Читать книгу Escorado Infinito - Horacio Vázquez Fariña - Страница 11
Capitulo 6
Оглавление“Hola a todos, sed bienvenidos” proclamó Teip como buen anfitrión. Aquel hombre entrado en años se encontraba vestido con una bata y sujetaba en la mano un... “Una copa”, según les iba informando -entre tanta novedad- el aparatito biónico, que invisible en el interior de sus oídos cumplía óptimamente la feliz misión de descifrar palabras y conceptos.
-¿Tú eres Ist?
Eti asintió.
-Me enteré durante el trayecto.
-¿Qué tiene mi nombre?
“Ist…”. Que le sonaba de algo a Eti. Pero no recordaba de qué ¿Por qué les parecía a los tres que Teip la regañaba con la mirada? Mentían u ocultaban algo ambos, claramente. Él y Eti. Ist prefirió dejar las cosas como estaban. Sarie, como siempre, no estaba de acuerdo y a punto estuvo de plantear equis. Una maniobra de la mano del riano sobre su espalda, contemplada por un desconcertado Gie como una especie de agresión a su vista, desbarataba la búsqueda de equis y a la misma buscadora de equis. Más desconcertada que su propio hermano, silenció equis en su boca, y al mismo tiempo la condujo a una especie de extraño increible éxtasis que la inhabilitaba para otra cosa que sentirse… ¿Se le derretía el cerebro?
“Platos”. Una vez plantados en el interior de aquella nada ostentosa habitación, pudieron comprobar que sin duda lo primero que llamaba la atención allí era la cantidad de esos objetos decorados que colgaban en las paredes, pero también desparramados por todas partes. Todas las formas y todos los tamaños. Aunque predominaba la sencillez y ausencia de lujo, sí podía presumir de limpieza, orden y una encantadora elegancia. Y platos. A Sarie, en concreto, le gustaba la tonalidad anaranjada de las paredes combinada con el suave ocre del mobiliario. “Color castaño, de la tierra, como tu pelo, querida” -precisó Teip al comprobar su interés por la decoración- “¿Un poco de agua?” -agregó jarra en mano-. Todos rehusaron, en un primer momento, pero asintieron con una nueva reiteración de la invitación. “¿Eti?”. A ella se lo pidió con el mismo esmero en el trato. Ella sólo le sonrió como contestación. Un “no” en bonito. Los morphos también se alimentan e hidratan.
En un rapidísimo y más o menos disimulado repaso visual los tres pudieron comprobar que no reconocían a nadie en las escasas fotos enmarcadas que asomaban entre aquella maraña de porcelana. Teip se dirigió uno a uno, y como mandan los cánones de hospitalidad y buenos modales, uno a uno fue saludando. Dos apretones de manos y un beso ¿Por qué a Gie le había parecido que también le había intentado besar? Tonterías.
-Por ahora, creo que voy a dejar a un lado las bebidas más “espirituosas”, jajajá. Lo mejor para vosotros, es sin duda, agua; el agua de aquí. La mejor del mundo. Y lo mejor del mundo para cuerpo y mente.
Qué rica, qué gratificante, qué... Pidieron otra ronda. Y esta vez -fuera vergüenzas- encantados de la vida ¿Qué mierda/ñec les estaban sirviendo en Ría? Se suponía que agua era agua en todas partes. Menudo descubrimiento. Teip se dirigió primero hacia Ist, el más cercano a su persona, pero también el más desconocido. Le preguntó por su nombre ¿Así que Ist? Los nombres rianos eran tan curiosos para su mundo... Bueno, vale, el suyo también tenía tela –rió- pero esa era otra historia. Pues estaba claro les habían embarcado a los tres, en una aventura que les estaría resultando de lo más extraño, y por eso convino ir poco a poco en su contribución para el aterrizaje en nueva realidad. Por ejemplo, ¿por qué no comenzar tuteándose, reciprocamente? ¿Estaban de acuerdo? Qué le iban a responder, el viejo era mister simpatía desde luego, lo cual invitaba a sentirse realmente cómodo en su compañía.
Al parecer el amigo ya conocía por lo visto de Sarie y Gie muchos detalles que incluso ellos mismos desconocían. Con las referencias que tenían, y de quien venían, intuían que se trataba de una persona de absoluta confianza. De ello se percató pronto el anfitrión. Sonrió y se dirigió ahora hacia el gigantón.
-Gie, tú no me recuerdas, pero yo te tuve entre mis rodillas. Una vez me mordiste, aquí, en el brazo. Me tuvieron que administrar alcohol y agua oxigenada; una semana tardó en curarme. Y otro día me hiciste pis sobre...
Como si le estuviesen enjuiciando por algún delito hizo protesta en su defensa ¿Había hecho algo bueno? Pareciera que estuviera anunciando al devorador de las naves en lugar de un iser como “¿la copa de un pino?”. Vaya con el aparato y su vocabulario. Al menos esperaba que no le guardase mucho rencor por sus crueldades infantiles. “Tiene mucho sentido del humor, y encima es médico” -aseveró Eti con gran convencimiento-. Otra sonrisa de regalo.
-¿Ahora eres médico? Bueno, si me vuelves a morder, cúrame después por lo menos, jajajá. No, querido Gie... eras un encanto, pero tenías tus cosas, como todos los niños. En cambio dabas unos besos-chupón preciosos.
“Trágame tierra” -pensó quien no se reconocía en los detalles-. Tal vez prefería su faceta menos colorista. Ahora le tocaba el turno a Sarie.
-¡Sarie, querida Sarie!, ¡cómo has crecido! Bueno tú también Gie, ¡no hay más que verte! ¡Pero... qué hermosa eres, niña!
Qué raro ¿Cómo era que no recordaba nada de nada de ese infantil pasado? Su hermano protestó por ella: que si él podría fallar en una prueba de memoria –por algún motivo- tenía un pase, pero que Sarie no recordara “algo, de cualquier cosa”, era literalmente imposible. Ella era muy consciente de la gran verdad que había soltado. Si Gie había quedado más sorprendido que un pescador de illuñs en época de vaciado de canales, ella no menos ¿También la había sentado alguna vez sobre sus rodillas?
-¡Muchas! Menuda cría eras. Con seis añitos y ya recitabas el Manual de Keerar-Sanz de Biofísica Aplicada de memoria, y dominabas las fórmulas de preevolución de plasmas masa-energía. Increíble, ¡a los seis añitos! De la forma más natural. Y algunos colegas míos todavía se perdían en algunas fórmulas. Vamos, que eras la niña mimada de papá. Y un encanto. Qué niña más linda. ¡Pero qué guapa que estás ahora!
Ella insistía por fuerza ¿Cómo era que no se acordaba de todo eso, si tanta memoria tenía?
-La misma de siempre, no dejas nada sin analizar; te das cuenta de todo, nada se te pasa. Tu cerebro descubre muchas más cosas en una frase que cualquier persona normal. En fin, habría muchas cosas que contar. Aunque la madrugada es para dormir, si no estáis demasiado cansados me gustaría comentaros algunas cuestiones, muy importantes.
Ist estaba requete dispuesto. Él ya había dicho que estaba fresco. Sarie, por supuesto. Gie en su línea: procuraría no dormirme. Luego bostezó.
-Bien, pues... Esto... No sé... Son tantas cosas... Lo primero que tengo que informaros es que no habéis sido vosotros los únicos en presentarse hoy. Veinte minutos antes de vuestra llegada, he recibido la visita de un viejo amigo que me ha puesto más o menos en antecedentes de vuestra venida.
“¿Y bien...?” –planteó la impaciente Sarie-. Pero su respuesta no vino de la boca de Teip. “Soy yo” -se escuchó a sus espaldas-. La voz fue acompañada por la entrada de alguien en la habitación. La sorpresa era mayúscula ¡¡Yert!! ¡Yert estaba allí! Tan fresco como una rosa de primavera ¿Cómo coño podía estar allí sin el trazador?
-Sé que os parecerá extraño, pero aquí estoy.
¿Qué clase de pacto podía haber establecido Coi a escondidas? -¿o Dart? Con ese canalla que no hacía tanto lo -¿o los?- había amenazado de muerte -pensó enfadado Ist-. Teip saltó a la arena a atemperar ánimos. Tranquilo todo el mundo que lo iba a explicar en un periquete. Por muy extraño que le pareciere, Sarie y Gie no padecían del alboroto que protagonizaba el tercer riano. Sarie daba una posible solución: lo conocía desde hacía un par de meses. De su futuro.
-Sentaos por favor. Y tú, si haces el favor, retírate otra vez a tu habitación. Te lo agradecería mucho. Sabes que no puedes estar aquí ahora.
-¿Puedo tomar un poco de ese licor?
Ist se expresó con total honradez, en un papel más propio de su colega iser: “¿Y una patada en la boca con recorrido le gustaría?”.
-Tranquilícese amigo, ahora precisamente no tengo ganas de problemas de ningún tipo con nadie.
