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Capítulo III Relevamiento y Recolección de Datos
ОглавлениеHospital de Área Andacollo
Una vez instalada en mi la inquietud sobre cuantas personas había en el Área programática del Hospital que presentaran algún tipo de Discapacidad, más allá si tuvieran o no el certificado que acreditara la misma, es que decido realizar un relevamiento por mi cuenta. A pesar de recurrir a diversas instituciones comenzando por el propio Hospital, Promoción Social de los Municipios, ISSN (Instituto de Seguridad Social del Neuquén), PAMI (Programa Asistencial Medico Integral), recibía más preguntas que respuestas:
¿Vos quien sos?, ¿Para qué lo querés?, ¿Quién te mandó?
Cosa que comprendí, por tratarse datos privados y sensibles de las personas.
Así es que me quede detenido en mi búsqueda con un número de 17 personas para un área de programa de alrededor de 5.500 habitantes. Me daba un 0,3% y lo único que tenía claro en ese momento era que a nivel mundial el porcentaje rondaba el 15% y eso solo podía significar una cosa, que estaba muy lejos del número real; pero… ¿por qué la gente a quien yo preguntaba habiendo nacido y habiéndose criado en el lugar podían desconocer al resto de las personas con discapacidad?
¿Dónde estaban esas personas que para mí eran invisibles? Realmente pasaban toda su vida ocultos?
Así fue como para salir de esa encrucijada cuando me retiraba del consultorio del hospital al finalizar la jornada diaria, empecé a hacer visitas domiciliarias solo a fines de realizar el relevamiento, porque en ese momento yo mismo desconocía en que terminaría todo eso y estaba muy lejos de realizar atenciones porque no me sentía capacitado.
Con el tiempo además de la visita de recolección de datos, fui enseñando técnicas de cepillado e higiene básica a los cuidadores y familia, adaptando cepillos según la movilidad del paciente y la misma técnica debía modificarse al paciente, y así borrar de a poco, el rigor de la metodología que se nos inculca en la Facultad. No lo expreso como crítica hacia la misma, sino porque en mi experiencia, en discapacidad no podemos aplicar una sola técnica a todos los pacientes porque no hay dos iguales. Es más, el mismo paciente en dos visitas distintas probablemente reaccione distinto.
Tal es así que me fui involucrando que cambie la forma en que realizaba el registro de datos en las historias clínicas y se los voy a ejemplificar:
Yo trabajo en un hospital público pero lo mismo aplica al privado, he leído miles de historias clínicas pero en ellas solo dice lo que el paciente no puede hacer, me habla de sus limitaciones, sus padecimientos pero ninguna expresa cuáles son sus gustos, sus aptitudes, sus sueños y así fue que me propuse direccionar mi carrera profesional hacia la atención de personas con discapacidad, pero mirando más allá de la discapacidad misma, aferrándome a lo que quedaba por trabajar con la persona dejando de lado sus limitaciones.
Cuando tuve que crear un eje para realizar el programa de atención, ese eje fundamental se definió en lo que terminaría siendo el primer título elegido para el presente libro “Trabajando con las Capacidades Remanentes”, que más tarde fue reemplazado por “La Exclusión es un Dolor de Muelas”.
La adopción de dicho eje de trabajo me planteó un nuevo desafío que era ni más ni menos que el de trascender la odontología, tratando de que las otras profesiones de salud no se sintieran invadidas, aunque de seguro sí desconcertadas.
En cuanto al término Remanentes (latentes), lo utilizo para hacer referencia a lo que queda de esa persona, cuando dejo de ver la discapacidad en ella y no como un sobrante, sino como un punto de partida.
Pero ya habían pasado dos años de trabajo de recolección de datos y había incluido otras prestaciones a medida que ganaba confianza: inactivación de caries, limpieza periodontal, restauraciones provisorias con IRM y restauraciones intermedias con ionómeros vítreos, todo con técnica atraumática.
A su vez, había aprendido bastantes soluciones o tips por parte de las familias, cosas que solo se aprenden de la convivencia de veinticuatro horas al día con alguien con discapacidad. Así fue que, además de anotar en las historias clínicas comencé a tomar apuntes en un cuaderno y registrar sensaciones, pareceres, hasta parte de las conversaciones para seguir el hilo la siguiente visita, pero me seguía faltando ese plus, o al menos así lo sentía yo, que lo da la convivencia diaria con la discapacidad.
Ese trascender la profesión me obligó a dar el siguiente gran paso, que fue la inclusión del programa como prestación del hospital.
Había algo de lo que no podía escapar y era que al atravesar la puerta del domicilio ocurría que ya no seguía siendo el dentista que viene a verte a tu casa; al atravesar la puerta era un representante de Salud Pública, es decir estaba expuesto a recibir reclamos de cualquier índole. Sin embargo, la mayoría de las veces esas necesidades eran tan evidentes que ni hacía falta que las manifestasen, pero ante la existencia de un estado tan paternalista, cuando se emprende un programa de este tipo es muy importante “marcar la cancha, de entrada”. Esto significaba que no quedasen dudas de que no estábamos haciendo asistencialismo y por sobre todo diferenciarnos de los equipos de promoción social, donde la visita tiene como fin realizar un informe y todo concluye ahí, ni hablar de la época de las campañas políticas, cuando todos y cada uno de los partidos los visitan prometiendo cosas que olvidan a los dos minutos.
Esas cosas son las que deben aclararse de entrada y por sobre todo no se debe prometer nada, ni siquiera asegurar que la próxima visita vamos a realizar tal o cual procedimiento, aunque estemos seguros de poder realizarlo; en cambio se puede decir vamos a hacer nuestro mejor esfuerzo para lograr lo planeado:
“La próxima visita intentaremos…, la semana próxima nos tenés que ayudar a…”
Esta parte la voy a desarrollar más cuando detalle los pasos de la visita domiciliaria.