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BASUALDO: OBSERVACIONES, NOTAS Y REFERENCIAS CAPÍTULO III HECHO Y VALOR EN LA TOMA DE DECISIONES

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“Los objetivos y valores pueden ser simples o complejos, consistentes o contradictorios; los hechos pueden ser reales o supuestos, basados en observaciones o por reporte de otros; los intereses pueden ser válidos o espurios. El proceso completo puede ser visto, metafóricamente, como un proceso de ‘razonamiento’, donde los valores y los hechos sirven como premisas y la decisión, que es finalmente derivada, es inferida de esas premisas” (Simon, 1959.a).

“Si el hombre es el animal social que creemos que es, entonces las instituciones sociales en las que vive lo cambian” (Simon, 1973.e).

“Las actividades que llamamos ‘políticas’ simplemente son otra manifestación de la propensión de los seres humanos a identificarse con metas personales y tratar de realizarlas en una forma legítima” (Simon, 1983.c).

“La ignorancia respecto al proceso político ha engendrado cinismo, del cual es solo un síntoma el uso peyorativo del término ‘política’. El pedestal sobre el cual se sitúa la ‘democracia’ solo agudiza el contraste entre ideal y realidad. Probablemente los mejores antídotos para este cinismo sean la educación dentro de un marco realista de instituciones políticas democráticas y la discusión normativa de metas realizables para tales instituciones. Pero observo pocas señales de ambas cosas en los medios de comunicación o en las instituciones educativas” (Simon, 1983.c).

“De hecho, la racionalidad cognitiva, la racionalidad práctica y la racionalidad evolutiva presentes –cada una a su modo– dentro de la Ciencia y la Tecnología se desarrollan en un entorno de valores propiamente sociales (históricos, culturales, …) y reciben el influjo de valores más extrínsecos, como son los políticos” (Simon, 2003).

01. La fragmentación que Simon hizo entre “ser” (fáctico) y “deber ser” (valores) contribuye a comprender la clásica distinción entre decisiones políticas y decisiones administrativas que auspicia como primordial para los estudiosos de la administración pública de gobiernos democráticos y que auguró su extensión a cualquier tipo de entidad, con o sin fines de lucro.

En el contenido de este capítulo, podemos analizar la evolución de las ideas de Simon orientando la búsqueda en las obras que hablaron acerca de la evaluación de las decisiones, los fundamentos de las proposiciones de valor y hecho, la diferenciación entre las decisiones políticas y las decisiones administrativas y las consideraciones de la aplicación de la tecnología y sus derivaciones.

En la Introducción de la tercera edición de esta obra, en idioma inglés, Simon dejó en claro que la estructuración de los contenidos tenía no solo diferentes fuentes, sino también variedad de destinatarios, con disímiles intereses. Expresó: “El tema de la Teoría de la organización es de considerable interés, como ya he sugerido, tanto para quienes la practican (administradores y ejecutivos de empresas, gobierno y educación), como para científicos del comportamiento (economistas, politólogos, sociólogos, psicólogos sociales y psicólogos cognitivos). Cuando un práctico tome un ejemplar de este libro, buscará en él cosas bastante diferentes de las que busca un científico, e incluso entre los científicos sociales, los temas y el vocabulario son bastante diferentes, de modo que no todas las partes del libro serán de igual interés para todos los lectores” (Simon, 1976.a).

Quiero recomendar enfáticamente que, antes de analizar estas observaciones, el lector realice la lectura de los capítulos I y II, los comentarios efectuados por Simon a cada capítulo y las observaciones que introduje. Inmediatamente, se aconseja leer el Capítulo III, el Comentario de Simon y evaluar estas observaciones. Después de ello, se recomienda que se haga un paréntesis en la lectura secuencial del libro y se analice y evalúe el contenido del Apéndice. De esta manera, el lector podrá tener un amplio panorama argumental, metodológico y terminológico para examinar más profundamente los fundamentos de las teorías que se presentan en los capítulos posteriores, en especial, en los capítulos IV y V, que constituyen su núcleo. Se aconseja, asimismo, revisar el esquema de la estructura del libro en las observaciones realizadas en el Prefacio.

02. Los humanos expresan sus comportamientos a partir de sus actitudes, conformadas por conjeturas polares del universo en el que interactúan, absolutamente intemporales y abruptas. Este proceso les permite comprender los hechos y otorgarles sentido, acercarse o apartarse de determinadas situaciones y, de esta manera, replicar el proceso de decisión más primitivo, esto es, apelar a las actitudes, cuando no hay ni experiencia ni conocimiento disponibles.

Cuando esas actitudes se socializan y se imponen en una determinada comunidad, reciben el rótulo de “valores”. Vale señalar que ambos términos se utilizan tanto en el ámbito psicológico como en el sociológico. Entonces, cuando se discute de valores, (29) se está hablando de un elemento social con raíz psicológica. Es conveniente reconocer que no es un tratamiento nuevo (Urban, 1909), aunque sí, su enunciación.

Los valores ostentan una dimensión subjetiva, porque no existen valores sin que alguien valore. Los humanos comprenden el mundo que los rodea a partir de su propia asignación de valores y, al hacerlo, generan (construyen) diferentes visiones del mismo mundo que resultan confrontadas por las disímiles motivaciones e intereses de quienes las originan, excitando conflictos que resultan, de esta manera, inmanentes a la esencia humana. El proceso humano de atribución de valores a los hechos implica yuxtaponer etiquetas, rótulos y solemnidades a entes, sujetos, imágenes y signos, apareándolos con un código predeterminado, expresando así sus voluntades. Sin embargo, es imposible determinar si los valores son falsos o verdaderos, pues, al decir de March, Sproull y Tamuz, “...constituyen el más pobre conocimiento que podemos acumular de simples historias y evidencias de uno mismo” (March, et al., 1991).

La libertad y el impulso de la voluntad (lo volitivo) son peculiaridades distintivas de los humanos y determinan una característica teleológica (30) que conlleva el concepto de finalismo, que posibilita explicar la conservación de la especie humana y su evolución cultural y, a la vez, afirmar que resulta imposible aprehender el mundo sin valores. El concepto finalista (31) contiene ínsito el carácter jerárquico de un determinado sistema de valores, implicando la interrelación de sus elementos componentes a partir de su envergadura relativa o precedencia.

Las afirmaciones de Simon se fundamentan en la perspectiva finalista y teleológica de los humanos en su actuación en las instituciones sociales y expresan que es por ello que toda decisión implica la conjunción de elementos de dos clases: juicios de valor (conllevan la elección de finalidades últimas) y juicios de hecho (implican el logro de esas finalidades). (32)

Las proposiciones fácticas comprenden una dimensión empírica y contrastable, mientras que las proposiciones de valor (éticas) invisten una obligación y son imposibles de cualquier derivación lógica del contenido empíricamente observable. Para Simon, solo aquellas pueden ser valoradas como correctas, incorrectas, falsas o verdaderas, porque los valores constituyen el nivel de conocimiento más pobre que se pueda escoger del mundo y esta posición conduce a la presunción metodológica de Simon de la diferente validación de estos juicios: el juicio de valor se valida por la voluntad humana; el juicio fáctico, por los hechos (Simon, 1991.c; 1997.d).

La composición jerárquica y el concepto de finalismo pueden explicitarse en un esquema cuya forma piramidal refleja la interdependencia de los componentes del sistema de valores y un continuo que representa la composición en toda decisión humana con dos extremos, valores y hechos, que siempre existen mezclados en el proceso. Cuando esa mixtura tiene dominancia de valores, nos encontramos en el campo de la axiología “o teoría de los valores” (Bunge, 1998); cuando tiene dominancia de los hechos (acción), nos encontramos en el campo de la praxiología: “La praxiología o teoría de la acción es el estudio de las características generales de la acción humana individual y colectiva. Puede considerarse como el fundamento de la sociotecnología o bien como la más básica y general de todas las teorías sociales, aunque, por desdicha, no la más avanzada” (Bunge, 1998).


Los valores constituyen la especulación más insignificante acerca del mundo, y construyen la forma extrema de información a la que los humanos intentan aferrarse para no sucumbir en el procesamiento no simbólico de la motivación (Simon, 1983.c).

03. En esta sección, se analizará el contenido de algunas de las obras de Simon después de la publicación de El Comportamiento Administrativo, orientando la búsqueda a los fundamentos de las proposiciones de valor y hecho.

