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Capítulo II Mi primer contacto con la Discapacidad y el Paciente Número 0
ОглавлениеEl hospital da cobertura a otros pequeños pueblos y parajes rurales hasta la misma frontera con Chile. Las localidades son Huingánco, Charra Ruca, Los Carrizos, los Guañacos, Lileo, Los Chacayes, Tierras blancas, Los Miches y Cayanta.
Quien se terminó convirtiendo en paciente cero, mi primer contacto con la discapacidad, fue un niño ciego de alrededor de dos años de la localidad de los Miches.
Nobleza obliga, debo aclarar que no cuento con ningún familiar con discapacidad y estando en la Facultad, habiendo entre los cursos optativos de pregrado uno específico de discapacidad, no me hallé seducido para inscribirme.
Aclarado esto y encontrándome en plena visita rural en el viejo puesto de salud de Los Miches, bajo las inclemencias del invierno patagónico y con la sala de espera llena de pacientes con cuadros gripales, la enfermera con muy buen tino me dice: Dr. ya terminó de atender los pacientes de la mañana, solo quedan los dos controles de niños sanos, pero son hermanitos y viven “aquí a la vuelta”, ¿le parece que vayamos a la casa para no exponerlos a enfermarse en la sala de espera?
Obviamente me pareció totalmente lógico su planteo, recogí mi maletín de odontología y nos dirigimos al hogar.
Al llegar, la mamá de los niños nos invitó a entrar amablemente y vi en el living de la casa jugando a los dos niños. El mayor de entre tres y cuatro años, pintando una revista con crayones y el más pequeño de dos años, jugando en el piso sobre una manta con juegos de encastre con total dominio del espacio, tanto que me quedé mirándolo detenidamente y la madre me dijo “sí, es ciego”. Tardé solo unos segundos en reaccionar, pero los suficientes como para recriminarme el no haber tomado ese dichoso curso en la facultad.
Le pedí a la enfermera que ella hiciera primero sus controles para así ganar tiempo y ver la forma en que iba a realizar el abordaje a los niños.
Así fue que primero atendí al mayor de los hermanitos, sentándome en el piso con él y mostrando interés en lo que hacía mientras no perdía de vista al más pequeño. Al realizar la inspección bucal tomé de mi maletín uno de los cepillos de dientes que utilizamos para enseñar la técnica de cepillado correcta acorde con la edad y para la aplicación de flúor; dado que en nuestra zona el agua consumida es agua superficial proveniente de deshielos y con faltante de algunos minerales, entre ellos flúor.
Encontrándome abriendo el cepillo que viene envuelto en plástico duro para el mayor de los niños, la envoltura hizo ruido y capturó la atención del pequeño. En cuestión de segundos estaba a mi lado y extendió su mano en silencio en clara muestra de “no sé lo que es pero yo también quiero”.
En ese preciso momento, ocurrió algo que yo recuerdo sencillamente como mágico por su simpleza en sí mismo y por la trascendencia que tuvo en mi vida.
Como pudo, él solo, rompió el envoltorio, sacó el cepillo, lo acercó a su nariz y lo olió. Luego lo aproximó a su oreja y pasó el dedo índice de su otra mano sobre la cerda y escuchó el ruido. Nos miramos todos pero nadie habló; como su hermano estaba en pleno cepillado, el pequeño metió el cepillo en la boca y lo movió de distintas maneras hasta que ese movimiento hizo el mismo ruido que el de su hermano. Es decir, ¡¡¡estaba aplicando la técnica haciendo una copia fiel de lo realizado por el mayor!!!
Sencillamente fantástico. Salí maravillado y creo que conté lo sucedido a cuanta persona me crucé por varios días; no daba crédito a lo que había visto.
Hoy, casi trece años después de esta maravillosa escena que se escondía en un hecho cotidiano para ese ámbito familiar, la relato lo más fiel que puedo cuando doy alguna de las charlas a los colegas les hago la pregunta “ ¿¿¿Cuánto creen que hubiera tardado en lograr que un niño ciego de dos años llevara un cepillo a la boca de manera voluntaria y realice un cepillado más que aceptable en un sillón odontológico???”
Y redoblo la apuesta porque fue en la primera visita. Ahora, si el niño hubiera visto como cualquier otro…
¿El resultado sería el mismo?
¿Cuánto tuvieron que ver los padres con la motivación?
¿Eso será reproducible, lo que pasó esa vez?
¿Había más personas con discapacidad en la zona, siendo que era el primero que encontraba en todo ese tiempo?