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CAPITULO III

El Taller y el Banco

De la instalación del taller, construcción y utilización del banco y accesorios de carpintero.



EL ASERRADERO EN EL BOSQUE

1) El tronco del primer árbol derribado nos sirve de tajo para los primeros trabajos. Herramientas de derribo: hacha, mazo, cuñas de hierro y sierra.

2) Caballete para haces de leña según modelo en uso en Ile de France. Las dos palancas unidas por una cadena amontonan las ramas muy apretadas entre los dos montantes mientras se les ata.

3) Reserva de leña.

4) Depósito de pértigas.

5) El tajo elevado es un grueso tronco metido a presión entre dos horcas y un piquete en la punta.

6) Banco modelo «Froisart», útil para grandes piezas de madera.

7) Muela de arenisca montada sobre un armazón de cremallera que permite calar las herramientas para afilar en un ángulo constante y deja libre la mano izquierda para girar el manubrio.

8) Banco para afilar. El filo de la sierra está calado por una cuña de hierro en una raja.

9) Herramientas: limatón para afilar, triscador para dar la triscadura, yunque y caja de grasa.

10) Caballete para cazar los troncos que se han de perforar con el taladro.

11) Banco de leñador para pequeños trabajos. Un extremo (12) sirve de tajo. Las piezas en que se ha de trabajar están sujetas entre dos calces (13) y por un pedal; también pueden sujetarse con un tope que podemos colocar en varios agujeros. Podemos trabajar de pie, sentados o a caballo en el banco.

14) Mazo tallado en un leño de una sola pieza.

15) Taburete porta herramientas con cuchilla, serrucho, lima, tijeras, bedano, escoplo.

16) Prensa para tallar, tensada por un torniquete.

17) Torno para madera. La fuerza motriz la transmite una cuerda tendida entre una rama de árbol (18) que forma el resorte y un pedal. Esta cuerda rodea a la pieza que se ha de tornear y la hace girar en ambos sentidos alternadamente. La pieza está sujeta por dos puntas, una de las cuales es móvil y se aprieta por medio de una cuña (19). Para trabajar, las herramientas se apoyan en el bloque móvil que está detrás de la pieza. Construir el torno bastante alto para mantener la amplitud de giro del pedal. (Lámina del libro «Manos Hábiles», de Albert Boekholt.)


Según como esté instalado el taller, el banco y otros accesorios de sujeción, guía, etc. será la precisión, comodidad y posibilidades de trabajo.

El taller al aire libre, y más aún dentro del bosque, tiene el inconveniente de la humedad, que afecta a las maderas y sobre todo a las herramientas; será necesario guardarlas a cubierto y preferiblemente aisladas del suelo, en un armario con patas, por ejemplo.

El taller cubierto puede ser una prolongación de la casa en forma de una simple tejabana, orientada para evitar los vientos que traigan humedad. Se preferirá una habitación o cobertizo alejado de ruidos molestos porque es muy fastidioso trabajar con ellos.

Podemos adaptarnos a un espacio pequeño, pero es preferible la amplitud para trabajar a gusto. El suelo debe ser firme para resistir los golpes transmitidos desde el banco, yunque, tajos, etc.

Es importante la buena iluminación, a poder ser natural, situada detrás del banco o desde el lado izquierdo (o derecho si el operario es zurdo).

En invierno es importante la calefacción, que puede ser una estufa calentada con desechos. Las virutas sirven para encender y el serrín y la madera para quemar. Si se trabaja mucho, este combustible puede abastecer la casa. La recogida de estos desechos que quedan en el suelo es mejor hacerla periódicamente para no perder pequeñas piezas, clavos, tuercas, etc. que luego no hay quien encuentre.

El orden de materiales y herramientas ayuda a su conservación y a la concentración y efectividad en el trabajo.

En la fig. 121 vemos algunos detalles que nos ayudan a ahorrar espacio. El banco puede aumentar o disminuir su superficie con el sistema de tablero abatible sujeto a la pared. El accario se utiliza para preservar herramientas y accesorios del polvo y conviene colocarlaen una esquina a fin de que la puerta no estorbe, sobre un tablero viejo se cuelga la herramienta y para los sargentos podemos construir un colgador de pared (fig. 122), que nos ayuda a tenerlos ordenados y a mano.

