Читать книгу Escorado Infinito - Horacio Vázquez Fariña - Страница 9

Capitulo 4

Оглавление

¡¡¡Oooppppsss!!, Gie se tambaleó como un equilibrista cómico del planeta Mits, no porque el suelo se moviera, ni porque nadie le empujara, sino porque se vio de repente inmerso en un escenario total y absolutamente opuesto al de donde provenía y la impresión era pero que muy fuerte. Uno... dos... Naturalmente Gie se olvidó de la paterna advertencia de “hay que moverse, hay que moverse del sitio pronto o si no problemas”, y ¡oooooopppsss-dos!, la confiada Sarie lo desplazó de un contundente culazo a varios tis de distancia; y menos mal que el dimorfismo propio de la especie humana y el particular entre una menudita y un gigantón, amortiguó algo el encontronazo. Su primer impulso, aparte del provocado por el arietazo de posaderas -de las que no estaba mal dotada, no señor- fue tratar de socorrerlo, pero cuando lo vio espatarrado y en actitud de “vete al ñec”, no pudo contener una risa estruendosa. Podía más la escena que el nuevo escenario. Sarie, tampoco obedeció el sano principio de “vete antes de que te den”, y naturalmente 3... 4... recibió su propia medicina en forma de un gran “¡oooopppppss-tres!”.

Ist placó a Sarie como un jugador de Irw y al mismo tiempo se giraba para aterrizar de espaldas de la mejor forma posible. Sarie quedó tendida sobre su musculado cuerpo, y mirando la narizota de su compañero de viaje. Nariz contra nariz, embarazosamente. Ist se disculpó. Sarie, en un típico e instintivo acto reflejo de femenina autoprotección, se había envuelto en el cuerpo de Ist como si de una manta se tratase, con el aliciente extra de un muy placentero colchón. Gracias a él se había salvado del duro aterrizaje contra el suelo, buenos reflejos. En Nave había un buen gimnasio y Ri era un buen esparring. Ella titubeó con cierta resignación, pues aquella extraña sensación entre sensual y desconcertante, no resultaba en el fondo tan incómoda. La verdad, nada incómoda ¡Nada de nada! Pero, finalmente aflojó su empalagoso abrazo con la sorpresa bien vencida, mas con la curiosidad no satisfecha de saber qué ocurriría si aquel recíproco agarre se hubiese mantenido tan sólo unos pocos estados más. Aflojar no es soltar. “Lo siento, pero es que no te has movido”, fue la justificación de Ist para el tropezón. Y era cierto también. Simple pura cortesía. Todavía no tenían demasiada confianza como para lanzarle un imposible grito de protesta, o una más creíble felicitación por estar tan bien construida y qué suerte había tenido, porque, además estaba eso de que realmente le había encantado notarla toda ella en todo sí mismo. Sarie por su parte reconocía su culpa. Él disculpaba la disculpa. Todo bien, no pasaba nada ¿Qué no? Algo sí. Concretamente, un “pequeño” detalle. Estaba encima de él. Y al parecer, como que muy reconfortados el uno con y del otro. Gie, en cambio, contemplaba la escena con el desagrado propio de un marido celoso, pero se limitó a esperar que la situación se recompusiera por sí sola. Tal vez aquel “¿estás bien?” de su hermana, amenizaba ligeramente el parsimonioso, inacabable -e insufrible- instante, y de paso le daba un muy suave, demasiado suave, cachetazo a las hormonas. Eso esperaba. Muy bien, ya estaba dicho, y él respondía que “fantástico”. Mal. No ayudaba, porque a ojos del receloso de la vista nublada nada se recomponía. Es que parecían estar como que muy a gusto, buf... Eso, eso era lo que precisamente le incomodaba sobremanera al testigo del escándalo. Que pasaran los segundos, y ambos como en la gloria. Así pues –qué remedio, pero no muy a su pesar- se vio obligado a interrumpir “aquello”. Con todo el disimulo que podía. Pero Sarie...

-¡Podéis aprovechar para hacer un hijo, la postura ya la tenéis, jajajá!

Es lo que dijo; lo que pensó de forma febril pasaba por la combustión del carbono tras rociar a alguien muy concreto con cualquier sustancia altamente inflamable, más el pertinente empalamiento y lapidación de postre. El cerebro no sabe disimular de puertas a dentro. Cuando había dicho que la protegería, estaba hablando en sentido literal. Hasta le rechinaban los dientes de la falsa sonrisa. Sarie, al fin, advirtió el semblante desencajado del puritano. “Esto... Sí, la verdad es que deberíamos...”. Coño, ya sabía que se estaba bien, pero que era su benditísima hermana, y, bueno, ¡”un poco de pudor”, ¿no?! Hasta ese momento Ist había permanecido hipnotizado por la bella Sarie, pero todo llega, y al fin, despertó ¿Le habían gritado al oído? Pero claro, claro, qué tontería, a ver, que le ayudaba a levantarse; era todo un caballero. Tres, dos, uno, y bienvenidos ambos a una posición más vertical y civilizada. Casi como si un resorte interno se les hubiera disparado al unísono, comprendieron que aquella situación había resultado de lo más –benditamente- ridícula. Pero, cambiando rápidamente de tercio, ahora, incluso, comenzaban a ser conscientes de su entorno. Alarde fino de post trauma erometafísico por parte de los abrumados, que conseguía, por fin, devolver a las neuronas a la puñetera realidad.

