Читать книгу Capítulo Noventa - Herminio Milovich - Страница 15
ОглавлениеEL AÑO BISIESTO
...Las primaveras siguieron sumando frecuentes idas y venidas a Rosario
Hasta que, en una despedida, para él nunca más.
Mamá, con los manos en alto saludó su adiós.
No sabía en ese momento, que sería el de la última vez, en que la vería con vida.
A lo lejos escuché su promesa.
—“Negrito cuando vengas te regalaré una camisa” –
La oí, giré, la vi con sus brazos en alto con un pañuelo en su mano... ..después caminé sin volverme.
Esas fueron sus últimas palabras que escuche en vida de mi madre.
Sonido e imagen que todavía repiquetean en mis recuerdos.
Debí desandar mis pasos, volverme una vez más, hacia ella, Me hiere no haber regresado en busca de aquel abrazo.
Me sigue doliendo su ausencia.
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El día primero de marzo del mil novecientos setenta y dos, la volví a ver, “muerta”.
Yacía en la morgue de Rosario, con las ropas sucias, arrimada al costado, lastimada, sucia, tirada sobre el suelo.
Enfrente en una pequeña camilla, mi querida hermanita Ana María y su pequeña Miriam, estaban abrazadas. Sus ropas flaneaban por el viento frio de un ventilador.
Parecían dormir en paz su sueño final.
Fallecieron a consecuencia de un choque de autos en la ruta ocho.
Un sol deslumbrante de un atardecer les cerró los ojos.
El primero de marzo de un año bisiesto, año de mi dolor.
Cinco cajones velaban sus restos en las dos habitaciones de la que fue mi casa paterna. Por eso no me gustan los años bisiestos. Fueron cinco lo que transitaron juntos. Milagrosamente se salieron ilesos mi yerno Daniel Saliva y mi sobrinito Daniel Herminio Saliva.
Ya a los noventa las sufro, las pienso y les amo aún más.
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