Gie curiosamente estaba más en lo técnico. Para él tenía lo que necesitaba. Abrió una especie de cremallera en su antebrazo y automáticamente se extendió una especie de muestrario de pastillas de diversos colores y tamaños. Ahora mismo se iba a tomar unas de esas de refrescantes sabores que le iban a encantar. “Ah, ¿UMR otra vez?” -gruñó-. Bajo su punto de vista consideraba que ya no era necesario. Se la había administrado Teip no hacía ni diez minutos y por supuesto le había cantado todo todito.
-Creo que me quedó la boca seca de tanto parlotear.
Eso era verdad, lo confirmaba Teip. Había estado hablando sin parar durante ese corto espacio de tiempo. Bueno, prácticamente sólo hacía un momento. Podían creerle, la droga era infalible. Sí, eso era cierto, lo sabía bien. Ya se encontraba más tranquilo. Gie enfundaba de nuevo el arma parloteante. Por su parte Teip invitaba a retirarse a su habitación a alguien al que no proporcionaba trato de menosprecio precisamente. Yert cumplió obedientemente tras saborear su rápido trago, y constatado que ya se encontraba donde se le pedía, Teip asegurábase de que todos se descansaran de la errónea idea de que tenerlo fuera del alcance era invitación a una fácil huida. Eti estaba dotada de una increíble capacidad de rastreo y detección y mantenía Yert en un constante protocolo de vigilancia. Bueno, vaya por Dios, el ejemplar regresaba otra vez a por un poco más de licor.
-Llévate la botella, anda, y agarra esta copa vacía. Mañana hablaremos.
Yert tomó su premio y se largó.
-No puede oír nada desde allí y sabemos que no se moverá del sitio, pues lo sabría Eti. Bien, el asunto está así: necesitamos de Yert porque tiene cierta información que sólo él y nadie más que él conoce, y es indispensable para nosotros. Eso lo sabía perfectamente Coi. Bueno, veréis, todo arranca desde hace mucho tiempo, cuando mis años de juventud. En el laboratorio no éramos sólo dos amigos, sino cuatro. Aunque os parezca mentira Yert era uno de ellos. No era mal tipo. No es mal tipo.
“Has citado cuatro” -señaló Ist-. A él no le salían las cuentas ¿Quién era el otro? Efectivamente, cuatro compañeros de trabajo que también habían sido... cuatro amigos. El cuarto era...
-Dart.
Sarie no perdonaba, habría puesto la mano en el fuego en eso. Efectivamente, brillante Sarie, apreciaba el veterano tertuliano. Sin embargo, con sincera humildad, doña perfección se deshacía de todo el valor de su deducción. En su opinión, tan sólo había sido una suposición bastante admisible, teniendo en cuenta los especiales vínculos que al parecer tenía con él Yert. Para su hermano era una oportunidad para todo lo contrario. Su Sarie era “la leche” deduciendo cosas. Qué bien, su traductor mental ya le estaba poniendo al día con las expresiones del nuevo mundo. Era muy curioso. Como si escuchara voces y le pareciera normal repetirlas. Todos rieron la gracia más por cómo lo decía que por lo que decía. Todos, menos Sarie, que no estaba en eso de disertar sobre lo curioso que era el “nuevo mundo” en el que se encontraban o las extrañas proposiciones a las que invitaba el microaparatito. A ella lo que le importaba, lo que necesitaba saber, era… cómo puñetas Yert había podido realizar el viaje sin el papelito trazador, pues por la vía “normal” ya habían averiguado que no. Eso sí era realmente “curioso”, por no decir... Mejor no decirlo, era una señorita bien educada. Teip mostraba sus impresiones.
-Sarie, Yert no ha comentado nada a cerca de ello. Seguramente ha ocurrido algo en el futuro que... La verdad, no creo que darle vueltas ahora tenga mucho sentido.
¿Teip estaba convencido o tratando de conoce a Sarie? Sarie no era convencible, salvo por medio lógicos. Pues claro que lo tenía. No, desde luego a ella no la estaba convenciendo, pero a cambio sí notó que la mano de Ist se le colaba sinuosamente, casi serpenteante, ooooooh… ¡por la cadera!, y le apretaba con suave disimulo. Oh... y sí, deliciosamente... la cintura... Y... pues... bien sorprendida... Calló. Qué atrevido sinvergüenza... Ah, ¿que no? La mirada del riano demasiado obvia, ¿no? ¿Tan sólo se trataba de un “por favor, déjalo seguir, mujer”? ¡Ahora que ya estaba en punto ebullición! Por un momento se imaginó que... No, mejor no imaginar nada.
Qué equivocada. Por lo que se veía, las Matemáticas y la comprensión de la realidad de los fetichismos mentales masculinos, le discurrían a la ingenua por circuitos neuronales bien distintos y distantes. Ist –que naturalmente sabía la verdad nada profunda de su verdadera intención- después de la sutil faena, miró su manita, y se felicitó de su audacia. Dos motivos de acierto. El “a” era por lo de –también- adecuado de la maniobra. Eso del despiste y esas cosas. El “b”, por favor... el “b”... Pero Ist, lamentablemente también estaba obligado a no renunciar al punto “a”: ir hacia delante y que el viejo no se mosqueara y los dejase colgados, pues no en vano recién lo habían conocido y quedaba mucho por averiguar. No había tiempo que perder pues, y apremió a Teip, casi con mansedumbre de encantador gentil. Total ya el objetivo estaba cumplido; el verdadero objetivo. Menudo zorro, había conseguido la excusa perfecta para... tocarla... ¡Tocarla! ¡Tocarla, tocarla, tocarla! ¡¡¡Tocarla!!! Tocarla... Como fuera o como fuese.Tocarla... Formuló un millón de infinitas gracias al mundo que daba tanta felicidad con tan sólo un mal pensamiento y unos dedos repletos de yemas. Igual no estaba muy centrado en otra cosa. Evidentemente aquello si no era una necesidad imperiosa, un impulso incontenible, ¿qué, entonces? Y bueno, pues, eso, que había encontrado la excusa perfecta, y punto. Sarie era hermosa, preciosa... El Cielo en carne y hueso. Había necesariamente que tocarla. Punto. A Ist le temblaban las piernas como a un niño que hubiese cometido una feliz travesura. La verdad era que ambos se habían acompasado las miradas como quien juega al despiste tras una señal entre colegas en una partida de brisca ¿Para qué reproches? Igual daba, que Teip siguiera “con lo suyo”, prescindirían de ese punto por ahora. Y había cosas verdaderamente más importantes en las que pensar, por ejemplo: Yert estaba allí y no lo podían evitar. Seguramente si alguien más tuviera que aparecer ya lo habría hecho. Y si esto y si lo otro. Y si aquello. Qué tontería. Todo era novedad y el mundo se movía. Punto. La había tocado… Le había tocado…
Ajeno a la realidad “a”, y ante tanta aparente comprensión de los sentimientos encontrados que allí “percibía” –no sabía bien de qué carácter-, Teip inició la descompresión. No había tanto de qué preocuparse por lo del trazador, dudaba mucho que su padre hubiera dejado cabos sueltos. Por lo menos, los que no le interesase. Siempre se había tomado muy a pecho la seguridad en ese punto. Si esa situación se había producido era porque él seguro que lo había querido. Suponía. Pero tranquilidad, tenía gran fe en su inteligente padre.
Por mucho que dijera, aquello no terminaba de cuadrar en la cabeza de doña reparos, pero tampoco quería perder el hilo que se estaba desmadejando. Sí, mejor que continuase. No, si él continuaba, sin problema, y hasta les rogaba nuevamente que se le dirigieran sin tanto formalismo. “Tú” y no “usted”. A él le salía de forma natural. Lógico, tenía edad más que suficiente para ello. Total, que para él, cinco amigos. Contaba a Eti, sin duda. Para los tres recién llegados, aparentaba más, que seis; uno de ellos ese bien gordito, que en el fondo, no le estaba siendo tan irritable como lo recordaba. En fin, Gie volvió la mirada hacia Eti, que le lanzó la sonrisa más esplendorosa que se pueda ofrecer. Pura cortesía pastelera espolvoreada toda ella con azúcar envenenado, a su ver. O al menos a él le seguía pareciendo. Se veía que contaba para Teip como de la familia; eso, desde luego.
Teip abrió velas y comenzó a desplegar la historia. Todo comenzaba con una cuadrilla de buenos camaradas que iban juntos a todas partes. Los cuatro participaban en el experimento del control del tiempo, si bien era cierto que cada uno, a su modo, Aquella semana tan especial… Dart y Yert habían estado enfrascados en otros asuntos militares, una especie de ondas para paralizar el sistema de control de cohetes militares, o algo así. De todos modos, aquel experimento había fracasado.
-Y se reunieron con nosotros dos días después, cuando el nuestro ya era un éxito en toda regla.