En la década del cuarenta, en 1944 más precisamente, Simon comenzó a trabajar con la influencia de los juicios de valor y los juicios de hecho y su incidencia en el proceso de decisión y su incipiente vinculación con el esquema de la cadena de medios y fines (se recomienda analizar lo observado en los capítulos I y IV). Expresó en esa oportunidad: “Cualquier decisión racional puede ser vista como una conclusión derivada de ciertas premisas. Estas premisas son de dos diferentes clases: premisas de valor y premisas fácticas, equivalentes de manera aproximada a fines y medios, respectivamente. Dado un conjunto completo de premisas de valores y fácticas, solo es posible una única decisión que es consistente con la racionalidad. Así, con un sistema dado de valores y un especificado conjunto de alternativas, solo hay una alternativa de ese conjunto que es preferible a otras” (Simon, 1944). Tres años más tarde (1947), rescatando esa esencia, publicó la primera edición de esta obra.

En la década del cincuenta, publicó una obra en colaboración con los profesores Smithburg y Thompson, en la que señaló la importancia de la distinción entre las proposiciones de valor y las proposiciones de hecho en las decisiones en el ámbito público (Simon, et al., 1950). En 1952, Simon formalizó una dura réplica a las críticas de Dwight Waldo (33) que se incorporaron en una publicación que contenía también críticas de Peter Drucker y las réplicas del mismo Waldo (Simon, et al., 1952). En relación con el tema de hechos y valores, pueden considerarse (y así el mismo Simon lo indica) como las apreciaciones de mayor preponderancia en el tema, después de las enunciadas en esta obra. Sus observaciones y comentarios en dicho artículo fueron muy incisivos, ásperos y hasta despectivos hacia Waldo.

Comenzó con una expresión irónica: “Ámame y ama mi lógica”, y luego continuó: “Un científico no es adulado (y en mi personal sistema de valores, no debiera) si se le dice que sus conclusiones son buenas, pero que no sigue las premisas. Si el pie de página del señor Waldo es correcto, entonces yo debería ser condenado, no adulado. Seré perdonado, tal vez, por creer que las aseveraciones del pie de página son incorrectas y por desear que el señor Waldo deba indicar más específicamente dónde se encuentra la brecha lógica y cuáles son las premisas y líneas de razonamiento correctas para alcanzar las conclusiones a las que arribé. Espero que si el señor Waldo algún día emprende esta tarea, aplique el mismo estándar de rigor en sus razonamientos que el que yo traté de aplicar (quizás no siempre exitosamente) en El Comportamiento Administrativo” (Simon, et al., 1952).

En relación específicamente con el contenido de los hechos y valores, Simon fue aún más categórico y dijo: “Para mí, aún mucho más inquietante que no poder descubrir más sobre las premisas en las que el señor Waldo basa su argumento, es exteriorizar falsa una de las premisas cruciales. Nadie que haya estudiado seriamente los escritos del positivismo lógico o mi propia discusión de hechos y valores en El Comportamiento Administrativo, podría atribuirnos la proposición de que hay ‘decisiones de valor’ y ‘decisiones de hecho’. Las frases ‘juicio de valor’ y ‘juicio de hecho’ son utilizadas en la página 5 de El Comportamiento Administrativo en un contexto que indica claramente para cualquier lector escrupuloso que el término ‘juicio’ se refiere a un elemento de decisión, no a una decisión en su totalidad; y si ese pasaje se rotula oscuro, la dilucidación resulta fácilmente alcanzable en la elaboración del tema en el Capítulo III. No intentaré aquí rehacer el interrogante hecho-valor. El capítulo de El Comportamiento Administrativo recién mencionado trata el problema en extensión y citas referenciales adicionales para los intelectuales curiosos. Para el bien de aquellos que no han examinado la literatura, pero que están siendo confundidos por las caricaturas del positivismo apreciado en la teoría política contemporánea, me gustaría, sin embargo, rescatar brevemente la esencia inconmovible de este tema”. Luego agregó, de modo irónico y sarcástico: “La explicación es intentada para apelar a quienes les sean familiares los rudimentos de la gramática del inglés y la naturaleza de la constatación lógica” (Simon, et al., 1952).

Para la demostración de la invalidez de la estructura de pensamiento de Waldo, Simon afirmó: “Una constatación es una serie finita de pronunciamientos en una forma particular. Algunos de los pronunciamientos de una constatación son supuestos, afirmados sin prueba. El resto, incluida la conclusión, son derivados de los supuestos, mediante ciertas reglas denominadas reglas lógicas. Hay un pequeño desacuerdo, excepto en cierta parte sofisticada de las matemáticas que no nos concierne aquí, respecto de hasta qué punto debiera ser investigado, aunque a veces es un asunto de considerable dificultad práctica, si las reglas han sido correctamente aplicadas en una verificación específica. Una decisión es una proposición en un modo imperativo. Es un direccionamiento propio hacia otra persona u otras personas. Para que una decisión aparezca como una conclusión en una constatación lógica, debe constituir uno de los siguientes casos: (1) es imposible, por las reglas lógicas, derivar proposiciones imperativas de supuestos, todos, en notaciones en modo indicativo, o (2) entre los supuestos, hay una o más sentencias en modo imperativo. Los positivistas lógicos rechazan la primera alternativa alegando que nadie ha demostrado por qué pase de manos puede lograrse. De ahí que ellos concluyan que una decisión puede ser validada lógicamente solo si al menos uno de los supuestos no probados es derivado de sentencias en el modo imperativo. A estas categorías no probadas las denominan premisas de valor. Además, ellos argumentan que estas premisas de valor no pueden ser derivadas solamente de observaciones empíricas, ya que estas establecen sentencias de la forma ‘si y solo si’: por ejemplo, las sentencias declarativas. Así que si el señor Waldo teme que la proposición previamente citada, que él atribuye a los positivistas, crea una ‘barricada en el camino de la administración democrática’ (¡qué rica prosa y cuán inadecuada para concluir un razonamiento!), puede recuperar su paz mental. Es una proposición verificable que un positivista preferiría ser quebrado sobre el escritorio a admitir que existen decisiones de valor y decisiones de hecho” (Simon, et al., 1952). (34)

Sus conclusiones no fueron menos ácidas. Dijo: “Aparte de si son correctas o incorrectas las premisas del señor Waldo, no veo cómo podemos progresar en filosofía política si continuamos pensando y escribiendo en el indolente, literario y metafórico estilo que él y otros teóricos políticos adoptan. El estándar de falta de rigorismo que se evidencia en la teoría política no recibiría un diploma en un curso elemental de lógica, aristotélica o simbólica. Si los filósofos políticos desean preservar la democracia de quienes ellos consideran aburridas termitas del positivismo, sugiero que como primer paso adquieran una conveniente habilidad técnica en análisis lógico para atacar al positivismo en su mismo campo. Muchos de los positivistas y empíricos de mi conocimiento estarían gustosos de recibirlos mucho más como aliados en la búsqueda de la verdad que como enemigos” (Simon, et al., 1952).

En el prólogo de la segunda edición de El Comportamiento Administrativo, respecto del Capítulo III, Simon manifestó: “Este capítulo ha levantado comentarios –en especial, por parte de los teóricos políticos– desproporcionados a su importancia en el conjunto del libro; no me agradaría contribuir más a este énfasis erróneo. Mis meditados puntos de vista sobre el tema están expuestos –con exactitud, aunque de manera algo agria– en ‘Development of Theory of Democratic Administration: Replies and Comments’” (35) (Simon, 1957.a).

Al finalizar la década (1959), manifestó: “Las decisiones de la vida real circunscriben algunos objetivos o valores, algunos hechos acerca del contexto y algunas inferencias hechas desde los valores y los hechos. Los objetivos y valores pueden ser simples o complejos, consistentes o contradictorios; los hechos pueden ser reales o supuestos, basados en observaciones o por reporte de otros; los intereses pueden ser válidos o espurios. El proceso completo puede ser visto, metafóricamente, como un proceso de ‘razonamiento’, donde los valores y los hechos sirven como premisas y la decisión, que es finalmente derivada, es inferida de esas premisas. La analogía de la toma de decisiones con el razonamiento lógico es solo metafórica, porque existen precisas diferencias de reglas en los dos casos, que determinan cuáles constituyen premisas y modos admisibles de inferencia ‘válidos’. La metáfora es utilizada porque nos conduce a tomar las premisas de decisión individuales como una unidad de descripción, en lugar de tratar con el completo entretejido de influencias que implica una decisión individual –pero sin ser rodeada por las suposiciones de racionalidad que determina la teoría clásica de la elección” (Simon, 1959.a).

