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Capitulo 2

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Ist ya se había habituado al viajecito de marras. Otra vez en la canasta, ya era aburrimiento. Muy a su pesar parecía haber adquirido un abono de por vida al teletransportador ¿Qué estaba haciendo? Menudo día horrible ¿No podían ser las cosas un poco más sencillas? Cargar el mini planetilla y olvidarse de todo... Una tonta jornada más, y punto. A pesar de todo, se trataba de un proceso aparentemente aséptico; no había notado nada, excepto oscuridad, alrededor de la barcaza. En un par de estados se hizo la luz. Ist advirtió que los estaban esperando. “Comandante Yert...”. Y hola tú, Coi, y etcétera. Saludados todos, al grano ¿Visita de cortesía? “Naturalmente” -exclamó Ist- Como habían pactado. “Seamos corteses entonces”, etcétera. Ellos dos, su hija Sarie y un Morphoide en posición descanso. Que por favor continuara teniendo los suyos en esa misma posición. Dos súper menos un súper, un súper a favor de Yert. Nada había que ocultar entre ambos. Al menos en asuntos “técnicos” como ese. Ambos sabían perfectamente que no tendrían la más mínima oportunidad de intentar nada porque si dos morphoides de generalato eran imbatibles frente a uno sólo, estaba clarísimo todo. Nave en este caso neutral, pues un general y otro general, igual a cero, si se juntaban como polos negativos. Pero por si acaso, Yert se lo recordaba igualmente. Era como tratar de esquivar la defensa de una nave riana reforzada. Dos siempre ganan contra uno. Yert se sentía pues harteramente seguro, así que, los morphoides en posición de descanso. Nadie en el puente parecía conceder demasiado interés a aquella conversación, la flema del personal que se sabe ganador sí o sí. Como fuera, Coi no vaciló en poner las cosas claras desde un principio. Necesitaba que le entregase la nave. “Pero ya, eh”. La frasecita de Ist apuntaló irónicamente las pretensiones de su ilustre acompañante. Vamos, que lo que ocurría, era que su nuevo amigo de muchos galones le tenía mucho aprecio. Y más: que habían sido muchos ciclos entre aquellas paredes, y el hombre se la tenía apalabrada a un primo o algo así. Mucha imaginación con guinda humorística, pero se lo pedía con mucha cortesía, “eh”. Dicho eso, uno que no reía la gracia se pasmaba con tanta inexplicable irreverencia. Vaya que... Para esa majadería... La desesperación, lo entendía. Y tanto lo entendía que finalmente lanzó una carcajada de fantasía, muy acorde con la nueva anotación en su base mental del nuevo chiste fácil registrado. A ver quién superaba al que no se andaba con rodeos que mandó a callar, que ahora mismo ordenaba que un morpho lo desmembrara; por bocazas más que otra cosa. Eso por supuesto no iba con Coi, ni con su hija, aunque por supuesto no hacía falta el comentario aclarativo; la cosa iba dirigida en exclusiva al osado tarado que lo estaba humillando malamente. Por su parte, lo que veía el agraciado del perdón dudoso era mucha confianza ¿Viejos amigos? En fin, siguiendo la estrategia Ist iba por el camino de desesperar al pícnico antipático. Dart era su Dios, eh... ¿O más bien su amo? Siempre había sido el lameculos de Dart, ¿a qué sí? Yert, visiblemente enojado, apuntó con el dedo al deslenguado y lo amenazó nuevamente.

-¡¡No tientes tu suerte!! Una orden mía y... y…

Y nada, dado que no le dio tiempo a terminar la frase, porque Ist volvió a la carga. “Patético, una orden mía, una orden mía…” ¡Bah! ¿Qué hacían allí con un segundón, con un don nadie? Yert retrocedió, aquello no tenía sentido ¿Se habían vuelto locos? Estaba claro que no habían venido a rendirse, ni siquiera a negociar ¿Qué estaban intentando entonces? Ist realmente parecía regocijarse con su irreverente insistencia.

