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Introducción

Por Hélène Gutkowski

La historia de la Shoá también se cuenta en Argentina...

Treinta memorias entrelazadas

En los dos volúmenes que componen este libro, treinta memorias se entrelazan para pintar, bajo prácticamente todas sus facetas, el siniestro fresco de lo que vivieron los judíos de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Somos treinta sobrevivientes que, desde la lejana Argentina donde nos hemos establecido después de la guerra o durante ella (siete de nosotros), hemos asumido el compromiso, no sin temor ni vacilación, de volver juntos a nuestro pasado. Este es un trabajo colectivo de memoria en el cual los recuerdos de uno interpelan las vivencias de los demás, donde una reminiscencia despierta otra y donde refutaciones y confirmaciones se suceden y permiten que cada uno de nosotros atestigüe acerca de lo que fueron nuestros años de infancia o de juventud en la Francia ocupada.

¿Treinta nuevos testimonios? ¿Acaso no basta con lo ya recabado? ¿Acaso no se han producido suficientes películas, escrito suficientes ensayos y tesis, análisis históricos e incluso poemas sobre este inconcebible descarrío de la humanidad que fue la Shoá?

¿Por qué un nuevo libro?

En primer lugar, porque pronto ya no será posible recurrir a las fuentes primeras. El tiempo se acorta de manera inexorable. Nosotros, los treinta miembros del grupo “Francia… ¿dulce Francia de nuestra infancia?”1 nacimos entre 1910 y 1942, lo cual nos sitúa entre las últimas personas que pueden narrar la guerra en primera persona.

En segundo lugar, porque este libro ha sido pensado y escrito desde un ángulo particular; a saber, la Argentina, el país que nos acogió después de la guerra, un país ubicado lejos del teatro de las hostilidades y que se proclamó neutro hasta el día anterior a la rendición alemana…, aunque cabría detenerse sobre las nociones de “acoger” y “neutro”, dos términos un tanto ambiguos dentro del contexto argentino de aquel entonces.

La Shoá: millones de víctimas, algo nunca visto, algo inconcebible, lo inenarrable… ¿Cómo contar lo que nadie estaba preparado para creer? La mayoría de los sobrevivientes debió esperar decenas de años para juntar coraje, hacer caso omiso a la incredulidad de los bienpensantes y animarse a traer al presente esa vida fuera de la vida en la cual el nazismo los había sumido, para atreverse a hablar de la errancia, las pérdidas irreparables, las delaciones, el hambre y la falta de higiene, el deterioro —tanto físico como moral— al que una parte de la humanidad los había reducido. ¡Mis amigos-testigos y yo debimos esperar sesenta y tres años para aceptar dar testimonio! Y acaso jamás habríamos tenido la ocasión ni la disposición para volver sobre nuestro pasado si primero no se hubiera creado la asociación Generaciones de la Shoá en Argentina y, antes de ella, el grupo Los Niños Escondidos.

Génesis de nuestro grupo de memoria

En 1997, se constituyó en Buenos Aires, de manera informal, la asociación Los Niños Escondidos, con el objeto de convocar a los sobrevivientes radicados en Argentina que eran niños durante la Shoá e invitarlos a reunirse regularmente. Nos proponíamos crear un espacio en el cual evocar entre pares nuestras vivencias de la guerra y apoyarnos mutuamente, para luego trabajar en aras de la transmisión del aprendizaje dejado por la persecución nazi.

Unos años más tarde, en 2004, por solicitud de otros sobrevivientes, el grupo Los Niños Escondidos se abrió a las otras categorías de víctimas de la Shoá, así como a los hijos de sobrevivientes —los “segunda generación”—, y se transformó, con el nombre de Generaciones de la Shoá en Argentina, en una institución oficial que hoy cuenta con unos cien miembros, oriundos de alrededor de doce países distintos. Entre esos cien adherentes, éramos quince los que habíamos sobrevivido a la guerra en Francia: once franceses y cuatro belgas.