Pues eso, que por suerte allí no hacía frío; de hecho se estaba bastante bien. Demasiada oscuridad para apreciar cómo era el nuevo mundo que tenían ante sí. Algunas extrañas ráfagas aéreas de luz amarillenta dispersas en un púlsar rectilíneo que se perdía al fondo les permitía distinguir la soledad en la que se encontraban. Aquella atmósfera los envolvía como una tenue materia vaporosa que les impedía disfrutar de una vista más completa del conjunto. En la disparidad de tales pensamientos fluía constantemente un sonido profundamente escondido que los acompañaba invisible fundiéndose con lo lejano. El suelo era muy distinto al que estaban acostumbrados. Tanto tiempo pisando aquellos austeros corredores de masa-plasma que revestían por igual cualquier nave que ocuparan, producía en sus cerebros un agravio comparativo de indescriptibles sensaciones. Aquel paisaje irregular alteraba su percepción de la lógica y de lo real. En Ría la uniformidad -de todo- era lo único destacable. Qué armonía, qué igualdad tan maravillosa. Nada desentonaba. Todo igual, si: todo igual ¿Qué abigarrado cuadro era ese?, y sobre todo, ¿qué era aquel revuelto verdinegro que sobresalía por todas partes, entre una superficie irregular, blanda, dura, hinchada y hueca ¿Y aquella especie de plataformas aisladas plantadas en mitad de la nada? Gie, culo cansado, prefería aparcar sus sensaciones. Luego de asentar las posaderas, ya se vería. El sitio parecía casi hecho a la medida. Y tanto; como que había sido construido para ese cometido. Sarie e Ist lo acompañaron de buen gusto. De no mediar el confortable tejido de sus protectores trajes de gom entre la piel y aquella suave pero dura superficie granulada, habrían podido notar de inmediato el frescor de la piedra humedecida por el vaho que destilaba el vaporoso ambiente; y sentir, también, la dureza natural del pétreo asiento.

Los tres se encontraban inmersos en su tarea de entender aquel entorno tan diferente a lo que podían haber concebido, cuando de repente Ist escuchó un, “hola Comandante...”. Aquella voz surgida de su espalda lo removió del asiento y le obligó a girarse bruscamente ¿Qué le llamaba la atención a Ist? Algo que no podía creer.

-Hola Comandante.

Sarie y Gie se volvieron también, pero con cierta cautela, casi desenterrando el aire que abarcaba sus miradas. Hay cosas que no se pueden entender ¿Una visión? ¿Estaban locos? ¿Los tres? ¡Sorpresa! Vaya, mira quién ha venido de visita. Ninguno daba crédito ¡Eva! ¿Eva? No, que no era la tal Eva ¿Quién rayos era entonces? Tenía la misma apariencia y hasta el mismo tono de voz que la sanguinaria. Pues entonces si no era Eva, ¿qué hacía una Eva allí?, precisamente allí, y –qué casualidad- en el mismo justo momento en el que habían desembarcado en el pasado. Ist ya no estaba muy seguro que nadie más se hubiera colado en el punto de llegada. No entendía nada ¿Qué intenciones tendría? ¿Vendría de la Nave Uno o de la otra dos? ¿De qué parte del tiempo enloquecido? ¿De dónde vendría, por amor de Dios? Precaución, no saber es lo mismo que estar expuesto a que te ocurra algo poco agradable, pero, a ver, ¿qué oportunidad tendrían con un morphoide de aquellas conocidas características? Se suponía, por casi obligada deducción, que era un morphoide; e igualmente ineludible resultaba las consecuencias que el silogismo de tal condición presentía. Ninguno de los tres haría ningún esfuerzo en desmentir tales sensaciones. Ist en concreto comenzaba a temerse que Eva pareciera dispuesta a perseguirlo hasta la eternidad. Lo mejor era ir tanteándola ¿Le conocía? No, pero sabía leer los galones rianos y estaba claro que él era Comandante. Y no tenían nada que temer de ella, venía de parte de Teip. Ella se llamaba Eti, y era una amiga. Así se anunció. Como una buena nueva. Caray qué maravilla, eso era otra cosa; hora podían deshacer conjeturas y plantear otras. La primera era, obviamente, ¿qué tipo de relación existía entre esa Eva y Teip? Aunque, la verdad, cabían más, y ciertamente no menos importantes, como esta: ¿le podían hacer caso al bicho? O quella, tan interesante, de, ¿y si lo cabreaban? Por lo demás, qué fácil había sido encontrarla; o ser encontrados. Teip era el objetivo, y ya no necesitaban de las indicaciones que les había suministrado Coi ¿Demasiado fácil? Pero a Gie lo que le sorprendía era otra cuestión ¿Teip, eh? ¿Por qué no había venido él? Porque había venido ella. La lógica era aplastante.

-Lo que no os podíais imaginar es que Teip ha estado en este exacto lugar no hace ni diez minutos. Bueno, eso es otra historia ¿Vamos?