“Yo pensaba que Yert era un zoquete” -comentó jocosamente Gie-. Sarie se adelantó a Teip, para confirmar lo que ella sabía que este le iba de algún modo a responder. Pudiera ser que, visto lo visto, no le hubiese gustado mucho la expresión vertida sobre él. Por si acaso, hizo de cortafuegos del bocazas ilustrándole con eficaz razonamiento, que aquel a quien se refería no podía ser cualquier desgraciado del mundo. Que analizara. Para abrir de boca, era General. Que pensara qué puesto en promoción hacía falta para obtener ese grado. Entre los diez primeros de su promoción, o lo que fuese, seguramente. Pues eso. Ahora Teip retomó la palabra.
-Bueno, nosotros copábamos los cuatro primeros puestos.
-Entiendo.
-Gracias por entenderlo Gie, pero es importante aclarar que no me refiero a una promoción “o algo parecido”.
¿Si no se refería a eso, a qué entonces?
-Gie, me refiero a un ranking, muy peculiar. Al de nuestro ya superpoblado planeta.
Comenzaba fuerte el hombre: copaban los cuatro primeros…, de una selección mundial. Más fuerte imposible. Dart y él eran nativos del lugar en que se encontraban. El proyecto de la máquina del tiempo era suyo, y por tanto se le había concedido desarrollarlo donde más me gustase ¿Dónde mejor que en donde vive uno? Bien, entonces, Yert, ¿era malvado? Tenía sus dudas ¿Codicioso? Nooo. Para nada ¿Gordo...? Un poquito. Esto último hizo que estallara en una carcajada riéndose su propio chiste.
-Sí, podía ser muchas cosas, ¡pero no era un zoquete!
Claro que no, sabía muy bien el terreno que pisaba. Cuidado con la idea que pudieran haberse formado de él. Sin el concurso de su brillantez muchos de sus trabajos, y de los otros tres, simplemente no habrían fructificado, o por lo menos se hubieran retrasado a saber cuánto. Él era como una maravillosa enzima catalizadora de las ideas ajenas, y sobre todo, un gran planteador de interesantes hipótesis. En ocasiones, cuando alguno de ellos se “atascaba” solía emerger del mar de la confusión mágicamente con su curiosa intuición al rescate, para hacerles ver precisamente la luz que ya les estaba iluminando. Simplemente les hacía tener fe en ellos mismos ¡Oh, muy bien, oh, magnífico!, pero, a ver, “¿todos estos años siendo los primeros?” -enfatizó Sarie, muy dispuesta a no perder el hilo, y la lógica, de la interesante historia.
-Querida Sarie, te gusta saber, ¿verdad? Todos estos... Siglos. No, no digáis nada, dejadme continuar. Todos estos siglos en nuest... sus manos, en realidad ¿Qué podía hacer una civilización que era transbordada continuamente para ser, digamos, “reprocesada” en Naves según las “necesidades”?
Cuántas cosas desconocían y cuántas creía saber. Quien salía de Ría, ya no regresaba. O los dirigían hacia otros sistemas planetarios o permanecían como nómadas errantes de nave en nave de por vida.
-Como sabéis, hay naves de transporte decenas de veces más grandes que Ría y son un mundo en sí, obra y gracia de nuestros conocimientos sobre la conversión masa-energía en un plasma dotado de características increíbles.
Que se olvidaran de lo que consideraban como normal. Ría sólo era el primer planeta vivero de tantos; un primer eslabón en una cadena de montaje. El primer filtro para sus exportables ciudadanos.
-Todo esto lo sé porque me lo han ido contando vuestro padre y Yert. Y, sí: el mismísimo Dart en persona. Pero sobre todo también por los cek de memoria que me ha pasado en tantísimas ocasiones para acoplar al implante que llevo sobre mi cabeza... mi buen, mi fiel amigo... Coi. Vuestro padre. Es lo bueno que tiene tener amigos de verdad; quieren saber de ti, y no es necesario que tú vayas a ellos, ellos vienen a ti. Se interesan por lo que haces, indagan en tus proyectos, te preguntan qué motivos y qué clase de emociones te han llevado a crear tal o cual nueva invención, con tanto ánimo de curiosidad como de verdadero aprecio. Antes que científicos éramos amigos. Vuestro padre… Me sentí tan acompañado cuando... Ya sabéis. La soledad del corredor de fondo. Y él estaba ahí, siempre; para apoyarme, estimularme. Simplemente, ¡¡¡estar!!!
¿Qué le ocurría a Teip? Menudo final de frase. Su semblante había tornado a inexpresivo, sus ojos miraban en perdido. Sus manos eran dos puños.
-Aprecio mucho a vuestro padre porque no me falló en aquellos días que no tenía ni un milímetro de margen de error. Y en ello ganó saber de mí y de mi proyecto mucho más que los otros dos. Un hombre no necesita entender lo que le dicen, sino ver lo que le hacen. En realidad, ellos, Yert y Dart, estaban más preocupados por un experimento que consistía en bloquear y redirigir sistemas de comunicación a distancia mediante el empleo de una tecnología revolucionaría de plasma-energía que otra cosa. Sí, Dart estaba muy centrado en todo lo suyo, pero conmigo… Bien, sus trabajos eran una maravilla ¡¡Eso sí que no lo puedo cuestionar!! ¡Pero...!
Teip pareció de repente comprender que se le estaban escapando las palabras directamente de las entrañas, y cesó la confesión. Se descubrió así mismo lleno de resentimiento y dirigió la mirada hacia el suelo sin más que comentar. Imposible no percibir claramente aquella cuasidisertación como un desahogo ¿Cuánta rabia permanecía oculta en aquellas manifestaciones de despecho? Sarie prefirió remontar aquel discurso pintado en feo sinsabor, tenía la receta apropiada en forma de petición ¿Sería mucho pedir hacer un alto en el camino y que les explicara cómo había acontecido el experimento? Ahora que lo pensaba, no podía creer que su padre no le hubiese comentado nunca detalles acerca de ello ¿Por qué sería? Y eso de “siglos” relacionado con papá, y ellos mismos, se lo tenía que explicar detenidamente. Sarie, primero rogando y después exigiendo.
-Te puede la curiosidad, ¿eh? No hay problema, de todos modos lo iba a hacer a continuación ¿Cómo piensas querida que se puede conseguir eso?
¿Cómo podía saberlo? Su especialidad era la construcción de Naves, concretamente la rama de transformación de plasmas masa-energía-masa y sobre todo de su aplicación como protección. No podía dar una respuesta muy apropiada. Su padre y ella nunca habían llegado a intercambiar más información de sus respectivos trabajos que triviales comentarios, y eso porque cada uno tenía sus miras propias. Pero se imaginaba que tendría que ver con la domesticación de la partícula Q.
-Si hubiéramos contado contigo en aquellos tiempos, la máquina sería una realidad mucho antes. Bien, esta partícula, la más elemental que se haya descubierto, posee una triple propiedad como sabéis: materia-energía, espacial y temporal. De acuerdo, pues pudimos comprobar que esta partícula se sincroniza constantemente con una frecuencia infinitesimal en un intercambio energético con “¡la nada!”, es decir: desaparece y vuelve a aparecer una vez en el pasado y otra en el futuro.
Era como si retrocediera y avanzara hacia sí misma en un vaivén ultramegamaxipluscuántico. Hasta el momento no había sido posible aislar aquella frecuencia pero por descarte de probabilidades en los efectos estadísticos que producían en entornos liberados de otras fuentes de energía habían deducido que había una alta probabilidad de su existencia.
-Nosotros tampoco lo conseguimos, demasiado ínfima, casi despreciable; tendiendo al cero con desesperación. Pero sí otra cosa: amplificar sus efectos. Sí, así es, sus efectos. Nuestro sistema consistía primero -como ya comenté- en filtrar el resto de frecuencias; cosa fácil teniendo en cuenta que a su lado la más tenue tomaba proporciones comparativas infinitas. Una vez limpiado el espectro estadístico del resto de cualquier interferencia de probabilidad referenciada a niveles de longitud de onda conocida en fase t, ideamos una especie de magnificador de probabilidad de onda que una y otra vez tuvimos que recomponer y mejorar. Después de cientos de intentos logramos obtener los primeros frutos verdaderamente alentadores. Recuerdo el feliz experimento. Usamos como cebo un microrruptor, del tamaño de 10 elevado a menos 9 tis, en fase k. Cuando comprobamos tras la irradiación en la pantalla del Kat que su t-cuanto estado, por deducción estadística, había cambiado más de 6 mil trillones de veces de fase -al menos-, comprendimos que habíamos conseguido plenamente nuestro objetivo. Lógicamente, el siguiente y obvio paso era obtener la más alta amplificación estadística posible. Pero ocurría una cosa: por mucho que lo intentásemos, se conseguía siempre un mismo resultado, el acoplamiento del espacio-tiempo a un espacio-tiempo determinado. Siempre el mismo. El cambio temporal se producía o no, pero si se producía conducía siempre al mismo pasado.
“¿Y el futuro?” -preguntó Ist, un tanto ansioso-. El futuro consistía en volver, así de sencillo. Se conseguía retornar del pasado forzado al presente que se había abandonado, o lo que era lo mismo, dirigirse hacia un futuro conocido. Pero, a lo que iban; lo extraordinario era que había una impronta fijada en el recorrido temporal. Estaba asociado a un vector que no terminaban muy bien de entender. Habían transcurrido meses sin muchos avances hasta que un día por casualidad se le ocurrió sustituir el sustrato que se posaba sobre el receptáculo de irradiación, por otro material, y –eureka- el objeto varió inmediatamente su porcentaje de probabilidad estadística.