En la década del sesenta, no hubo muchos aportes al tema de los hechos y valores por parte de Simon. En 1966, en un artículo que nunca publicó, expresó: “Una ciencia de la decisión, por supuesto, no podrá cambiar intereses en conflicto en conflictos paralelos; no podrá tornar gratis los recursos escasos; no podrá decirnos qué valores finales perseguir; en definitiva, no podrá proveer o sustituir aquello que es el verdadero corazón del proceso político, la preservación de valores e intereses diversos en una sociedad compleja. Si nos lo son dados, sin embargo, más realistas serán nuestras estimaciones de las consecuencias de nuestras elecciones, ayudándonos a sobrellevar el proceso de una manera más humana y hacia fines más humanos” (Simon, 1966.f).

Si bien esta década encuentra a Simon en otras líneas de investigación (cognición y motivación), siempre en sus escritos existen menciones a la esencia de esta obra. En 1967, expresó: “Este artículo ha propuesto una relación entre la motivación y el comportamiento emocional y el procesamiento de información del comportamiento del hombre. La teoría explica cómo un procesador de información básicamente interactivo, dotado de múltiples necesidades, se comporta adaptativamente y sobrevive en un entorno que presenta amenazas y oportunidades imprevisibles. La explicación es construida sobre dos mecanismos centrales: (1) Un mecanismo de fin último posibilita al procesador satisfacer generalmente un objetivo (aunque quizás muy complejo) a la vez y la acción culmina cuando la situación satisfactoria ha sido alcanzada. (2) Un mecanismo de interrupción, esto es, emoción, que le posibilita al procesador responder a una urgente necesidad en tiempo real” (Simon, 1967.a).

En la década del setenta, tampoco fue muy fértil en el tema. En su famosa pelea académica con Argyris, en 1973, respecto del tema escribió: “Si el hombre es un animal social como creo que es, entonces las instituciones sociales en las cuales vive lo cambian. Las actitudes, valores, hábitos que él adquiera determinan, a su tiempo, cómo se comportará en el contexto de esas instituciones” (Simon, 1973.e). En 1976, publicó la tercera edición de El Comportamiento Administrativo, pero no hace ningún nuevo comentario respecto al tema (Simon, 1976.a).

En la década del ochenta, específicamente en 1983, publicó en una obra el compendio de tres conferencias dictadas en la Stanford University, basado en tres conceptos: (1) inhabilidad humana para operar con muchas cuestiones simultáneamente, lo que implica el tratamiento secuencial de los problemas y genera un seguimiento de moda y políticas con temas unidireccionales; (2) la presencia de múltiples valores en la sociedad, que requiere la aceptación de la paradoja de Arrow, (36) esto es, que no existe solución a los conflictos de intereses en los sistemas políticos con reglas de la mayoría; (3) la incertidumbre del conocimiento humano que gobierna la optimización, que Simon reemplazó por el concepto de satisfacción. Cuando hizo comentarios sobre el tema de valores, exteriorizó: “No somos nómadas, entre muchas otras razones, porque nuestros valores, las alternativas de acción de las que estamos conscientes, nuestra comprensión de la clase de consecuencias que pueden surgir de nuestras acciones –todo este conocimiento, todas estas preferencias– se derivan de la interacción con nuestro medio social. Parte de nuestros valores y nuestro conocimiento fue succionado junto con el alimento del seno materno; otra parte fue tomada, a menudo en una forma bastante discrecional, de nuestro medio social. Otra quizás fue adquirida mediante la reacción contra ese medio, pero, con toda seguridad, una parte menor se desarrolló en completa independencia de este. [...]. La razón, entonces, trabaja solo después de habérsele suministrado un conveniente conjunto de entradas. Si la razón tiene que ser aplicada para descubrir y seleccionar cursos de acción, entonces, estas entradas incluyen, al menos, un conjunto de ‘deber ser’ o valores a ser alcanzados y un conjunto de ‘ser’, o hechos, acerca del mundo en el cual la acción debe ser tomada. Cualquier intento para justificar estos ‘deber ser’ y ‘ser’ mediante la lógica simplemente llevará a retroceder a nuevos ‘deber ser’ y ‘ser’ que fueron de modo similar postulados. La razón es totalmente instrumental. No nos dice dónde ir. A lo sumo, nos puede decir cómo llegar allí. Esto es un arma para acordar y ser empleada al servicio de cualquier objetivo que tengamos, bueno o malo. Hace una gran diferencia de nuestra visión de la condición humana si atribuimos nuestras dificultades al mal o a la ignorancia o a la irracionalidad –a la vileza de los objetivos o a nuestro desconocimiento de cómo llegar a ellos” (Simon, 1983.c).

En la década del noventa, tampoco fue fructífero en el tema. Pero en una publicación de 1993, realizó una vinculación elíptica en relación con el concepto finalista. Dijo: “Estos objetivos finales, las cosas que de un modo u otro consideramos como un fin en sí mismo (excepto en la medida que tengan consecuencias y en que ellos sean pensados realmente como realización de otros objetivos) no tienen nada que ver con la racionalidad. Deben venir de algún otro lado. Usaré la expresión ‘no racional’ para aludir a estos aspectos del proceso de decisión que se refieren a esos objetivos finales” (Simon, 1993.b). En 1997, publicó la cuarta edición de esta obra (Simon, 1997.c).

Como corolario del contenido referido al tema de hechos y valores, puedo decir que Simon utilizó el término “valorespara referirse a proposiciones éticas y no fueron, en su teoría, un criterio de elección, sino tan solo índices (de valor). Por eso es que enfatizó más lo procesal (Simon, 1978.c), es decir, procedimientos antes que resultados, utilizando el método de relación de valores, dado que estos expresan las motivaciones individuales hacia el mundo (afianzados por su dimensión finalista y teleológica) y, por ello, implican socialmente la noción de jerarquía sistémica que, sin duda, produjo una notable influencia en su teoría de la racionalidad limitada.

04. La otra vertiente que plantea el Capítulo III es la distinción entre las cuestiones de política y las cuestiones de administración.

La distinción entre elementos de valor y elementos fácticos en la adopción de decisiones establecida por Simon constituye el fundamento sobre el que puede trazarse la línea divisoria ideal entre las cuestiones de política y las cuestiones de administración. Para adentrarnos en este concepto que Simon no trató específicamente como decisiones políticas, aunque lo caracterizó y circunscribió concretamente, conviene realizar la yuxtaposición de sus escritos para intentar interpretar y comprender el fenómeno. Para ello, en el desarrollo de esta sección, se refrescarán algunos conceptos y precisiones formuladas por Simon y, al finalizar, se producirá un ensayo con la interpretación de esa información.

March y Simon propusieron, para no caer en la trampa de concordar acerca de los valores, considerarlos términos primitivos, que deben ser aceptados sin discusiones ni cuestionamientos. Pero los significados diferentes del mundo hacen que los participantes atribuyan interpretaciones disímiles, conformando socialmente un tipo de problema que se ha denominado conflicto. Entonces, en primera instancia, se encuentra el impulso al comportamiento, producido por personalidades individuales que difieren en sus visiones del mundo en función de ideas individuales: “La existencia de una necesidad positivamente sentida de decisión conjunta y una diferencia en las metas o una diferencia en las percepciones de la realidad, o ambas” (March & Simon, 1958). Para su solución, propusieron: “Una organización reacciona frente al conflicto con cuatro procedimientos principales: (1) solución del problema; (2) persuasión; (3) negociación; y (4) ‘política’. [...]. Por ‘política’ entendemos el proceso en el cual la situación básica es la misma que en la negociación –hay conflicto intergrupos–, pero el campo de la negociación no es para los participantes un dato fijo” (March & Simon, 1958).

Sobre esta base, podemos afirmar que, para Simon, la política es un modo de acción general, un arquetipo que posibilita que los participantes de las instituciones, con determinados sistemas de valores, intenten modificarlos para abrir paso a una solución común o compatible con el mundo percibido. Por eso March y Simon expresaron: “Una estrategia básica de pequeños poderes (ya sean subunidades de la organización o estados de una nación) en sus relaciones con grandes poderes consiste en no permitir que se definan estas relaciones como bilaterales, sino ampliar los actores interesados para incluir aliados potenciales. Bien conocida es la consecuencia que la práctica de la negociación colectiva (contratos colectivos de trabajo) tiene para el conflicto en la organización; la tendencia a incluir instancias gubernamentales en la negociación; no menos conocidos son los casos –menos frecuentes, pero igualmente espectaculares– de los litigios con los accionistas. El uso de la política dentro de la misma organización es, pues, una técnica importante para resolver el conflicto intergrupos” (37) (March & Simon, 1958).

