
—¿Se puede saber dónde estabas?
—En una isla privada en el Caribe.
—¿Durante tres semanas?
—Sí.
—¿Solo?
—No.
Cuando él no explicó más, Esperanza se limitó a decir:
—Detalles.
—Me escapé con una hermosa presentadora de televisión que apenas conocía.
Esperanza sonrió.
—¿Ella, no sé cómo decir esto con delicadeza, te folló hasta el tuétano?
—Así es.
—Me alegra oírlo. Si hay un tipo que necesitaba que se lo follasen hasta el tuétano…
—Correcto, soy ese tipo. Votado como el tipo más necesitado de que se lo follasen por el último curso.
A ella le gustó la frase. Se echó hacia atrás y cruzó las piernas como si estuviese en un bar. Curioso en este entorno, por decir algo.
—¿No le dijiste a nadie dónde estabas?
—Así es.
—Sin embargo, Win te encontró en cuestión de horas.
Ninguno de los dos se sorprendió. Permanecieron en silencio durante un par de segundos. Después Myron preguntó:
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Necesitas algo?
—No.
Myron no estaba seguro de cómo continuar, qué tema tocar o cómo abordarlo. Una vez más Esperanza cogió la pelota y comenzó a driblar.
—¿Así que tú y Jessica habéis acabado? —preguntó ella.
—Sí.
Era la primera vez que lo decía en voz alta. Le sonó extraño.
Esta vez la hizo sonreír de oreja a oreja.
—Ah, no hay mal que por bien no venga —exclamó triunfante—. ¿De verdad que se ha acabado? ¿La reina puta se ha ido para siempre?
—No la llames así.
—¿Se ha ido para siempre?
—Eso creo.
—Di que sí, Myron. Te sentirás mejor.
Pero él no pudo.
—No estoy aquí para hablar de mí.
Esperanza se cruzó de brazos. No dijo nada.
—Te sacaremos de ésta —añadió Myron—. Te lo prometo.
Ella asintió, continuó mostrándose despreocupada; si hubiese sido fumadora, estaría soplando anillos de humo.
—Será mejor que vuelvas a la oficina. Ya hemos perdido demasiados clientes.
—No me preocupa.
—A mí sí. —Su voz adquirió un tono tajante—. Ahora soy socia.
—Ya lo sé.
—Así que soy dueña de una parte de MB SportsReps. Si quieres autodestruirte, vale. Pero no arrastres mi deseado culo contigo, ¿de acuerdo?
—No me refería a eso. Sólo me refería a que ahora mismo tenemos preocupaciones más grandes.
—No.
—¿Qué?
—No tenemos preocupaciones más grandes. Quiero que te mantengas apartado de esto.
—No lo entiendo.
—Tengo a una de las mejores abogadas defensoras del país trabajando en mi caso. Que ella se ocupe.
Myron intentó dejar que sus palabras se asentasen, pero eran como niños traviesos que se disputaban una golosina. Se inclinó un poco hacia delante.
—¿Qué está pasando aquí?
—No puedo hablar de ello.
—¿Qué?
—Hester me dijo que no debía hablar del caso con nadie, ni siquiera contigo. Nuestras conversaciones no están protegidas.
—¿Crees que hablaría?
—Te pueden forzar a testificar.
—Entonces mentiría.
—No tendrás que hacerlo.
Myron abrió la boca, la cerró, probó de nuevo.
—Win y yo te podemos ayudar. Somos buenos en esto.
—No te ofendas, Myron, pero Win es un psicópata. Le quiero, pero no necesito esa clase de ayuda. Y tú —Esperanza se detuvo, miró hacia el techo, separó los brazos, bajó la mirada para mirarlo—, eres una mercancía estropeada. No te culpo por largarte. Es probable que fuese lo correcto. Pero no finjamos que has vuelto a la normalidad.
—No he vuelto a la normalidad —asintió él—. Pero estoy preparado para esto.
Esperanza negó con la cabeza.
—Concéntrate en MB. Harán falta todos tus esfuerzos para mantenerla a flote.
—¿No vas a decirme qué pasó?
—No.
—No tiene ningún sentido.
—Acabo de explicarte mis razones…
—¿De verdad temes que vaya a declarar contra ti?
—Yo no he dicho eso.
—¿Entonces qué es? Si crees que no estoy a la altura, vale, me lo creeré. Pero eso no te puede impedir hablar conmigo. De hecho, probablemente me dirías que continúe hurgando. ¿Qué está pasando aquí?
Su rostro se cerró.
—Ve a la oficina, Myron. ¿Quieres ayudar? Salva nuestro negocio.
—¿Lo mataste?
Lo lamentó en el momento en que sus palabras salieron de su boca. Lo miró como si él acabase de extender un brazo por encima de la mesa y la hubiese abofeteado.
—No me importa si lo hiciste —insistió Myron—. Estaré a tu lado incondicionalmente. Quiero que lo sepas.
Esperanza recuperó la compostura. Apartó la silla y se levantó. Por unos momentos lo miró, observó su rostro como si estuviese buscando algo que normalmente estaba allí. Después dio media vuelta, llamó al guardia, y salió de la habitación.