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Capítulo IV Institucionalización del programa
ОглавлениеCamino a una visita rural en pleno invierno Patagónico
Luego de estar en el anonimato durante dos años realizando visitas fuera del horario laboral, se me dio la oportunidad de que el programa sea parte de las prestaciones ofrecidas por el hospital.
Si algo caracterizó a nuestro Nosocomio, es contar con distintos talleres: el taller de embarazadas, taller de diabetes, taller de hábitos saludables, podología, taller hombres (judicializados por violencia familiar) taller de juegos (para niños víctimas de violencia familiar), taller de mujeres (para víctimas de violencia).
En este marco, fue relativamente fácil incluir nuestro nuevo y pequeño programa.
El hospital contaba en ese tiempo con una serie de reuniones mensuales de personal para exponer lo realizado en los distintos talleres, socializar novedades o plantear temas de interés general y, en ese marco, fui invitado a exponer y presentar el programa por la Administradora del Hospital, quien está muy sensibilizada con el tema de la discapacidad.
Sensibilizar es la palabra clave al momento de presentar un programa de discapacidad, aún en el ámbito de salud, mucho más que las propias especificaciones técnicas del mismo.
Decidí que la presentación sea tras una breve introducción de la propia administradora, un power point en el cual se mostraba solo el frente de la casa y la cara del paciente.
Dicho así, puede que no suene a mucho, pero si nos ponemos en contexto de una localidad pequeña en la cual se encontraban sentados entre el público compañeros de trabajo, hermanos, primos, tíos, amigos de la familia, padres, hijos y también muchos, pero muchos perfectos desconocidos, la cosa cambia.
Desde donde estaba parado pude ver todo tipos de reacciones tales como:
• Cuánto hace que no veía a tal o cual persona
• El codazo al compañero de al lado preguntando quién es el de la foto.
• La emoción de ver un familiar
• La culpa
• El desconcierto
• El relacionar la casa con la persona (“ahh, vivía ahí”).
Con algo tan simple como unas fotos y el silencio donde se respiraban emociones, contando sin palabras, mis trece pacientes para ese entonces se habían transformado en más de treinta, porque la gente se acostumbró a verme con mi maletín por la calle a la tardecita.
Parece chiste de odontólogo, pero el grupo de pacientes creció por el boca a boca. Precisamente así fue como una familia le contaba a la otra de la atención a domicilio y le pasaban mi celular para que me llamen.
Con la aprobación del hospital, trabajando la discapacidad dentro del horario laboral, con el personal de salud motivado y sensibilizado por la reciente capacitación, se me otorgó media jornada a la semana. Yo terminé eligiendo la mañana del miércoles y por la tarde atendía pacientes convencionales. Tomé ese día porque era el único día en la semana que no había visitas rurales y a la larga no me traería inconvenientes con mis colegas, aunque se me superponía con la reunión zonal de odontólogos por coincidir un miércoles al mes. Yo hacía los cuatro miércoles discapacidad y cubría la guardia mientras mis compañeros me informaban lo hablado en la reunión.
Todo fue más fácil, porque cuando atendía fuera de horario, no había seguro laboral que me cubriera por parte de mi empleador, tan es así, que contraté un seguro contra mala praxis de manera particular.
Por otro lado, sacaba material del hospital y muchos no sabían en qué lo usaba, aunque mis compañeros y jefes sí.
Cuando regresaba, como ya no había nadie en el servicio, me tocaba lavar el material usado. Todo eso se solucionó al quedar el programa incluido dentro de las prestaciones otorgadas por el Hospital.
¡¡¡¡Entré en la legalidad!!!!
Siempre es mucho más difícil implementar un programa desde las bases hacia arriba, a que este baje verticalmente como parte de una estrategia de salud dentro de las políticas sanitarias. Pero cuando un programa originado en las bases se sostiene en el tiempo quiere decir que pasó por un sinfín de trabas y complicaciones que no hacen más que fortalecerlo y lo van puliendo, así que no tengo más que agradecimiento a quienes no confiaron.