En la década del sesenta, en 1964 precisamente, Simon escribió, en alusión a la decisión política de establecimiento de objetivos institucionales: “Más rigurosamente, ‘objetivo organizacional’ puede ser usado para referirse al conjunto de restricciones que definen los roles de los niveles superiores de la jerarquía administrativa”. Así, el concepto de propósito institucional se definía más por el conjunto de restricciones y fines posibles que por objetivos determinados. Lo afirmó de esta manera: “En la situación de la toma de decisiones en la vida real, un curso de acción, para ser aceptable, debe satisfacer un conjunto de requerimientos o de restricciones. A veces uno de esos requerimientos se selecciona interpretado como un objetivo para la acción. Pero la elección, entre muchas, de una de las restricciones es en gran parte arbitraria. Para multiplicidad de propósitos es mucho más concreto referirlo a todo el conjunto de requerimientos como un objetivo (complejo) para la acción. Esta conclusión se aplica tanto para la toma de decisiones individuales como organizacionales” (Simon, 1964.c).

Los procesos analíticos –“solución de problemas” y “persuasión”– de solución de conflictos (March & Simon, 1958) dependen de la motivación de los participantes e intentan asegurar sus acuerdos. Al respecto, expresó Simon: “En la teoría de la motivación formulada por mí y por Barnard se postula que los objetivos de cada grupo de participantes pueden ser divididos en incentivos (aspectos de participación que son deseados por los participantes) y contribuciones (aspectos de participación que son entradas en la organización de la función de producción que generalmente tiene utilidad negativa para los participantes). Cada participante está motivado a maximizar, o al menos incrementar, sus incentivos mientras decrecen sus contribuciones, y su motivación es de crucial consideración para explicar su decisión de integración (o permanencia). Pero ‘integrarse’ significa aceptar un rol organizacional, de ahí que no se requiera ninguna supuesta motivación adicional más allá de aquella teoría de incentivos-contribuciones para explicar el rol consiguiente del comportamiento exhibido” (Simon, 1964.c). Por otro lado, están los “procesos de negociación” de solución de conflictos (March & Simon, 1958) –“negociación” propiamente dicha y “política”–, y quienes conducen la institución deberán distinguir cuándo aplicar uno u otro proceso (March & Simon, 1958). Simon aclaró: Este ejemplo sirve para dilucidar cómo la inmensa masa de decisiones que están siendo constantemente adoptadas en una institución compleja puede ser vista como un sistema organizado[...]. Pero en la mayor parte del comportamiento humano la relación motivación y acción no es simple; está mediada por una compleja cadena de sucesos y circundantes condiciones. [...]. La relación entre la acción y el objetivo último se ha vuelto altamente indirecta y contingente... el objetivo es perseguido sólo dentro de los límites impuestos por las restricciones” (Simon, 1964.c). Para determinar si la aplicación es de un tipo de proceso u otro, es menester establecer si el problema se refiere a los fines institucionales o si se refiere a las motivaciones personales de los participantes. Simon depuró el concepto: “El primer paso hacia una clarificación es mantener una distinción entre objetivos, por un lado, y motivacione, por el otro. Por objetivos, aludiremos a premisas de valor que nos pueden servir como detonantes de decisiones. Por motivaciones aludiremos a las causas, cualesquiera que haya, que permitan a los individuos seleccionar algunos objetivos más que otros como premisas para sus decisiones” (Simon, 1964.c).

En el esquema que se idealizó, (38) se interpreta lo que dijo Simon en 1969. En primer lugar, respecto de los “mundos”: “El mundo en el que actualmente vivimos es más un mundo creado por el hombre, un mundo artificial, que un mundo natural. Casi todos los elementos que nos rodean dan testimonio del artificio humano” (Simon, 1969.a). En segundo lugar, las descripciones referidas a los “estados” y a los “procesos”: “‘Una circunferencia es una figura cuyos puntos son equidistantes de un punto dado’; ‘Para trazar una circunferencia, se hará girar un compás sobre un brazo fijo hasta que el otro brazo haya regresado al punto de partida’. Queda implícito, según Euclides, que de llevarse a cabo el proceso detallado en la segunda frase, se obtendrá un objeto que cumple con la definición de la primera. La primera frase constituye una descripción de estado de una circunferencia, mientras que la segunda es una descripción de proceso. Así pues, estas dos formas de aprehender estructuras constituyen la trama y el fundamento de nuestra experiencia. Las fotografías, las fotocopias, la mayoría de los diagramas y las fórmulas químicas estructurales son descripciones de estado. Las fórmulas, las ecuaciones diferenciales y las reacciones químicas son descripciones de proceso. Las primeras caracterizan al mundo según se experimenta; aportan los criterios para identificar los objetos, a menudo gracias a modelizar los propios objetos. Las últimas caracterizan al mundo según se actúa sobre él; aportan los medios para producir o generar objetos que posean las características deseadas. La distinción entre el mundo según se experimenta y el mundo según se actúa sobre él define la condición básica para la supervivencia de los organismos adaptativos” (Simon, 1969.a). En tercer lugar, respecto de la “relación dual con el mundo”, Simon expresó: “Así pues, la solución de los problemas exige el continuo traslado de la descripción de estado a la descripción de proceso de la misma realidad compleja. Platón, en su Menón, argumentaba que aprender es recordar. No sabría explicar de otro modo cómo llegamos a descubrir o reconocer la respuesta a un problema a menos que conozcamos de antemano dicha respuesta. (Simon, 1969.a).

En consecuencia, se trata de una vinculación de doble vía con el mundo en descripciones referidas a teorías (descripciones de estado: lo que hace el mundo, modelos, en dimensión semántica) y descripciones referidas a la práctica (descripciones de proceso: lo que hacemos en el mundo, programas, en dimensión pragmática).

Se puede aplicar a dos conceptos de moda en la actualidad, casi siempre con explicaciones equivocadas, que no muestran su verdadera esencia, plagados de dialéctica, casi siempre equiparados aunque nunca claramente diferenciados: “Visión” y “Misión”. Describir lo que interpretamos de cómo se comporta o comportará el mundo en el cual interactúa la institución, genera una representación, un modelo, una visión. La visión, es, entonces, una declaración de estado, se refiere a lo semántico, a lo descriptivo, constituye nuestra teoría de ese mundo. Prescribir lo que hacemos o haremos en el mundo, provoca una descripción de un modo de acción, un programa, una misión. La misión es, entonces, una descripción de proceso, se refiere a lo pragmático, a lo prescriptivo, constituye nuestra práctica en el mundo. Simon dijo: “Nuestra relación dual con el mundo constituye la fuente y la solución de la paradoja. Planteamos un problema dando la descripción de estado de la solución. La tarea consiste en dar con una secuencia de procesos que produzcan el estado objetivo a partir de un estado inicial” (Simon, 1969.a). Así, simplemente, el lector no podrá ser arrastrado a confundir nunca más los conceptos de “Visión” y “Misión”.


En la década del setenta, Simon generó su tercera edición de sus predicciones. (39) Manifestó: “Una amplia decisión de política crea una nueva condición para los ejecutivos de la organización que exige el diseño y la elección de un curso de acción para ejecutar esa política. En consecuencia, la ejecución de la política es indistinguible de la formulación de una política más detallada. Por tal motivo me he sentido justificado al considerar mi modelo de toma de decisiones como un paradigma para la mayor parte de la actividad de los ejecutivos” (Simon, 1977.a). En esta obra, Simon vinculó las decisiones políticas con los problemas no estructurados (decisiones no estructuradas).

En la década del ochenta, en 1983, manifestó: “Esta ingenuidad respecto a la política y los políticos invade nuestra sociedad. Es muy perjudicial para nuestras instituciones políticas. Haríamos bien en considerar a estas instituciones con mayor sofisticación; haríamos bien en reconocer que tienen tumores. Podemos tratar de extirpar los tumores, pero debemos reconocer que ciertas clases de fenómenos políticos –la tentativa de influir sobre la legislación o la administración de las leyes, la defensa de intereses especiales– resultan esenciales para la operación de instituciones políticas en una sociedad donde de hecho hay gran diversidad de intereses, y en donde se espera que la mayoría de las personas preste cierta atención a sus propios intereses. Las actividades que llamamos ‘políticas’ simplemente son otra manifestación de la propensión de los seres humanos a identificarse con metas personales y tratar de realizarlas en una forma legítima” (Simon, 1983.c).