Guardar las herramientas en cajas no es un buen sistema excepto cuando están debidamente compartimentadas y las herramientas tienen los filos protegidos, pues de otra forma es difícil evitar el roce de unas herramientas con otras. Las garlopas, sierras, etc. pueden colgarse del mango en un colgador metálico como un clavo fuerte, o de madera, hecho con la horquilla de una rama (fig. 122b). También se puede atravesar con un agujero el extremo del mango de ciertas herramientas como hachas, martillos, azuelas, gramil, para colgarlas por una cuerda.

La herramienta menuda —tenazas, alicates, destornilladores— se puede sujetar con un listón clavado o atornillado sobre una tabla con el intermedio de tacos en sus extremos (fig. 123). De guardar así también limas, formones, escoplos y gubias, deben tener el filo protegido o estar distantes unas de otras o separadas por tacos para que al sacarlas no se dañen unas con otras. La herramienta más menuda como brocas, pequeñas limas, etc., se guarda en tacos agujereados (fig. 124), así quedan protegidos los cortes y puntas. Es muy útil separar las brocas del berbiquí de las de barrenillos o taladros eléctricos; las de madera de las de hierro y las de widia, etc., y si junto a cada agujero en el taco se pone la medida de la broca se ahorra mucho tiempo.

Si embutimos los dos extremos de una «v» de madera a un lado del banco o en una viga o poste, podemos dejar en el interior colgando por su cabeza mazas, martillos, etc.

EL BANCO DEL CARPINTERO

Aparte de los accesorios sin los cuales de poco serviría, un banco debe reunir las siguientes condiciones para ser útil: ha de ser robusto, rígido y estable, tanto en sus piezas como en sus ensambles, capaz de resistir los esfuerzos a que estará sometido sin estropearse, vibrar o tambalearse. En el banco fijo es una buena virtud el peso, que lo hace estar bien asentado.

Tiene que haber espacio para trabajar cómodamente alrededor de él.

Se ha de construir de tal forma que no sobresalga de él nada metálico (como clavos) que puede mellar la herramienta, excepto los accesorios que no son fijos.

Puestos de pie en actitud natural, la muñeca nos señala la altura justa del banco, y el codo corresponde a la altura a que debe hallarse el tornillo metálico de fijación de piezas.

El tablón o tablero que forma la superficie suele ser de fresno, olmo, haya o chopo. Las patas y travesaños de encina y muy robustos. Los pies se unen entre sí por cuatro travesaños, con ensambles de caja y espiga. A veces entre estos travesaños se tienden tablas que sirven para dejar herramientas y cosas encima y contribuyen a dar peso y estabilidad. También es útil dotarlo de cajones para guardar las herramientas, siempre que no estorben a los accesorios (como el barrilete).

El tablón debe ser de 1,5 a 2,5 m. de largo, 5 cm. de grueso y unos 40 a 60 cm. de ancho. Como es difícil y costoso obtenerlo de una sola pieza con semejante anchura, pueden unirse dos o más tablones con las técnicas siguientes:

Si se atraviesan las dos tablas con pernos o tornillos (fig. 125) o mejor varilla roscada, el agujero se hace marcando los cantos en su parte media con el gramil y trazando una línea (a) con la escuadra, con cuidado de que su situación no estorbe a los ensambles con las patas, el agujero del barrilete (fig. 147) u otros accesorios. Se agujerea con el berbiquí por ambos cantos en cada tabla, hasta que los agujeros se hallen en medio. Luego se meten los tomillos atravesando ambas piezas. Las tuercas que fijan ambos tablones por los lados se embuten en una entalladura que se hace con una broca más ancha. En todo el tablero se ponen tres de estas varillas, dos en los extremos y una en medio. Esta unión es muy sólida.

Se pueden sustituir las varillas metálicas por otras de madera, siempre que los cabezales o testeras de las tablas estén unidos de las formas que se indican un poco más adelante o de cualquier otra. Estas clavijas de madera pueden hacerse de fresno y en vez de atravesar por entero el tablero meterse solamente hasta la mitad de cada pieza, de forma que sólo hay que hacer un agujero en el canto interno de cada tablón (si hay más de dos tablas, las intermedias se atraviesan enteras).

Los cabezales se unen con un travesaño unido a caja y espiga (fig. 126), de modo que las caras y cantos de este travesaño queden en el mismo plano que el tablero. Se puede fijar la unión con clavijas de madera que atraviesan la caja y la espiga y con cola. Otra forma es una pieza fuerte de hierro, previamente agujereada y clavada o mejor atornillada con tirafondos en las testas de las tablas (fig. 127).