Considerando que la decisión nazi de exterminar a todo un pueblo no puede en ningún caso ser entendida como un accidente de la historia, entendemos que es vital que las jóvenes generaciones tomen conciencia del peligro que representa toda ideología fundada en una superioridad de cualquier índole. Esta es la misión de Generaciones de la Shoá en Argentina, que trabaja sobre la transmisión de la Shoá y su enseñanza a todo nivel. Nuestro objetivo es que el aprendizaje de la Shoá que preconizamos —una “pedagogía positiva”, que ponga el acento en el espíritu crítico y la aceptación del otro como un igual— sea incorporado a la currícula de las escuelas públicas y privadas de Argentina y de América Latina.2

En 2006, la Embajada de Francia en Argentina nos informó que se iba a rendir homenaje a los judíos del país que habían sobrevivido a la Shoá en Francia, fueran estos franceses o no, así como a los franceses que habían contribuido a su salvación.

Como francesa y miembro de Generaciones de la Shoá, fui invitada por el Sr. De Canson, entonces primer secretario de la embajada, a colaborar en la organización de ese evento y, en particular, a convocar a todos los posibles sobrevivientes de Francia establecidos en Argentina. La investigación que hice en ese sentido me llevó a contabilizar a cuarenta y cinco personas que habían vivido en Francia durante la guerra: los quince miembros de Generaciones de la Shoá y otros treinta sobrevivientes que, siendo hijos de padres perseguidos, jóvenes resistentes o deportados, o estando ellos mismos acorralados, habían vivido bajo una identidad falsa, escondidos, la mayoría de ellos en círculos cristianos, y habían escapado de las garras nazis gracias a la solidaridad de uno o varios ciudadanos franceses.

Se organizaron varias reuniones a fin de estrechar lazos entre esos treinta sobrevivientes recientemente conocidos y mis otros quince amigos. Treinta historias nuevas salieron a la luz, distintas y a su vez semejantes a las quince que ya conocíamos: historias fuertes, la mayoría de ellas dramáticas, a veces impactantes, otras veces increíbles, a veces maravillosas.

Esos encuentros dieron lugar a momentos muy emotivos. Nos conocíamos desde hacía muy poco tiempo, habíamos vivido experiencias a menudo diferentes (si bien provocadas por una coyuntura común), pero nuestra historia, curiosamente, nos unía más allá de nuestras individualidades y permitía que cada uno de nosotros se reconociera en el otro.

Con cada informe que le presentaba al Sr. De Canson sobre esas reuniones, no podía evitar comentarle ciertas experiencias que me habían sido reveladas. ¡Me resultaba tan increíble descubrir aquí, en Buenos Aires, todos esos aspectos de la guerra que aún me eran desconocidos! Y el Sr. De Canson, incansablemente, me sugería: “Hay que registrar todo eso, Hélène, hay que hacer un trabajo sobre el tema…”.

Era fácil adivinar en qué estaba pensando el Sr. De Canson, pero yo sabía que embarcarme en un proyecto de semejante envergadura me tomaría varios años y que, habida cuenta de la edad de los intervinientes y la mía, sería una difícil carrera contrarreloj.

No obstante, no pude sustraerme ni al insistente entusiasmo del Sr. De Canson ni a mi conciencia.

De los cuarenta y cinco sobrevivientes de Francia que asistieron al homenaje de la embajada, sólo veintinueve aceptaron acompañarme en esta aventura de la memoria. Son esos veintinueve recorridos, más el mío, los que nos permitieron “reconstruir” las condiciones en las cuales vivieron los judíos de Francia bajo la Ocupación y, en lo que a mí respecta, recuperar algunos fragmentos de mi historia.

Porque, por más increíble que parezca, en esas treinta historias narradas en primera persona, en Argentina, se hallan condensados, en un sorprendente microcosmos representativo, casi todos los hechos que marcaron la historia de Francia desde los años inmediatamente anteriores a la guerra hasta el fin de esta.

– El país de la Revolución y los derechos humanos, Francia, tan admirada, abriendo sus puertas en los años 1920/1930 a los inmigrantes de los países de Europa del Este…

– La invasión alemana, los comienzos de la política discriminatoria, la partición de Francia y enseguida el censo, los dos estatutos de los judíos, la arianización, las expoliaciones, las tarjetas de abastecimiento…

– El Éxodo y, para unas pocas familias adineradas, el paso de la frontera suiza o española, antes de que sea demasiado tarde…

– La “Revolución Nacional”, luego la Colaboración y sus esbirros…

– Las convocatorias, la redada conocida como la “del billete verde”,3 la redada del “Vél’ d’Hiv’” y tantas otras…