¿”Minutos”? ¿Qué era eso? Y “vamos…” ¿A dónde? ¿Y si no querían ir? Gie replicaba con muy pocos miramientos, o tal vez con muchos, muchos miramientos. A ver si aquello les movilizaba el ánimo: a los remisos les arrancaba las vértebras y se las embutía por el culo. Muy convincente. Sí, definitivamente se trataba de un morphoide con recursos. Como un coro de pardillos en despistada alerta, se intercambiaron un sube y baja de miradas. Les había dejado sin argumentos. La combinación de aquella inocente carita sonriente difuminada en siniestro por las sombras intermitentes que proyectaban los focos que iluminaban aquellos desfigurados contornos, difícil de cuadrar con la resoluta fiereza de sus palabras, provocaba en los tres una verdadera sensación de agobio. Sobre todo el que sentía Gie al escuchar que sería el primero, para convencer a los demás. “¡Claro que vamos; venga, andando!” -pensó el agraciado-. No lo dijo, pero sus ojos le delataron la forzada cooperativa intención. Todo era coña, ¿no? Sus estrepitosas risas servían claramente como un seguro de vida. Gie se notó incómodamente ridículo. Estaba claro que al putoide le gustaba gastar bromas. Al menos les invitaba, cordialmente, a acompañarle. Teip les estaba esperando. Alivio. La salerosa sabía pronunciar incluso un amable “por favor”. Qué bien, qué bien. Mejor así. El circuito de marras de este modelito adoptaba variantes insospechables ¿Cómo hacerle un feo a un bichito tan educado? Convencidos.

-Gracias por el voto de confianza de sus silencios, procuraré no romperles demasiado la cabeza. Ahhh... es una forma de hablar de por aquí, ¡jajajá!

“Tiene un gran sentido del humor” -proclamó Ist rotundamente- como queriendo clavar una bandera de paz en un nuevo mundo.

-Suban por favor.

¿Qué era eso? ¿Iban a ir en esa... cosa? Anda, pues que se llamaba “coche” a la cosa, y “eso”, además los trasladaría a su nuevo destino. Según su “cordial” apreciación habían tenido suerte, a aquellas horas de la madrugada y por esos lares, sólo el “faro” les hacía compañía ¿Habían visto qué bonito era? No, si al final les iba a recitar alguna poesía. Pero, ¿qué era un “faro”?

-Miren que luz más hermosa.

Ah, que sí, que sí, muy bonito, sí señor. Pues en Ría había quince soles, y la noche se provocaba artificialmente. La verdad, no era nada fácil valorar el adornado discurso de Eti en aquellas circunstancias ¿Eti era realmente Eti? Era calcadito a Eva. Pero Eva les tuteba. Recordarlo ayudaba algo. Por ahora buen síntoma.

Subieron, pero nadie ocupó el asiento delantero. El trasero era amplio y mejor juntos, por si acaso. Eti no pareció darle mayor importancia. El vehículo se puso en movimiento y comenzó su trayecto. Según este iba discurriendo se iba también disipando la neblina. En determinado momento esta se disolvía casi por completo vencida por una galería de infinidad de fuentes luminosas que mostraban un nuevo e inclasificable panorama plagado de curiosas construcciones de todo tipo de formas y colores.

-De donde veníamos normalmente se respira tranquilidad a cualquier hora, pero hacia donde vamos ya habrá más movimiento. Por aquí mismo suele transitar mucha gente joven que se dirige hacia la “zona de copas”. Vamos, que a disfrutar de la noche.

Efectivamente, varios dispersos grupos de chicos, en general “aparentemente” gente de sus edades, aunque también algunos más jóvenes como otros más entrados en años, todos desplazándose a pie, parecían disfrutar, unos, del día más feliz de su vida entonando cánticos tribales los más audaces, y otros -en actitud más relajada- se deducía simplemente cordialmente compenetrados en pos de algún más que seguramente grato destino. Ahora se cruzaban con otro “coche”, pero curiosamente era distinto, más grande, y de otro color. En aquel mundo todo era distinto. En Ria todo era igual ¿Por qué motivo no iba a serlo?

-Es un “autobús”. En realidad debe tratarse de un servicio especial, porque a estas horas -y son las dos de la madrugada- no es un servicio habitual.

El “autobús” iba repleto de gente, gente dormida y como aquellos con los que se habían cruzado, muy muy parecida a ellos ¿Demasiado parecida? ¿Qué se habían imaginado? En Ría, la verdad, pasarían desapercibidos, excepto, naturalmente, por los atuendos que vestían. En su planeta todo el mundo vestía un conjunto multiplásmico, muy cómodo y sobre todo: multifuncional. Podía trocar de aspecto y color ¿Sería igual allí? -se preguntaba Sarie-. Qué poco tiempo para que papi les explicara tanto y cuánto su engaño de tanto que no sabían. Ni siquiera de aquellas correrías de los viajes en el tiempo. Cuando Gie visitaba la ahora identificada Luna en busca del decodificador, pobre, creía estar haciendo otra cosa ¿Por qué papi les había comentado lo de la máquina sólo cuando obligaba más el comienzo de las hostilidades con el maldito Dart, que la buena atención paterna con sus hijos para saber de algo tan importante? Cuánto misterio.