-Este hombre parece tonto; ríndase, y así acabamos antes, coño ¿No ve que tenemos prisa? Lameculos y tonto.

-NAVE. Nave Uno a 250 pársecs.

Aquella nave repetía el mismo estribillo que la suya. También allí querían saber, lógicamente, puntualmente de aquella importante llegada. Ist se había alejado del aludido despectivamente y se repetía una y otra vez en la desconsiderada insistencia mientras daba vueltas cómicamente a la par que aleteaba con sus brazos. Asi que, venga “lameculos, lameculos, lameculos” y más “lameculos”. Como guinda un “ahí viene tu dueño” ¡¿Pero qué estaba tramando semejante bellaco y sus consentidores?! Yert volvió sobre sus pasos en un primer momento, pero muy seguro de sus escoltas, y súbitamente, en un acto reflejo de pura furia, se allegó Ist, al que tomó con ambas manos por su ropaje a la altura del pecho. Un gesto de poder.

-¡A mí no me...!

Tampoco en esta ocasión tuvo tiempo de terminar la frase, porque Ist se abalanzó sobre el orondo comandante y lo inmovilizó con un brazo sobre el cuello. Automáticamente, los dos protectores morphos adoptaron postura de ataque. Si se hubiesen encontrado ya en posición militar, o incluso simplemente él a un poco más distancia del vanidoso, no habría podido acometer algo así con provisional éxito jamás. Tal era la confianza de Yert en estar cubierto y la respuesta que se jugaban los imprudentes -la muerte segura- que se jugó el descuido. Tal como estaba previsto, uno de los dos morphos se dirigió primero hacia el morpho del General. El choque fue brutal. Dos morphoides fuera de combate instantáneamente, despedazados entre si. Visto y no visto, el segundo, perfectamente operativo, procedió a desencadenar la sanguinaria secuencia de combate esperada. Ist primero, por supuesto.

Sintió que el aire a su alrededor vibraba y apenas pudo visualizar que la guadaña de la muerte se cernía sobre su cuello. Los haces energéticos -salvo circunstancias muy concretas- estaban prohibidos dentro de Nave, y el tripunzón-taladro-percutor que le iba a perforar mil veces por estado el cráneo cumplía sobradamente su función para este caso. Dos por uno: rebanado y con infinitos agujeritos. En ese último instante se supone que uno suele pensar que hay mejores modos de morir, y que “qué hago yo aquí”; y es exactamente lo que le ocurría a él. Por ello cuando a escasos centímetros de su querida y tierna cabecita sí pudo notar la sombra de aquellas letales herramientas, fue consciente que el morpho no había podido perseverar en su impertinente empeño. “¡¿Qué es esto?!” -exclamó sobresaltado Yert-. Más bien, quién. Qué bonito que Sarie pudiera contener en fuerza y precisión a un morphoide de clase 1 en fase 3, aunque quedaba un poco raro, ¿no? A lo mejor era que Sarie había desayunado muy bien aquel día; o bien que la cosa tenía truco, pues por lo pronto no parecía muy normal que le arrancara de cuajo al pobre bicho cabeza y brazos, y a continuación se despachara a deshacerle de cintura para arriba, más como claro entretenimiento que asunto necesario. En un par de actos el morphoide tenía más utilidad de macetero de drilias que otra cosa. Si el morpho se hubiese dirigido directamente hacia ella, el resultado hubiera sido el opuesto. El gancho había funcionado. Un cuarto de estado, suficiente, sí. La diferencia entre el tiempo de reacción necesitado para no terminar siendo eyectado en forma de rayo azul; más prosaicamente, el límite entre la vida y la muerte ¿Cómo rayos había podido calcular Sarie…? Pero... más bien... ¿cómo diablos había podido aceptar aquella misión envenenada hasta la médula? Ah, sí, sí... Qué bonitos ojos. Humanos somos.