– Los campos de internación y de tránsito: Drancy, Beaune-la-Rolande, Pithiviers, Rivesaltes y Barcarès, Gurs, Compiègne…

– Los campos de trabajos forzados, Montech y otros…

– La deportación de seres queridos y, para dos de los miembros del grupo, el campo de exterminio…

– La fuga, azarosa, hacia la zona llamada “libre”, los refugios, las rutas del “escondite”, las separaciones y los “abandonos”…

– Para algunos de los mayores del grupo, el alistamiento en la Resistencia o en movimientos clandestinos de salvataje de niños. El trabajo subterráneo de la Obra de Socorro a los Niños4 y otras organizaciones, judías y no judías, las casas de niños, los pueblos-refugio, el circuito Garel…5

– Y finalmente los años de posguerra y, para casi todos, el silencio y la difícil “reconstrucción” personal, en Francia primero, luego, en nuestro caso, en Argentina.

Una sumatoria de memorias multiplica la posibilidad del recuerdo y la reflexión. Teniendo en cuenta esa hipótesis inicial, privilegiamos el testimonio grupal sobre la entrevista individual. Las encuestas llevadas a cabo mediante entrevistas colectivas donde cada testimonio interpela al otro favorecen, en efecto, la confrontación de las reminiscencias, su aprobación o su revisión. Los recuerdos así reunidos, comparados cuando resulta necesario con los documentos existentes, permiten una reconstrucción de los acontecimientos que responde a la fiabilidad que toda investigación histórica debe brindar. El panorama de la ocupación alemana en Francia que ofrecemos a través de nuestras treinta memorias entrelazadas responde a esa exigencia y aspira a ser incorporada a los archivos de la historia de la Ocupación de Francia.

Esta suma de memorias será editada en dos volúmenes.

El primer volumen se inicia situando a la comunidad judía de Argentina en su contexto: tras una rápida síntesis histórica, explicamos el fenómeno político-económico que incitó a los gobiernos argentinos de la segunda parte del siglo xix a invitar a “toda persona de buena voluntad” a instalarse en su suelo, y a los judíos de Rusia, aterrados por los pogromos, a responder a aquella “invitación” y a emigrar hacia ese país prácticamente ignoto. La historia de la comunidad judía en Argentina merece ser conocida, tanto por el extraordinario fenómeno de la colonización agrícola como por su desarrollo comunitario urbano.

Los otros nueve capítulos del primer volumen corresponden a los testimonios de los sobrevivientes que yo conocía desde la creación de la asociación Los Niños Escondidos. Son historias densas, difíciles, dolorosas, distintas unas de otras, pero todas me atraparon a punto tal que las siento como propias.

El segundo volumen incluirá los testimonios de la mayoría de las personas que se incorporaron a nuestro grupo tras el acto que tuvo lugar en la embajada; historias reveladoras, la mayoría de ellas, de facetas que aún no habíamos abordado: por ejemplo, el campo de Gurs, pues el más joven de los miembros de “Francia… ¿dulce Francia de nuestra infancia?” nació allí y allí pasó sus dos primeros años de vida.

Varios testimonios de ese segundo volumen, por otra parte, versan sobre la vida de los refugiados en el sur de Francia, principalmente en Niza. Tres de ellos nos hacen descubrir la gesta projudía de los soldados italianos de la zona italiana. Magnífica epopeya que por desgracia no siempre tuvo éxito.

La última parte de ese segundo volumen dará testimonio de la vida de los miembros nacidos entre 1938 y 1942. Nuestra memoria, la de los más jóvenes del grupo, tiene poco cuerpo; sólo hemos conservado, más o menos marcado, el dolor de haber sido “abandonados por nuestros padres” y de haber sufrido, de la noche a la mañana, una transformación radical de nuestra existencia. A todos nos ha atormentado el haber tenido que mentir sobre nuestra identidad y el encontrarnos, después de la guerra, con escasos lazos familiares o ninguno. Hay blancos en nuestra memoria, pocos puntos de referencia, sentimientos ambiguos… ¡Un vacío de vida! Pero si nuestra memoria sólo está compuesta de algunos jirones, escuchar la vivencia de los otros, a veces, nos ha permitido recobrar un detalle, confirmar una duda, “reconstruir” en parte una etapa de nuestra experiencia.

