Читать книгу Capítulo Noventa - Herminio Milovich - Страница 12
ОглавлениеEL VIAJE DE ROSARIO A BUENOS AIRES
Cuando la máquina de vapor silenció su bramido, el hollín y unas nubes grises inundaron el andén del ferrocarril, el tren rápido, Rosario– Retiro, le dejó en la plataforma, entre pasajeros que parecían huir del largo viaje, atropellando equipajes.
Otros absorbidos entre abrazos de parientes y amigos amplificaban la algarabía.
El sol porteño recibió a Herminio en soledad.
Es el día veinticinco de febrero del mil novecientos cuarenta y siete, un año después el día seis de marzo siguiente, cumpliría la mayoría de edad.
Algunos como él, fueron envueltos por su propia sombra, se encamino errante hacia la plaza De Los Ingleses.
Fue en aquel caluroso sábado de carnaval, que al abandonar su hogar, cargaba la mochila con sus errores.
En ese entonces inconscientemente no asumidos
Tal vez en la búsqueda de una ilusión que le hiciera menos difícil olvidar o corregir sus culpas; las cometidas en un reciente ayer, para buscar un camino a descubrir y un destino a revelar.
Se dejó llevar por aquellas sensaciones de vacío, asumidas en horas muertas, debajo un ceibo barrancoso, que fueron el origen de sus propios infortunios.
Su equipaje consistía en una pequeña valija de cartón;(una de esas que en aquellos tiempos te regalaban con la compra de un par de zapatos) cargaba en ella mudas de ropa y algunos enceres de aseo personal;
Unas hojas de papel, un lápiz y páginas que esperarían sentidas palabras de perdón a sus padres que ignoraban su partida.
Llegó pulcramente vestido, lucia ropa adecuada al calor de ese verano, y su escaso dinero provenía de unos pesos ahorrados, por un trabajo temporario en una óptica de Rosario, su ciudad.
En ese viaje no reflexionado, el tren lo fue alejando de su hogar.
Y al llegar a destino, Herminio, todavía no había tomado conciencia de los desconsuelos que estaba causando a todos sus íntimos.
En aquellos momentos, nunca cruzó, por su mente ni en sus más profundos pensamientos, los, ¿por– que?... de aquella huida. ¿Desesperanza? ¿Miedo de afrontar sus mentiras?
Sin más abandonó la casa familiar.
Se fue... se fugó, Como ladrón en la noche.
Sus padres, que siempre le brindaron su incondicional amor estarían pasando dolorosas horas de incertidumbre por el hijo ausente, ¿dónde estará, sufrió algún accidente?...
Se alejó sin dar cuenta a nadie del voluntario exilio, sin confesarse, siquiera consigo mismo, inmigró, para convertirse en una figura más en la marea gris de transeúntes. Navegando entre ignotos, “polizones ciudadanos”.
Habían sido frecuentes sus “ratas”, atravesando las vías ferroviarias de la estación Rosario Norte, cercanas al colegio Salesiano San José, donde cursaba el cuarto año secundario.
Se ocultaba cruzando los rieles de la estación, hasta la sombra de un ceibo, brotado al borde de la cercana barranca, justo al borde del rio Paraná.
El padre Musante, sacerdote salesiano y director del instituto le había invitado después de una entrevista con el inspector de la orden, Rdo. Miguel Raspanti (años después primer obispo de la Diócesis de Morón) previa consulta con el cura Victorio Bonamin, su concejero espiritual, (años después obispo castrense), fue seleccionado para estudiar sacerdocio.
En principio había aceptado ir al seminario
Ellos habían visto en él condiciones ignoradas por el propio Herminio.
Sabían que estaba equivocando el camino y que solo era un joven perdido.
En las vacaciones previas a su ingreso al seminario, en un picnic primaveral, bailando a los compas de la música un “rueda a rueda”, tomados de las manos una alegre estudiante se llevó su vocación.