El resto de la tripulación, que aún no había tenido tiempo siquiera de girar la cabeza para contemplar la escena, apenas fue consciente de la nueva y eficaz habilidad de la letal Sarie para recortar cuerpos humanos. Obsequio por su cuenta, y parecía muy dada a los caprichos personales. Había que modificar esos protocolos, ya. Qué se le va a hacer; Ist no había tenido tiempo de reconfigurar al experto matatodo para anular el tan eficaz como riano método de “por si acaso, cadáveres”. No habría reprimenda ¿Para qué pedirle explicaciones a un morpho sin alma y con los recuerdos borrados? “No mires hacia ninguna parte, se dijo”, pero todo era todas partes.

-Sarie, quiero decir... Ri... hijoputa, aunque ya no viva en ti el espíritu de Eva, sigues, siendo tan bueno en lo tuyo como siempre, hijoputa. Y qué maravillosa capacidad de replicar el cuerpo humano, hijoputa. Maldita sea. Hijoputa.

Efectivamente, aquella otra replicada Sarie, tan guapa que era, se había cargado a todo un señor morpho general en tan sólo un cuarto de estado, y prácticamente en un cuarto de cot al resto de la tripulación. Menuda maldita precisión. Ist bajó la cabeza, su consternación era total. Él no habría querido aquel final para aquellos mandados de la vida, pero aquella conducta venía de serie en el modelo y Sarie había contado con el tiempo suficiente para practicar la oportuna reconfiguración. Por su parte Coi, mostraba la dolorosa resignación de quien en tantos años había visto de todo.

-No le extrañe lo de haber podido con todo un morpho general, no es un modelo convencional. Además es un superviviente nato.

Lo indudablemente cierto, era que el superviviente había pasado intachablemente el filtro de morphos. Nave lo había considerado en todo momento como un ser humano.

-Gracias comandante por su valiosa contribución, vamos ahora a proceder al bloqueo del compartimento.

Coi, tras recuperar su cetro como quien recupera su divinidad, le habló entonces al aire.

-Nave, regístrame.

Registro aceptado. Sin lameculos, a rey muerto, rey puesto.

***

Había transcurrido algo más de medio tas y después de hacer todo lo que había que hacer y una vez liberado el sello de seguridad, ya sólo faltaba lo más importante: acceder al premio. Coi dictó entonces nuevas órdenes. Una vez él y sus acompañantes abandonasen la nave e inmediatamente se produjese el desacople del Puente, la Dos debía dirigirse al Planeta E554. Qué bien, el Comandante Ist había obsequiado a los tripulantes de más allá de la compuerta y al gordito General con ellos, ni más ni menos que con un viaje en piloto automático hacia el planeta más cochino que se conocía hasta le momento: el reino de las boñigas de ñec, y poca cosa más. Era el planeta más conocido entre la comandancia, ya que, en alguna vez de la vida se había enviado a alguien allí, bien espiritualmente -“vete al ñec”- o literalmente, como era el caso, a degustar el producto. En el peor de los casos tardarían al menos un par ets en ser rescatados de la mierda total por la barcaza anexa a la base de experimentación, que estudiaba, eso: excrementos de ñec, que todo se estudia en esta vida. Suerte.

Una vez cumplido el objetivo, Coi -por fin- dio la orden de abandonar Nave. En lo tocante a Ist, encantado. Sobre todo porque el medio de transporte en esta ocasión no lo iba a desintegrar, aunque sólo fuese provisionalmente. Ya le estaba entrando hambre. A ver si terminaba siendo verdad aquello de que el teletransporte abría el famoso apetito. Algo de ello debía ser cierto, porque no cesaba de pensar en devorar a alguien.

-Desacopla.

Ahora la Nave de Ist iba a tener dos puentes de mando, uno en su sitio de siempre, el otro en una de las muchas bodegas de carga. Por espacio que no fuera.

Escorado Infinito

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