Dejaban a mano izquierda el mar oscuro trenzado en refulgentes reflejos lumínicos y se adentraban en una zona más densamente iluminada. En Ría también tenían mares, canalizados -eso si- en anillos, que circundaban el planeta en todo su perímetro; y las luces de detección de intrusión producían un efecto parecido, aunque sus aguas eran pura calma y los diseños coloristas eran totalmente estáticos.

El blanquecino vapor se iba diluyendo casi por completo entre el silencio roto por momentos por algunos transeúntes bien animados. Comenzaron a avistar de cerca lo que aparentaba ser los habitáculos del descanso de aquellos que, sin duda por el panorama que se descifraba, una buena parte de ellos ya lo estaban practicando. En Ría, el plasma masa-energía-masa daba forma a sus fachadas, tan iguales, tan exactamente iguales… Qué incómodo les parecía ese extraño medio de transporte.

-Este es un vehículo de alta gama, lo más cómodo que hay en el mercado.

Gie se abstraía en sus pensamientos: “Claro, que sí –monstruo-, claro que sí –monstruo-”. Por fuera, sonrisa de circunstancias.

-Ese que se nos ha cruzado ahora es un “taxi”, se trata de un vehículo que está destinado al servicio de transporte de personas previo pago.

“Dígame” –la pregunta iba destinada a Ist- “¿Qué se siente cuando uno cruza el umbral del tiempo? ¿Un cosquilleo, se marean, duele?” En realidad –se sinceró- ella venía también del futuro como ellos, pero no recordaba nada de todo lo anterior a su nueva vida porque ese pasado le había sido borrado de la memoria. Tanto daba, esto le gustaba y no se hacía preguntas que no le iban ni le venían. Todo lo que le interesaba…

-Está aquí. Tampoco… se… vayan... a creer que llevo mucho tiempo con Teip. Un año y tres meses, pero este mundo como os digo, me encanta. Sí, ya sé que me remonto mucho antes de la fecha que provee el trazador que os ha traido hasta aquí. No me pidáis explicaciones que ni Teip os pueda resolver.

Pues menuda sorpresa. Es era la única forma –le recordaba estupefacta Sarie.

-Cierto. La verdad, lo único que puedo deciros es que ya no existe. Es lo que él me contó.

Doble cambio de rasante. Uno: aparcar el extraño asunto como si nada. Dos: mutar del “usted” al “tú”, así, sin más. Hacerlo tan inesperadamente, era una señal que no pasaba fácilmente desapercibida ni siquiera para Gie ¿Había metido tal vez la pata miss simpatía?

-Y Teip... Teip es un cielo, sólo por él ya vale la pena.

Esa tampoco. Quizás el Teip ese le inducía a manejar más hogareñamente sus palabras. Qué más daba. A Sarie lo que le intrigaba era que si había transcurrido ese tiempo de su presencia en aquel mundo, sería razonable deducir que no había de tener relación con los recientes sucesos acaecidos en el futuro. Si era cierto. Y fuera así, o no, ¿podían tener alguna certeza de nada en aquellos momentos? Ist todavía buceaba entre la verdad aparente y la embustera de aquella aventura sufrida, y aún no se había decantado por mostrarse más abierto a su cicerone. Aún. Pero lógicamente, ya que no había forma de huir de aquella emboscada, se veía obligado a aceptar que fingir normalidad era lo más prudente. En principio, por si acaso, mejor hablar lo justito. Algo cordial: que se alegraba por ella, y que veía que se llevaba muy bien con el amigo. Al final, despachose con un “nada, la verdad es que no se siente nada” y asunto zanjado. Como lo miró con cierta extrañeza, decidió completar la informativa: todo se oscurecía alrededor de repente y uno pasaba de un lugar a otro. Simplemente; sin más. No, no había notado nada. Bueno, ahora sí aparentaba quedar redonda con la propina.

-Me imagino que todo esto que os ocurre os resultará muy extraño.

Menuda tontería, qué va. No. “Todo está transcurriendo francamente tan... tan…, normalmente” -pensó Ist-. Pero algo había que responder a la “encantadora” preguntona. Aún así, lo único que se le ocurría era comentarle que no estaba muy seguro de nada. Escueto, sincero y para qué gastar más saliva.

-¿Y tú, Sarie?

Ella igualmente, claro ¿Le había informado de sus nombres Teip? La pregunta no parecía haberla incomodado, pero tampoco iba a reportarle grandes rendimientos, pues obsequiola con un largo “ya he dicho que hay cosas que serán explicadas en su debido momento”. No era mucho, y tampoco correspondía a su propia curiosidad.

-¿Qué opinas del fenómeno, Gie?

-No sé.

-Y tú, ¿cómo te llamas?

“¿Sabes sus nombres y el mío no? ¿Por qué?”, preguntó Ist con cierta desconfianza... riana. Como sembró, recogió: ya llegaría la oportunidad de saber más cosas y que tuviera –por favor- paciencia. Sarie comenzó a reaccionar de una forma más ambiciosa. Algo le rondaba en la cabeza y sin recato formal alguno, quiso saber, atajando circunloquios.

-Ya no sé que pensar, usted...