-Y así pronto pudimos deducir que era necesario un portador de cambio pero también un director que indicara las coordenadas de desplazamiento. Por ejemplo, un cuerpo humano y un papel.
“¿En qué coordenadas?” -esa era la ansiedad que acusaba ahora la entregada Sarie.
-Mira que bonito: las del momento exacto en que director y dirigido perdieron su último contacto físico, que es como decir en su “último” pasado.
La primera vez era el referente, la coordenada cero. Y a grandes rasgos, era así. A continuación, se sinceró. La verdad era que la suerte había influido mucho en el experimento. Se habían dado dos casualidades magníficamente engarzadas para que aquel día tan especial fructificara.
-Después de una agotadora jornada más, estábamos demasiado cansados para continuar. Era ya madrugada y nos fuimos a dormir, pero antes yo me puse a revisar por última vez la máquina.
Sólo pretendía retirar el objeto que contenía el plato de irradiación para al día siguiente probar con otro material. Su amigo Coi ya se encontraba en su habitación. No sabía cómo, pero al final habían quedado depositadas sobre el citado disco, el manojo de llaves del laboratorio. “Soy un despistado calamitoso y crónico” -lamentó.
Al día siguiente apareció Coi todo alborotado golpeando la puerta de mi dormitorio. “¡Un regalito, un regalito de Dart para los dos! ¡Lo ha mejorado!”.
Y claro que lo había mejorado. El “regalito” al que hacía referencia su padre se trataba de ni más ni menos que un “implante”. Sí, como los que portaban ellos, pero aquellos primeros, con la forma de unos vulgares cascos de audio. Muy básicos, pero al menos, funcionales, porque los que estaban utilizando habrían sufrido infinitas mejoras. De hecho, según le había comentado Coi, los últimos modelos, estaban preparados para compartir las señales de otros implantes en modo latente, de forma que si hubieran sido configurados convenientemente podrían almacenar en su ingente memoria precuántica las “vivencias” de hasta un par de decenas de señales. Esto era, varias decenas de implantes. O lo que era lo mismo: lo que habían registrado visualmente los ojos del usuario. Y sobre todo: sensaciones, sensaciones visuales, qué era incluso mejor a su criterio, porque no era reflejo crítico de un momento determinado sino exposición nítida del acontecimiento acaecido, con todas aquellas percepciones biológicas vividas y recuperadas.
-A ver... Sería como percibir emociones sin reflejar en ello mis prejuicios emocionales, aprobación, desconfianza. En fin, es algo sutil pero bien diferente. Su alcance es de varios “kilómetros”.
-Tenía oído algo de papá acerca de eso, pero esa tecnología todavía no se había implementado oficialmente en los implantes.
-¿Oficialmente? Sarie, cuando dije que llevabais “la última moda”, me refería a eso concretamente. Desterrad cualquier idea que tengáis sobre el concepto de “implante”. Lo que viaja adherido sobre vuestras cabecitas, es “otra cosa”. Marca Dart.
El Dart ese estaba era omnipresente, como podían comprobar. “¿Cómo se puede verificar si lo tienen activado?” -interrumpió un curioso Ist-.
-¿Cómo que “tienen”?
-Obviamente te estás refiriendo a ellos dos.
-No, yo me refería a los tres.
-Qué dices, yo no puedo tener “eso”. Ya me gustaría.
-Eres un ingenuo.
-¿Coi?
-El mismo.
¿Cómo lo sabes?
-No lo sé, lo estoy dando por hecho si los estás acompañando en esta aventura. Es más, yo diría que es cosa segura. Coi no deja cabos sueltos jamás.
-Pues ya me dirás cómo se las ha podido ingeniar para hacerlo.
-El mismo prestidigitador de siempre ¿No tenía acaso el mando de tu nave?
-Era un General Uno, Nave sabe a quién obedecer.
-Pues ya tienes la respuesta.
-Una suposición no es una certeza. Habría que demostrarlo, ¿no?
Eso era la parte más sencilla, no tenía más que intercambiarlo con alguien y ver qué ocurría. Allí estaba Gie para el experimento, el cual no tardó ni un segundo en prestar colaboración. Mejor él que Sarie, por supuesto.
-Solicitad mentalmente una revisión rápida de todas las memorias desde... qué sé yo... A ver... por ejemplo cinco minutos antes.
¿Así de fácil? Anda…, sí, sí que era cierto... Ist se deleitaba ya con el repertorio del amigo Gie ¡Era como estar dentro de sus ojos! Y viceversa. Sí. Sí, sí, sí… Sí, mira qué bien... Mira... lo que estaba fisgando, imaginando, pensando y deseando el Ist, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… ¿Un bucle? Funcionaba, per-fec-ta-men-te. Efectivamente, Gie había recibido un exhaustivo, pormenorizado, reiterativo e ilustrativo, barrido-repaso de distintas zonas “corporales-ejem” de su protegida. Del subconsciente de Ist, mejor no pensar ¿Realmente ese desgraciado estaba en lo que tenía que estar? Volvieron a intercambiarse el descubresalidos.
-¿Lo veis? disfrutáis de un modelo de “alta gama”, jajajá.
“Papá insistió en ajustárnoslos” –comento Sarie. Ahora lo entiendo.
Teip se volvió hacia Eti.
-Querida, repórtame por favor sus estados. Eti puede hacerlo.
-La información que portan sus implantes es concluyente, han sido sincronizados con efectos retroactivos al primer encuentro entre los tres.
¿Se podía hacer eso? Claro que sí. Y ahí estaba nuevamente la mano de Coi sin duda.
-Poseen una memoria t-cuántica de increíble capacidad de almacenamiento. Infinita sería una buena definición. Sólo es posible reactivar esta propiedad si os los intercambiáis. Si lo pensáis bien se trata de una medida de seguridad lógica. El caso es que directamente de los vuestros no podréis recibir vivencias ajenas.
Pues entonces era evidente que cada uno de sus implantes estaba registrando lo propio y lo de los otros dos. Genial, podría ser de gran ayuda. Que no lo modificaran. Siguiendo su explicación sobre aquellos rudimentarios, pero funcionales implantes... Ya hacía tiempo que los había desarrollado Dart con ayuda de Yert. Lo que ocurría era que producían un feo sonido que daba mucho la lata en los oídos. Una ilusión, porque en realidad sonaba sólo en sus mentes. Se trataba de una odiosa interferencia mental semejante al chirrido que producía una tiza arrastrada por una de sus caras lisas sobre una pizarra. El día anterior Dart les había dejado encima del sofá de la sala un paquetillo con un papel encima, en el que se indicaba de una forma enigmática que probaran su contenido y que funcionaban de maravilla. Se trataba de los aparatosos cascos de siempre, pero “sin canal musical”. “Sin canal musical…”. De eso sí se acordaba bien: “sin canal musical”. Menudo alivio, el chirrido del demonio, había desaparecido. Pero lo verdaderamente importante venía a continuación: con aquellos cacharros sobre la cabeza, podían comunicarse mentalmente y -qué bien- sin dolor de cabeza añadido.
-Íbamos encantados, charlando vía implante de nuestras cosas cuando llegamos a la habitación-laboratorio. Fue entonces cuando yo vi las llaves en donde no debían estar. Pero Coi ya había encendido la máquina para entonces. Amigos... nada más tocarlas... se produjo el milagro. De repente, ¡¡nos encontramos ambos desplazados de las posiciones que en ese momento manteníamos!! Yo, allí mismo, en una postura y ángulo diferentes, ¡¡y Coi gritando del susto en su habitación!! Pero lo más importante, casi tanto como conseguir aquel efecto de desplazamiento temporal, era que, ¡éramos conscientes del cambio! Si no hubiésemos portado los “implantes” –como los había bautizado Dart- para ambos simplemente no hubiera ocurrido nada.
Con ello se demostraba que la materia orgánica poseía sus propias cualidades temporales, y sólo por estar en interacción con el regalito, seguían manteniendo el “momentum” origen. Algo sumamente curioso. Era como si el tiempo discerniera entre vivo y no vivo. Habían tenido mucha suerte, no lo dudaba. Seguramente ya les había ocurrido en muchas otras ocasiones, pero con la diferencia de que no lo habían percibido por ese motivo. De algún modo, al estar los implantes fijados a sus cuerpos, y por ser inorgánicos, no habían sufrido alteración del transito de realidad A a la B. “Cosas de la intimidad del Tiempo” –comentó con aire de resignación-, pero en cambio la habían trasladado a sus cerebros. Sólo estaba seguro de una cosa: que se daba esa paradoja, y y con eso era suficiente. Pues bien venida “paradoja”. Consideraba asimismo que el Universo estaba alineado aquel día en conjunción de todos sus astros para que lo consiguieran como fuera. Había sido mágico. Sólo podía describirse así. Aquel día se abrazaron durante lo menos cinco minutos, gritando como locos y medio confusos. Lo habían logrado.
