Читать книгу Para mi biografía - Héctor Adolfo Vargas Ruiz - Страница 18
Оглавление3. MI CUERPO
Desprovisto de plata y de ropa adecuada para protegerme del intenso frío sabanero, empecé a llorar en el umbral de un portón, cuando un señor de aspecto bonachón se me acercó para preguntarme por qué lloraba y cuando le espeté toda mi historia me tuvo compasión y me llevó a su casa que quedaba en un lugar más bien periférico, un poco abajo del Hospital San José. La familia se componía de los esposos y dos hijos ya entrados en la adolescencia, pues empezaban a usar pantalón largo. Para alojarme, fue necesario arreglar un rincón en el cuarto de San Alejo y, para que me cambiara de ropa, me pasaron unos raídos vestiditos ya fuera de servicio. Aunque se observaba que la familia era de aquellas caídas en desgracia económica, acusaban una buena cultura. Parece que eran de las que llamaban “vergonzantes”, porque me mandaban con un portacomida de cuatro tazas hasta una casa como de beneficencia que quedaba en la calle diez entre la octava y novena para recibir la comida que luego era repartida entre todos; solamente el desayuno lo preparaba yo, y consistía en una porción de ‘aguadepanela’ y un pan de medio centavo.
Todo marchaba más o menos bien hasta cuando me ordenaron que me pusiera uno de los vestidos que me habían dado, cuando rompí en llanto por pretender obligarme a vestir ropa ajena. Entonces, me rebelé y me fui en busca de unos parientes de los que tenía una vaga idea de que vivían en “La Perseverancia”. Como yo era ya un veterano bogotano, porque había ido varias veces a echar barquitos de papel y a mirarle las piernas a las lavanderas en el río San Francisco, conocía también el Circo de Toros y el parque San Diego o de ‘La Independencia’, no me fue difícil encontrarme con mis parientes, los que me trataron con generosidad, por el momento; así que, pocos días después, un señor que decía ser de Rusia me contrató para vender ambulantemente paqueticos de maní revuelto con cocoa. Pero mi patrón desapareció poco después sin cancelarme ni un centavo por mi trabajo.
Después, me coloqué en una ebanistería para el oficio de taponador, pero mi patrón me resultó igual que el anterior, no obstante haberme explotado por un tiempo mayor. Todas estas experiencias me decepcionaron tanto que opté por volver al seno de mi inolvidable abuela. Ahora recuerdo que antes de tomar la decisión de volver, me hice el propósito de asistir a la primera misa que se celebraba en la Iglesia de las Nieves un día domingo, para pedirle con fervor a la Virgen que me diera mejor suerte y me protegiera de los malos hados. Así que, subiendo por la calle veinte cuando empezaban a despuntar los claros del día, me sorprendí al ver abandonado al pie de un portón un envoltorio artísticamente liado y, al darme cuenta de que nadie me observaba, opté por levantar el paquete; después de asegurarlo aprisionándolo debajo del brazo, continué mi marcha hacia la iglesia para agradecerle a la Virgen también mi afortunado hallazgo, cuando ya listo a pasar el umbral de la entrada de la iglesia, percibí un olor nauseabundo y una rara humedad que invadía mi pobre indumentaria. ¡Era física mierda! Así que, mi afortunado hallazgo me impidió cumplir con la promesa que llevaba a la Virgen y me obligó a devolverme para mi piezucha a desodorarme con un inevitable baño y lavado de ropa.
Retacito De Suelo Boyacense Valse
Retacito de suelo boyacense
oloroso a arrayanes y mortiños,
a cerezos, curubos y duraznos,
a manzanos, geranios y tomillos.
Retacito de suelo boyacense,
circundado de ranchos blanquecinos
sobre tu caprichosa geografía
con su laberinto de caminos.
Condúceme por todos tus parajes,
ésos que me enseñaste desde niño,
para volver a ser un rapazuelo
robando frutas y acechando nidos.
Quiero echarme a rodar por tus potreros
y dormirme a la sombra de tus pinos,
capar escuela y al salir de misa
sonsacarles el centavo a los padrinos.
Quiero volver a oír de los abuelos
los cuentos de los beatos baladrones,
de duendes persiguiendo las doncellas
y demonios en forma de cabrones.
Quiero volver con flecha y bodoquera
a matar indefensos copetones
o a simular patrióticas batallas
contra una legión de chapetones. (Coro)