-Llámame de tú, cariño, te lo ruego. Y eso lo extiendo para vosotros dos, naturalmente. Ya os estoy tuteando, ¿no?

“Te lo está rogando, “cariño”” -indicó Gie con una casi palpable malicia-. En cambio Eti, realmente indulgente, le dedicó una sorprendente mueca entre tierna y cómplice. Era como si buscase ser la perfecta anfitriona. Linda naturalidad sin aparente esfuerzo para obsequiar, o mejor, para colmar al personal con su... -para qué engañarse- confusa y “particular” cordialidad. Pero Gie no estaba muy seguro de si tan glamuroso interface que mostraba la debía encuadrar en bicho posiblemente encantador del planeta-mierda, o una amenaza, simplemente. Monstruo. Sarie era más conciliadora, tal vez más precavida; seguramente más calculadora.

-Eti, perdona a mi hermano, tiene la vena histriónica de la familia. Mi madre, según me han dicho, era la alegría personificada, y muy dicharachera. Y bromista. Seguro que sus genes están personificados en él ¿Verdad Gie?

Claro, claro, eso le gustaba al monstruo. Al parecer fructificaba tanto la relación en tan poco tiempo que la criaturita ya daba por hecho que se iba a llevar de perlas con su “interesante” hermanito –o por lo menos, así lo definía-. Y si ella había heredado la belleza de su madre, entonces ella era también, además seguro una persona muy agradable, sin duda también una mujer hermosísima. Luego le daría un mejor repaso visual, pero seguro que sí. Qué gusto daba ver lo bien que la habían enseñado. El manual del protocolo de los buenos modales y el mejor saber estar, al completo. Por ahora se conformaba con mirarla a través del retrovisor para…

-Vaya, sí, sí que eres guapa. Guapísima. No sé... Te contemplo... Y... Me haces recordar... Recordar... Qué tontería. Pero, ¿qué me ibas a preguntar antes, cariño?

“No tenía importancia”. Sarie ahora sí que fingía y con mucha intencionalidad se ocupaba de la parte estética. Probablemene lo último que había escuchado le había dejado bastante pensativa. Por lo tanto, mejor antes crear un clima de complicidad que le granjeara su confianza, y luego ya se vería. Por lo demás, que no se preocupase nada de nada. No, insistía: podía preguntar lo que quisiera. “De verdad que era una tontería, pero…”. En realidad ya estaba abriendo de nuevo la puerta que había dejado entreabierta.

-Mi hermanita quiere saber, seguro, qué modelo eres. A ella le encanta saber de estas cosas ¿A que acierto Sarie? ¿Verdad que sí Sarie? Ah, y por cierto: a mí también me pica la curiosidad.

¿Era eso? Anda… Pues por supuesto que no tenía nada que ocultar. Por su parte ningún inconveniente. Y se rió, con ganas. Era un EER-2... Gie podía ahora respirar aliviado ¡¡¡Otro puto EER-2!!! Una monada, que en cualquier momento iba a enloquecer y querer “protocolarizarlos”. Palideció como un trozo de vasre disecado bajo los dos soles de Iññi. Y encima lo había soltado casi con regocijo ¡Calma! Cómo no iba a percatarse del susto que les había endosado “sin querer…”. Sabía bien el motivo. Calma pues, porque en realidad, era un EER-2…, b3. Un modelo muy distinto el de los EER-2 b3. Sólo guardaba el parecido estético, ¿de acuerdo? ¿Le gustaba ahora algo más al desconfiado riano? ¿Por qué se centraba en él –se preguntaba Gie-, si les gustaba, a todos? En cualquier caso, ahora sí que respiraban con alivio. Pero no faltó el tremendo bufido del aludido. Captado. Con su alegre mirada de colores le correspondía la “a secas”. Y con un estremecedor “lástima la mala fama que tenemos esta versión por aquel caso en que una de nosotras durante una travesía se dedicó a devorar a los tripulantes ¿Cómo se puede hacer algo así a cositas como tú, guapetón?”. De mal en peor. Rayos, rayos cósmicos elevados a la enésima potencia del colmo de los rayos ¿Cómo se salía de allí? ¿Sería el “coche” un sistema de autoservicio alimenticio de los putomorphoides?

Qué monada: no le soltaba ahora que se trataba de una... ¿Broma?

-Una broma, caramba, sólo eso ¿Y ese sentido del humor?

Graciosilla. En fin, visto el nada sospechoso silencio unánime que había provocado, se entregó inmediatamente a la urgencia de paliar el comentario, haciéndoles observación que se trataba de una leyenda que jamás había podido ser demostrada. Al parecer, además de graciosa, indocumentada. La incertidumbre se apoderó de todos en sus apuestas mentales. Gie cerró los ojos y empezó a imaginarse que dulcemente le reventaba el cráneo a patadas.

-Ya llegamos. Qué cerca, ¿verdad? Apenas a unos minutos.

¿”Minutos”? ¿Qué medida era esa? Eti percibió en sus caras el desconocimiento de aquella magnitud. Para resolver esas carencias estaba ella. Un minuto equivalía a unos 60 estados, y allí un estado era prácticamente un segundo. “Pues a mi me ha parecido una eternidad de segundos” -concluía Gie-. Otra sonrisa dulcísima de Eti le hizo cerrar la boca. Para Gie -lo juraría sobre la Base de Registros de Nave si hiciese falta- que había mostrado los incisivos de forma especialmente aterradora.