Vale decir que, para Simon, la política siempre constituyó un problema de supervivencia institucional mediante la negociación de visiones (Simon, 1983.c). Y la construcción de visiones se realiza atribuyendo valores a las percepciones del entorno para luego expresarlas en términos de medios para conseguir fines, por lo que la política puede sintetizarse como el intercambio de medios y fines de los participantes (March & Simon, 1958).

Pero a la política Simon también la concibió como un sistema de procesamiento de información y no solo como “búsqueda de poder” o “persecución de intereses personales” (Simon, 1987.p): “Los límites de las habilidades humanas de procesamiento de información, en esta visión, son el mayor determinante del proceso cognitivo humano y de ahí los modos en que aplicamos nuestras mentes en los procesos políticos. Para entender la política, debemos comprender cómo las cuestiones se focalizan y transforman parte de la agenda activa. Debemos entender cómo las alternativas políticas nuevas son generadas y reconocidas como probables y cómo los candidatos son percibidos como tales. Finalmente, debemos comprender cómo la gente forma modelos mentales para formar opiniones políticas” (Simon, 1987.p). A la persecución casi irracional del poder en las instituciones públicas la explicó como una derivación de la teoría de la evolución, una especie de “darwinismo social” que se enmascara. Dijo: “Los economistas, en cambio, han transformado el argumento darwiniano en la doctrina de que la gente siempre busca maximizar su utilidad. Pero en la explicación actual de esa doctrina, los economistas comúnmente traducen utilidad en riqueza, o en el campo político, en poder (Simon, 1998.b).

Como derivación de esa sección me ha parecido conveniente, teniendo en cuenta el propósito académico de estas observaciones, formular un ensayo que vincula la obra de Simon con el estado actual de la disciplina. (40)

En primer lugar, la equiparación de los juicios de valor con las decisiones políticas y de los juicios de hecho relacionados con las decisiones de administración está marcada en esta obra, en este Capítulo III: “Si resulta conveniente mantener los términos ‘política’ y ‘administración’, es mejor aplicarlos a la división de las funciones decisorias que siguen las líneas aquí sugeridas. Aunque no es idéntica a la separación entre ‘valor’ y ‘hecho’, tal división dependería claramente de esa distinción fundamental”. Puede quedar claro, mediante este análisis, que todo aquello que no se refiera a los valores se refiere a los hechos y, por ello, se puede extender el criterio a las decisiones de ejecución, integrándolas en las de Administración (aunque quedaran sobreentendidas en la obra de Simon). Este concepto nos permite explicar con mayor claridad, desde la óptica práctica de la Dirección, que las decisiones de planeamiento (Administración) constituyen el nexo entre las decisiones políticas (Estrategia) y las decisiones de ejecución (Operación), para pasar de las ideas a la acción (Frischknecht, 1993). El planeamiento es la interfaz entre la política y la acción.

Por otro lado, los conflictos son problemas abiertos, generados por atribuciones de valores puramente mentales, que solo pueden tratarse con ideas abiertas. Apareando niveles, el lenguaje aísla a la institución de su ambiente de modo de mantener una relación invariante entre ella y los valores, independientemente de las variaciones del ambiente (Simon, 1969.a). De esta manera, corresponde ahondar y vincular el proceso con decisiones no programadas (Simon, 1977.a) y los tipos de problemas (Newell & Simon, 1972): “Los denominados procesos políticos en una institución constituyen una serie de situaciones que se generan cuando los humanos participantes se enfrentan a situaciones que pueden caracterizarse, dentro de las tipologías de problemas, como no estructuradas” (Basualdo, 1997). Las decisiones políticas se refieren a los valores y a la situación de problemas que ellos generan, es decir, los conflictos. Las decisiones políticas constituyen así la esencia de la Teoría de la organización y posibilitan que los participantes puedan interaccionar de manera de acordar un significado común y un propósito mancomunado: se utiliza la política para concertar propósitos. El tipo de problemas teórico, psicológicamente hablando, será un problema no estructurado, debido a la situación de ignorancia de los actores respecto del conocimiento de la atribución de valores que realizan los otros actores: “Si para un procesador la situación es percibida como carente de información, o si tiene tan poca información que resulta imposible realizar conexión alguna, o no puede acceder a información o es muy costoso su acceso, no importa lo que en el ‘mundo real’ pase, para ese procesador la situación se presentará como un Problema No Estructurado. Podrá tener la opción de accionar o no accionar sobre la situación (motivación), pero, si la finalidad es solucionarla en función de medios y fines, no tendrá otra opción que aplicar el método inductivo especulativo (prueba y error). Por supuesto que este procesador, cuando decide, lo está haciendo como si actuara en ‘certeza’ (si uno cree que está en guerra... ¡está en guerra!), aunque la invención (especulación, apuesta, hipótesis) no se compadezca en absoluto con la realidad. La única racionalidad pretendida de este método (cuando de humanos se trata) es no reiterar el error ya cometido, hecho que, como sabemos, no siempre ocurre” (Basualdo, 2000).

La puja de valores en una institución constituye una situación configurada como no estructurada (Newell & Simon, 1972; Simon. 1973.h) en la que el conocimiento es escaso o ralo: “...en general, los problemas que presenta el mundo a quienes resuelven son más percibidos como no estructurados. Se tornan estructurados solamente en el proceso de preparación de quienes solucionan problemas. No sería exagerar mucho si dijéramos que no existen los problemas estructurados, solo los problemas no estructurados que han sido formalizados por quienes resuelven” (Simon, 1973.h); y la solución (inducción especulativa o ensayo y error) de los conflictos de valores que se presentan constituye la esencia disciplinar: “La Teoría de la Organización describe la delicada conversión de conflictos en cooperación, la movilización de recursos y la coordinación de esfuerzos que facilita la supervivencia conjunta de una institución y sus miembros” (March & Simon, 1958; 1993.a; 1993.b).

Las decisiones políticas se refieren siempre a lo satisfactorio, siendo utópico lo óptimo así como el consenso. Simon manifestó: “Cuando existen conflictos en los valores, como sucede casi siempre, no es claro incluso cómo debe definirse el término ‘óptimo’. Pero no todo está perdido. Reconciliar puntos de vista alternativos y estimaciones diferentes de los valores se torna un poco más fácil si adoptamos un punto de vista satisfactorio: si buscamos soluciones lo suficientemente buenas en lugar de insistir en que solo las mejores habrán de tener resultado. Quizás sea posible –y a menudo lo es– encontrar vías de acción que toleren casi todos los integrantes de una sociedad, y que incluso agraden a muchos, siempre que no seamos perfeccionistas y no exijamos lo óptimo” (Simon, 1983.c).

En cambio, las decisiones de administración se refieren a los hechos, a la vinculación con la acción. El tipo de problema es estructurable: “Si, en cambio, para un procesador la situación es percibida como una circunstancia que su experiencia (acumulación de éxitos y fracasos en la memoria y lo que ésta hace con ello) puede manejar, aunque sólo articule algunos trozos de la información disponible y, a partir de ellos, genere más información, para este procesador la situación se presentará como un Problema Estructurable”. Si quiere solucionarlo (motivación), tendrá que aplicar el método inductivo heurístico (creación), que es morfogenético. Nuevamente, cuando el procesador decida, su creación se transformará en una situación de ‘certeza’ (para él), aunque tampoco tenga relación alguna con la ‘realidad’” (Basualdo, 2000). Este es el campo de la tecnología de administración: “La experiencia administrativa puede ser de uno de estos tres tipos: a) oracular, en que se sigue el consejo de autodenominados expertos, también conocidos como gurúes, en el manejo de los negocios de otras personas; b) empírico, o de acuerdo con la tradición; o c) científico, esto es, con el uso de la experiencia, el análisis, la estadística y, ocasionalmente, también los modelos matemáticos, para elaborar y discutir políticas y planes, así como para supervisar su implementación. [...]. La tecnología administrativa incluye no solo contabilidad y análisis estadísticos, sino también planificación, pronósticos y simulaciones sobre la base de modelos matemáticos refinados, aunque a menudo irrealistas. Pero todavía está en pañales y, como cualquier disciplina social emergente, es un campo de batalla metodológico, filosófico e ideológico” (Bunge, 1998).

En el esquema (41) que sigue, he sintetizado lo que los aportes de Simon y otros autores han permitido introducir en la teoría de la disciplina.