Una forma sólida para ensamblar las patas es introducirlas en forma de espigas en el tablero (fig. 128). También es fuerte y sencillo descansar el tablero sobre las tablas laterales, atornilladas con tirafondos a los lados de las patas y unidas también con travesaños ensamblados en cola de milano (fig. 129). El tablero se clava en los cantos de estas tablas laterales y en los travesaños superiores de las patas, teniendo mucho cuidado de que las cabezas de los clavos no queden fuera, para lo cual se embuten a una profundidad de más de 1 cm. en un taladro previo hecho con una broca del mismo diámetro de la cabeza y empujando la cabeza con el botador. Los agujeros pueden rellenarse con clavijas de madera seca, bien ajustadas.

Una mesa de cocina puede convertirse en banco si se la retuerza. Para ello se le añade un tablero sobre el viejo y una tabla lateral, clavada a las patas, a fin de soportar la prensa (antes de clavar la tabla, se cepilla el borde sobresaliente del tablero hasta eliminarlo).

TORNILLOS Y PRENSAS DE CARPINTERO

Sirven para sujetar las piezas mientras se las cepilla, clava, encola, escofina, sierra, etc. Vamos a ver sólo algunos de los muchos tipos diferentes.

El husillo es una pieza roscada de madera de serbal, cornejo, boj o fresno (para hacer la rosca ver el capítulo sobre la labra) que tiene además una cabeza más gruesa por la que atraviesa la palanca (fig. 130), la cual a su vez tiene dos cabezas en sus extremos que impiden que salga del agujero. La palanca puede hacerse de madera y tener una cabeza fija y la otra roscada o también fija con una clavija.

Entre la cabeza y la parte roscada (el husillo propiamente dicho) el vástago tiene un adelgazamiento (fig. 130 y 131) destinado al círculo interior de una arandela partida metálica, que va clavada o mejor atornillada con tirafondos en la tabla de la prensa. De esta forma el husillo queda fijo a la prensa y la atrae o lleva en sus movimientos, mientras que el husillo puede girar.

La prensa es una tabla fuerte por cuyo agujero gira el husillo.

El husillo atraviesa la tabla lateral del banco junto a la pata; mientras los tornillos metálicos suelen ir siempre dentro de la pata, en los de madera, necesariamente más gruesos, se procura evitar esto para no debilitarla, aunque se la puede hacer más fuerte. También se puede roscar el agujero de la pata, pero esto no suele bastar a no ser que sea muy gruesa, pues sobre este agujero recae el peso del husillo y la prensa y la fuerza del aparato al apretar las piezas. Por ello se recurre casi siempre a una nuez, pieza algo gruesa cuyo agujero está roscado y que se fija a la tabla lateral (o a la pata) con cuatro tirafondos por la parte interior. Esta nuez es de madera en los husillos de madera y de acero en los de acero.

La tabla de la prensa puede acercarse o alejarse en virtud del movimiento que le transmite la rosca del husillo, y pillar o soltar piezas contra el tablero lateral para trabajarlas. Para que no se tuerza y rompa el eje —pues mientras un extremo está apoyado el otro queda libre y la fuerza que actúa en el centro acercaría este extremo libre hacia la tabla lateral— y para que la pieza sea agarrada de plano, se utilizan varios procedimientos. El más sencillo es poner en el lado opuesto un simple taco algo más grueso que la pieza a sujetar. También es muy común usar una barrita o tubo de metal o un palo de madera que atraviesa el extremo libre y la tabla lateral del banco por agujeros un poco ajustados, y en cuanto hay una pequeña inclinación la barra queda cogida entre ambos agujeros y el extremo libre de la tabla-prensa no puede seguir inclinándose.

Mucho más efectivo y cómodo es poner una guía (fig. 130 y 132) ensamblada a doble espiga en la prensa y encolada. La guía puede entrar o salir de una caja formada por cuatro tablillas fijas entre sí y a la pieza del banco más cercana (travesaño, parte inferior del tablero, etc.) mediante clavos o tirafondos.

El listón guía está agujereado para fijar su movimiento mediante una clavija metida en el agujero más conveniente (fig. 132) por el exterior del banco y haciendo tope contra éste. La caja se monta sobre la guía con la tabla de prensa cerrada completamente.

Para el buen ajuste del husillo y de la nuez, se atornilla ésta al banco con el husillo dentro, atravesando el agujero de la pata o tabla lateral.

