Читать книгу Para mi biografía - Héctor Adolfo Vargas Ruiz - Страница 24
ОглавлениеNuevamente de regreso a mi terruño, otro interés no menos importante me llevaba: era el amor secreto que le profesaba a una hermosa niña a quien yo no era capaz de declararle mi pasión, porque su belleza me paralizaba todos los sentidos y opté por seguir el consejo de algunos amigos que me dijeron:
-Si no es capaz de declararle el amor a esa china, regálese para el cuartel que allá le hacen perder el miedo.-
Servicio Militar
El consejo cuajó, porque, cumpliendo mis dieciséis, llegó el oficial de reclutamiento y, al ver que mi estatura era aceptable, no reparó en la edad y así me enroló entre los conscriptos del Batallón Sucre de Chiquinquirá y a la Guardia de Honor fui a pagar mi servicio como integrante de la Banda de Guerra para hacerle honores al Presidente Santos y a Doña Lorencita.
Un año después fui desacuartelado y regresé nuevamente a mi pueblo a declarármele a mi “hermosísima Dulcinea”, con tan mala suerte que ella ya se había casado. En silencio yo la seguí amando mientras ella vivió y la seguiré amando hasta más allá de mi muerte.
No Te Culpo
He querido olvidarte como tú lo has hecho,
he querido borrarte de mi mente;
olvidar tus recuerdos es mi anhelo
y dejar para siempre de quererte.
He querido olvidarte y sólo ansío
que otra sea la imagen de mis sueños,
porque nunca cumpliste tus promesas,
pagando con desprecios mis desvelos.
Pero ahora, después de tanto empeño,
te confieso, mujer, que estoy vencido,
porque fue tu amor mi cautiverio
y seré para siempre tu cautivo.
Más no por eso a rogarte vengo
a que cumplas promesas que has fingido,
porque sé que tu amor no fue sincero
y no te culpo a ti: culpo al destino.
Cómo Olvidarte
No quisiera quererte, porque me odias,
no quisiera mirarte, por esquiva,
no quisiera seguirte, porque me huyes,
cuando ansioso estoy de que me sigas.
Pero ¿cómo olvidarte, diosa mía?
sí acá en mi pecho estás entronizada,
cómo está para siempre en los altares,
del Señor, la Madre Inmaculada.
Apiádate de mí, sutil princesa,
y alimenta mi vida con tu amor,
con la luz de tus ojos, ilumíname,
que es sólo para ti mi corazón.
Te Esperé
Te esperé hasta donde pude,
pero no llegaste a tiempo;
tu lugar ya está ocupado,
ya pasó mi sufrimiento.
Mal hado te hizo pensar
en ambición tan mezquina,
pues mi horizonte es muy amplio:
tú ya volteaste la esquina.
Te llevas la bolsa llena
de monedas devaluadas,
pero a mi cofre de ensueños
no podrás robarle nada.
Porque en él guardo mi orgullo,
mi altivez y mi nobleza
que nada tienen que ver
con tu ruindad y vileza.
Vestía de Verde
Fue un día de aquellos de primavera
cuando la vi por última vez
y desde entonces sufro por ella
y me hastía el mundo sin su querer.
Un bello traje vestía aquel día
la robadora de mis amores,
un traje verde que, desde entonces,
por donde quiera llevo en visiones.
La esperanza, dicen, viste de verde
y ese verde esperanza era mi sueño,
pero la que antes era tan mía
ya ¡ni esperanzas! era otro el dueño.
Más sus recuerdos siempre los llevo
como una espina en el corazón,
porque sus besos y sus promesas
fueron la causa de su traición.
Hoy de la ingrata me compadezco
porque ella sufre, bien lo sé yo,
pues su cariño cambió a dinero
siendo tan mío su corazón.
En las postrimerías del año 1939 me trasladé a la población de Ráquira tras los encantos de una niña. El lapso de tiempo que permanecí allí fue muy corto, pero el romance sí fue intenso, apasionado y con sinceras intenciones de matrimonio, pues así lo teníamos planeado, aunque hubiera alguna resistencia por parte de la pre-suegra. Entonces, sucedió lo que sospechábamos: en forma misteriosa y sin dejar huella ninguna, la niña desapareció y solamente vine a saber seis meses después en Tunja que la niña había muerto de pena moral por los lados de Paipa, adonde la había transpuesto la mamá.
Bajo el Sauzal Bambuco
Estrofa 1
Si piensas que soy ingrato, piensas muy mal;
si piensas que te he olvidado, eso jamás;
tú misma me enseñaste la cualidad
de ser, antes que todo, noble y leal.
Si piensas que te he olvidado, piensas muy mal,
teniendo tantas cosas por recordar,
desde aquel primer beso tierno y sensual
que tímidos nos dimos bajo el sauzal.
Estrofa 2
Y después, encendidos por la pasión,
perdido el equilibrio de la razón,
¿cómo olvidar podríamos lo que pasó
sobre aquel verde prado de sombra y sol?
Y de aquel cataclismo estremecedor,
repuestos los sentidos y la razón,
tatuajes indelebles dejáronme
tus ardientes caricias, plenas de amor.
Ahora que vuelvo al paso de aquel lugar
en que aprendimos juntos el don de amar,
parece que llorara el viejo sauzal
añorando aquel beso tierno y sensual.
Y yo, como los sauces, sentimental,
tendido sobre aquel breve lecho nupcial,
impaciente y frustrado porque no estás,
inconsolable lloro mi soledad (bis).
(Bogotá, marzo 2 de 1990)