En cualquier institución social, los fenómenos pueden encararse desde dos vertientes: el ámbito psicológico (se refiere a la mente de las personas que participan, con sus actitudes, su experiencia y su conocimiento) y el ámbito sociológico (se refiere a los procesos de institucionalización y las decisiones compuestas que se adoptan). Dijo Simon: “La influencia social que nos conduce a identificarnos con grupos particulares de gente, a pensar en ellos como nosotros, y el resto de la gente, como ellos, tiene particular importancia. Por eso nos identificamos y somos leales a nuestra familia, nuestra escuela, nuestra ciudad, nuestro departamento, nuestra ética grupal, nuestra nación. Algunos de nosotros hasta nos identificamos con nuestra condición humana (nuestra especie)” (Simon, 1998.b). Conducir, gobernar o dirigir una institución implica tomar decisiones de diferentes matices, características y conformación. Ya dijimos que la factorización en niveles de decisión es un método y no un orden establecido. Por ello, para aprehender el fenómeno de la dirección, debemos comprender la cuasi descomponibilidad de los niveles, arbitrio que nos permite estudiarlos (y enseñarlos) y las características de los tipos de problemas que los individuos, en forma individual y colectiva, deben resolver para pasar de las ideas a la acción.

En la estrategia, los individuos se encuentran enfrentados (en el plano psicológico) a una situación de ignorancia, producto de su desconocimiento de la atribución de valores que hacen los otros actores; el problema, entonces, es no estructurado y su solución, por inducción especulativa o ensayo y error, pues los individuos solo pueden apelar a sus actitudes, dado que la experiencia y los conocimientos no les sirven, y el proceso es básicamente de comunicación para intentar influir en los otros actores para que cambien su visión del mundo.

En el plano sociológico, en las instituciones, al socializarse las actitudes, se lidia con valores que están en conflicto (que pueden tender al conflicto de grado cero o cooperación o tender al conflicto de grado uno o exterminio, siendo ambos extremos casos teóricos) y el desenlace se produce mediante la gama de resolución de conflictos. Recuérdese que Simon expresó que la medida de la institucionalización y socialización de una institución aumenta cuando los valores, la historia institucional (experiencia de sus integrantes) y la ciencia compartidos son adoptados y ejercitados por los participantes del grupo social. La correlación es evidente: a mayor conocimiento, mayor recursividad, mayor programación de las decisiones (Simon, 1991.c): “Cuando se carece de información respecto de cómo percibe el mundo el adversario o contendiente, qué es lo que este va a hacer y, por supuesto, el poder que detenta (o se cree que detenta), interesa o debe considerarse, esa situación constituye para un determinado actor, en ese cierto momento y en ese teatro, un Problema No Estructurado. La ignorancia de la Estrategia obedece al desconocimiento de la actitud de los otros actores, situación de caos de información que carece en absoluto de estructura. (42) El arte de la Estrategia no es producir el mejor resultado, porque eso depende del Planeamiento (táctica), sino generar la maniobra que mejor se ajuste a la estrategia de los otros actores. Así, el arte de la Estrategia es hacer creer al otro que lo que es, no es; que lo que no es, es; que lo que ve, no existe; que lo que no ve, existe; que lo que me interesa, no lo quiero; que lo que no quiero, me interesa; que lo que voy a dar, no lo daré, etc. En jerga estratégica se los denomina: bluff, diversión, coacción, disuasión, manipulación, extorsión, persuasión... [Donnellon, et al., 1986]: ‘La guerra se basa en el engaño’ [Sun Tzu]” (Basualdo, 2000).

En la terminología de la disciplina, decimos que utilizamos la política para alcanzar una visión común, comunicada, de significación acordada y comprometida (descripción de estado), y decidir una misión, comunicada, de significación acordada y comprometida (descripción de proceso). No hay en este proceso ni ciencia ni tecnología, solo arte. La coalición dominante de cualquier institución debe tener como propósito hacer estrategia para lograr la estabilidad política de la institución, es decir, alcanzar la cohesión. Cohesionada la institución, se puede administrar. Este es, en realidad, el ámbito de estudio de la Teoría de la organización (Simon, 1993.g).

En la Administración, en cambio, la situación de incertidumbre es acerca del futuro y, como el conflicto está solucionado, el meollo son los hechos, abarrotados de información del pasado y carentes de datos respecto del futuro. En el plano psicológico, la característica de la situación establece que se trata de un problema estructurable y, en consecuencia, los individuos apelan a sus actitudes y, fundamentalmente, a su experiencia, pues sus conocimientos no son fuertes, solucionando el problema por inferencia heurística o creatividad. Al socializarse e institucionalizarse la experiencia de sus participantes, la institución pasa a poseer (en el plano sociológico) historia (balances, estadísticas, etc.) y debe adoptar decisiones de innovación en la generación de alternativas, para enlazar el pasado con el futuro, en un proceso morfogenético de creación de información: “Como la característica esencial de los problemas estructurables es que son computables pero no predictibles, los humanos que hacen Planeamiento trabajan en incertidumbre, situaciones en las que se carece de probabilidades o que, cuando se asignan caprichosamente, se tornan estériles. La ventaja es que se parte de una Estrategia, enmarcada en la Misión y, entonces, el ‘mundo’ viene dado, es ‘objetivo’, solo hay que adecuarlo al lenguaje administrativo y entender en ese marco el negocio, cuantificándolo: los fines a los que se refiere la estrategia deben estar relacionados con los medios disponibles, que es la esencia del Planeamiento. Ese proceso de los humanos haciendo planes consiste en generar modelos de predicción (traduciendo la Estrategia al lenguaje administrativo y creando un mundo entendible del negocio a partir de la sobresaturación informativa entre pasado y futuro), diseñar posibles alternativas construyéndolas por métodos inductivos (cambiando discurso y datos referidos a materia, energía, tiempo e información) y elegir (entre aquellas) la que se transformará en el modelo de desempeño de las decisiones de operación que se pondrá a consideración de quienes dominan: su consentimiento formal lo constituirá así en el plan a cumplir. Como el plan se transforma en una abstracción racional del negocio, el control de gestión también controla abstracciones, medibles en términos de resultados, beneficios, crecimiento, participación de mercado, rentabilidad de la inversión, etc., y como es una tarea que en realidad está buscando nuevas oportunidades de decisión para adecuar el plan a los cambios, se establecen pautas de medición de las variables denominadas críticas y se revisa por excepción” (Basualdo, 2000).

En la terminología de la disciplina, la Administración utiliza el planeamiento como tecnología para la asignación de los medios a los fines, adoptando decisiones de anticipación (Frischknecht, 1993). No hay ciencia en este proceso y tampoco arte; apelamos, sí, a la tecnología disponible. El propósito de la formulación de los planes es otorgarle a la institución una diferenciación estratégica: la innovación. Este es el campo de estudio de la tecnología de Administración (Bunge, 1998).

En la Operación, la situación es cerrada. En el plano psicológico, los participantes se encuentran en una situación de problema estructurado y apelan a sus conocimientos, tamizados por sus actitudes y experiencia, solucionando los problemas por inferencia válida (lógica) o cálculos algorítmicos. Al socializarse el conocimiento, la institución dispone de la ciencia aplicable y deduce y calcula soluciones con técnicas, álgebras y modelos matemáticos: “Los humanos que operan, per se o a través de ordenadores (es cierto que los ordenadores ya han ganado este espacio), están circunscriptos únicamente al modelo y al programa que prescribe su acción y su discrecionalidad es meramente deductiva, pues solo hay que utilizar programas de rutas (acciones), no se pueden elegir ni destinos ni caminos, porque vienen dados: la Operación es un metalenguaje del Planeamiento. Las visiones necesitan de una estrategia; la estrategia, de un plan, y un plan, de operación y control” (Basualdo, 2000).

En la terminología de la disciplina, se puede decir, entonces, que la Operación utiliza la ejecución para impartir órdenes e instrucciones que permitan la implementación de los planes. El propósito de adoptar decisiones operativas es lograr la efectividad de los planes. Este es el campo de estudio de la Investigación Operativa. Tenemos disponible la ciencia y todo el campo de las matemáticas, estadísticas y álgebras para su utilización. Obviamente, no son aplicables ni la tecnología ni el arte.

La Dirección se estudia y aprende, individual y colectivamente (Anderson, et al., 2000), entonces, como el conjunto compuesto por decisiones de Estrategia (Política), de Administración (Planeamiento) y de Operación (Ejecución), en las que se utilizan, respectivamente, el arte, la tecnología y la ciencia, en descripciones de estado y descripciones de proceso, describiendo el mundo y prescribiendo acciones.