Ese precoz enamoramiento le fue alejando del celibato.
Desde el borde de la barranca, había dejado de pasar las horas, mirando correr las leonadas aguas del Paraná, con su caudal arañado por las estelas de algún barco.
En esa, su guarida sombreada, oculto, dormitaba, sin soñar ni pensar. En esos íntimos aislamientos, con la mente en blanco, se fue convirtiendo en un sujeto vacio.
Aquel florido ceibo fomentó un incierto desvarío.
Por aquella niña de inaugurados besos, fue espaciando las sombras del ceibo, creándose en él un nuevo e ignorado sentir.
Aquel encuentro juvenil llenó sus horas.
Despertó, tomó conciencia de sus derrotas.
El camino a veces, nos lleva a encrucijadas y es entonces cuando con una decisión no proyectada, optamos por la equivocada.
Herminio entonces entendió que debía rectificarse.
“Cuando aceptamos un desafío, creemos que somos capaces de alcanzarlos, hasta tanto se cumplan nuestros deseos.”
Pero debemos saber desde ya, que es un reto, que solo los que tienen fortaleza, lo enfrentan con toda su energía y saber.
¿Él tendría el aliento para superarse?
¿Se consideraba un cobarde?
¿Sería capaz de abandonar las alucinaciones del ceibal?
No podemos definir con exactitud que son los sueños, aunque se sabe que la mayoría de las criaturas sueñan.
Que el ser humano no puede vivir sin hacerlo.
Que soñar es una facultad propia, innata del ser, que permite al individuo adaptarse a su entorno, recibiendo indicaciones en estado de vigilia.
Se puede decir que soñamos insconcientes, para ser conscientes de nuestras futuras posibilidades.
¿Qué soñaba Herminio?
No todos los sueños, sueños son...
Cuando estamos despiertos, interactuamos con el mundo de la materia.
Con el entorno, vivimos sensaciones, acontecimientos y posibilidades, qué a veces hacen que perdamos el contacto con nuestro yo interno.
En esos estados de vigilia, Herminio no pudo ser consciente, para separar lo de afuera, de lo de adentro, ni responder por los oscurantismos del vacío adquirido..
Que al despertar, la entidad, queda definida a sí misma,
Siendo un proceso necesario para que se desarrolle la consciencia.
Hoy sabe que sin sueños, el ocio ablanda el espíritu, que hay que mantener el cerebro ocupado.
Hay quienes amarrados con las drogas sueñan la vida fácil...
¿Fácil?...
Las drogas que se consumen en estos tiempos no se conocían en aquellos.
El renunciarse así mismo Herminio, para é, fue la droga que le anuló el ego.
Reitero ¿Qué soñaba?...
Ahora él asumió la razón de los porque de sus indolencias y que vivió al pie de un cañón próximo al desbarrancar rindiendo sus manos y cerebro a un viaje casi sin retorno.
La mentira fue su droga. Donde la verdad fue distorsionada por la desidia ¿Entonces qué o quién era él en ese lejano barranco? ...
Un ser sin destino.
“En busca de lo heredado, inspirado por las memorias de su esqueleto, vuelve a sus raíces envuelto en silencios...” Volcará en estas páginas crónicas, de su vida, que desconocerán el orden de los tiempos vividos.
“Por el diario vivir, entre encuentros y desencuentros.”
“El pasado puede esperarnos con el tiempo”.
“No se irá a ningún lado, ni con las distancias ni con la vida. Pretérito por siempre estará aquí.”
William Shakespeare dijo una vez que "el destino es quien baraja las cartas pero somos nosotros quienes jugamos".
¿Existe tal vez la predestinación?
Para él la vida no fue un juego de números e imágenes, fue un despertar cada día y aceptar sus consecuencias...
“TODAS”.
“Con el ánimo lleno de preguntas... cuando el espíritu no habla, la imaginación vuelca sus leyendas”