El tornillo vertical es muy parecido. Se coloca verticalmente la tabla de prensa, el husillo entra en la pata y la guía también, más abajo; no necesita caja pues la pata es suficientemente gruesa. La boca o extremo de la prensa que agarra queda paralela al plano del tablero del banco y a la misma altura.

El tornillo vertical es el más común, pero ambos son igualmente útiles. Siempre que haya una tabla lateral, el vertical puede convertirse en horizontal metiendo la guía en esta tabla (a través de una caja) y teniendo cuidado de que la distancia entre la boca de la prensa (o superficie de tablero del banco) y el centro del husillo, sea la mitad de la anchura de la tabla-prensa (fig. 130a); así, puesta horizontalmente, queda pareja también con la superficie del banco.

En las ferreterías puede conseguirse husillo, palanca, arandela partida y nuez metálicos, es decir, todo excepto la guía y la tabla-prensa. Se monta igual que el de madera y es mucho más fuerte por fabricarse de acero.

Otro tornillo diferente que podemos hacer también de madera es el de la fig. 133; puede montarse sobre la pata del banco o fuera de éste, sobre un madero clavado en el suelo. En cualquier caso, el tornillo se fija al madero mediante una espiga cuadrada en su extremo posterior, la cual se encola y atraviesa con una clavija o clavo. Una tuerca con dos manijas u orejas aprieta la tabla de prensa a modo de mariposa. El agujero de la tabla de prensa es de paredes lisas y diámetro un poco más amplio que el tornillo. Tiene el inconveniente, poco importante, de que para abrir la boca de la prensa después de aflojar el tornillo hay que atraer la tabla. Este tipo de tornillo ha de llevar guía como los anteriores.

Hasta aquí hemos visto algunos tornillos que aprietan a los lados del banco, apropiados para trabajar los cantos de las tablas (cepillarlas, hacerles rebajos o labrarles determinadas formas), para piezas estrechas, o para serrar, escofinar, hacer espigas en las testas, etc.

Ahora vamos a ver otros tipos que se sujetan sobre la superficie del banco con la ayuda de topes o corchetes y se utilizan sobre todo cuando se ha de trabajar la cara de tablas anchas, para cepillarlas, encolar tableros, tallar superficies, etc.

El tornillo horizontal cuya prensa sobresale un poco del tablero del banco (fig. 134) lleva dos guías para mantenerla paralela a éste, cerca de los extre mos y ensambladas y fijas, que se deslizan por agujeros labrados a escoplo (o taladrados si las guías se hacen redondas) en el canto del tablero. La nuez va embutida y fijada en el canto del tablero (si no es suficientemente grueso se puede fijar bajo el tablero una pieza soporte). Hay que taladrar previamente un agujero de la longitud del husillo por el interior del tablero. No es preciso que este tornillo se abra mucho pues se puede regular la anchura de fijación en las piezas por medio de los topes o corchetes que retienen por el otro extremo y pueden colocarse en agujeros a distintas distancias. Igual que los corchetes, interesa que la prensa no sobresalga mucho del tablero para poder trabajar tablas delgadas, lo cual es importante sobre todo al cepillar.

El tornillo de la fig. 135, parecido al de ebanista, consiste en una varilla roscada con un extremo acodado y rematado en una punta para acoplar un mango. El doblado y adelgazamiento se hace al rojo. El otro extremo de esta varilla tiene un rebaje (hecho a la lima o al rojo sobre la esquina del yunque) que atraviesa y sobresale de un listón corto. A su salida se coloca una arandela y una tuerca lo más ajustada posible, agujereada de lado a lado para pasar un remache que traspasará también la espiga de la barra roscada; si disponemos de terrajas, podemos roscar la espiga y colocar la tuerca como tal (a). En el banco se hace una caja o ranura cerca del borde y de la anchura del listón, y un agujero para que se pase la varilla roscada. Se ensancha el principio de este agujero con el escoplo, de modo que entre una tuerca de la varilla y quede justamente embutida, sin posibilidades de giro. Se encierra la tuerca con una chapa algo fuerte sujeta con tirafondos y provista de un agujero para que pase la varilla y se enrosque en la tuerca (b). El sistema queda listo con los topes fijos, que van en línea con la ranura, como en el caso anterior. Una vez metida la varilla y el listón dentro de la ranura, puede colocarse el clavo y doblarse su punta tras poner dos arandelas metálicas para evitar el excesivo roce. El giro de la varilla moverá el tope por la ranura.

El tornillo de ebanista es más costoso de hacer, pero ofrece mayor solidez y algunas ventajas frente al anterior (fig. 136). Una condición esencial para su construcción es que el banco sea suficientemente grueso, como mínimo 7 cm.