-Éramos jóvenes. Coi todavía no te había tenido, Sarie; eso fue al año. Normal, pasábamos toda la jornada entre prerruptores de haz y disblocadores de masa-energía. Así nos iba con las mujeres. Como que Dart llegó a casarse, sí, ¡pero en vuestro futuro, y mucho más adelante, con respecto al mismo! Aunque cierto que en varias ocasiones, para compensar. Coi, por una bendita casualidad... Y yo, en parte debido a mi enorme timidez, me he quedado para vestir santos, jajajá. Menos mal que tengo a mi maravillosa Eti. No podéis ni imaginaros cómo me cuida ¿Qué haría yo sin ella? No penséis mal, eh, jajajá.... Yert... Yert es otra historia.
Aún quedaban cosas por contar: no les costó mucho descubrir como invertir el proceso. En realidad, sólo se podía conseguir eso, deshacer lo hecho, regresar al mismísimo punto de partida. Con el tiempo aprendieron más cosas. Por ejemplo, que el objeto que funciona como trazador –el que se deposita en la bandejita redondeada– siempre había de ser orgánico y... Sarie lo interrumpió para hacerle un reproche: eso no tenía sentido, él había dicho...
-Sí querida Sarie, no perdonas una, eh... Yo había dicho que había dejado las llaves...
Muy bien, pero a ella le informaba el micro cerebro que las llaves, eran de metal más que normalmente ¿No era cierto? O sea, inorgánicas a rabiar. Teip no lo discutía, pero, ¿no contaba el llavero de cuero? A callarse. Era una explicación suficientemente buena para no hacerse redundante innecesariamente. O no. Algo fallaba, porque... sin el implante ¿no estarían condenados a repetir el acontecimiento experimentado en un bucle infinito? Por suerte no funcionaba así. El destino se sorteaba continuamente a sí mismo. El tiempo era como un ser vivo. Dudaba mucho que tras tantas pruebas efectuadas, a pesar que no utilizaban ese tipo de sustrato, no se les hubiese colado algo orgánico en el platito en algún momento, pero lo importante era que con una lotería que se acertase, llegaba.
Respecto a lo de las llaves, entendía perfectamente que eso no podía saberlo, porque entre otras cosas seguramente ella desconocía que un llavero se complementaba de ese modo. Lo que sí sabía era que ¡con ella uno tenía que hilar muy fino! Su risa se hizo contagiosa, y hasta la intrépida interpeladora incansable soltó una buena e insólita carcajada. Ist la contemplaba con cierto asombro. Hasta tenía sentido del humor. No, no era normal. Pero lo fuera o no, y aunque lo sintiese en el alma por interrumpir los jajajás, a él también le gustaría mucho plantearle un misterio que resolver y que no dudaba que estaba en sus manos desvelarles ¿Cómo era que su pueblo había adoptado su nombre gracias a ese papel? “Mírame, Ist, ¿qué ves?” -le respondió con una voz extremadamente amigable-. Pues veía... a una persona ¿Qué era lo que quería dar a entender? ¿No sería un morpho? No, pero casi lo sentía. Era simplemente una persona de carne y hueso. Aunque si fuera como Eti, no se distinguiría en nada en cuerpo y mente. Eti, Eti y Eti ¡Estaba tan complacida de escucharlo! Se le notaba y no se gastaba un ápice en disimularlo. Daba la impresión que era realmente dichosa en su presencia. Una felicidad innegablemente humana.
-Bueno, ¿en que año crees que te encuentras?
Entendía perfectamente que todo en el nuevo mundo era muy distinto a lo que sus ojos estaban acostumbrados a ver, pero a pesar de todo, había algo que debería llamarles mucho la atención: las personas eran idénticas a ellos. Ningún rasgo morfológico diferenciado. Sí, Teip entendía perfectamente la expresión de frustrante ignorancia pintada en sus caras: no saber, nada, es siempre muy cabreante. Ist era el abanderado. Lo único que podía corroborar era que había confiado en Coi. Eso era todo. Sí, la put... la confianza les había llevado hasta allí. Incluía a los otros dos. Y aquellos bellos ojos. Y el resto, que también era muy bello, claro. Pero se lo tenía que callar. “Veréis...” La cosa comenzaba cuando en digamos, “determinado momento” se había producido un éxodo desde el planeta en que se encontraban hacia el espacio exterior. Desde el momento en que la Humanidad había abandonado el planeta origen, habían transcurrido más de... nueve siglos. Concretamente, el año era el 2008, es decir, cerca de un siglo antes de que comenzara el éxodo hacia el espacio exterior. Un anuncio para enmarcar. Lo que escuchaban era algo increíble. Hasta Gíe había abandonado su papel de indiferente meritorio para reencontrarse con la ilusión del conocimiento.
-El papel, lo había escrito yo. La misma persona que diseñó el armazón para aprovechar y distribuir energía para todo planeta y que, como era costumbre por entonces, había dejado su arconcito -pulcra y concienzudamente sellado- con algún recuerdo para las generaciones futuras, entre los cuales, en un principio, además se incluía, un poema mío, para cuando si por un casual se hubiera construido dicho armazón se incluyera en el mismo. Lo hice de madrugada, acompañado de Eti. Un acto íntimo. No buscaba la publicidad.
Sarie no entendía eso del “en un principio” ¿Cómo había que interpretarlo?
-En el último momento me arrepentí y tras arrancarlo bruscamente sólo quedó de él un trocito prendido, justo en el que aparecían dichas letras. El resto eran láminas de plástico con todo tipo de información en letra e imágenes, con el fin de prolongar su integridad el máximo de tiempo posible. Bueno, eso no lo sabía la primera vez; pero este es un recuerdo, digamos, redundante.
Vaya, vaya, menudo cuentecito. Si hasta parecía cierto. Y debía serlo, porque o era un extraordinario cuentista o la emoción con la que contaba aquella historia sólo podía venirle de las mismísimas entrañas. Oír como narraba, era verlo, era sentirlo. Mas detalles: había depositado la urna en una cavidad en el suelo diseñada para lo que aquello representaba, una inauguración secreta; un poco romántica, reconocía. Se trataba del lugar “cero”, ese en el paseo marítimo exactamente donde habían pisado por primera vez sus pies cuando habían llegado. Un punto de partida y encuentro, rellenado y sellado con plasma energía-materia.
-Eso que os comento, ha ocurrido para mí y Eti, hace más o menos, unos diez minutos antes de vuestra llegada a la Tierra. Ya veis lo reciente de ese acontecimiento.
O seam hacía bien poco. Qué curiosa sensación les recorría la piel, como la de estar siendo incrustados bruscamente en un contexto mágico. Tras repasar sus desorientadas miradas prosiguió la explicación.
-Cuando se hizo realidad el cinturón, alguien recordó que en un contenedor especial había una cajita con algo en su interior para tal fin. Bueno, yo había dejado mis pistas. Lo importante es que me cumplieron el deseo cuando yo ya había fallecido hacía bastantes bastantes años -no digáis nada, es así y ya lo entenderéis-, y lo introdujeron en la parte más intima del armazón, el nivel más profundo.
Aquel armazón no era un armazón cualquiera: por primera vez se había utilizado el plasma materia-energía-materia que Dart había obtenido a partir de las bases teóricas y que Coi había establecido en el presente “actual”, hacía un par de décadas. Bueno, él había colaborado, sí, pero había sido Dart sin duda el que había desarrollado la teoría, en varios laboratorios subterráneos que se encontraban ubicados bajo...
-Esta ciudad.
Eti remachó con inmenso orgullo sin cortapisas. Sí, Dart había conseguido ni más ni menos que sacar el máximo provecho de la teoría al obtener físicamente el fluido energético estabilizado y manipulable. Algo increíble, sí, pero, una aclaración, una muy importante: había sido gracias a que Teip había formulado previamente la teoría.
-Y por lo cual recibió el primero de sus cuatro premios Nobel -compartido con Dart, Coi y Yert- aunque, la verdad, sólo se dio a conocer algunos aspectos menores de la misma, y por supuesto, nada de la materialización conseguida.
Eti consolidaba efusivamente la escena, dramatizándolo al máximo.
-Razones de Seguridad Nacional. En total el grupo había sumado ¡quince de estos galardones! Cinco de ellos de Dart, cómo no, siempre un punto por encima del resto. Fueron casos únicos e irrepetibles. En los elitistas corrillos científicos, les llamaban los Beatles de la Física cuántica. Inventaron y descubrieron sin parar, y sobre todo, dejaron en el olvido, más que en el olvido, la antigua comprensión de la realidad física hasta aquel momento conceptuada como “moderna”. Pero, bueno, eso a nivel de top secret. La ciudadanía sólo conocía aspectos superficiales, y la verdad, el Estado, no mucho más.