Eti giró a la derecha el volante y el vehículo descendió por una rampa. Tras avanzar unos metros, finalmente aparcó frente a una pared. Eti los invitó a abandonar el vehículo. Aceptaron encantados. Ist, por fin, se animó a interpelar, hasta con cierta naturalidad, a la “sonrisas”. Con la idea de marcar una nueva equis en su lista de dudas nacientes hacía su consulta ¿Qué material era aquel omnipresente que parecía recubrirlo todo? La respuesta no se hizo esperar: un conglomerado mineral, vulgarmente llamado piedra; ese concretamente estaba mezclado con… Bueno, tenía como nombre “hormigón” y era de gran consistencia. Ist ya podía marcar su equis. “¿Y esto qué es, Eti?” -remarcó Gie con gran curiosidad- Era sobre algo que le llamamaba poderosamente la atención. Un “minuto” más, y ya la trataría de coleguita ¿Qué estaba mirando fijamente Gie? Un clásico. Alguien había dibujado sobre la pared la representación gráfica más universal del amor: un corazón cruzado por una flecha. “Seguramente cosa de adolescentes. Sí cosa de críos” –aclaraba Eti-. Imposible de pasar desapercibido. El maestro de aquella obra le daba gusto a la publicidad de su amor. Además algo había escrito. “Toma, Gie…” -ofreció la “sonrisas”- ¿Deseaba entender lo que decía? Funcionaba de maravilla, le iba a gustar.

-Os lo tenía preparado para más tarde. Es un traductor mental inmediato, regalo del vuestro tiempo, para vosotros. En un par de... “segundos”, podrás entender los dos idiomas que aquí se hablan.

Eti entregó al riano un micro audífono, tan diminuto que había que tener mucho cuidado al recogerlo, pues difícilmente lo encontraría en aquel negro y polvoriento suelo si se le cayese. Comentario: que no se preocupara si notaba un leve pinchazo.

-¡¡Ayyy, coño!! ¡Duele!

Los tres novatos seguían hablando su jerga extranjera, pero Eti estaba configurada para entenderlos. Lógicamente -y por lo visto, justo a partir de ese mismo instante- la primera necesidad era la de poder comunicarse con todo el mundo.

-Jajajá, bueno a veces duele, sobre todo si no se coloca de la forma adecuada. Siento no habértelo comentado antes. En realidad el aparatito extiende muy superficialmente unos sensores de inervación que se infiltran bajo la piel y sondean las ondas cerebrales de las zonas de comprensión del pensamiento hablado y escrito, y lo traducen. Toma Ist, uno para ti y otro para tu chica.

Ist se reveló como un curtido profesional de lo que para él no suponía ninguna novedad. Ya lo conocía. De hecho lo había empleado en más de una ocasión en alguna misión en la que tenía que relacionarse con colonos de las zonas periféricas. En realidad el implante que portaban lo supliría perfectamente, pero por protocolo de seguridad fuera de Nave, y en servicio no militar, sólo era accesible mediante petición. Había cosas que no se entendían, pero era así. Era como si se tratase de evitar la comunicación entre otros pueblos. En cualquier caso, donde ahora se encontraban poca petición podría realizar, pero les vendría bien, sobre todo porque la base de datos que había de tener cargada era difícil que la tuvieran implementada sus implantes. Se aproximó a Sarie.

-Para que no te duela tienes que ponértelo así.

Tras colocárselo con tanta profesionalidad como delicadeza, soltó un turbado: ”y Sarie –ejem- no es mi chica”. Pero a Ist naturalmente le hubiera encantado que sí lo fuera; y mordisquearle el lobulito tan chiquirritín en aquella orejita tan chiquirritina…, tan mona... tan... Qué “buena” estaba Sarie ¿”Buena”? Primera aproximación de Ist a su nuevo contexto lingüístico. Curiosa, pero también, por alguna razón, a su juicio, ciertamente afortunada expresión. La ocurrencia parecía venirle claramente dictada, pero, extrañamente no sólo parecía haber sido inventada exclusivamente por la voz extra de su mente, sino que de algún modo también daba la impresión de haber participado su propio criterio. Qué rara sensación. Eti se disculpó.

-Pensé... Es que me pareció...

“Pues, ejem... no” -resolvió apuradamente Sarie-. Entretanto, Gie se encontraba enfrascado en descifrar aquellos galimatías que por arte de magia comenzaban a aclararse en su mente.

-Aquí dice...”eres una zorra, te voy a matar por puta y Gabi es mi chico para siempre”.

Sarie reprendió a su hermano basculando la cabeza, añadiendo un “no, hombre no, más arriba”.

-Ahhhh, a ver... “Siempre serás mía, siempre seré tuyo”. Muy romántico. Y las iniciales son “S” é... “I”. Qué cu…ri…o…so, mira que casu... Ejem...