Este tornillo va sobre un rebaje en el banco de unos 50 × 20 cm. Dos listones fuertes (a y b) se unen en ángulo recto por medio de cola de milano y se sujetan firmemente bajo el tablero con tirafondos. Otros dos listones (c), se fijan también con tirafondos a la cara longitudinal del rebajo; estos listones tienen sección en forma de L y sirven para guiar a una tabla (d) que corre entre ellos y lleva consigo la caja del tornillo, paralelamente a la longitud del banco.

La misma función de guía y soporte cumplen los listones a y b. La caja está formada por una cabeza (e) con un agujero en su parte superior destinado a fijar un tope o corchete, y una parte saliente en la cara inferior, cuyo fin es por una parte guiarse por el listón (a), gracias a una ranura (f), y por otra servir de tope a la abertura de la caja contra el listón b. La tabla d se fija con tirafondos a la pieza e, cuidando de embutir perfectamente las cabezas.

En la parte opuesta de la caja, una tabla (g) agujereada hacia su centro deja pasar un tornillo metálico (h) con la cabeza atravesada por una varilla que hace de manija. La punta de este tornillo viene a introducirse en la cabeza (e) y se fija a ésta por el sistema de arandela partida (i), de manera que puede girar libremente pero no salir ni entrar en la cabeza. Una tuerca (j) a la que se ha soldado perpendicularmente una varilla algo fuerte se coloca cerca del extremo de la caja. La varilla se mete por el agujero (k) en la cara del rebaje del banco y ha de entrar en éste justamente y al menos 10 cm.; además se la puede fijar agujereándola en dos puntos y haciendo una muesca bajo el banco hasta encontrar los agujeros de la varilla, que se atraviesan con tirafondos o clavos para sujetarla a la madera. Esta varilla pasa —en el movimiento de la caja producido por su tuerca—través de una ranura longitudinal en la pieza d. La caja terminará de cerrarse con una tabla encima (que puede llevar agujero para otro corchete), una tabla en el lado exterior y otra en la parte inferior, que se fijan por tirafondos.

El montaje del tornillo se hace de la forma siguiente: primero se fijan los listones (c), luego la pieza d a la c, después se mete por el agujero la varilla, se pone la tabla g al tornillo, se pasa éste por la tuerca, se fija con la arandela partida (i) a la pieza e y se fija la varilla. A continuación puede colocarse el resto de las piezas de la caja y al final los listones a y b. Conviene que antes del montaje todo está preparado al detalle, especialmente los agujeros para los tirafondos, y los encajes perfectamente acabados para no tener que volver a soltar piezas.

El tornillo puede agarrar lo mismo entre los topes que entre su cabeza e y la testa del rebajo en el banco.

Es muy útil para el carpintero y para muchos otros trabajos —especialmente relacionados con metales— tener sobre el banco un tornillo metálico, y más si posee una plataforma especial como yunque. El único inconveniente que tiene es el precio. Los hay que se fijan al tablero mediante pernos, preferiblemente cerca del extremo opuesto a la prensa vertical (fig. 137), o mejor, que se anclan en el suelo —de pie— como el mentado al hablar de la fragua. Trabajando sobre este tipo de tornillos con limas y otras herramientas de corte hay que tener mucho cuidado de no rozar el hierro. Las maderas delicadas se pueden proteger del apretón poniendo entre las mandíbulas del tornillo una tablillas inservibles y mejor si son piezas en L, apoyadas en la superficie de encima de la boca.

Una mordaza o tornillo de banco de madera se puede construir de infinidad de formas; el de la fig. 138 tiene un brazo más largo para sujetarlo en la prensa del banco y una pieza metálica sirve de guía. El agujero para el tornillo de apriete se hace un poco holgado verticalmente para permitir el giro de la mordaza móvil. Para la mejor sujeción de las piezas pueden ponerse unas bocas de goma. Sirve para toda clase de trabajos finos, pero, evidentemente, no puede exigírsele la robustez de un tornillo metálico.


Banco de talla de cadenas de madera, más decorativas que útiles. Está hecho a una altura un poco más elevada que el de carpintero, necesaria para los trabajos de talla. El respeto por las formas naturales de la madera es aquí evidente: las uniones del banco carecen de piezas de hierro y cada cosa tiene su función, desde el barrilete de madera a esos palos con múltiples agujeros que se elevan de la superficie del banco y por los cuales se meten otros en los que se apoya el listón del que talla la cadena. Quizá lo más atractivo de todo es la expresión de satisfacción del paisano.