“Gracias por tu atenta explicación querida” –obsequió Teip a su querida Eti, mientras pasaba delicadamente una mano por su mejilla. La morphoide parecía derretirse al contacto de su piel. Terminó la explicación confirmando que aquella especie de multifajín que terminaría circunvalando toda la superficie terrestre como un ovillo, y que sería a prueba de bombas como allí se solía decir, cosas del destino, Dart -quién si no- lo había derivado hacia un sistema de protección mundial del planeta.
-Él se quedó mucho tiempo después de mi muerte antes de regresar al futuro y continuó y remató el proyecto antes de volver a partir. Yo me moriré... dentro de dos años.
El que se quedara durante ese dilatado tiempo había sido necesario para poder forjar el proyecto en su presencia, pues tarde o temprano tendría que regresar al futuro y a su retorno al “aquí”, las cosas volverían al mismo pasado. Así que lo había terminado antes de partir. Hábilmente supo rodearse de las personas apropiadas y también contando, cómo no, con sus colaboradores.
-Aunque las autoridades estaban al tanto, los ciudadanos estaban absolutamente ignorantes de todo lo que sucedía bajo tierra, como ha explicado Eti. En fin, Dart orientaba todo siempre a cosas como estas. Al final se consiguió ambos objetivos ¿Os dije lo persuasivo que puede ser Dart, en tantos regresos desde su mundo?
Rió. El sí de aprobación, “teóricamente” -ya confundía todos los presentes- se lo había dado hacía un par de meses, y su hoy –su último hoy- lo había enterrado con su vanidad en una cajita.
Las sucesivas visitas que le había realizado no habían influido en la realidad paralela que él había cerrado. Después de dos años tras su propia muerte, se materializaría una realidad paralela, en la que habría un Dart trabajando en ese proyecto y finalizándolo. Los presentes eran maleables según unas leyes muy extrañas para la mentalidad humana. Le dirían, “lo puedes cambiar”. Y él respondería, “yo no”. Pero Dart…, Dart había comenzado el proyecto al día siguiente de su muerte. Era por entonces cuando comenzaban a reproducirse las primeras disensiones graves a nivel mundial. Los fondos financieros -todos los fondos en realidad- se desviaron entonces a otro proyecto, el de las estaciones-lanzadera; en su propia ciudad. El comienzo de una incipiente industria espacial de construcción de las naves que iba un día a rescatar a la Humanidad de aquel tizón en el que se había de convertir algún día, avivado por la endémica estupidez humana. Eran tantas cosas... No…, él no. Dart… Sí.
¿Pero qué estaba diciendo? ¡Él había venido del futuro! No, no cuadraba para nada lo que decía con lo que se suponía debía estar a su alcance. No… Sarie estaba convencida que algo no cuadraba en absoluto. Sobre todo porque si ella había estado sentada sobre su regazo en infinidad de ocasiones y tiempos distintos ¿Él…, ellos tenían siglos de vida, o qué? El desmentido no tardaba en llegar. Nada de eso: él siempre había estado allí. En realidad, tenía la edad que aparentaba –cerca de los sesenta “y poco”- aunque era un poco repetitivo por lo que se veía ¿Otra carcajada? Parecía pasárselo bien.
-Como mi querida Coruña, el nombre de esta ciudad ¿Sabéis?, cumple 800 años. Mí querida Crunna… El nombre de la primera mujer que vio Hércules tras derrotar al gigante tricéfalo Gerión.
Anda que sí ¿Les tomaba el pelo? Ist desembuchaba de su nuevo vocabulario palabras acertadas para expresar su desconfianza. Teip devolvió el resto con ironía de la tierra: “no, son cosas de la mitología”, fingiendo que se refería a la leyenda. Rayos con el pitorreo del viejo. No, hombre, él se refería a lo de… Pitorreo, seguro.
-Ah, claro que sí, siempre he estado aquí.
Pero, pero, pero... Entonces el resto de grupo... Sarie ya estaba deduciendo por su cuenta todo lo que se podía y debía desprender de aquellas palabras y de ello se infería algo espectacular.
-¿Sarie?
-Nuestro padre y los demás han remontado este presente. Su hogar es el último hogar: allí de donde venimos.
-Yo moriré dentro de un par de años, ya os lo dije. La verdad es que ni Yert, ni Dar, ni Coi tienen la edad que aparentan. Ellos sí han vivido realmente tanto tiempo.
-¿¡Yo tengo siglos desde mi presente!?
-Sarie, tú naciste en realidad hace... Diez siglos menos.
Bueno, yo me quedé aquí, pero ellos siguieron otro camino. Ist reventó. Tampoco a él le encajaba en la mollera tantas cosas ¡Todo era una locura! ¡Necesitaban saber la verdad! “Pues eso era lo que iba a hacer, hombre de Dios” –aclaró el de los misterios.
-Clonación, queridos, clonación. Los tres: tu padre, Dart y Yert, han muerto y resucitado en infinidad de ocasiones. Es lo que llaman entre ellos eufemísticamente como “anochización”.
La inevitable cara de sorpresa, también lo era de suma expectación. Nadie dijo nada. Querían saber, saber, saber...
-Una noche mueren y al día siguiente siguen siendo ellos. No eres tú, pero no sabes, o mejor dicho: no sientes, que no eres tú. Y por eso, tú, Gie, ejem, tú nacieste un par de siglos después que tu hermana.
-¿Qué? ¿Es broma?
-Es demasiado complicado explicarlo ahora.
Iba con la explicación que les estaba dando. La anochización. Al principio el intervalo de tiempo que iba desde nacimiento a la edad adulta era el del proceso normal del desarrollo biológico de una persona: bebé, infancia, juventud, madurez... pero luego este se había ido reduciendo. Desde hacía varios siglos del futuro Teip sabía que se conseguía pasar de una fase a otra en... ¡un día! Por eso ellos en un primer periodo se habían servido de gente de confianza que les ayudaban a sobrellevar la diferencia de edad física. Les llamaban -y creía que seguían haciéndolo, aunque de un modo más “romántico” que práctico- el “Comité”. Sólo era buena gente –ex científicos siempre bien entrados en años- de total y probada confianza. De todos modos, no ejecutaban la anochización los tres a la vez. Se turnaban, de modo que siempre había uno de ellos que tenía la madurez suficiente para supervisar que todo se desarrollara según lo establecido. Eso era así, pero hacía una puntualización: uno no era uno, sino sus recuerdos. Recuerdos, no sufrimiento por los recuerdos. Sólo información. La clonación ocurría también para todo riano en naves cuando era necesario. Sólo los miembros del Comité -y ellos tres lo eran- sabían de esa realidad ¿No recordaban lo que había comentado acerca del reprocesado en naves? Sólo era un eufemismo de clonación y “borrado” posterior de memoria ¿No les extrañaba ser prácticamente idénticos a aquella gente que…? Bueno, no los habían visto, pero...
-Sí los han visto, querido. Cuando los trasladaba hacia aquí en el coche.
Entonces, ya sabían, en todas aquellas centurias, lógicamente no habían evolucionado físicamente ni un micrón. Podían confundirse perfectamente entre ellos que nadie observaría nada extraño en sus morfologías. Siempre y cuando mudaran de ropa, claro. Aunque hoy en día, reconocía que ya no sabría que decirles. Igual aun les copiaban. La evolución de los tres había sido precisamente ser las mismas personas. No ocurría así con los pueblos rebeldes, que sí seguían el proceso biológico reproductivo normal. Vida y muerte; punto final. Y tanto, a ellos se les exterminaba aduciendo que eran eso –rebeldes-, cuando la verdadera razón era que no debían “conocer” tantas cosas… No debían contaminar la realidad que Ría padecía.
Por muchos centenares de miles de millones de rianos que pudieran existir, el sistema había concebido y diseñado sin fisuras, como un increíble reloj de precisión. Todos los rianos era “procesados y reprocesados” en y desde el planeta hacia y desde Naves u otros planeta-custodia encubiertos. Imposible escapar. Por eso los comandantes no decidían el plan defensivo de la nave, sino la nave misma. Al escuchar esto Ist, comprendió que quizá estaba recibiendo indirectamente la explicación a muchas de las preguntas que se había realizado día sí y día también.
-Efectivamente, por eso nunca llegáis a… Ejem… Reproduciros. Salvo circunstancias especiales y bajo control total que no son percibidas por vuestro pueblo como tal, porque apenas se le permite ser consciente del proceso silencioso que sufren.
Que se fijase en su edad –refiriéndose a Ist-. Con toda seguridad todavía no se había relacionado sexualmente con una mujer ¿Se equivocaba? Silencio. Y Sarie que no siguiera sonriendo, que ella lo tenía peor... Más siendo quien era. Gie, qué consuelo que no fuera el único, ¿verdad? Así pues, que levantase la mano quien disintiese de lo que había dicho ¿Ninguno? Se lo imaginaba ¡Qué bien venía para quien le convenía que las naves fueran de tamaño planetario y más! Allí dentro era donde se ejercía un mejor control, y allí, por supuesto, se reproducía el continuo ciclo de manipulación controlado, cuando no exterminio. Y total, tras la aprobación del molde de un nuevo modelo, crear una nave a base de plasma energético era cosa de niños ¿Tamaño? Tanto plasma tanto diámetro. Lo que apeteciera. No sería por falta de materia en el espacio. Y habiendo controlado la fuerza de la gravedad, ya entenderían que todo eran facilidades.