05. La diferenciación entre elementos de valor y elementos fácticos y la argamasa de ambos que se produce en todas las decisiones de cualquier institución social hizo que Simon privilegiara específicamente su tratamiento en las instituciones públicas (Simon, 1983.c).

En los comentarios al Capítulo III, hace esta mención y realiza su referencia a la aplicación en las instituciones privadas, a partir del cuestionamiento acerca de quiénes seleccionan los valores básicos institucionales y cómo se los logra, vinculando la manera en que se compatibilizan dichos fines con los fines de la comunidad en la que la institución interactúa.

Su aseveración relacionada con la escasa discrecionalidad que tienen los participantes de la institución para establecer sus valores puede esquematizarse de esta manera:


En la figura queda evidenciado el escaso margen que tienen los participantes de las instituciones para la selección de valores. Es obvio que esta posición implica establecer como valor subyacente, como prerrequisito, la conciencia ecológica, es decir, el compromiso social de la institución con la comunidad en la cual interactúa, evitando las externalidades negativas. Señala Simon, también, que el mercado no alienta la generación de externalidades negativas y que la participación del Estado puede intentar resguardar el equilibrio con legislación que apoye y desaliente, respectivamente, a las positivas y negativas.

Aunque se prefiera la expresión “efectos externos”, atribuida al Premio Nobel de Economía Ronald Harry Coase (Coase, 1990), Simon le otorga el conocimiento al lector del concepto de “externalidad”.

Conviene, entonces, aclarar que el concepto generalizado de “efecto externo” o “externalidad” es la configuración de la situación en la que un determinado agente impone a otro (que no es parte de la transacción) un costo o un beneficio y, en el caso de la sociedad, cuando esta debe soportar la diferencia, que puede ser positiva o negativa.

Lo más probable será que se hable de los “efectos externos negativos” o “externalidades negativas”, como, por ejemplo:

 La destrucción del suelo mediante deposición de residuos o alteración de la cubierta vegetal, provocando su erosión o empobrecimiento en nutrientes

 La contaminación de aguas superficiales, subterráneas o marinas por focos industriales o urbanos.

 La contaminación atmosférica por industrias, calefacciones, vehículos, aerosoles

 Las emisiones de ruido y vibraciones de baja frecuencia, de calor o de radiaciones ionizantes.

 La contaminación biológica por provocar la proliferación de virus o bacterias o por la introducción de especies animales y vegetales exógenas que alteran las cadenas tróficas.

 La degradación del medio ambiente por urbanización incontrolada o modificación de ambientes vírgenes.

 Etc.

Se hablará menos de los efectos “externos positivos” o “externalidades positivas”, como, por ejemplo:

 La explotación de miel con colmenares de abejas polinizadoras que benefician árboles frutales y huertos.

Una aplicación del teorema de Coase puede analizarse en el problema de la planta de celulosa sobre las costas del río Uruguay, en la República Oriental del Uruguay. Si la meta buscada era desarrollar la economía en la zona, produciendo y generando divisas y empleo, la decisión más eficiente debió haber estado en seleccionar la opción más eficiente para la comunidad (por ejemplo, entre una piscifactoría o una productora de celulosa), pero teniendo en cuenta los valores innegociables de la preservación ambiental, es decir, afianzando la conciencia ecológica, que un Estado no puede soslayar. Las cuatro opciones que plantearía el teorema de Coase generarían dos situaciones eficientes y dos ineficientes, en el sentido apuntado. Obviamente, la decisión adoptada figuraría en dicho análisis como ineficiente (Coase, 1990).

06. En todos sus trabajos sobre el tema de tecnología, Simon reconoce las vertientes del concepto: la vertiente cognitiva (como contenido), la vertiente operativa (como quehacer o proceso) y la vertiente óptica (como producto o artefacto).

Sin embargo, también en la mayoría de sus trabajos, utiliza habitualmente el término “tecnología” para referirse al planteo cognitivo, pues, para Simon, el término no significa otra cosa que “...otro nombre para el conocimiento humano” (Simon, 1997.d). Al describir el proceso tecnológico en su obra, suele utilizar el término “ingeniería” y, al referirse al producto tecnológico o artefacto, habla del mundo artificial.

Es probable que pueda decirse que Simon no fue claro en la consideración expresa de las tres vertientes, y que generó confusiones, especialmente cuando introdujo el término “Metatecnología” como “el conocimiento que influencia y determina los modos en los que se decide aplicar tecnología” que, a su juicio: “...amplía nuestro abanico de alternativas tecnológicas, aumenta nuestro poder para investigar las consecuencias reales o potenciales y sus interconexiones y cambia nuestra postura respecto al entorno, los objetivos y los propios fines” (Simon, 1973.d) y que luego amplió en la sección referida a cómo el motor de vapor y el ordenador tornan “revolucionaria a la Tecnología” (Simon, 1987.j).

Pero absolutamente nadie puede negar su posición frente a este tipo de conocimiento ni a sus pensamientos en relación con consecuencias de su aplicación, sean estas materiales, jurídicas y morales: “La palabra tecnología suele traer a la mente los artefactos del Hombre. Trae a la mente máquinas, acerías, centrales eléctricas, excavadoras y refinerías. Trae a la mente materiales sintéticos (plástico y nailon) y sustancias poderosas (DDT y vacuna contra la polio). Trae a la mente procesos de producción: la cinta continua de molienda e hibridación de granos. Trae a la mente dispositivos de comunicación y transporte: el automóvil y los aviones, teléfono y televisión. Trae a la mente armas nucleares y el ABM. Trae a la mente las consecuencias, buenas y malas, que han tenido y tienen esas máquinas, materiales y procesos para la condición humana y el contexto del Hombre” (Simon, 1973.d).

Simon no se preocupó demasiado en su comentario de reformular o redimensionar su concepto de tecnología y su supuesto derivado, la Tecnocracia. Supongo que la extrema vaguedad de este último término, (43) o su carencia de valor para describir o prescribir, me exime de mayores comentarios, pero resulta conveniente aclarar que, siendo un concepto relativo, resulta dependiente de la ideología reinante, de la cultura institucional y de la personalidad del actor que decide. Además, resulta absolutamente dependiente de la complejidad del sistema social vigente, de la relativa autonomía institucional, de la legitimación percibida, de la estabilidad relativa del régimen político y de los sistemas globales imperantes. Tratándose de tecnología, siempre evocamos pensamientos de lo artificial y, por ello, dado que Simon mantuvo su pensamiento a través de años, quiero recordar sus palabras al respecto: “Casi todos los elementos que nos rodean dan testimonio del artificio humano. La temperatura en que pasamos la mayor parte del tiempo se mantiene artificialmente a 21º, el aire que respiramos es empobrecido o enriquecido con una cantidad de humedad y las impurezas que inhalamos son producidas –y filtradas– en gran parte por el hombre. Además, para muchos de nosotros –los que llevamos cuello blanco– la parte importante del medio consiste principalmente en hileras de artificios, apodados símbolos, que recibimos a través de ojos y oídos bajo la forma de lenguaje escrito y hablado y que, por nuestra parte, como hago yo ahora, vertemos al ambiente por medio de la boca o de la mano. Las leyes que rigen estas hileras de símbolos, las leyes que rigen las ocasiones en que los emitimos y los recibimos, los determinantes de su contenido, todo ello, constituyen consecuencias del artificio colectivo” (Simon, 1969.a).

Sobrevivir a la crisis organizando el planeta en una red fabulosa de conexiones cuyas consecuencias son contradictorias no es una solución permanente. La globalización tiene aspectos positivos, y las redes abiertas tienen fantásticas oportunidades para la comunicación humana y el espíritu de negocios. La mención de Simon a las redes abiertas y la utilización de software en ellas son prueba evidente. Pero, también, la globalización tiene aspectos negativos en los que se dilapida ese espíritu o se utiliza como enmascaramiento de actitudes autoritarias o de tretas inmorales de negocio o de desastres ambientales o sociales. Los problemas de organización de las instituciones sociales no se arreglan misteriosamente, ni con las redes ni con los programas que permiten trabajar en colaboración en ellas. Expresó Simon en 1997: “La lección principal para ser delineada de estos ejemplos de groupware y de nuestras experiencias hasta el momento con la Web es que la capacidad de cada uno de comunicarse con otros al instante no es ninguna solución mágica de los problemas de organización” (Simon, 1997.g).