OTROS ACCESORIOS

Como las tablas largas no quedan bien sujetas a la hora de labrar los cantos con sólo el tornillo vertical, se hace necesario recurrir a artilugios que sujeten el otro extremo de la pieza. Lo más fácil es hacer unos agujeros de unos 2 m. a lo largo de la pata del mismo lado de la prensa. En el agujero que convenga por su altura se mete una clavija de fresno con la punta algo cónica para mejor sujeción, y sobre ella se posa la tabla. Esto es suficiente casi siempre.

Otra forma de sujeción consiste en una L metálica fijada bajo el tablero del banco con tirafondos (fig. 139) para apretar sobre ella un sargento y entre ambos la tabla o pieza (fig. 140). 2 ó 3 de estas L colocadas sobre una mesa pueden sustituir el tornillo vertical. Pero claro está, el tornillo agarra mejor y más firmemente.

Puede hacerse un soporte de cremallera (fig. 141) con un fuerte listón con una serie de muescas dispuestas longitudinalmente, labradas con serrote y formón, y encajado a caja y espiga en una base formada por una cruz de tablas unidas a media madera. En el fondo de cada diente se apoya y sostiene un taco mediante una brida de acero (fig. 142) formada por dos chapas, una a cada lado del taco y unidas por dos pasadores con los extremos remachados, a una separación un poco mayor que la anchura del montante.

Hay infinitas formas de sujeción y muchas de ellas aún por inventar. Ahora veremos los topes o corchetes, que se elevan de la superficie del banco para retener piezas a la hora de cepillarlas o sujetarlas en otras labores, normalmente hechas en la dirección de la mayor longitud del banco.

Es corriente ver en muchos bancos un listón clavado con puntas bien embutidas en la cabecera de la superficie del banco (fig. 143); sirve para retener las tablas mientras se cepillan o se les pasa la garlopa. Como la herramienta sólo trabaja hacia el listón, y hacia atrás sólo se desliza suavemente o se lleva en el aire, no suele ser necesario retener la tabla en este sentido; pero si lo fuera, basta poner un tope y ajustar con unas cuñas.

Otro tope de mejor agarre que el anterior consiste en un listón cuadrado de unos 3 cm. de lado y 20 cm. de largo (fig. 144), que en una de sus testas lleva embutida y fija con un tirafondo largo una chapita dentada, triangular (puede cortarse de una sierra vieja o hacerse con una chapa fuerte de acero). El listón atraviesa el tablero del banco por un agujero hecho justamente a su medida, con las paredes bien lisas y perpendiculares al mismo. En esta posición vertical el listón sube o baja con pequeños golpes de maza; cuando no se necesita puede sacarse y a la hora de sujetar una tabla se ponen los dientes de la uña o corchete a menor altura que la mitad del grueso de la tabla, contra la testa de la misma; dando unos golpes en la testera opuesta queda la tabla bien prendida en el tope. Si ponemos dos de estos corchetes, la seguridad de la fijación es mucho mayor.

Hay topes que son simples listones fijados en el agujero con una cuña o por una chapita procedente del resorte de un reloj, atornillada al listón por sus extremos de manera que quede abombada (el acero de resorte sólo puede agujerearse después de destemplado, pues es muy duro). Se venden corchetes más complicados, pero no ofrecen ventajas sustanciales respecto a los citados.

Un tope para serrar es el fijado en una entalladura en la testera del tablero con un tirafondo que le permite girar y meterlo sin que sobresalga de la superficie del tablero (fig. 145). Contra él se apoyan las tablas para serrar (fig. 146) y basta entonces sujetarlas encima del banco con una mano; claro que muchas veces es mejor utilizar las prensas, los sargentos o el barrilete para este menester.

Aunque es muy difícil verlo, antiguamente y aún hoy en el medio rural, en el centro de los bancos se encuentra una pieza fuerte de hierro en forma de L que se llama barrilete (fig. 147) y sirve para sujetar las piezas que han de trabajarse en cualquier dirección. Con un martillazo contundente sobre el ángulo, el barrilete caza la pieza contra el banco y queda a su vez cazado entre las paredes de su agujero; para aflojarlo se puede golpear por encima o por debajo del banco (flechas discontinuas). Cuando la pieza que se sujeta es delicada o blanda, se interpone una madera bajo el barrilete.