-Así que somos clones, eh –replicó Sarie.
Eran algo más… Algo realmente especial. No trataba de convencerla, sino de exponer una realidad. Cuando habían nacido ya existía una tecnología espectacular. Y secreta, por supuesto. Quizá no tan desarrollada como lo sería al cabo de los siglos, pero suficiente ¡Cuántos experimentos ocultos a los ojos del mundo y sus autoridades habían desarrollado desde hacía tanto tiempo! Sí, una tecnología espectacular, y naturalmente también a nivel genético.
-Tu padre os amaba, os ama, con locura. Yo... No sé si quieres saber... Son cosas a cerca de ti, tan...
-Cuéntame todo.
-Pero y ellos...
-No me importa, sigue.
-Debido a una rara enfermedad heredada de tu madre, a la edad de trece años te detectaron una futura patología consistente en una degeneración paulatina de todo tu cuerpo que se reproduciría en años posteriores. La muerte, horrible muerte, era segura. Tu padre desesperó, pero no esperó. Recurrió a Dart.
No podía ser, eso no podía ser, no cuadraba con nada. Ella se veía… Ella… Pero lamentablemente Teip corroboraba que sí podía ser, y de hecho había sido así. Dart, sí, Dart; él había puesto todos sus conocimientos y todos sus recursos -que no eran pocos- en tratar de paliar aquel problema.
-Pero no me digas que este tipo estaba... Y mi padre...
Ahora no era el momento para malas vibraciones. Tras reprender a Gie rogó la atención de todos. La determinación con que se manifestó –rogar, acompañándose de un violento puñetazo sobre la mesa- acabó por centrar de nuevo a los tres. Prosiguió. Finalmente, sólo se había encontrado una solución aceptable: sustituir su cuerpo por plasma energía-materia, eventualmente, y luego devolver cada partícula “Q” a su equivalente biológico. Una solución por fases. La habían clonado varias veces antes de llegar a producirse el estado de enfermedad, pero en cada ocasión aprovechada, iba acumulándose en aquel infantil cuerpo nuevas sustituciones orgánicas que le permitían vivir en mejores condiciones. No podía hacerse de otro modo o podría correr peligro su vida.
-Hasta que un día, tu cuerpo ya era totalmente bioplasmático. Bueno, ya dije que provisionalmente.
Un proceso parecido al que empleaban en Ría para la formación de paisajes sobre planetas, sólo que en su caso, no era la superficie de su cuerpo, sino todo el, átomo a átomo ¡Qué decía!: ¡partícula “Q” a partícula “Q”! Finalmente, llegó la reversión. Sarie pues, no se distinguía en nada de otro ser humano. No cambiaba ni la inclinación de sus instintos ni el desarrollo de su inteligencia. No la convertía en mejor o peor. Tampoco alteraba la percepción moral que le hubiese tocado en el bombo de la vida. La única diferencia que podía ser considerada consistía en que en algún momento de alguna de sus vidas, en lugar de contener células provenientes del proceso natural conocido, eran células naturales copiadas a través de un proceso físico no biológico, filtrado, y por ende exentas del problema. Para que lo comprendiera: a ella la habían “anochizado” poco antes de cada una de sus muertes naturales, antes que comenzaran los problemas, para volver a ser un... bebé. Así le quería su padre. Coi había estimado que lo más conveniente era borrarte los recuerdos anteriores cada vez que le aplicaran el protocolo. Siempre siguió esa pauta con ella. Luego la pauta se convirtió en costumbre. Por eso sólo recordaba su última vida. En realidad, de esta, sólo aquello que papá había decidido que convenía.
-Lo mismo para ti, Gie. Si a un hermano, pues entonces al otro también.
Sarie permanecía conmocionada comprendiendo sin comprender, escuchando impactada lo que parecía imposible de creer. Sí daba crédito era por la persona que se lo contaba. Que Dart interviniese quedaba eclipsado como una anécdota al lado de aquella historia que más parecía un sueño. Gie en cambio rondaba una idea, ¿y él? ¿También había padecido el problema genético ese? Teip se le encaró y lo examinó con rostro circunspecto. Lo suyo quizás… No: sin quizás. Lo suyo había sido mucho más… Lo suyo había sido simplemente… Espectacular. Brutalmente espectacular ¿Quería saberlo, o que guardase silencio? Era su opción. Gie prefirió abrir la puerta a su ignorancia. Y si habían sabido de Sarie, a él tampoco le importaba ya que supiesen de él.
-Tú eras un androide. Ni siquiera un morpho.
“¿¡¡¡Quéeeee!!!?” Gie, con todas las venas de su grueso cuello a reventar, estaba más indignado que horrorizado. Pero Sarie estaba más espantada que molesta con aquella revelación. A pesar que era como si le hubiesen matado un hermano, le daba igual aquella historia. En su corazón, él era -siempre sería- su Gie. Con mayúsculas ¡Le daba igual, igual! Pese a todo, aquello era demasiado traumático y se abrazó llorando a él.
-Eres mi hermano, eres mi hermano, eres mi hermano… Te quiero…
Gie estaba prácticamente catatónico y no supo reaccionar en un primer momento, pero a los pocos segundos fue capaz de sonreírle. Sólo duró un instante. La mirada en sus ojos volvió a apagarse. Ahora peinaba con sus dedos y con un exquisito mimo los cabellos de Sarie, pero su boca era incapaz de articular palabra. Teip se apresuró a continuar la explicación con el frenesí de alguien que anunciaba la buena ventura.
-Tranquilos, tranquilos, es una historia... hasta bonita... ¡No!, ¡bonita, no! ¡No...! Preciosa… Escuchadla hasta el final, por favor. Gie, te juro que mudarás esa mueca de la cara por otra bien distinta.
Se resignó, a aquellas alturas, ¿qué otra cosa podía hacer?
Sí, efectivamente era lo que era, en un principio. Un androide. Concretamente el androide de juegos de Sarie. Al año del nacimiento de su hermana lo habían dejado en su compañía. Para Coi era el compañero perfecto, pues crecía en maduración afectiva a la par que ella. Su tecnología de mejora autoprogresiva era impresionante. Asumía la presencia de Sarie como si fuera un verdadero ser humano, y ella, increíblemente, le correspondía. Así las cosas y viendo que la comunión entre ambos era absolutamente perfecta, Coi quiso regalarle el verdadero hermano que no tenía, pero el perfecto hermano que estaba acostumbrado a ver en él. Uno de verdad, y que a la par no tuviese que lidiar con la enfermedad que había arrastrado Sarie. Se sabía que cualquier hermano engendrado del modo natural, sufriría aquella enfermedad. Ambos padres se resistían a volver a pasar por todo aquel enorme e ineludible proceso que había llevado a curar a Sarie. Ahí tenía la explicación por la cual, entre ambos hermanos había dos siglos de diferencia.
-El proceso fue inverso que el de tu hermana.
No había que darle más vueltas: de plasma a tejido biológico puro.
-Tejido de Sarie. En resumen… Ambos… ¡¡¡Ambos compartís el mismo genoma!!!
Incluso más que para el propio Gie, para Sarie representaba el acontecimiento ¡más importante de su vida! Aquello cambiaba totalmente las cosas, y sobre todo, anulaba completamente el concepto inicial de máquina. Ya no era una máquina de ningún modo posible. Ni siquiera tras oír eso era discutible. Ahora era tan humano como cualquier nacido de un vientre de mujer. Ahora había un maldito antes y un bendito después, entre ambas locuras. Pero eso implicaba algo, sumamente curioso.
-Queridos, por lo tanto, eso signitfica lisa y llanamente, que ambos sois... uno mismo. Una réplica exacta a nivel celular íntimo, sólo que a ella ese idéntico genoma se le expresa en su vertiente femenina y el tuyo -eso sí, con la correspondiente y exclusiva variedad sexual, es decir, con sus correspondientes cromosomas masculinos- como el machote que eres.
Partiendo de sus propios tejidos, se había intercambiado su primigenia estructura bioplasmática-inerte, por ingeniosos “implantes” desarrollados a partir de tejido de Sarie. “¿Por qué “llamémoslo así”?”, -indagó Ist con imperiosa curiosidad- mientras los involucrados hacían un aparte entre sí. Boca en “o”, habían sido incapaces aún de digerir lo escuchado.
