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INTRODUCCIÓN
Un viaje extraordinario

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Una soleada mañana de enero de 1833, por uno de los canales que corren al sur de Tierra del Fuego, navegaba un extraño e imponente buque junto con un bote más pequeño. Los nativos de la zona, mediante gritos y humo, rápidamente se comunicaron entre sí la novedad y comenzaron a aparecer decenas de canoas con cientos de ellos. Curiosos y amigables la mayoría, algo agresivos otros, observaron el bote más pequeño que se acercaba a la orilla con algunos hombres de aspecto extraño y, junto con ellos, tres fueguinos (dos hombres y una mujer) que regresaban a sus tierras luego de una larga ausencia. Para sorpresa de los compatriotas que los recibían con cierto desdén, no sin algo de desconfianza y casi desnudos, en el bote que los acercaba a la orilla se acumulaban juegos de té de porcelana, ropa blanca de cama y neceseres de caoba, telas de colores, sombreros y vestidos que les habían regalado en su estancia en Londres; y los tres ignotos nativos, luego de casi tres años de ausencia, regresaban a su patria vistiendo ropa europea, el cabello cortado, guantes y zapatos lustrados, y hablando un poco de inglés. Aunque era habitual que los buques europeos subieran a bordo nativos de las regiones por las que pasaban, con distintos objetivos –casi ninguno noble e inocente–, esta era, sin dudas, una escena inverosímil, probablemente única en la historia de los innumerables viajes de europeos por el resto del mundo desde el siglo XV, un hecho pintoresco menor destinado a quedar olvidado en el tiempo y en el inhóspito extremo sur americano. Pero se dieron al menos tres circunstancias para que aún hoy los recordemos: la importancia que los protagonistas ingleses de esos episodios les han dado en sus respectivos diarios de viaje; la deriva de los acontecimientos, sobre todo con uno de los tres fueguinos repatriados y que el naturalista a bordo en ese viaje de regreso era quien luego de algunas décadas se transformaría en uno de los científicos más influyentes del mundo moderno: Charles R. Darwin.

Sobre estos episodios tratará este breve libro según dos objetivos principales: por un lado, recorrer con cierto detalle los extraordinarios acontecimientos que vivieron estos fueguinos según las versiones disponibles de los protagonistas y las repercusiones posteriores; por otro lado, realizar un análisis crítico de las versiones y opiniones sobre lo ocurrido que, de tanto repetirse, han quedado instaladas como el corpus estándar en el tema, pero en las que un examen un poco más minucioso muestra, a pesar del tiempo transcurrido, algunos puntos controversiales. Se analizarán, principalmente, los testimonios directos de algunos de los protagonistas de estos episodios aunque con una limitación: no hay ningún registro escrito de los propios fueguinos. Ello representa una carencia tan fundacional como insalvable, pero no impide revisar críticamente los testimonios de los europeos, lastrados como no podía ser de otra manera por los prejuicios epocales acerca de las jerarquías raciales, por la mentalidad eurocéntrica de la expansión colonial y por un evolucionismo sociocultural propio del siglo XIX.

Veamos el marco general de los acontecimientos. Su Majestad Británica envió, entre 1826 y 1836, dos expediciones marítimas (algo ya habitual para la época) que recorrieron distintos puntos de Sudamérica, y la segunda de ellas concluyó la vuelta al mundo. En la primera, al mando del capitán Philip P. King (1791-1856), y por circunstancias que ya veremos, embarcaron a cuatro fueguinos nativos y los llevaron a Inglaterra. Uno de ellos murió apenas llegado y los otros tres, los que mencionábamos en el párrafo anterior, fueron repatriados en el segundo viaje al mando de Robert Fitz Roy (1805-1865). Nuestra hipótesis más general es que el caso de estos fueguinos, y sobre todo de uno de ellos, ha sido excepcional y por eso mismo los conceptos más o menos generales y tradicionales utilizados para estudiarlo han dado como resultado interpretaciones insuficientes y parciales; asimismo, este carácter excepcional invalida cualquier intento de interpretarlo como un caso testigo.

Las experiencias de las dos extensas travesías fueron publicadas en Londres en 1939 como una obra en tres volúmenes bajo el título Narrative of the Surveying Voyages of His Majesty’s Ships Adventure and Beagle (1826-1836). El primer tomo trata sobre la primera expedición comandada por el capitán Philip P. King y aparece bajo su nombre. Sin embargo, dados sus problemas de salud (que lo llevaron a regresar a su Australia natal en 1832), el capitán Fitz Roy fue el encargado de la redacción final de ese primer volumen que se completa con las notas tomadas por King, pero también con extensas consideraciones del propio Fitz Roy. En el texto original se consigna claramente lo que corresponde a cada uno de los autores. El segundo tomo comprende la segunda expedición alrededor del mundo bajo el mando de Fitz Roy en el Beagle. El tercer volumen fue escrito por Charles Darwin (1809-1882), naturalista a bordo en ese segundo viaje, y luego fue republicado en forma separada con distintos títulos: en ese mismo año, 1839, apareció como Journal of Researches into the Geology and Natural History of the Various Countries Visited by H.M.S. Beagle from 1832-1836. En la edición de 1845 se modificó el orden de las materias en el título y se llamó Journal of Researches into the Natural History and Geology of the Countries Visited during the Voyage Round the World of H.M.S. Beagle under the Command of Captain Fitz Roy. El texto definitivo, de 1860, se llamó Naturalist’s Voyage round the World.

Las versiones en castellano de los párrafos transcriptos en este libro procedentes de estos tres volúmenes me pertenecen y se consignarán, respectivamente, como Narrative, t. I; Narrative, t. II, y Darwin, 1839 (pues corresponde a la versión publicada independientemente como Journal of Researches…). Además de los tres tomos principales, la publicación inicial incluye un apéndice al tomo II, también escrito por Fitz Roy, que aquí se consignará como Narrative, apéndice. También se han tomado algunas cartas de Darwin y, sobre todo, una autobiografía que había sido escrita en 1876 y estaba destinada para uso de su familia y no para ser publicada, aunque su hijo Francis decidió hacerlo a la muerte de su padre. En este caso se usará la versión en castellano publicada por Alianza en 1997. Asimismo, se usarán otras fuentes indirectas que oportunamente se indicarán.

En el capítulo 1 se describen los dos viajes mencionados, los objetivos y los personajes principales: Charles Darwin, Robert Fitz Roy y los indios fueguinos. En el capítulo 2, los episodios de la captura de los fueguinos, su estancia en Inglaterra y, sobre todo, las consideraciones que Darwin y Fitz Roy han transmitido acerca de ellos en los textos mencionados. El capítulo 3 está dedicado al proceso de repatriación de los tres fueguinos que quedaron vivos. El capítulo 4 pasa revista a lo ocurrido con los protagonistas luego del viaje del Beagle y a ciertas apropiaciones que la literatura ha hecho de estos nativos. El capítulo 5 analiza algunos de los rasgos principales de la mentalidad europea de la época que dan sentido a las controvertidas e incluso contradictorias consideraciones de Darwin y Fitz Roy: el evolucionismo, el racismo y las jerarquías humanas. En el Epílogo se hace un análisis crítico sobre distintos aspectos que, a pesar de los años transcurridos y que se han transformado en un lugar común de tanto repetirlos, resultan controversiales.

Salvajes y civilizados

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