En los rastros se pueden encontrar fácilmente estos útiles, pero si tenemos una fragua bien podemos hacerlos doblando una barra de hierro dulce de unos 2 ó 3 cm. de grueso y achatando un poco el extremo de lado corto. En una ocasión vi a un artesano un barrilete de madera, hecho aprovechando la unión de una rama con su tronco; lo utilizaba para sujetar la piedra de afinar. Fresno y roble sirven.

Hay otros barriletes un poco más complicados con sistemas de tornillo para evitar la brusquedad de los golpes, pero, como se ha dicho, basta casi siempre con interponer un taco.

Esta simple pieza hace mucho servicio para serrar, cepillar, abrir escopleaduras, trabajar con gubias, formón, etc. Su mayor inconveniente es él mismo, pues queda siempre encima de la pieza que se trabaja y a veces molesta para ciertas labores, especialmente el cepillado.

El sargento y el gato sirven para sujetar una pieza al banco o dos piezas entre sí, para trabajarlas el primero o para encolarlas el segundo (fig. 101).

Pueden hacerse de madera, con la forma básica de los de hierro, pero han de ser piezas más gruesas y de maderas fuertes (fig. 148). Un sargento consta de una pieza guía larga sobre la que corren los dos brazos perpendiculares o uno solo y el otro está fijo (fig. 122). Uno de estos brazos tiene cerca de su extremo libre un husillo metido en el agujero roscado y dispuesto paralelamente a la pieza guía y provisto de un mango. La punta del husillo aprieta las piezas interpuestas contra el otro brazo y de esta forma las une. Cuando el husillo no llega a apretar por ser demasiado corto, se corren los brazos sobre la guía para acercarlos. Al apretar el husillo los brazos quedan fijos en sus agujeros en la guía, de una manera análoga al barrilete en su agujero.

Para que el husillo no dañe las maderas, se interpone un taco. Los metálicos suelen estar provistos de un ensanchamiento en su extremo que tiene este objeto.


Sargento de madera, combinado con soporte de cremallera.

Los sargentos destinados a sujetar o encolar piezas pequeñas suelen ser de una pieza en U, es decir que los brazos son fijos y sólo se mueve el husillo (fig. 148 y 149).

Los grandes suelen hacerse con acero de ballesta. Muy a menudo se utilizan para fijar piezas al tablero del banco, caballetes, etc., pillando la pieza contra estos soportes.

Con objeto de asegurar piezas pequeñas y proteger el banco, se trabaja con el formón o el serrucho sobre el cortador o cabezal de banco. Es una simple tablilla, preferiblemente de madera contrachapada de unos 20 × 30 cm., que tiene un listón en cada extremo, uno en una cara y el otro en la opuesta (fig. 150), fijos con clavijas encoladas que se meten en agujeros taladrados con cierta inclinación para mejor sujeción. El cortador es muy útil para disponer de una superficie llana cuando el banco es tosco.

Para serrar grandes tablas a lo largo con el serrucho de hender, se puede hacer fácilmente un borriquete (fig. 151) para sostenerlas en el aire a una altura aproximada de 70 cm. sobre el suelo. Consiste en dos listones fuertes ensamblados en ángulo agudo y sujetos con dos travesaños, cada uno por un lado del ángulo.

La cabeza de la tabla que se va a serrar se mete entre ambos travesaños, apoyando en el inferior, y el otro extremo del tablón se apoya en el suelo. El conjunto forma tres pies.

El caballete (fig. 152) tiene múltiples usos dentro y fuera del taller. Se emplea casi siempre una pareja de caballetes, que pueden servir además de para serrar, para confeccionar un andamio o una mesa provisional uniéndolos con una tabla encima, etc. Su construcción es bastante más compleja de lo que a simple vista parece. Partiendo de una línea media entre ambas patas se traza una plantilla a tamaño natural del perfil del par de patas y los travesaños que los unen, marcando los ensambles a caja y espiga. Las líneas inclinadas de las cajas de la pieza superior donde se ensamblan las espigas de las patas se trazan con la falsa escuadra sobre las testas y sus extremos se prolongan por las caras. El larguero que une los travesaños inferiores no tiene mayor dificultad que la de las espigas y mortajas comunes. La pieza inclinada que va desde uno de los travesaños inferiores a la parte inferior del asiento o pieza superior se fija con clavos. La inclinación de sus extremos biselados puede tomarse por medio de una cuerda tensa con la falsa escuadra.


Cortador de ingletes.