Tal es mi caso. Demasiado joven en el momento de la guerra para comprender lo que sucedía a mi alrededor, atormentada desde hace años por los agujeros negros de mi pasado, busco, a través de las experiencias relatadas por mis pares, confirmar los pocos elementos reunidos cuando todavía estaba a tiempo de hacerlo y reparar los vacíos de mi memoria.

Todos los capítulos son construidos en torno al eje de vida de alguno de mis amigos-testigos. La narración de cada uno de ellos, al despertar muy a menudo, en los otros, recuerdos olvidados hace mucho tiempo, provoca el surgimiento de preguntas y reflexiones que, a su vez, en un proceso alucinante de rebotes de la memoria, generan en unos y otros nuevos recuerdos.

En cada testimonio, hemos concedido un lugar de honor a las actitudes y acciones de las personas e instituciones que nos han ayudado durante la guerra y gracias a las cuales hemos sobrevivido, pues creemos firmemente que esos comportamientos han de ser los pilares de una nueva enseñanza que haga hincapié en el desarrollo de una conciencia crítica y, asimismo, en la elaboración de una pedagogía positiva.

1 Actualmente, en 2018, tenemos entre 76 y 94 años. Estela Brawerman, nuestra compañera de más edad, quien nos dejó en 2013, ¡tenía 103 años!

2 Nuestros adherentes ofrecen su testimonio en escuelas y otras instituciones. Distribuimos gratis, principalmente en las escuelas, nuestra publicación anual: Los Cuadernos de la Shoá. Asimismo, trabajamos desde hace nueve años en torno a un nuevo método de transmisión al que hemos denominado Proyecto Aprendiz.

3 El “billete verde” es una “invitación” enviada a los judíos para que se presenten en lugares de reunión controlados por la policía francesa para “examen de situación”. Así, sobre 6.494 judíos convocados, se retiene y arresta a 3.747 judíos considerados extranjeros, quienes son enviados a los campos de Pithiviers y Beaune-la-Rolande, en el departamento de Loiret, y deportados en junio de 1942 a Auschwitz. Véase David Diamant, Le Billet vert: la vie et la Résistance à Pithiviers et Beaune-la-Rolande, camps pour juifs, camps pour chrétiens, camps pour patriotes, prefacios de Marcel Paul y Olga Wormser-Migot, posfacio de Henry Bulawko, París, Éditions Renouveau, 1977. Léase en el presente volumen el testimonio de Micheline Wolanowski-Papiernik. [N. del RC.]

4 La ose fue una organización de ayuda mutua de la comunidad judía fundada en San Petersburgo en 1912, cuando las poblaciones judías del Imperio zarista padecían repetidos pogromos (motines acompañados de saqueo y muerte). Desde su origen, su acción quiso ser educativa, médica y social. Distribuía alimentos, administraba dispensarios y ubicaba a los niños huérfanos. Financieramente, fue asistida en gran medida por el Joint (véase p. 528, n. 329). Bajo la Ocupación, su acción fue determinante para la supervivencia de los niños judíos. En junio de 1940, ante la proximidad de las tropas alemanas, los dirigentes de la ose deciden evacuar a los niños hacia el sur de Francia, a las regiones de Creuse, Haute-Vienne y Var, con la creación de catorce casas de niños. En 1942, la ose es integrada a un organismo oficial, la Unión General de los Israelitas de Francia (ugif), creada por Vichy ante la presión de los nazis, con el fin de reagrupar en una única organización las obras judías de ayuda y asistencia, y a la cual deben adherir sus miembros a título individual. Ergo, la ose continúa su trabajo, ahora a cara descubierta, pese a todas las dificultades y las medidas represivas que se multiplican. Pero, frente al peligro y desde finales de 1942, la ose inicia también una labor clandestina de protección de niños, tratando de ubicarlos en familias adoptivas bajo nombres falsos. Consigue así salvar a más de cinco mil niños y a hacer que emigren algunos hacia Suiza, España e incluso Estados Unidos. En tiempos de la Liberación, la ose recoge a más de dos mil niños huérfanos, 426 de ellos provenientes del campo de Buchenwald.

5 Sobre el circuito Garel, véanse p. 299, n. 197 y n. 199.

Querido país de mi infancia

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