“Vaya... ejem... está todo lleno de anotaciones, ¿no?” -señaló un atascado Ist rascándose por detrás de la oreja-. “Ejem... sí; todo lleno... ejem.... ¿Nos llevas ante Teip, Eti?” -replicó una Sarie atacada y atascada por las prisas-. Eti asistía al coro de “ejems” más logrado de toda su vida. Podría bailarlo, tenía ritmo. Sólo faltaba el trailará de acompañamiento.

-Tenemos que usar el “ascensor”, está en un “ático”. Son cuatro “plantas”.

Se introdujeron en su interior. A los tres se les ocurrió lo mismo: era tan pequeño... Cuatro esquinas y cuatro inquilinos. Eti tenía frente -cómo no- a Gie, que permutó inmediatamente con cierta mal disimulada inelegancia su puesto con Ist. Sarie volvió a reprenderle. Tenía que ser más cordial. Eti estaba siendo muy correcta y amistosa con ellos. No dejaba de ser cierto. Siendo así, lo menos que podía hacer era evitar esas groserías. Por el “monstruo” ningún problema, parecía resbalarle cualquier comentario descolocado. Para ella, que seguro habían de hacerse buenos amigos al final. Simplemente había que darle tiempo al tiempo. “Y un ñec”, pensó. Aún le dolía el pinchazo.

-Por favor, cariño, pulsa el cuatro.

“Sí, naturalmente” -respondió Ist bastante más amable-. Qué arcaico le parecía todo aquello. Había que pulsar un botón para arrancar aquella máquina elevadora. Pensó en el teletransportador y se dijo “bueno, igual no está tan mal, no parecen utilizar la putidesintegración cuántica”. Pero Sarie seguía exportando dudas. La cuestión que cocía en su cerebro era que Eti les había estado esperando. Sabían, ella y Teip, que iban a llegar en el momento exacto, obviamente. O por lo menos, ello se deducía a las claras. Puso la directa y se lo preguntó.

-No.

Vale: no. Entonces tenían necesariamente algún mecanismo para avisarles. Por supuesto que sí. Sabían dónde, pero no quién ni cuándo. Solución: habían instalado un sensor de presencia que controlaba ese punto concreto. Estaban advertidos por Coi de esta posibilidad, pero no sabían quién o quiénes podían llegar. Ese misterio no se lo había desvelado. Mucha prudencia se intuía en esa forma de operar –reflexionó la riana-. Eti aclaró. El elemento modificador de la realidad de aquel presente, es decir: las presencias que en el afloraban, se encontraba siempre supeditado a los acontecimientos del futuro y por lo tanto...

-Este es un “pasado” de visitas impredecibles, que por sí mismas introducen cambios en la línea temporal inevitables. Hasta ahora ínfimos, por lo que sabemos, pero cambios a fin de cuentas. Aunque en algunos casos se producen verdaderas mutaciones según me han contado. El futuro se comporta como un presente paradójicamente maleable, también por lo que ocurra aquí. Es decir, el que regresa desde aquí hacia el futuro -y puede hacerlo teóricamente hasta el infinito- introduce nuevos elementos de diferenciación también “allí”. Tantas veces que se visite, tantos nuevos modelos potenciales de modificabilidad en ambas direcciones. Pero también, por alguna razón, con cada regreso, el cerebro, o nuestro destino, queda liberado de la automática repetición de una concreta secuencia de actos. Esto ha sido corroborado por Coi y Dart.

¿Coi y Dart, eh? Vaya, vaya… Callaron fingiendo no dar más importancia a lo escuchado. Por el momento no había tanta confianza.

-Nos contaban, a Teip y a mí, que cuando llegaban a su presente desde aquí, en cada ocasión se encontraban que habían asumido de la forma más natural que habían realizado cosas parecidas en todo caso, pero nunca idénticas. En ocasiones tomaban incluso un giro bastante diferente. Lo sabían por los registros del implante, que le relataba sus vivencias anteriores. Ya sabéis lo mágicos que son esos sofisticados artilugios. Siembran en el cerebro incrustando ideas, emociones y sensaciones. Sí, la alteración configuraba una nueva realidad que se asumía sin más y sin incongruencias, como un reloj. Sin los implantes hubiera sido imposible saber que eso era así. Curiosa propiedad del tiempo, afecta a la materia orgánica pero no altera la inorgánica. Mientras en el primer caso lo deriva, en el segundo, simplemente lo replica, pero manteniendo su consistencia funcional. No sé si me estoy explicando bien. Quizá os esté dando el “tostón”.

Nada de eso se adivinaba en sus miradas. Pero –cuestionó Sarie-, ¿cómo controlaban las “llegadas”?

-Vivimos aquí. Ya habéis comprobado que la distancia que hay entre ambos puntos es relativamente corta, pero evidentemente tampoco estamos al lado. El “problema” está resuelto. Usamos marcadores de plasma de baja energía. Muy difíciles de detectar, y muy sencillos de controlar.

Una vez comprobado la presencia por alteración del flujo t-molecular de la posición de llegada, recibían una señal que les indicaba que tenían visita. Los había encontrado rápidamente, ¿no? Las preguntas de la preguntona, al menos eran educadamente contestadas.