El tajo es imprescindible en el taller (fig. 153). Es un tronco que sirve sobre todo para manejar el hacha encima e impedir que se melle. Fuera del taller, sobre este tocón se parte la leña, se hienden maderos, se cortan alimentos con cuchillo o se sienta uno. Los mejores tajos son los nudosos, pues se abren más difícilmente, y de maderas como el olmo, haya, encina, etc. Algunas veces, para sujetarlos e impedir que se abran se les aplican herrajes. Para mayor estabilidad se entierra en ocasiones un poco su base, o se le ponen tres patas para elevarlo.


Dos modelos de tajos.

A la derecha, sargento de metal.

Para contornear tablas delgadas con serrucho de punta, sierra de calar o marquetería es útil el burro de madera (fig. 154), que consiste en un taburete sencillo al que se fija una tabla de madera flexible, serrada por la mitad a lo ancho y en sentido longitudinal, a fin de formar una ranura o boca con la cual caza las piezas. Esta tabla está ensamblada al banco por medio de una espiga que atraviesa el taburete y se fija debajo por medio de dos cuñitas o espigas (fig. 155). Por encima se logra una mejor fijación colocando una tabla que abraza este tornillo y una tornapunta o listón inclinado que sujeta una de sus quijadas. Al otro lado del taburete se eleva un montante anclado al asiento por una espiga como la anterior, y por cuyo extremo superior pasa el eje del brazo o palanca móvil que se apoya sobre la quijada libre y la aprieta al bajar contra la otra. Una cuerda parte del brazo, atraviesa el asiento y se fija al extremo de una tabla larga, apoyada por el otro extremo en el suelo y que hace de pedal. En este artilugio se sujetan las piezas a serrar metiéndolas en la boca y accionando el pedal, que a su vez baja el brazo que oprime la quijada que sujeta la madera.


GUÍAS PARA SERRAR O CEPILLAR

La caja o guía de serrar ingletes (ángulos de 45°) consiste en una U formada por tres tablillas unidas por tirafondos y serradas en ángulo de 45° (fig. 156). Los ángulos se trazan haciendo primero un cuadrado y marcando en los cantos los extremos de las diagonales (líneas discontinuas de la fig. 156), que se sierran verticales hacia abajo, hasta llegar a la pieza base. Hecha la caja basta meter dentro de la U los listones o piezas a serrar y guiando la sierra por las ranuras se cortan en el ángulo adecuado.

Claro está que mucho más fácil es guiarse para hacer la caja de ingletes con otra caja, pero antes hay que asegurarse de que esté bien construida.

Una variante lleva atornilladas dos tablillas sobre la caja anterior, de modo que se tiene otra guía más ancha (fig. 157).

Dentro de estas guías las piezas pueden sujetarse por medio de cuñas o simplemente con la mano. Hay guías que se colocan sobre la pieza a trabajar (fig. 158) y otras que sólo tienen un lado de la caja, y por ello más grueso (fig. 159, obsérvese que tiene otra ranura a escuadra, para guiar en ángulo recto).

Para cepillar los cantos de las tablas a escuadra se utiliza la plancha de cepillar llamada tirador (fig. 160). Las dos tablas que la forman se disponen con los corazones alejados uno de otro y la inferior lleva atornillados dos travesaños para impedir el alabeo. Un tercer listón hace de tope y se fija en la tabla superior que lleva un rebajo o bisel a lo largo de su borde inferior para que el serrín o las virutas no se acumulen en la esquina y saquen el cepillo.

Cuando se cepillan en el tirador cantos de tablas que han de acoplarse entre sí a tope (ver el capítulo sobre unión de piezas), se ponen estas tablas unas hacia arriba y otras hacia abajo alternativamente para tener en cuenta la ligera curva que hace el filo de la garlopa. Aunque la diferencia sea poca, no cuesta nada hacerlo así.

La guía de cepillar ingletes (fig. 161) cepilla los cantos con su ángulo y se hace de forma parecida a la anterior, esto es, apoyando la tabla a trabajar en la superficie inclinada, con la testera contra el tope y el canto sobre el borde de modo que la garlopa, garlopín o cepillo tumbados de costado sobre la plancha base lo vayan comiendo.

Si a estas planchas de cepillar se les atornilla por debajo un listón en el centro y a lo largo de la pieza base, podremos cazarlas por este asidero en el tornillo de banco y trabajar más cómodamente; otra forma es sujetarlas con el barrilete o sargentos o simplemente con un corchete.

El hombre y la madera

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