Tampoco basta con enunciar planes de conciencia ecológica, tiene que haber compromiso institucional de hacerlos operativos y compromiso comunitario de exigirlos. Ya no resulta ético ganar dinero, como fundamento utilitario de las empresas, en detrimento de los lugares de la sociedad, dilapidando el entorno. Ya no resulta ético ni moral que el avance de la ciencia y la tecnología sea irrefrenable. Las desviaciones éticas y morales de la aplicación en nanotecnología, la manipulación indiscriminada en biogenética, la utilización no ética de los mapas genéticos, las tergiversaciones del uso de la inteligencia artificial y la robótica, las especulaciones no éticas ni morales del problema de longevidad están a la vuelta de la esquina, so pretexto de que se constituyen en los negocios del futuro. En la sociedad del conocimiento, es fundamental respetar la ética y la moral que subyacen en todo el progreso de la humanidad. Su consideración hace al Management Sustentable. (44)

En la actual sociedad, con el crecimiento exponencial del conocimiento, esto resulta esencial, tanto para conservar viejos conocimientos como para adquirir nuevos. Expresó Simon; “...hay dos obvias razones por las que los seres humanos debemos estar motivados a buscar nuevos conocimientos: por el valor de sus usos y por razones de curiosidad” (Simon, 1999.e). Obviar la consideración ética u olvidar la generación de zozobra que implica el acceso a nuevos conocimientos significa negar la condición humana. Simon expuso su opinión acerca de la incertidumbre del nuevo conocimiento de esta manera: “La incertidumbre descansa en el corazón de la creación de conocimiento. El nuevo conocimiento significa conocimiento que no teníamos antes, que tampoco buscamos con seguridad alguna de encontrarlo o noción alguna de que apareciera” (Simon, 1999.e).

Culmino las observaciones a este capítulo con palabras de Simon respecto a la moral y la ética subyacentes en la valuación de los nuevos conocimientos. Dijo: “Más allá de la pregunta de si descubrimos nuevos conocimientos, está la pregunta de cómo deberíamos justipreciar su valor, que podríamos denominar la pregunta Prometeo/Pandora: ¿el conocimiento que descubriremos será un beneficio para la humanidad o una terrible metida de pata, o ambos? El trabajo de los científicos es un campo de aplicación que tiene algunas particularidades para enfrentar esa pregunta. Se puede preguntar, por ejemplo, si la humanidad sería mejor o peor con el conocimiento de cómo construir un arma nuclear (incluso la respuesta a esta pregunta puede ser compleja, dado que la cuestión se puede precisar de forma ligeramente diferente: ¿Podría la humanidad estar mejor o peor si los estadounidenses o los británicos hubieran aprendido a construir un arma nuclear antes que la Alemania de Hitler lo hiciera?”(Simon, 1999.e). En otra obra escribió: “Mi vida muestra que mis lealtades tribales son débiles. Soy un científico social antes que economista o psicólogo –y, espero, un ser humano más que cualquier otra cosa–. Creo (mi tercer mito elaborado) que lo que me atrajo a las ciencias sociales fue la urgencia de abastecer de rigor a un cuerpo de fenómenos que urgentemente lo necesitaba. La física estaba ya demasiado avanzada (pensé) para una aventura auténtica. Las ciencias sociales ofrecen un campo virgen de nieve sobre el cual se pueden imprimir formas nuevas” (Simon, 1991.a).

29. La raíz etimológica, aunque no filosófica, proviene de la expresión latina aestimable.

30. La teleología es la doctrina filosófica de las causas finales. Estudio de los fines o propósitos.

31. En la antigua Grecia, telos fue propósito, realización, cumplimiento, desenlace, salida y punto culminante. Según Aristóteles, hay telos porque contamos con poiésis (producción de comportamiento), y no al revés.

32. Se recomienda ver nota al pie nº 3 del Capítulo I (texto original) para distinguir “valor” y “hecho” en los términos de Simon.

33. Se refiere a un artículo de dicho autor en el que publicó sus críticas (Waldo, 1952).

34. En otras obras, Simon formuló una explicación acerca del tema de la lógica. Manifestó: “Las ciencias naturales se ocupan de cómo son las cosas. Los sistemas corrientes de la lógica (los cálculos proposicionales y predicativos de tipo normal, por ejemplo) sirven a estas ciencias. [...]. El diseño, por otra parte, se ocupa de cómo debieran ser las cosas. Podríamos preguntar si las formas de razonar apropiadas a las ciencias naturales son también las adecuadas al diseño. [...]. Se han construido ‘paradojas’ para demostrar la necesidad de una diferente lógica de imperativos o lógica normativa o deóntica. [...]...puede demostrarse que las exigencias de diseño permiten ser cubiertas con una modesta adaptación de la lógica declarativa corriente. Así pues, es innecesaria una especial lógica de imperativos. La forma más fácil de descubrir qué tipo de lógica se precisa para el diseño consiste en examinar qué tipo de lógica utilizan los diseñadores cuando se preocupan de razonar. De nada serviría proceder de este modo si los diseñadores no fueran sino gente chapucera que razonase torpemente, a base de vaguedades, y se sirviese únicamente de la intuición. En ese caso podríamos decir que, fuera cual fuera la lógica de que echaban mano, no era la lógica que debieron utilizar” (Simon, 1969.a, con referencias y observaciones de Simon, 1965.e; 1967.f).

35. Ver cita bibliográfica (Simon, et al., 1952).

36. El denominado Teorema de la Imposibilidad de Arrow o Paradoja de Arrow trata de la imposibilidad del diseño de decisiones colectivas (sociales o políticas) con criterios racionales. Puede sintetizarse la paradoja en la sentencia de que ningún sistema de votación resulta justo. Dijo Simon al respecto: “La dificultad de resumen en el célebre teorema del bienestar social de Kenneth Arrow que demuestra, bajo suposiciones bastante razonables con respecto a las condiciones que una función de bienestar social debe satisfacer, que tal función no puede existir. Entre las suposiciones razonables implícitas en el teorema de Arrow se encuentra el postulado que expresa que a diferentes personas debe permitírseles sopesar sus valores de maneras diferentes; que no queremos forzar a la gente a que tenga la misma clase de valores. Si aceptamos suposiciones como esta, descubrimos que, en realidad, no sabemos cómo comparar los valores entre las personas. De este modo, bajo ciertas suposiciones verosímiles acerca de la diversidad que deseamos permitir en las elecciones que hacemos los humanos, somos incapaces de definir una función del bienestar social que resolvería el problema del conflicto de intereses” (Simon, 1983.c).

37. March y Simon se basaron en las obras de dos renombrados autores (Selznick, 1949; Lipset, 1950).

38. Este esquema toma conceptos de varios autores (Morris, 1938; Simon, 1969.a; Frischknecht, 1993).

39. Esta obra (Simon, 1977.a) es, en realidad, una revisión que comienza en 1960 y culmina con esta tercera edición en 1977, con la siguiente secuencia:

- Simon, 1960.b (primera edición).

- Simon, 1960.c (El Capítulo I es una síntesis de esta publicación).

- Simon, 1965.d (segunda edición).

- Simon, 1977.a (tercera edición).

40. Este ensayo está basado en la obra de Simon. Además, se han considerado otras obras: (Frischknecht, 1993; March, 1994; 1999; Basualdo, 2000). Recomiendo la lectura de los capítulos I y II de esta obra, comentarios y observaciones.

41. Este ensayo ha sido confeccionado sobre la base de la obra de Simon. También he apelado a otros autores (Frischknecht, 1993; March & Simon, 1958; 1993.a; 1993.b; March, 1994; 1999) y algunos trabajos de mi autoría (Basualdo, 1983; 1984; 1995; 2000).

42. En dicho artículo se hacía referencia al partido de croquet (Capítulo VIII) de Alicia en el País de las Maravillas (Carroll, 1867) y se indicaba que, para un observador externo que ignore las reglas de un juego, es difícil saber si esas reglas se cumplen o no (Wittgenstein). Es lo que le pasó a Alicia en el escenario en el que actuaba (cita): ella llega a la conclusión de que las reglas de juego no se cumplían, que significa, en realidad, lo mismo que negar la existencia de esas reglas.

43. Se supone que el término fue utilizado por primera vez en el año 1919 por William Howard Smyth (estadounidense) para designar a una forma de gobierno en la cual la mayoría de las decisiones importantes son adoptadas por expertos.

44. He comenzado a utilizar la denominación “Management Sustentable” en diferentes conferencias que he dictado.

El comportamiento administrativo

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