Sarie se había desmelenado por entonces de su desconfianza con Eti. Eso ayudaba también a vencer la persistente resistencia de los otros dos a dejar atrás el recelo hacia un modelo EER-2 b3, que a fin de cuentas estaba siendo muy colaborador. El ascensor se detuvo, habían llegado. Eti extrajo de alguna parte de su vestimenta un trozo de algo que brillaba y lo introdujo en una estrecha ranura de lo que parecía la entrada al habitáculo. Una vez franqueado el marco de la puerta a Gie se le antojó aquello demasiado extraño y se quedó escrutando el fondo del pasillo sin avanzar.

-Ah, esto es una llave, ya veo que todo es realmente extraño para vosotros. Es normal, es vuestro primer día. A mí me pasó lo mismo. Yo andaba totalmente desconcertada, hasta que Teip... Teip es un encanto. Fue conocerlo, y... encontrarme a gusto con todo... Es una persona maravillosa. Ahora lo conoceréis. Eso que veis es sólo el corredor que conduce al resto de las habitaciones ¿Eres siempre tan desconfiado “monada”?

Eti se había percatado de la reticencia de su inquieto visitante para avanzar por aquel lugar tan estrecho. Él era riano, y quería dejárselo bien patente.

-¿Cuál es tu grado?

Gie se sorprendió. “¿Qué le importará al bicho qué diantres soy?” -formuló en un pensamiento de tacañería informativa-. Al final, hay que ser educado: Iser, era iser. Ah... el equivalente... Lo más parecido allí a un médico. Pues no le cuadraba con un médico. Era grande y extrafuerte. Y bastante irreflexivo. Bueno, no se lo podía soltar así, pero su mirada...

-Ya sé, ya sé; me ves como para Infantería, ¿no? Todo el mundo siempre piensa lo mismo. Es por mi constitución física. Lo entiendo.

“Los iser tienen una muy buena formación militar” –corroboró Ist-. Explicose: se trataba de una especialidad médica muy singular; podríase decir que eran “los médicos de las guerras”. No, no tenían nada que envidiar en absoluto la preparación física de un infante -concluyó-. De hecho no eran más que una variante. Gie hubiera preferido que hubiese comentado sobre la otra vertiente que curaba a heridos, pero era lo que había.

-Seguro que a pesar de tu juventud ya habrás participado en algún conflicto, ¿verdad? Para vosotros la Academia es algo especial: aprendéis rodándoos. Solía ser así.

-Mi hermano participó en los combates de t3-55.

¡Caramba! Uffffff... Sí que picaba alto el hombre ¡Ni más ni menos que t3-55! Aquel sector había alterado terriblemente el cuadrante 59-tl2. Hasta la pacificación. No dejaba de ser un conflicto doméstico, pero al fin y al cabo suponía involucrar a una buena porción de la galaxia MV-15 y eso sí que habían sido palabras mayores. Con todo, con lo que localmente le había tocado, era mucho, mucho, mucho.

-Sí, allí aprendí lo bueno y lo malo, lo noble y lo miserable.

Entonces sí que tenía experiencia de la brava ¿Cómo era que estaba vivo? Bueno, lo soltó con grosera naturalidad, sí, pero es que la cifra de caídos había sido tan espectacular que casi era un razonamiento obligado. Habían recurrido a la humana infantería en aquel conflicto en lugar de morphos. Ist sabía perfectamente el motivo: el control de excedentes humanos. En verdad que las noticias que se habían conocido de aquel sector habían sido terribles. Millones cada día.

-La verdad es que no lo sé. Simplemente tuve suerte. Pero contemplé la muerte por doquier.

Siendo hijo de quien era, ¿no había buscado eludirlo? No, todo lo contrario, él mismo había ido de cabeza porque se había apuntado por propia voluntad ¿La familia? No había dado su brazo a torcer y ya estaba. Fantástico con el Gie, pero, ¿qué decir de sí mismo? A él le había tocado nave, nave y nave. O sea: mirar desde lo lejos. La confederación había tardado menos de tres cots en arrasar las naves enemigas, pero los planetas había que liberarlos con la Infantería, porque había rehenes –decían-. Los morphos ejecutaron brillantemente su cometido, pero ciertos concretos planetas fueron elegidos para soltar las tropas de infantes.

-Papá en un principio intentó evitarlo, pero él decidió que era libre. Quería ayudar. Con diecisiete años. Lloré como una desgraciada. No entiendo como papá lo permitió. En fin, menos mal que puedo verte.

Y lo contemplaba ahora embelesada, como quien tiene ante sí un dulce y quiere zampárselo. La adoración que siente quien te tiene en el corazón. Gie no llegaba a extremos de torpeza tan colosales como para no saber identificar el significado de aquella mirada y le besó en la frente sin disimulos. “A mi me gustan las personas así” -puntualizó Eti- con un extraño rasgo de súbita… ¿emoción? Quedaba patente que se iba a llevar requetebién con él. Seguro que sí. Y sonrió una vez más. Al fondo, por fin, se escuchó un “Eti, estoy aquí, en la sala”. Era una voz tan quebrada como igualmente cálida. La puerta se abrió de par en par y surgió la anciana figura de Teip.

-Bienvenidos amigos, no os quedéis ahí, pasad.

Escorado Infinito

Подняться наверх