Pues, porque era un modo de hablar; se trataba de un proceso preatómico muy complejo. Nada que ver con sustitución a lo científico loco resucitamuertos. Allí entraba en juego una concatenación de procesos que debían ser inmediatamente compatibles biológicamente. El cuerpo ante todo debía identificar proteínas correctamente y la síntesis ribosómica debía ser sencillamente perfecta. Etcétera, etcétera, etcétera. Dart, sí, otra vez él, había intervenido. En realidad, a él se le debía el honor del logro. Había sido algo increíble. Casi milagroso ¿Qué otra cosa podría merecer denominarse como milagroso sino el aprender Medicina casi desde cero como él lo había hecho, antes de empezar a desarrollar aquella estrategia que había concebido en su prodigiosa cabeza? Pues efectivamente, había sido él y sólo él el que la había gestado, como siempre desarrollando lo que otros –en este caso Coi- no podía abordar con éxito. Rodearse de un excelente equipo de magníficos colaboradores no menoscababa un ápice su épico logro. Él era el motor, el director de aquella maravillosa melodía de vida. Él lo controlaba absolutamente todo, como siempre. Llevar la replicación a aquellos extremos era algo extraordinario. Ya se practicaba, pero a nivel mórphico, no así. Aquello era otra historia.
Ist no podía creer lo que oía.
-¿En serio que si Gie fuera chica…, sería… ¡¡Sarie!!?
Teip asintió con una sonrisa. Ist ya tenía la respuesta más inconcebible que podía haber escuchado nunca. Su cabeza le daba vueltas. Los otros dos, permanecían en un estado indescifrable para la mente humana, casi tiesos y sin poder cerrar sus silenciosas bocas. Eti se mantenía prudentemente callada, y a distancia. No deseaba interferir.
-Dart tardó en dar solución al problema, exactamente lo que le llevó leerse durante tres meses seguidos, a razón de una media de dieciocho horas diarias sin interrupción, todo el compendio de conocimientos expuestos en las asignaturas de esta materia…, en diez idiomas distintos.
¿Diez idiomas? “Gracias al implante, claro” –apuntó un cada vez más desvariado Ist-. Pues no, nada más equivocado. El “implante” en aquellos momentos, todavía no estaba disponible para esa habilidad. Le había llevado tres semanas. “¡Tres!” –protestó un absolutamente descompuesto Ist.
-Calma, hombre. Dart era... Es, una bestia, un monstruo. La verdad, no sabría bien como definirlo y menos dónde encuadrarlo. No, no lo sabría. No creo que haya habido en toda la historia humana un genio un cuarto de la mitad de su altura. Pero…
Ist ansiaba fisgar en cada una de sus palabras para obtener el extraño tuétano de más increíbles respuestas. Se estaba adaptando.
-¿Pero qué?
-¿Ves a Sarie?
Veía a Sarie, a la conmocionada Sarie.
-En todos los controles rianos a los que fue sometida en cada una de sus vidas, antes de los doce años, consiguió mejorar de media un quince por ciento el coeficiente mental de Dart.
Y cambió de tercio rápidamente mientras se giraba bruscamente y seguía impartiendo materia. Ist necesitaba algo para relajarse. “Sarie… Dart…Tres…”. Despertó: ¡¡pero tres semanas!! ¡Era absolutamente inconcebible! Teip lo invitó a reflexionar con un ejemplo muy gráfico ¿Conocía a alguien capaz de memorizarse el Apocalipsis en una-sola-pasada? Dart lo había conseguido. Y de niño. No había necesitado repasar, simplemente, grababa en su memoria directamente lo que leía. Mediante un sistema de índices, le confirmaba al razonable incrédulo. Tras explicarle sucintamente qué era el Apocalipsis se despachó con el concepto dartiano de “índice”. Un índice era para él el número de una página ¡Se había aprendido los sagrados textos, sobre la marcha, por páginas numeradas! Vaya…, sólo quedaba pendiente en la cabeza del pobre Ist, del compendio de explicaciones, un fleco ¿Qué era la “Biblia” en realidad? El chivato informaba vagamente, o muy confusamente. No entendía muy bien. La Biblia... “¡Lo que había querido el Concilio de Nicea en el 325 después de Cristo!” -zanjó. Algo que había aprendido de su religioso hermanito. Por aquel entonces religioso hermanito ¿Religioso? Vaya, dato interesante, pero…, ¿tres…?
-Venga, no nos desviemos del asunto. Pues tres semanas, y a la perfección, incluso con acento, jodido Dart.
Lo que sí podía asegurarles era que la existencia de Gie no procedía de un clon de la nada. Él era ella; ella era él. Hermanos en el más amplio y exacto sentido del término. Aunque sus fenotipos exhibían lo que aparentaban, sus genotipos eran cero diferentes. Teip agarró por los hombros a Gie férreamente, y mirándole directamente a los ojos le escribió en sus pupilas, lentamente, la siguiente frase... “¿Puedes entender, que tu padre te quiera literalmente igual que a Sarie?” Teip se echó a un lado y dejó ante sí y entre ambos hermanos otra vez aquel hueco de silencio. Ellos se miraron, pero seguían sin saber que decirse el uno al otro. Pero de repente… Toda la emoción la canalizaron en un abrazo, un inmenso y estrujador abrazo. Sarie rompió a llorar otra vez. No podía más. Él se resistió lo que pudo, pero terminó cediendo alguna lagrimita perdida. Era un hombre, ¿no?, y además, era un iser. Lloraba por dentro. Menuda historia ¿Cómo estar preparado para semejante cosa? Ahora incluso hasta Ist parecía emocionado. Sí que lo estaba. Miraba a Sarie, miraba a Gie y... ¿Cómo podía ser?
Sarie enjugó sus mejillas con la manga de su traje, y tras haber recuperado a un hermano y doblegando su emotividad a flor de piel, expresó su punto de vista a cerca de la situación actual como punto de partida para esclarecer sus dudas.
-Bueno Teip ¿cómo están las cosas? O sea, ahora estamos en tu presente, en tu único presente. Así que en realidad, tú nunca has llegado desde el nuestro.
Efectivamente, el no había venido del futuro. Nunca. Pero Coi sí les había traído a su presente en infinidad de ocasiones, y a edades diferentes. A veces habían permanecido semanas, en otras ocasiones meses. ¡Eran un par de juguetones de miedo! Había tenido la suerte de disfrutarlos mucho. Cuántos recuerdos... Había vivido toda su vida para la Ciencia y por ese motivo nunca se había casado. Sí, debía de reconocer que su timidez había sido fundamental, pero la Ciencia era un gran estímulo. En cualquier caso ellos dos habían sido un hermoso regalo. Siempre el mismo día, en el mismo momento, aunque unas veces como bebés y otras niños, adolescentes... Sí, nunca había pasado de ese límite de edad. La máxima que recordaba era sobre los doce años. Y con cada clonación se les borraba aquellas experiencias, así lo quería su padre. Naturalmente a ellos no se les entregaba implante. Gracias a Dios, o por desgracia, podía ser consciente de los múltiples pasados que había vivido gracias a ese sutil y desconcertante desdoblador de personalidades que se alojaba casi invisible sobre su cuero cabelludo. Era la primera ocasión que los veía en su uso y “tan creciditos”. Ya le costaba a duras penas diferenciar todas las visitas al que se había sometido en tantas ocasiones. Ellos. Coi, Yert, Dart. Era como si compartiesen todas un mismo pasado. Incluso si se lo retiraba, de algún modo su memoria ya las había registrado y todo aquello permanecía como un poso de extraña realidad atemporal. Pero bueno, lo importante era contarles cómo estaba la situación “actual”. “Teip, mira, ¿me puedes decir qué quiere Dart?” -preguntó Ist-. Lo que quería Dart era seguramente, nada bueno, conociéndole. “Es una persona tan, tan, extraña” ¿Y Yert? Yert... Pues... Ya les había dicho que era más listo de lo que les parecía; había sido el número cuatro de la promoción. Por fin Eti encontró un motivo por el cual intervenir. Con mucho gusto.
-Y tú el tercero, pero el más envidiado, pues...
-Eti...
-¡¡Y el más guapo, jajajá!!
Eso no lo podía confirmar, naturalmente, pero sí que los grupos se formaban de forma vertical en cuartetos, por orden de mérito, así que el suyo era un grupo obvio. A pesar de todo había llegado a convertirse en una pandilla muy bien avenida de -aunque les extrañase- verdaderos camaradas. Bueno, la UMR había hablado por él. Al parecer, buscaba aprovechar la situación para obtener poder, un poder ilimitado en un mundo que estaría irremisiblemente a su merced ¿Soñaba en alto? Pero el motivo no lo había entendido muy bien. Lo que sí había quedado patente era que necesitaba apoderarse o eliminar la máquina del tiempo...
-Que se encuentra aquí.
Bravo, eso mismo. Porque de lo contrario lo tenían crudo para volver. Lo que ocurría, era, algo… “muy gracioso”. O no, porque esa máquina maravillosa se hallaba fraccionada en varios componentes que habían sido convenientemente dispersados por “diversos lugares”. La cuestión era que, bueno: que era largo de contar.
-Mañana veremos la grabación del interrogatorio y os daré detalles. A ver si sacamos algo. Puede que Coi haya introducido alguna astuta pista en su cabecita, no sé. Vamos, sí que lo sé. Es eso. Me precio de saber que ya daba por supuesto que lo íbamos a someter a interrogatorio con UMR. Es igualito que Dart, toma en cuenta -os lo aseguro- todas las variables posibles.